miércoles, 31 de diciembre de 2014

El espacio del Dominante. Parte 1

Nunca es fácil la primera vez. Usted está haciendo todo lo posible para  liberarse con el pie derecho. Supongo que lo que quiero proyectar es una actitud firme, pero cariñosa. Quiero que ella no tenga la menor duda de quién está al cargo, mientras que, al mismo tiempo, tener la confianza de que ella pueda confiar en mí. Puesto que una chica tiene que tener mucho valor para ponerse en mis manos, sabiendo que quiero hacerle daño.
Ella había estado leyendo mi blog durante un tiempo y yo había estado leyendo el suyo, por lo tanto, había un buen nivel de entendimiento, respeto y atracción mutua. De lo contrario, no hubiéramos estado en la misma habitación juntos. Pero, es una cosa muy diferente, sin importar los muchos emails que usted podría haber intercambiado para encontrarse a solas con alguien, cara a cara. Realmente, usted no conoce a esa persona, no sabe cómo ella responderá o cómo sus respuestas modificarán su propio comportamiento. Después de todo, es un proceso de doble dirección.
Lo que yo estaba tratando de hacer desde el principio, era establecer en su mente, sin duda, cuáles eran mis intenciones, que yo sabía lo que quería y sabía lo que estaba haciendo. La desconfianza no es útil en este tipo de situaciones. Al mismo tiempo, ella me gustaba un montón y yo no quería asustarla. Pensaba que podría llevarla al lugar donde ella quería estar, al sitio donde yo quería que ella estuviera y quería que ella estuviera en el estado de ánimo adecuado para ir allí.
Si describo mis acciones con precisión, todo pudiera parecer muy aséptico y clínico, incluso mecánico. No creo que fuera así. Cuando puse mis brazos alrededor de ella, se sentía como una cosa natural. Cuando a continuación, puse la mano alrededor de su cuello, la acaricié allí y lo apreté un poco. Esto también parecía natural. Pero, al mismo tiempo, yo estaba muy atento a su lenguaje corporal. Ella se quedó en silencio. Yo no diría que fuera una plastilina en mis manos, porque reaccionaba con entusiasmo y no era pasiva. Pero, sentía una gran oleada de tranquilidad, al apreciar que podía seguir adelante. Nos sentíamos cómodos. Esto iba a funcionar.
De repente, yo quise tener derecho a ello. Yo no sabía si ella estaba sorprendida de lo que pasó tan rápido, pero, en un momento, yo estaba sentado en la cama y la puse boca abajo sobre mi regazo. Ella nunca me había dicho en sus correos electrónicos que quería ser azotada. Nunca me dijo lo que quería, sólo que sería bueno para mí el encuentro. Es cierto que, una vez, ella mencionó algo sobre la fusta, que le gustaría probarla. ¿No es eso una bonita y clara invitación? Bueno, sí y no. No es un asunto tan sencillo azotar a una mujer, al menos, no de la manera que yo lo hago. La fusta tiene una importancia simbólica en el mundo de la D/s, sobre todo en mi blog. Está investida de mucha importancia, es como la última arma en el arsenal de un Dominante experimentado. No es algo para ser usado a la ligera. Por un lado, duele, duele un montón. Ese es el quid de la misma, que es muchísimo más dolorosa sobre el trasero desnudo que el flogger, el cinturón o la twase. A menudo, las mujeres sumisas están fascinadas por la fusta, a pesar de estar temerosas. Por supuesto, así es exactamente como el dominante lo quiere. Pero, debido al miedo, necesitas prepararla correctamente.
Sobre mis rodillas, fue el primer paso. Le levanté la falda y le di un par de cachetes fuertes sobre sus bragas, uno en cada nalga. Le quise dar a entender que sería mucho más fuerte de lo que ella esperaba. Le quería quitar el aliento. La quería llevar a otro espacio. Por un momento, hice una pausa para dejar que se hundiera. Luego, me puse a trabajar, izquierda, derecha, izquierda, derecha. Pronto, las bragas fueron quitadas. ¡Qué placer ver ya su bonito trasero de un rosa pálido!
La azoté con la mano durante un buen tiempo. Yo quería que ella sintiera mi cuerpo contra el suyo, mis rodillas bajo ella y que sintiera mi mano bajar sobre su trasero, una y otra vez. En esta etapa, no creo que se trate principalmente del dolor. Se trata más bien de establecer un contacto físico, la tranquilidad del peso, la solidez y el tacto con otro cuerpo. Y también, sobre lo que está pasando por su mente. Ponerla sobre mi rodilla, era decir: “Sí, eres una mujer adulta, sofisticada, mundana e independiente. Pero durante el tiempo que estaré contigo, voy a hacer lo que me plazca y sería mejor que dejaras tu dignidad y vergüenza fuera de la puerta del dormitorio, porque no permito nada de eso aquí.”
Me gusta atar a las mujeres. Hay pocas vistas más bonitas que una chica atada y desnuda y pocas que ofrezcan una promesa seductora de delicias futuras. Pero, la otra razón para atar a una mujer es que quiero azotarla fuerte. Tal vez, un poco más fuerte de lo que ella piensa que quiere. Y ella pudiera luchar a veces para mantener la posición. A pesar de mis severas advertencias, pudiera ser capaz de detener mi mano para protegerse ella misma. Es mejor que ella no tenga más remedio que recibir lo que voy a darle.
Yo no digo que unos azotes con la mano no duelan. Espero que sí. Pero su fuerza y duración están limitadas por el hecho de que después de un rato, la mano del dominante pica demasiado. Ser el único que está disparando, no va a sufrir demasiadas molestias. Por lo tanto, ya que hay implementos de mano adecuados, él se mueve de un modo diferente. Sólo una cosa para decidir antes de que esto ocurra. ¿Vas a inmovilizarla? No es una decisión obvia. Ella tiene que tener mucha confianza contigo para dejar que un hombre que solo ha visto en un corto periodo de tiempo, la ate con tanta fuerza que realmente no pueda escaparse, incluso si lo intentara. Algunas mujeres podrían sentir pánico con esto. Por eso, admiro el coraje de aquellos que no lo hacen.
Cogí mi flogger y lo deslicé a lo largo de su espalda, entre sus nalgas, de nuevo hacia arriba, a través de su cuello. Yo quería que el flogger la acariciara, que la hiciera sentirse bien. Pero, también sabía que, al mismo tiempo, la mano de azotar y la suave caricia del flogger estuvieran ahora haciendo su piel más sensible a lo que ella suponía que estaba por venir. Algo que pronto mezclaría placer y dolor en una proporción diferente.
Este artículo se está haciendo demasiado largo. Creo que debería darle continuidad la próxima vez. A menos, queridas lectoras/es, que prefieras que yo pensara más en otras ilustradas y concienzudas personas.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Someterse requiere mucha fuerza, no debilidad

Es tarde, por lo tanto, no es estoy muy seguro de lo que he escrito, pero encontré esta cita y, realmente, me encantó. Dice mucho sobre cómo veo la sumisión de una mujer y después de leer y oír un montón de historias tristes, espero poder ayudar a alguien más o sólo recordarle a alguna mujer sumisa de lo orgullosa que debe sentirse con ella misma.
“La sumisión, de hecho, puede engendrar poder: Al darte cuenta de que tienes algo que dar, y que eres capaz de dominar tu voluntad de renunciar a la manera que tu dominante lo quiere, en vez de la manera que tú lo piensas. Ella debe desearlo, puede inspirar orgullo: no el falso orgullo de un ego inflado, sino el verdadero orgullo que, al igual que la humildad, procede de conocer las profundidades de su propio ser.” William Henkin.
Observo a tantas sumisas intentándolo con mucho dolor y daño, porque no ven que lo que tienen que dar es poderoso y hermoso. No sienten que son dignas de respeto y cuidado y dejan que la gente camine por todos lados. Si ellas no creen en la dosis y el valor de ellas mismas, ¿cómo pueden esperarse que lo hagan los demás? Si hay una cosa que me gustaría poder arreglar en este estilo de vida, es que alguien se someta porque se sienta débil. Craso error. El someterse requiere mucha fuerza.
La mujer fuerte y de carácter nunca se podrá entregar a un Amo débil. Porque, en su fuerza, encuentra el poder de dejarse ir, para permitirse a sí misma, estar de acuerdo con su voluntad. Sin tener este orgullo y la suficiente autoestima, no podría arrodillarse a sus pies y seguir sus deseos. Sin ella conocer su propia autoestima, nunca un Dominante podrá liderarla con la facilidad que debería hacerlo.
La mujer sumisa de carácter sabe que necesita servir. Suele ser muy tenaz y se siente muy orgullosa de sí misma. Por esto mismo, es por lo que ella cree que tiene que ser dominada, que necesita a alguien para que tome el poder y el control. Pero, en absoluto, esto es todo. Ella necesita a alguien tan fuerte como ella, no sólo para retarla o desafiarla, sino para hacerla más fuerte. Un Dominante que no sea anulado por su fuerte voluntad, sino alguien lo suficientemente fuerte para abrazarle y construir en él y que éste hiciera lo propio. Porque al retarla, él la hace libre. Ella puede ser lo que él quiera con gran orgullo. El deseo de ella es fuerte y su sumisión a él, aún más fuerte. Con la fuerza que ella encuentra en sí misma, a pesar de servirle, él encuentra justo en sí mismo, mucha fuerza para liderarla.
Sí, la sumisa de carácter se arrodilla a los pies de su Dominante, no le tiene que decir la manera en que la debe usar, porque el placer es la preocupación de ambos. Pero, esto no debería ser porque la sumisa sea débil, sino porque es bastante fuerte para dejarle hacer y que la dirija.
La mujer sumisa de carácter siempre le agradecerá a su Dominante ser ese hombre que, no sólo la presiona cada día, sino que la hace más fuerte al permitirle ser ese pequeño coño que ya estaba destinado a ser y ella espera que él encuentre la fuerza en su propia sumisión a él.

martes, 23 de diciembre de 2014

Bromeando

Él ha atado las manos de ellas a la parte superior de la cama. Hay almohadas bajo su vientre y su trasero, levantado. Él empieza a azotarla. Primero con su mano y luego, cuando su mano empieza a picar, usa su cinturón. Contra más fuerte la azota, más dura se pone su polla. Hace una pausa y se arrodilla al lado de ella en la cama.
“Mira,” él dice.
Ella gira su cabeza y ve el contorno de su pene presionando firmemente contra sus pantalones. Él reanuda los azotes. Luego, hace una pausa de nuevo. Esta vez, baja la cremallera y se quita los pantalones. Ella se queda mirándole. Él presiona hacia adelante hasta que está a un par de dedos de su nariz. Él tira hacia atrás de su prepucio.
“Huélelo,” le dice.
Ella lo huele con delicadeza captando su olor acre por los orificios de su nariz. Su vagina se aprieta.
Él deja su pene al descubierto y reanuda los azotes. En la siguiente pausa, él cepilla la punta de su polla ligeramente contra los labios de ella. Instintivamente, ésta abre su boca para recibirla dentro.
“No, todavía no,” él dice.
Él usa la pesada tawse de cuero contra ella. Ha sido una buena idea que ella esté atada, porque, de lo contrario, ella no confiaría en sí misma para intentarlo y protegerse contra la insistente picadura de la tira de cuero. Le duele y jadea, mientras se retuerce un poco, pero sus ataduras son firmes. Ella visualiza su polla todavía expuesta, permaneciendo tan dura como las “bofetadas” de la tawse contra su trasero. Él hace una pausa y la acaricia apretando, y sintiendo el calor.
Él se arrodilla de nuevo al lado de ella. “Abre tu boca,” le dice.
Presiona con la punta del pene contra la boca de ella, sólo un par de centímetros.
“No chupe,” le dice.
Ella tiene un impulso terrible por envolver sus labios alrededor del pene y  alimentarse del mismo. Él lo pasa por el lado de su boca y lo frota contra su lengua. Luego, introduce su vástago longitudinalmente a través de sus labios.
“Te dejaré que la chupes todo lo que quieras, si antes aceptas que te azote con la fusta,” él dice.
Ella le tiene pánico a la fusta. Corta, muerde y duele como un diablo.
“¿Cuántos?” ella murmura, con la polla entre sus labios.
“No voy a negociar con usted,” le dice. ”Todos los que me plazcan.”
Ella duda. Siente la pesada verga contra su boca. Nunca había estado tan hambrienta de ella. Asiente con la cabeza, los que sean necesarios. Él coge la fusta, golpea ligeramente contra el rojo e inflamado trasero. Ella se tensa y respira profundamente.


sábado, 20 de diciembre de 2014

Insatisfechas

De vez en cuando, recibo emails de lectoras cuyos maridos o parejas no comprenden su necesidad de ser azotadas (uso el término como una expresión de todas las variedades de experiencia de la D/s). Con frecuencia, estas mujeres han estado en una relación durante unos años, pero es sólo recientemente cuando ellas se han dado cuenta de lo mucho que sus necesidades sexuales están enfocadas en la sumisión. Ellas quieren ser azotadas, atadas, humilladas, usadas, abusadas o lo que sea, porque esa es la forma en que su sexualidad se expresa. Esto no es una opción para ellas, es algo profundamente arraigado en su psique, en la medida que el sexo vainilla ofrece placeres meramente superficiales.
No es raro que estas mujeres hayan llegado a darse cuenta, sólo más tarde en sus vidas,  de la verdadera naturaleza de su sexualidad. Tal vez, la primera vez que se casaron no eran conscientes de su necesidad subyacente de ser controladas. Tardíamente, se han dado cuenta que esta necesidad es insistente y cada vez más intensa. Su primer puerto de escala en su intento de satisfacer tales necesidades es, obviamente, su marido o pareja. Pero, con demasiada frecuencia, se encuentran con que su sexualidad no es complementaria a la de ellos. Él no quiere dominar.
A veces, esto aparece. Él es un buen chico que está muy a favor de las mujeres y piensa lo mal que lo pasan los hombres que quieren controlarlas sexualmente. Es posible que tales hombres hayan sido educados para ver si una mujer elige ser sexualmente dominada. No es un misógino el hombre que la someta. Él puede llegar a ser consciente de que el feminismo trata de que las mujeres tengan la libertad de elegir. Lo que ellas elijan es para ellas. No es para los hombres (ni para las otras mujeres) decirles lo que es apropiado.
Desafortunadamente, la mayoría de las mujeres que escucho, se encuentran en una situación mucho más difícil. No es que sus parejas piensen que los hombres de respeto no quieran azotarlas. En cambio, el hombre piensa que el deseo de una mujer a ser dominada sexualmente es raro, totalmente incomprensible o de que está enferma o es una pervertida. O, tal vez, el hombre sea simplemente indiferente a las necesidades sexuales de su pareja. En realidad, a él, no le importa mucho si ella consigue lo que necesita.
No es fácil ver cómo esta relación puede desarrollarse en la dirección que la mujer quiere. De acuerdo con mi experiencia, si al hombre no le gusta o no tiene inclinaciones para querer azotar, usted nunca lo convertirá en un Dominante. Con algunos hombres, aunque la dominación latente esté bien escondida, con paciencia y comprensión de la mujer, puede ser capaz de llevarlo a cabo. Pero si no la tiene, da por seguro que nunca podrás inculcársela.
He tenido mujeres en tales situaciones, que me han dicho: “Me siento egoísta el desear estas cosas, ¿por qué no puedo estar satisfecha con lo que tengo? Él es un buen marido en todos los sentidos, lo que sucede es que él no puede o no me dará nunca lo que yo necesito sexualmente.”
Soy muy cuidadoso de dar consejos. Después de todo, no conozco a estas mujeres íntimamente. Todo lo que sé es lo poco que ellas me dicen. Por lo tanto, no me compite recomendar una línea particular de acción. Tal vez, pudiera ser correcto para ellas tomar un camino desinteresado y negarse a sí mismas su satisfacción sexual. Pero no quiero pensar que me estén escribiendo, preferentemente, si estuvieran en paz y hubieran aprendido a vivir con una libido insatisfecha.
Algunas mujeres, desesperadas por encontrar el placer sexual en casa, lo buscan fuera de su matrimonio. Comprendo por qué sucede. Yo he estado allí. (Obviamente, también hay hombres que quieren ser dominantes, cuyas parejas no corresponden a sus deseos). Yo ni elogio ni condeno a quienes buscan una pareja para lo que ellas necesitan. Es una decisión seria, pero renunciar a tí mismo para lograr la satisfacción sexual, es también un asunto muy serio.

viernes, 12 de diciembre de 2014

El punto de inflexión

A menudo, en el curso de unos azotes, siempre existe un punto de inflexión. Digamos que empiezas con un lento precalentamiento. La pones sobre tus rodillas, la falda levantada, las bragas bajadas y usas tu mano hasta que su trasero esté agradablemente caliente al tacto y haya tornado hacia una bonita sombra de color rosa.
Ahora, deseas aplicar algo más contundente. La has arrodillado o, tal vez, la hayas puesto boca abajo y seleccionas un implemento. Imaginemos que, por primera vez, es el flogger, que eres capaz de manejarlo casi acariciando, pero también puede picar si lo usas lo suficientemente fuerte. Ahora, ella está entrando en ello. Su respiración es más corta, hay jadeos o gemidos, incluso, se retuerce ocasionalmente. Por lo cual, necesita ser estabilizada con una mano sobre la parte posterior del cuello o en la parte baja de la espalda.
Ahora, es el momento para la siguiente etapa. Es en este punto, donde probablemente yo quiera introducir mi tawse. Este implemente ofrece un picor muy acentuado y un surco satisfactoriamente visible, cuando la correa de cuero pesado golpea de nuevo el trasero desnudo. Por ahora, el tono de su trasero es de un color rosa más oscuro, incluso, de color rojo brillante y su parte inferior está tan caliente que casi se puede sentir el resplandor.
Si ella realmente necesita unos buenos azotes y lo estás haciendo bien, es justo después de la aplicación de la tawse cuando has llegado al punto de no retorno. Para algunas mujeres, todo el tiempo o, para otras, una parte del tiempo, ya puede ser suficiente. Los azotes han hecho su trabajo, bien presionadas hacia el subespacio, donde puedes hacer casi todo lo que quieras con ellas. Pero más dolor, puede ser lo que ellas ya no quieran más. A veces, es justo en ese momento, cuando te das cuenta de que todo ha sido hasta ahora más que un preliminar. Por decirlo de alguna manera, la obertura de la ópera. Los azotes hasta ahora soportados por la chica, para algunas mujeres, no son el fin en sí mismo, sino simplemente una etapa en la que las preparan para algo más. El dolor infligido se ha limitado meramente a hacerlas más sensibles y receptivas a lo que está por venir. Es el momento, en que el dolor y el placer se confunden de verdad.
¿Qué forma tendrá exactamente la siguiente fase? Por supuesto, depende del método preferido por el Dominante y de la lectura que haga del estado mental de la sumisa y la sensación que tenga de lo que ahora ella necesite. Es posible que el Dominante pueda optar por preguntarle, pero de acuerdo con mi experiencia, las mujeres con frecuencia no son del todo coherentes en este punto. Tanto si ellas no saben realmente lo que quieren o que no puedan articularlo. Por lo tanto, es responsabilidad del Dominante tomar la decisión. Después de haber comprobado lo que usted crea, que ella efectivamente ha llegado a su punto de inflexión, usted se embarca en una escalada diseñada eventualmente para llevarla al momento en que ella ha recibido todo lo que ha podido o tanto como usted pensaba que era bueno para ella.
Lo que hagas exactamente para conseguir esto, como yo digo, le incumbe al Dominante como individuo. Todos tenemos nuestras preferencias. En el pasado, yo prefería la fusta como el medio más efectivo para llevar los azotes a una conclusión satisfactoria. Pero hace poco, he descubierto el potencial de un implemento que no fue diseñado para el uso que yo le aplico. Lo descubrí en el armario de un hotel bastante elegante donde yo me alojaba y, de inmediato, puse a trabajar mi fantasía y me lo lleve a mi casa. Es un trozo de madera pulida de unos veinticinco milímetros de ancho y cuarenta y cinco milímetros de largo, ligeramente acanalada y curvada. Está claro que fue diseñado como un elegante calzador, pero está bien equilibrado y ponderado y lo hace una herramienta perfecta para azotar. De un espesor ligeramente mayor que el de una cane, al dar un golpe firme sobre el trasero de una sumisa, produce una buena marca y, además, destacada.

He descubierto que, correctamente administrado, lleva a una chica sin demasiado demora al punto que quieras llevarla. Donde ella está aguantando para recibir más, retorciéndose y chillando, seducida solamente por la dificultad de recibir unos cuantos más, “sólo para complacerme” y ganarse el elogio de “buena chica.”

martes, 9 de diciembre de 2014

Ella

Cierra sus ojos y respira, centrándose en la tarea que tiene que cumplir. Esta hermosa mujer que está de rodillas ante él, le ofrece una parte de sí misma.
Le dice con voz firme y suave lo que quiere, lo que él sabe que ella va a hacer, que no puede mantenerse por sí misma, aunque lo quisiera con toda su alma.
Sus labios tiemblan mientras empieza. Al principio, lame tímidamente, poco a poco, con suavidad. Levanta ligeramente sus ojos hacia él para comprobar si está satisfecho, si a él, le gusta.
La agarra por su larga melena y con delicadeza, masajea su cabeza por detrás, forzándola a abrir boca, tirándole más y más fuerte de su pelo, hasta sentir la asfixia en la parte posterior de su garganta.
Lágrimas, y la mira. Sus ojos amables buscando los de ella y se siente perdida hasta el momento en que él murmura con una voz profunda y rasgada que la contrae las entrañas. Cada vez, ella se siente más húmeda. Sus entrepiernas, con hilillos débiles y serpenteantes, demandando atención. Inconscientemente, aprieta sus muslos suavemente para aliviar la presión, mientras sigue succionando, lamiendo y rogando con avidez.
Crece y crece más, y más dura, y trabaja despacio y más despacio. Él la guía con sus manos y sus ojos, y la agarra por la parte posterior de su cabeza. Crece más ajustada y ella se siente como perdida para él. Siente que se resbala hacia abajo, hacia un lugar donde no hay nada, sólo él y ella. Lo que ella le da y lo que él exige de ella.
Ella siente la corriente salada de su deseo en la parte más profunda de su garganta, y el torrente de pánico, la adrenalina y el éxtasis. Sus ojos se disparan hacia él, en busca de su aprobación, que se la otorga con un gemido y una sonrisa de medio lado.

Siente su semilla en su  cara, en su pelo y se lava con ella. Superada por el regalo del servicio a un hombre que la mira y no mira hacia otro lado. Que ve la belleza en la oscuridad que había en su alma y trae la luz a sus rincones, aunque sólo sea, por un momento.

sábado, 6 de diciembre de 2014

¿Puede ella obedecer a los dos?

En teoría, yo siempre pensaba que una mujer no podía someterse a dos Dominantes. Sí, usted puede prestar a su chica a otro hombre. Esto es hacer un acto muy dominante, para hacerla ver que usted es su dueño y, por lo tanto, ella está disponible para usted, a su antojo. O, quizás, usted sea un dominante indulgente (sí, hay algunos), y tiene una sumisa que es muy proclive a las travesuras y, además, curiosa por saber si dos hombres son más de dos veces mejores que uno. Y así, la configuras de una sola vez, sin compromiso. Aunque probablemente, y después de todo, al ser dominante, desee imponer una o dos restricciones. La primera vez que haga esto, no le permitiré que la follen. Podría hacerla cualquier otra cosa, pero su pene no era para penetrar su coño. Tampoco su culo, aunque él podría tenerla para succionar el contenido de su corazón.
Pero todo esto es un asunto muy diferente para una mujer que mantiene una relación continúa con dos dominantes, sometiéndose a los dos Amos por igual. Porque, inevitablemente, ¿no se colarán los celos? ¿No se entregará ella más a uno a que a otro? ¿No querrá ella pasar más tiempo con uno y, por lo tanto, menos con el otro? ¿No sentirá ella progresivamente que su preferencia y, tal vez, incluso sin darse cuenta de ello, empezar a favorecer a uno más que al otro, ser más sumisa a él e intentar de agradarle más?
Los hombres son criaturas competitivas. Y, sin embargo, ¿no querrían cada uno de ellos, por mucho que intentaran mantener esos sentimientos bajo control, hacer que la chica le prefiera más que al otro? ¿Y no intentaría cada hombre, aunque nunca tan sutilmente, dejar que el otro conociera que él era el mandamás que ella prefería? ¿Y si sintiera que no iba a resentirse? Por lo tanto, ¿no hay una inestabilidad inherente a tal acuerdo? ¿Es la dinámica de tal manera que los dos dominantes no podían mantener su estado de equilibrio, ni la sumisa quedar perfectamente aplomada entre los dos?
Sin embargo, es posible imaginar circunstancias en las cuales ello pudiera funcionar a pesar de los peligros obvios. Supongamos que los dos dominantes no son tipos celosos. Supongamos que cada uno disfruta al verla compartir con el otro, disfrutan poniendo sus cabezas juntas y soñando nuevas pruebas de sumisión de su mutua chica, cada uno tratando de superar al otro con la chica. Pero, en un espíritu generoso, con ideas para excitarla, animándola a una sumisión todavía más profunda y un placer mayor para ellos en toda su expresión. Tal vez, y de la mejor manera posible, disfrutan atacando en grupo a la chica, poniendo en común sus recursos de tiempo, energías e ingenuidad para ayudarla a realizarse.
Tal vez, y creo que esto ayudaría mucho, sus circunstancias difieren. Tal vez, uno de ellos tiene a la chica como una pareja de larga duración, ellos comparten casa y una vida. Y el otro dominante no está buscando el músculo con el que quiere compartir sus 24/7, pero quiere su sumisión dentro de los límites ofrecidos. Esto pudiera ayudar demasiado, cada dominante reconociendo su propia esfera y no buscando expandirse más allá de la misma.
Y qué decir de ella? ¿Aceptará ella obedecer a los dos por igual? ¿Nunca habrá conflictos de lealtad o desacuerdos sobre las prioridades? Pudiera ser, pero con buena voluntad, tal vez, puedan ser resueltos. Es más fácil ver, en cierto modo, lo que ella saca de ello. Ella no se limita a las energías y deseos de un hombre. Ella puede recibir el doble de la atención, si ella tiene el apetito, claro. Porque después de todo, ellos son dos hombres diferentes, por lo tanto, ella consigue variedad al tener cada uno su propio estilo de dominar.

Pero tal vez, hay algo más fundamental en juego para ella. He oído decir a algunas mujeres que ellas se despiertan y excitan con la idea de ser puestas a disposición de otro hombre. Esto llega al corazón de su sumisión, que su hombre las ofrezca a otro, no sólo para sexo casual, sino que le ofrece su sumisión. Ella está para que la use tal como él quiera y el compartirla le agrada. Algunas mujeres encuentran que las excita e, incluso, les da poder. A ellas, les gustan ser deseada por otros hombres, les gustan complacer a otros hombres y les gustan que su hombre quiera que otros hombres las usen para su placer. Si usted siente esto, probablemente, sea muy difícil de explicarlo. No se me ocurriría sugerir esto para todo el mundo. Es una idea que he pensado. Esto es todo.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El poeta improbable

Conozco tu cuerpo
Tanto como tú
Conozco todas las cosas
Que te gustan hacer.
Voy a atarte
Con cuero y cadenas
Te voy a hacer cosas
Que te llevarán a la locura.
Seré la electricidad
Que corre por tus venas
Voy a hacerte gritar en voz alta
Haré que te corras
Fuerte y con orgullo.
Conozco tus fantasías
Y tus sueños más oscuros.
Quiero comerte viva
Al igual que a las fresas
Y la nata batida
Lo veo en tus ojos.
Estás lejos para tocarte
Pero ya estoy allí
Soy el dolor que está en tu entrepierna.

lunes, 1 de diciembre de 2014

El arte perdido de la dominación

Dominar. El control sobre otra persona. La habilidad o capacidad de ejercer su voluntad y extraer de una persona la necesidad de entregarse por sí misma a esa voluntad.
Así que muchas sumisas van y dicen: “Cógelo de mí,” fuérzame…” y muchos dominantes responden: “Rompe a tu sumisa.” Y lo que ambos olvidan, o nunca han aprendido, es que existe el arte de dominar a una persona.
Sí, he dicho arte.
Cualquiera puede sentarse en un piano, tocar una tecla – una tecla – y decir: “¡Mira, soy pianista!” Sí. Has tocado una tecla. Has hecho que suene. Lo que no has hecho es crear música. Una melodía que fluya, que levante el aire y que ambas hipnoticen.
La dominación es diferente.
Cualquiera puede azotar a una persona para que obedezca. Puedes azotarla más allá de lo que se supone y enseñarla a que respondan a: “¿Quién es tu Amo?” Puedes azotar la carne y excitar su cuerpo. Puedes darle órdenes y hacer que te obedezca. Sí, usted puede hacer esto y decirle: “Te dominé.”
Lo que no hiciste es llevarla al siguiente nivel. No hiciste todo lo posible para ti ni convertiste tu dominación en un arte. Sí, hay un arte para dominar a otra persona. Esa sumisa es también – valga el símil – como un piano. Cada tecla es algo diferente de las demás. Algo que les gusta, les disgusta, quiere o necesita. Algo que ellas anhelan o algo que temen. Cada tecla de una persona produce un sonido diferente.
Adéntrate en ellas, como persona y sumisa. Aprende todo lo que puedas sobre ella: gustos, anhelos, necesidades, deseos, fantasías y cosas de su vida. Estos son la hoja de ruta hacia la persona que le permitirá navegar su mente y su cuerpo. Inclusos los estados de ánimo más inocuos tienen la clave para ellas y lo que son, lo que las impulsa y lo que no.
Empieza a conocer sus estados de ánimo. Lo que significa una mirada. Lo que una acción hace tras su mente. Estás conociendo a la persona hasta el punto que usted podrá leerla como un libro. Usted está aprendiendo a navegar en ella.
No es suficiente aprender y navegar por la persona para conocer cada tecla. Cada una suena diferente. Tienes que aprender cómo agruparlas. Tienes que conocer a la persona hasta el punto de conseguir la habilidad para navegar con destreza a través de su mente y su cuerpo. Cada una es diferente. Cada situación trae una melodía nueva que debe tocar.
Usted, su imaginación, su carácter, sus juguetes y sus técnicas son los que deberá usar para conseguir ese sonido de su sumisa, esa dulce melodía de ella.
Tenemos un montón de juguetes: floggers, fustas, cuerdas, canes, mordazas, etc. Las técnicas que usamos: la privación de los sentidos, la servidumbre, los límites, las restricciones, la obediencia, etc.
Cada juguete o técnica puede traer placer o dolor. Pueden ser cosas buenas o malas. Cada persona es diferente. A cada una, le gusta más una cosa que otra. Cada sumisa  anhela algo, mientras que otra puede anhelar sólo conseguir un límite.
Su actitud. Postura. Voz. Mirada. Sus manos, el tacto, los dientes, la boca y los labios. Esa mirada de: “Te pasaste de la raya,” puede parar a una sumisa en su camino. Esa voz en su oído puede cambiar y hacerla cambiar en la dirección que usted quiera. Esa caricia suave en su cuerpo o abrazarla por la cintura pueden empujar o presionar su cuerpo y mente. Nunca subestime lo mucho que usted y lo que pueda hacer, afecte a su sumisa. El aura pura y energía que emiten es un afrodisíaco.
Sí, dominar es un arte.
Se trata de conocer a su sumisa y cómo navegar con ella, con su mente y su cuerpo. Conocer cada tecla de ella.
Es mental. Es física. Es saber qué y cuándo. Es saber cuán lejos puedes ir y cuando no seguir.
Se trata de saber cómo coger su mente, su cuerpo, girarlo, cambiarlo y llevarlo hacia donde nosotros queremos que vaya…y más, hacia donde ELLAS quieren ir. Aprendiendo a cómo usar cada tecla de ellas, qué secuencia y en qué frecuencia, hasta que empiece a sonar esa música que la haga vibrar.
Se trata de extraer de ellas lo que ya anhelan dar: su sumisión y su entrega. Aprendiendo a sacar de ellas cada cosa que deseen, al igual que usted, esa puntual y dulce melodía.
Se trata de saber qué melodía toca en cada situación. Guiándolas con usted, tanto mental como físicamente, bien sea en una sesión o bien, en un mal día.
Llaman la atención esas teclas, cada momento, cada día, hasta que usted esté las esté controlando absolutamente, sus acciones, de modo que no se den cuenta de cómo usted se lo está haciendo a ellas.
Se trata de coger a esa sumisa y hacerla música. Usando lo que ellas son, sus teclas, para sacar de ellas el máximo provecho de lo que son, como persona y sumisa, en todas las formas posibles.
Dominar no se trata de darle cachetes a alguien. No se trata de darle órdenes. No se trata de conseguir su obediencia por la fuerza. Al menos, no cuando conviertes tu dominación en un arte.
Una vez que aprendas a ser un artista, cómo navegar por las teclas de tu sumisa y azotar sólo cuando sea necesario, usted sabrá que ha empezado  a tocar un instrumento y producir música. Sacará de ellas esas notas y melodías. No solo estará dominando en un sentido, usted lo estará haciendo en todos los sentidos.
Sí, usted puede golpear una tecla. Usted podrá decirle: “Soy tu Amo, de rodillas,” y tal vez, ella obedecerá y hasta es posible que le haga una felación. Enhorabuena, la dominaste.

Ahora, sea un artista. Usted puede hacer algo dulce, por ejemplo, crear música si ha aprendido a tocar las teclas de su sumisa.