miércoles, 30 de mayo de 2012

Más control


“Échate sobre mi regazo,” le digo. “Boca arriba.”

Ella hace tal como le digo, pero sin llamar mi atención. Le ordeno que abra sus piernas. Está desnuda y yo, vestido. Esto es bastante perverso, pero sabe que lo que viene a continuación la despojará de cualquier modesta pretensión.

“Más abierta,” insisto. Pone su brazo sobre sus ojos, como una ostra con su cabeza en la arena. Separa sus muslos sólo unos centímetros. Los agarro y, con firmeza, los separo mucho más.

“Así, mejor,” digo. Ahora puedo echarle una buena mirada.

Empiezo a hablarle. Está muy mal que ella esté siendo examinada detallada y exhaustivamente. Dicho con exactitud, lo que veo y lo que siento sobre esto, es infinitamente peor. Mis palabras la previenen de concentrarse profundamente en sí misma o que pretenda no estar realmente aquí, que es otra mujer la que esta echada sobre mis piernas. Las palabras de T. S. Elliot vienen extrañamente a mi mente: “La noche se extiende por mi mente, como una paciente anestesiada sobre la mesa,” pues así es como ella está, excepto que en vez de estar bajo el bisturí de un cirujano, puede sentir el resplandor de mi mirada penetrante, como una fuerza física.

“¿Cuánto tiempo hace que te rasuraste?” le pregunto. “Los labios de tu coño pinchan ligeramente al tacto. No es una sensación agradable, pero los prefiero más suaves.”

Ella duda en responder, como si mis palabras tardaran mucho tiempo en llegarle.

“No lo sé. Hoy, no. Creo que ayer.”

“Bien, lo veremos más tarde,” digo. “Lo haré por ti.”

Es un gran placer para mí realizar este servicio. Es un acto intrusivo y parte del placer, para mí, está en la superación de su timidez. Pero, me consta que a ella le gusta el placer de ser mimada en exceso.

“Me gusta el color de tus labios,” digo, señalándolos, tirando de ellos suavemente, frotándolos entre mis dedos índice y pulgar. “Es como una rosa, como el coral.”

Le digo que entre los labios de su coño puedo ver unas pequeñas gotas de humedad transparente. “Tu coño está babeando,” le digo.

Separo los labios con mis dedos para que los labios menores se desplieguen como pétalos. Le describo lo profundo y oscuro del color púrpura de la entrada de su vagina. Pongo los dos primeros dedos de mi mano izquierda en ambos lados de su clítoris, presionándolo hacia arriba, sacando su minitallo. Se trata de un delicado color pálido, como una pequeña perla.

“Tu clítoris está hinchado,” le digo. “Está congestionado. Creo que sabemos por qué.”

Pongo el dedo índice de mi mano izquierda en su coño para humedecerlo, luego lo froto ligera y suavemente dentro de su vagina. Ella suspira.

“Te gusta, ¿verdad?”

Ella no dice nada. Vuelvo a meter mi dedo en su coño y, luego, lo saco una vez más.

“Mírame,” le digo.

Ella mueve su brazo ligeramente y abre un ojo. Pongo mi dedo debajo de mi nariz y lo huelo con delicadeza, luego lo pongo en mi boca y lo chupo.

Se coge la nariz con su mano y la mueve: “No lo haga, por favor,” me dice.

“Ahora, hazlo tú,” la digo. “Mete tu dedo en tu coño y, luego, lo hueles.”

“No,” dice. “No puedo hacerlo.”

Le doy un cachete en su terso pubis con la palma de mi mano. Ella chilla.

Haz lo que te he dicho,” le ordeno.

Ella duda, pero, por fin, introduce un poco su dedo en su vagina.

“Haz lo que te he dicho,” insisto.

“¿Tengo qué…? Creo que es grave.”

Levanto mi mano, preparada para darle otra vez un cachete en el mismo sitio.

“De acuerdo, de acuerdo,” dice ella. Se lleva su dedo a su nariz. El gesto de su rostro muestra su elocuente contrariedad.

“Ahora, chúpatelo hasta dejarlo limpio,” digo.

Ella hace un gesto con su cara, pero lo hace.

“Es un escándalo con tantas secreciones corporales,” digo. “Ahora, vuélvete.”

“Por favor, Señor,” dice ella, “usted lo ha visto todo. ¿Me quiere penetrar ahora?”

“No,” le contesto. No lo haré.”

La agarro y le doy la vuelta. “No te muevas,” le digo amenazándola. “Voy a echarle un vistazo al agujero de tu trasero.”

Separo las nalgas de su trasero, dejando al descubierto el pequeño círculo oscuro entre ellas. Ella gime de vergüenza.

“Qué contraste,” digo. “Dos bocas un poco diferentes. Tu coño es sensual, de labios gruesos, segregando, con la ansiedad de ser alimentado por una polla. Y el agujero de tu culo está con los bordes apretados, remilgadamente fruncidos. Uno es la boca de una puta, el otro de una criada vieja. Y, sin embargo, pueden abrirse forzadamente y aceptar lo que se les ofrezca. Dándole la debida persuación, he pensado que el agujero de tu culo puede ser muy codicioso también.”

Ella hace un ruido incoherente de protesta. Humedezco mi dedo en su coño resbaladizo y, a continuación, lo deslizo en el interior de su ano, disfrutando de su mojigata resistencia.

“Creo que voy a encabronarte,” digo. “Tengo mi estado de excitación a punto.”

Voy a trabajar con los dedos, la lengua y mucho lubricante para ponerlo suave. Al final, me alegro de que ella esté preparada y mentalizada.

“¿Lo quieres ahora, verdad?”

“¿Qué?” pregunta ella, haciéndose la ausente.

“Que quieres ser penetrada por el culo.”

Hay una larga pausa.

“Sí,” dice ella.

martes, 29 de mayo de 2012

Cuando


Cuando dices que eres una esclava de mis palabras,

¿no sabes que yo soy un esclavo de las tuyas?


Cuando respondes a mi seducción,

¿no sabes que he sucumbido ya a la tuya?


Cuando sientes que me he consumido en el calor de tus deseos,

¿No sabes que he sucumbido ya

al flujo de tu atracción?


Cuando me anhelas,

¿no sabes que eres mi única dueña?


Cuando te pierdes en mí,

¿No sabes que mi hambre

Siente el calor de tu corazón y tu cuerpo

que me rodean?


Cuando oigo tu desesperado maullar de necesidad,

¿No te parece que me duele el llenarte

con cada fibra de mi ser?


Cuando cantas una canción de libertad,

¿No crees que siento la misma libertad,

olvidando la mía?



viernes, 25 de mayo de 2012

Esto no había sido su intención


Escribí esto para ella y, si bien no transmite la intimidad que me gustaría, me pareció saciar la vena creativa que yo sentía…

Tal como  acordé esa noche, esta no había sido mi intención y yo no sabía lo que ella esperaba que sucediera, pero la progresión la sentía completamente natural. Yo tenía mucha curiosidad, por el momento, sobre lo que ella estaba pensando mientras yacía bocabajo sobre la cama, sus manos atadas sobre su cabeza, sus piernas abiertas de par en par, sus pies atados en las esquinas más alejadas del colchón, su cabeza girada a un lado mirando a su brazo extendido.

Yo, no me consideraría un hombre sádico, pero, ciertamente, no carezco de compasión hacia los demás y estaba, en realidad, interesado mientras hablaba con ella en el bar. Me preocupaba por sus problemas y sentía empatía mientras me describía su sentido de la alienación, los problemas y los trabajos de la vida cotidiana. Ni siquiera sucedía que ella estuviera particularmente enajenada, puesto que sólo experimentaba los momentos de aburrimiento que todos sentimos. Yo sólo pretendía que ella sintiera una sensación de compañerismo cuando puse su mano sobre la mía para hacerla saber que me sintiera como un amigo, que me preocupaba por ella, a pesar de haberla conocido desde hacía muy poco tiempo. Nos habíamos reído juntos con facilidad, nuestra conversación había sido un pretexto, nuestra mirada era de una calidez compartida. Habiendo dicho esto, yo sabía con exactitud lo que quería hacer con ella mientras íbamos hacia el ascensor del hotel que nos llevaría a la habitación en la que yo estaba alojado.

Levanté ligeramente su cabeza para mover un poco la mordaza debajo de ella, forcé su mandíbula abierta con mi pulgar y con mis dedos en cada lado de su boca, la empujé entre sus dientes para, luego, apretarla en la parte posterior de su cabeza. Luego, moví un poco el antifaz que cubría sus ojos y la até, no demasiado fuerte, por detrás de ella, asegurándome que no le entrara luz. Le había preguntado, cuando entramos a la habitación, si ella confiaba en mí y me dijo que sí. La miré, inmovilizada bocabajo sobre el colchón, estirada, boquiabierta y reconociendo que ella estaba indefensa, abierta a la violación, la mía. Pasé mis dedos suavemente desde sus hombros a través de su espalda y vi que la piel de gallina aumentaba sobre su piel, a pesar del calor de la habitación.

Seguí deslizando mis manos sobre sus nalgas, por sus muslos, por detrás de sus rodillas y sobre sus pantorrillas y la vi ligeramente nerviosa. La acaricié con suavidad por debajo de sus brazos, haciéndole cosquillas, en parte para ver si las cuerdas estaban ajustadas. Sus músculos se contrajeron y tiró fuerte de las restricciones, pero no podía moverse. Moví mis dos manos firmemente por cada una de sus piernas y sentí los músculos firmes bajo su piel. Deslicé mis manos por la parte de atrás de sus muslos y sentí los tendones a ambos lados de sus ingles que se prolongaban a las piernas abiertas de par en par a través de la cama. Presioné fuerte con mis uñas cortas hasta que pude ver las huellas rojas detrás de ellas. Me senté a horcajadas sobre ella,  el tejido áspero de mis pantalones contra ella, mientras mis dedos se movían sobre ella, presionando fuerte, creando cuatro figuras de ocho alineadas sobre su piel. Me moví por su cuerpo, mi mano entre sus piernas, los dedos moviéndose a lo largo de su sexo abierto, encontrándolo húmedo, presionando casualmente contra el contraste de su carne blanda endurecida como si hubiese engordado, vello ensortijado y suave, la piel tierna y resbaladiza, disfrutando con la exploración de la forma en que ella se sentía.

Hice que mis dedos se mojaran con su secreción, luego separé sus nalgas y moví mi dedo hacia su culo, dejándolo descansar un momento contra su esfínter. Después, lo introduje un poco,  viendo la constricción involuntaria al tocarlo, sintiendo la estrechez del músculo. Posteriormente, me puse de pié, me dirigí hacia la silla, cogí el látigo largo y delgado, lo levanté por encima de mi cabeza, lo mantuve ahí durante un breve momento, después, lo bajé silbando a  través del aire, aumentando la presión conforme bajaba a la vez que se estrellaba contra sus nalgas duras, enroscándose con rapidez alrededor de su cuerpo y dando un salto hacia atrás de nuevo, a pesar de lo mucho que ella movía sus caderas hacia abajo para escapar de la terrible sensación. Luego, lo subí otra vez hacia arriba.

A medida que yo retiraba el látigo negro de su piel, podía ver la roncha roja formando una línea nítida, creando una intersección perpendicular a través de su piel, extendiéndose de un lado a otro de su cuerpo. De nuevo, levanté la rígida tira de cuero trenzado y repetí el movimiento de bajada notando la tensión en mandíbula mientras ella anticipaba el inminente picor, procedente del contacto con su piel, ligeramente por debajo de la marca anterior, dejándolo ahí durante un breve momento. Pude ver en su cuerpo una mueca de dolor mientras el cuero golpeaba su carne. Su cabeza se levantó ligeramente de la cama, sus caderas se encogieron y los músculos de sus piernas se aplastaron. Repetí el movimiento con el látigo, bajándolo para crear estrías en pequeños espacios desde la parte superior de sus muslos a la baja de su espalda. Luego, elegí un solo punto y lo bajé diez veces sobre el mismo sitio. Casi podía ver la sangre saliendo a la superficie de su piel, la cual no estaba todavía agrietada.

Ahora, ella estaba inmóvil, la tensión y la relajación de su cuerpo parecía haber disminuido. Los azotes no llovieron sobre ella, sino que vinieron a intervalos constantes, casi hipnóticos. Dejé caer el látigo por última vez. Luego, me separé un poco y lo puse al lado de la cama, apoyado y palpé la piel roja del mismo. Anormalmente, estaba caliente al tacto, un contraste extraño de color con el resto de su cuerpo. Invertí el proceso anterior, quitando la venda de sus ojos, desabrochando la mordaza, liberando sus pies y luego sus manos. Di un paso atrás y me senté en la silla, encendí un cigarrillo y observaba mientras ella parpadeaba ante la inesperada luz, moviendo lentamente su cuerpo, intentando encontrar las posiciones que no le causaran  dolor mientras la sangre volvía a sus extremidades. Ella se enroscó en una posición fetal y conscientemente se secó las lágrimas de sus ojos.

A los pocos días, ella me escribió el siguiente comentario:

“La diferencia más importante entre la historia y la realidad es el final – pretender que yo sintiera ese frío después de esa sesión es un poco ridículo –, ello implicaría que soy completamente insensible y aunque, puedas fantasear a veces o llevar una sesión a un final cruel, como encender un cigarrillo y sentarte, el verdadero final es cuando yo ofrezco confort y ternura. Lo divertido de una sesión es, hasta cierto punto, la cercanía que se desarrolla, la confianza y la intimidad y habiendo desarrollado esto, es imposible no ser sensible después de haber suministrado tanto dolor, independientemente de la medida en que la persona que recibe el dolor lo desee. La ternura puede ser cuando los dos, tumbados sobre la cama, después de haber tenido sexo como una progresión natural de la sesión, relajante o, especialmente, después de un fuerte spanking. Al haber tenido relaciones sexuales anales, parece que se desarrollan unos vínculos muy especiales.”


lunes, 21 de mayo de 2012

Una y otra vez


Cuando dices que tu cuerpo es mío para que al cogerte parezca ya preparado y dispuesto, casi puedo ver tu fuego interior, la necesidad de ser tocada. Para comprobarlo, lo puedo ver en tus ojos que estaban cayendo rápidamente en la oscuridad y te recliné hacia atrás con mil besos.

Cuando siento la resiliente suavidad de tus atractivos y hermosos pechos, la piel tersa y sedosa y sin defectos. Tus pezones me están llamando, quieren, no, necesitan ser tocados por mis dedos, chupados por mis labios, provocados por mi lengua, profanados por mis dientes. Desde hace mucho tiempo, tus senos son mi mundo y disfruto con ellos y los adoro. No me muevo hasta que no sienta que tus caderas se mueven desesperadamente tratando de encontrar algo, cualquier cosa, para rozarse contra su palpitante humedad.

Hoy por hoy, el olor de una mujer caliente es inconfundible. ¡Ese aroma tan atractivo y encantador! Me siento atraído por tu fuente de calor y aunque me encantaría provocarte, no puedo contenerme. Necesito sentir que agarren algo de mí tus sedosas paredes interiores. Con un brazo, inmovilizo tus muñecas, diciéndote que eres mía, para que te relajes y me dejes que te coja. Mi otra mano encuentra el río entre tus piernas y se ahoga en ellas. Mis dedos se deslizan en el interior y, a medida que jadeas y te elevas, danzan dentro de tí, acariciando, provocando, complaciendo a todos tus puntos sensibles. Cuando las paredes de alrededor de mis dedos se colapsan casi dolorosamente por su dureza, te beso y mientras te corres, gritas de placer en mi boca.

Sí, el sonido de tus orgasmos es el sonido que más aprecio. Incluso cuando, finalmente, te penetro, traspasando tus labios exteriores y tomándote. Todo lo que está en mi mente es oír el canto de tu placer una  y otra vez.

Una y otra vez.

jueves, 17 de mayo de 2012

La realización de una sumisa



Conoció a su sumisa hace unos meses. Se citaron para conocerse y con la intención de sondear una relación vainilla, pero no pasó mucho tiempo cuando empezaron a tener conversaciones muy profundas. A través de esos diálogos, ella le reveló sus tendencias hacia la sumisión y llegó a la conclusión de que era sumisa y que tenía muchísima necesidad de un hombre Dominante para que la liderara por este camino. Este descubrimiento y realización interior ha sido muchísimo más que una simple revelación interna para ella, a la vez que, ahora, ella se siente bastante mejor sabiendo quién es ella, quién necesita ser y quién quiere ser. Ella descubrió en él que  era Dominante y que había tenido una relación y experiencia D/s en el pasado.

Todo esto puede ser un poco extraño o, incluso, confuso, para alguien que no esté familiarizado con las situaciones y el estilo de vida de la D/s (Dominantes/sumisas). Sin embargo, puede ser muy enriquecedor para una sumisa, por extraño que parezca, el ser capaz de entregarse a otra persona. Sentirse controlada, sentirse usada, sentirse completamente bajo la dirección de otra persona. Ellas tienen necesidad de ser dominadas. Esto no significa que ella no necesite la pasión, el cuidado, el amor, el apoyo y la orientación amable. En el caso de sus sumisas, las hacía sentirse mucho más libres de lo que estuvieron alguna vez. Al liberarse de su peso y coraza exterior, (válgase, salida del armario), ella es capaz ahora de ver, comprender y definir mejor los sentimientos que ha tenido durante tantos años, sin ser comprendidos. Y, ahora, es capaz de mirar las posibilidades de estar con alguien que pueda darle todo lo que ella ha descubierto y  necesita como complemento en su nueva vida.

La parte más importante de todo este proceso, es la actitud mental de alguien como estas personas. Los pensamientos que pasan por sus cabezas. Lo que ellas piensan constantemente. Ha sido muy enriquecedor para él ver el interior de la mente de una persona como esta, puesto que ella viene a realizarse tal como ella es y siente la necesidad de ser.

Para ver mejor estas cosas, él ha recopilado la esencia del mail que ella le escribió. Mostrando la profundidad y el detalle con el que ella piensa mientras se acerca a su  primer encuentro con su Dominante con la perspectiva de una situación y relación que es nueva y, sin embargo, muy emocionante y atractiva. El mail decía así:

Como el tiempo se va acercando, mi mente empieza a vagar.

¿Qué sentiré cuando nos veamos el uno al otro por primera vez?
¿Qué sentiré cuando nos toquemos?
¿Sabrá él, en ese momento, que soy suya?
¿Qué sentiré al estar delante de mi Dominante, mi dueño, al que voy a confiar mi cuerpo, mi mente, mi corazón y mi alma?

¿Empezará a dominarme desde el mismo momento que nos veamos o eso vendrá más tarde?
¿Se alegrará cuando me vea?
¿Me dará un beso en ese momento o me hará esperar hasta construir el momento durante la noche…?
¿Sabe él lo mucho que le necesito?
¿Sabe cómo me siento que no puedo respirar sin él?
¿Sabe que cuando pienso en él, tiemblo, no de miedo, sino de excitación, pasión, lujuria, necesidad, devoción…?
Cuándo él me coja y haga mi cuerpo oficialmente suyo, ¿cómo me llegaré a sentir mental y emocionalmente?
¿Sabe que mi cuerpo es suyo para usarlo cada vez que él quiera?
¿Sabe que no quiero nada más que su felicidad, porque cuando él es feliz, su felicidad se derrama sobre mí?
¿Sabe que yo soy realmente suya, que mi sumisión a él es real?
¿Sentiré su aprobación de mi sumisión de la manera que él me mire, me toque y me coja?
¿Cómo me sentiré delante de él, completamente desnuda, sin nada en mi cuerpo? ¿Estará contento?
¿Cómo me sentiré cuando nuestros cuerpos se conviertan en uno?
¿Cómo me sentiré caminando por esta senda con él, como sumisa con su Dominante?

¿Cómo he podido llegar a vivir sin esto en mi vida…?

Personalmente, él se quedó sorprendido y atónito por su proceso mental y el nivel de reflexión que supuso todo esto para ella. Y, sobre todo, que ella fuera capaz de verbalizar lo que estaba sintiendo y pensando. Para él, a veces, tenía tantas cosas dándole vueltas en su cabeza que, en un momento determinado, sólo plasmar uno o dos pensamientos en un papel (por así decirlo) después de que la mayoría de los que le quisiera transmitir se hubieran esfumados, era un calvario.

Este tipo de situación y estilo de vida, de alguna manera, no es para todo el mundo. Mucha gente pudiera preguntarse cómo pueden llegar a pensar en este mundo actual, donde sólo se habla de derechos, de que alguien pueda llegar a pensar de esta manera o de ser así. Él sólo pensaba que era muy interesante e intrigante y que él lo compartiría desde un punto de vista diferente y discrepante de lo que la mayoría normal de los hombres acostumbran o que sean conscientes de este mundo de la D/s.

domingo, 13 de mayo de 2012

¿Mejorar a la Naturaleza?


Ha habido una ola de informes enormes en los medios de comunicación sobre la labioplastia (cirugía plástica realizada para “mejorar” la apariencia de la parte visible de la vagina). El número de operaciones que se están realizando ha aumentado considerablemente, en especial, entre las mujeres más jóvenes, dando lugar a especulaciones sobre los motivos y al debate de los temas implicados.

(Yo no soy médico y puesto que me gusta llamar al pan, pan, me estoy ubicando ahora en el lenguaje de la calle). Varios comentaristas han expresado la opinión de que el motivo por el que las mujeres quieren alterar la apariencia de sus coños es, porque han visto modelos y actrices porno cuyos labios mayores se suponen que se ajustan a un cierto ideal. Es decir, los labios menores están, en cierta parte, ocultos, bien escondidos detrás de los labios mayores. El objetivo es que la vagina de una mujer se parezca al de una niña, un simple corte en vez de un coño maduro, en el cual, los labios estén más o menos pronunciados.

Al tratar de tener sus coños modificados, con el fin de adaptarse a un ideal, no está claro si las mujeres que se someten a la cirugía están motivadas por el deseo de conformar una imagen que ellas han internalizados, auto imagen idealizada y, en cierta manera, se están complaciendo a si mismas o si están pensando que  parecer de una cierta manera las hace parecer más como otras mujeres (¿mujeres normales?), o si piensan que los hombres las quieren con una mirada de niña. Esto es solamente otra forma de los viejos argumentos de la edad: ¿las mujeres se visten para ellas mismas, para otras mujeres o para los hombres? O, ¿para todos a la vez? Creo que uno va a correr mucho.

Es muy posible que algunos hombres prefieran, de hecho, que los labios menores estén ocultos. Existen sitios webs ofreciendo fotos de mujeres cuyas vaginas tienen partes protuberantes que se han corregido. Pero también, existen otros sitios webs ofreciendo fotos de cada tipo de cuerpo concebible. Mi experiencia pornográfica (no exhaustiva, pero admitiré un conocimiento superficial como lector) me dice que es simplemente falso que las mujeres del porno se ajusten a cualquier aspecto en particular. Los coños a la vista son de todas las formas y tamaños. Puedes encontrar fácilmente chicas cuyos coños son carnosos, cuyos labios pequeños sobresalen notoriamente y, además, hay una gran variedad de colores y texturas que son visibles. Como, tantas veces, me parece que los moralistas quieren culpar a la pornografía porque la ven como unos actos sociales indeseables, pero que, en realidad, no saben de lo que están hablando. No han visto la suficiente pornografía como para hablar de una manera tan generalizada.

No estoy seguro de que los hombres o la pornografía sean responsables del aumento de las operaciones de labioplastia. Dudo mucho que todos los hombres o, incluso, la mayoría de ellos, quieran que sus mujeres se parezcan a chicas jóvenes. Las feministas afirman algunas veces que los hombres tienen un fuerte deseo por infantilizar a las mujeres como parte de su proyecto para controlarlas (otras que tal les bailan). De la misma manera, he oído decir que los hombres quieren que las mujeres se afeiten su vello púbico para que parezcan más infantiles. Pero, ¿no es esto una contradicción? Porque si te afeitas tu vello púbico, haces a tu coño y, lo más probable sus labios interiores más visibles. ¿Cómo es que usted quiere parecerse a una chica joven?

Creo que la mayoría de los hombres no quieren follar a adolescentes, quieren follar a mujeres. No estoy diciendo que el juego de la edad no tenga su atractivo para mucha gente de la D/s. Es un tema diferente. Con la labioplastia, quirúrgicamente estás cambiando su apariencia. Estás convirtiéndote en algo diferente de lo que eres. Con el juego de la edad, la mujer juega al rol de una chica adolescente. Está actuando su fantasía. El dominante quiere que ella pretenda ser su niña pequeña, pero, él no quiere a una pequeña real. Los dominantes que juegan llevando a cabo su fantasía con sus sumisas no se están comportando como pedófilos.

Soy consciente  que algunas mujeres se han sometido a la cirugía porque el tamaño o la forma de sus labios, les causan dolor durante el ejercicio del coito. Este es un tema diferente. Pero, creo que es lo mismo que si cualquier mujer siente que tiene que someterse a una mutilación genital simplemente para conformar algún supuesto ideal estético. Me gustaría que las mujeres estén orgullosas de sus coños o vaginas. He tenido algunas experiencias con este tema. De vez en cuando, ella hace comentarios sobre el aspecto de su coño, humorísticamente, pero los comentarios despectivos indican que tal vez no sea un problema, sino alguna insatisfacción con su apariencia. Y, no estoy seguro de que yo alguna vez la haya persuadido, de que me encantaba la forma que lo tenía. Yo les pedía que me enviaran fotos del mismo y siempre tardaron mucho tiempo en llegar y, de una manera muy tímida, como si realmente ellas no quisieran que yo lo viera.

En caso de que te estés preguntado qué tiene que ver todo esto con la D/s, te diría que una de mis estrategias al participar en la dominación y en el control, ha sido romper la modestia de la sumisa e incluso avergonzarla sobre su cuerpo. Quiero llevarla al punto donde yo puedo festejar mis ojos en ella sin que esta quiera evadir mi mirada, donde realmente puedo complacerme. Quiero ser capaz de decirle lo mucho que me gusta su coño, sin tratar de ocultar su vergüenza. Quiero que ella se sienta segura de sí misma con la certeza de que su coño, carnoso o no, me produce un placer infinito.


miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Por qué sádico?


Sé muchas cosas sobre mí mismo, en términos de lo que no quiero o no me atraen. Por ejemplo, no puedo imaginarme que yo quiera hacer daño a alguien a quien no le importo. Si alguien no me importa, no creo que me preocupe por su dolor. Por supuesto, hablo del dolor que intencionadamente induzco. Haré cualquier cosa por ayudar a alguien que esté sufriendo y si hago daño intencionadamente, seré el primero en disculparme y compensarle.

 

Por lo tanto, soy hombre normal para todas las intenciones y propósitos. Soy bueno con los animales, los niños, respetuoso con todo el mundo, también con las mujeres mayores y si tú infringes mis límites, seré cortés cuando me permitas conocerlos. Conduzco con precaución, tiro la basura en el contenedor, cumplo las leyes, pago mis impuestos, etc.

 

Sólo cuando mi corazón se estira para tocar a una mujer, cuando la huelo y mi interior me dice que la quiero a mí lado, es cuando mis garras salen. No puedo evitarlo.

 

No, no, eso no es cierto. Sí, puedo. Yo, en verdad, puedo intentarlo, pero, no más. Yo solía controlar mis impulsos hasta el punto de encerrarme en mí mismo emocionalmente. Hubo un tiempo en que yo pensaba que era mejor que no sintiera nada  mientras hacía el amor, que arriesgarme a traicionar su confianza haciéndole daño.

 

Me siento emocionalmente tan frío. Es una congelación  interior y necesito calentarme  yo mismo. Y sé que se está caliente en el interior de ella. Es cálido y amoroso y mi cuerpo está caliente después de pensar en ella, pero mi corazón sigue todavía frío. ¡Tan frío!

 

Pero, cuando huelo la dulzura del aliento llevándose sus gritos, cuando bebo la salinidad de sus lágrimas, se lleva también mi corazón hacia su interior. Ella se abre y con sus escalofríos de dolor me invita a pasar. Y para esos momentos, cuando  controlo su mundo, su percepción y su existencia, ella está envuelta a mi alrededor, en cuerpo y alma. Y me siento caliente. Finalmente, caliente.

 

En esencia, necesito a alguien para alimentarme emocional y espiritualmente. Y tengo mucho que dar a esa alguien que necesite alimentarme. He conocido mujeres que tienen los mismos anhelos complementarios que los que yo tengo. Esto no es un juego. De ninguna manera, se trata de un juego.  No se trata de trajes fantasiosos ni juguetes brillantes. Se trata de establecer una simbiosis. Puede que no sea amor, pero habrá principalmente respeto mutuo, protección y, lo más importante de todo, una profunda comprensión e intimidad.

 

Realmente, no sé cómo clasificarme a mí mismo. Te haré daño porque por eso soy sádico. Pero, también te usaré y espero tu obediencia, porque, por eso mismo, soy una especie de Dominante. Aunque, al final, sólo soy  yo. No creo que sea un sádico puro porque no haré daño a nadie por diversión. Para mí, no es una diversión. Solamente cazaré para satisfacer el hambre y tengo la suerte de que existen esas mujeres con la misma hambre que yo tengo. Mujeres de mi misma especie, si se quiere.

 

Bajo mi forma de pensar, la intimidad puede conseguirse solamente cuando nos esforzamos por conseguirla. Está más allá de lo consensuado; tú, simplemente, no puedes consentir que alguien más esté intimando contigo, tendrás que estar buscando mucho esa intimidad. Por eso, yo no soy un peligro para nadie, pero solamente esas mujeres que buscan la misma cosa que yo, son mis presas. Necesito que ella sea mi cómplice ansiosa en su propia orgía y ni siquiera le pediría a una sumisa que “lo aceptara para agradarme.” No, ella tiene que envolverme con sus propias piernas, sus propios brazos, su propio cuerpo y su propio corazón.

 

Y así es como la oscuridad sobrevive en mí, sin ser anulado por mi moral o metas para ser un hombre bueno y honorable. Sólo busco mi igual, ni más ni menos. Ella buscará dolor de mi parte, ella puede elegir el someterme, pero cada golpe de corazón que gaste conmigo será por su propia elección. Si ella no prospera y crece y encuentra su felicidad  debajo de mí, ella nunca será capaz de llevar mi peso.

 

Te aseguro que a cualquiera que yo elija para que sea formidable y magnificente por su propio derecho, no necesita ser posicionada. Cualquier cuerpo que sea menos, no tendrá mi interés. Ni el sadismo ni el masoquismo son algo que sea visible desde el exterior; hay una fuerza interior que es obvia en su esencia.

 

No me importa ya  si me asusta la gente que me rodea. Estoy cansado de jugar bajo esta... esta… esta emocional desfiguración, si se quiere. Estoy abierto a la oscuridad de mi interior y a lo que necesito. Cualquier mujer perceptiva con un cierto pulso, de alguna manera, lo olerá en mí. Y quienes estén interesadas en gustos como el mío, principalmente, no estarán amenazadas. Eso lo sé.

 

¿Qué hacen los sádicos para liberarse de esto?

 

¿Usted cree que yo expreso afecto y dolor al infligir dolor? ¿Eso hace que ella grite y se entregue a los torrentes de emociones que dentro de ella misma son un acto de cuidado y cariño?

 

No es tan interesante como parece, aunque, me excita cuando ella se encoge  y lucha para estarse quieta durante mi ataque. Si ella intenta escaparse, ello me provoca un impulso felino para jugar con mi presa. Esa necesidad, por sí misma, no es hacerle daño sino para divertirme con ella, a su costa. ¿Cruel o no? Yo no estoy tan seguro de que sea tan importante.

 

Aunque, en un principio, me tranquiliza. Si eres o has sido fumador, conoces la ansiedad y los nudos que se sienten cuando se está en el proceso de abandonar el tabaco. Imagina la riada de relajación que fluye sobre ti y dentro de ti después de unas pocas caladas. Así es como se siente, respirando su dolor. Y ello no tiene que ser elaborado o prolongado; subrepticiamente, pellizco su pezón y bloqueando sus  ojos  y viendo su cambio de expresión desde lo lúdico, con respecto al dolor, el morder su labio para ahogar el grito, puede ser más que suficiente.

 

E imagine que ella presiona  con su mano en vez de tratar de evitarlo. Imagine que ella, sin decir palabra, pide más, tú aceptándolo de todo corazón, nadando contra la corriente del instinto, diciéndole a ella que se aleje del dolor. ¿Cómo puede alguien permanecer frío ante tal aceptación?

 

Me gusta pensar en mi impulso como constructivo más que destructivo. Sin nada más, por lo menos, mi impulso es debido a la apreciación de la belleza más que a ensuciarla. Mi impulso es para estar en comunión con ella, conectar con ella, para conseguir su expresión de cómo yo le impacto. Para quererla, mostrarle mi aprecio por todo lo que ella es al obligarla volar en su mente y su corazón, para que ella sea libre y sienta y perciba todo lo que ella sea capaz. Controlar su experiencia y dejarla que vuele aunque ella esté en mis manos.

 

Creo en los términos del sádico con los que yo la analizo, la evalúo e intento predecir su reacción mientras  controlo su cuerpo, y a través de él, su mente. Como sádico, no creo tanto en los términos de liderarla y presionarla a realizarla para mí; pienso sobre cómo asumir el control de sus emociones y dominarla, cogerla, usarla y devorarla.


Pero, por encima de todo, sigo siendo un sádico responsable…

sábado, 5 de mayo de 2012

La masoquista inconformista


Ella se desahogaba de esta manera conmigo:

“Ben Alí, para definirme, yo no existo.

No cederé ante el deseo de algunos ignorantes, para que clasifiquen mi personalidad y violen mi individualidad. No pertenezco a una supuesta categoría de las putas del dolor superficial bailando como títeres dirigidos por las manos de un hombre. Soy una pared de ladrillos ante la debilidad, la inseguridad o la indecisión. Insuperable.

La codicia sin vergüenza, el egoísmo sin remordimiento, el deseo sin límites – estas cosas son mías. La inteligencia sin vanidad, el poder sin arrogancia, la sexualidad sin depravación – estas cosas no son mías.

Yo no me adhiero a un conjunto de normas o reglas que nadie más que yo cree o conciba. Cualquier inconsistencia alimenta mi desafío y sólo me provoca asco. Soy menos de lo que usted ve y más de lo que usted posiblemente imagina.

Camino al margen de la normalidad. Voy sobre la punta de los dedos de mis pies por los bordes de la locura. Y luego, se ríen de mi indecisión.

Soy una masoquista inconformista.”

“Me hablas así porque estás saturada de placer,” le dije.

martes, 1 de mayo de 2012

Muy cercano y personal


Llevo en mi mente desde hace bastante tiempo, algo que quiero que ella haga. Le dije de antemano que se taparía su propia nariz del disgusto y que haría ese ruido típico de las arcadas que ella hace cuando algo no le gusta. Sé que si le dijera lo que yo querría, instantáneamente, saldría a la superficie todas aquellas ansiedades que las mujeres tienen sobre sus cuerpos, aquellos miedos que, en el fondo, los hombres encontramos tan repelentes. En particular, aquellos hombres que no les gustan los coños de las mujeres. En realidad, no siempre es cierto. Nada podría estar más lejos de la verdad en lo que a mí respecta, pero, todavía no la he persuadido. No del todo. Por lo tanto, no voy a darle la oportunidad de rechazar de antemano lo que yo quiero. Por supuesto, yo podría flexibilizar mis músculos dominantes y decir: “Harás esto, tanto si te gusta como si no.” Pero, entonces, ya no se trataría de que ella esté haciendo lo que yo quiero que haga y yo disfrutando de su respuesta. A su vez, esto se convertiría en una prueba de fuerza, una prueba de determinación. Esto no es lo que yo estoy buscando ahora mismo.

Tengo que ir adelante con esto muy sutilmente, incluso con engaño. Ella no debe intuir ni ver lo que va a suceder. Necesito despistarla (ja, ja, ja…). Así, al tenerla expuesta para mí, no voy a pensar que es otro ejercicio de voyerismo, ya que anteriormente he conseguido que ella haga esto siempre con alguna resistencia.

“¿Por qué quiere hacerme hacer esto delante de ti? Usted sabe que soy muy tímida.” Me preguntó.

“Precisamente porque quiero que lo hagas. Porque me eres tímida y porque te da vergüenza. Me gusta la sensación que me das. Y la vergüenza no es todo lo que sientes. Si fuera esto, no podrás ponerte húmeda. Y resulta que te pones mojada, ¿no?” Le repliqué.

Ella saca su lengua. Hace esto con mucha frecuencia. No es respetuosa y he considerado prohibirle el gesto, hacerlo una ofensa punible. ¿Cuál sería el castigo apropiado? Una o dos pinzas de ropa cogidas en su lengua deberían serlo. Pero, y nunca le diría esto, secretamente me deleito con su descaro, sus gestos ocasionales de desafío. Y parece tan linda haciéndolo, sacando esa pequeña lengua rosa. Por supuesto, ella se da cuenta de esto.

Empiezo a hablarle groseramente. Le comento algunos pequeños escenarios que tengo en mi mente, algo que implica a otro hombre. Tal vez, incluso a dos hombres más. No importa si tal cosa pasará alguna vez. Sólo pensarlo la pone a cien. Le digo lo que el primer hombre le hará. Y lo que el segundo hombre le hará al mismo tiempo. Le digo que la estaré viendo y haciendo fotos. Ella está sentada en el fondo del sofá frente a mí y se está subiendo su falda y sus bragas están bajadas, justo colgando de un tobillo. Una pierna está extendida hacia mí y la otra doblada por la rodilla y moviéndola hacia adelante y puedo ver todo lo que quiero ver y su mano está trabajando.

Estoy observando con una mirada fija, inexpresiva. Una duda entra en su mente.

“¿Me va a dejar que me corra, verdad?”

“¿Estás a punto?”

Ella asiente con la cabeza.

“Primero tienes que hacer algo para mí.”

“¿Qué?”

“¿Estás muy cerca?”

Ella asiente con la cabeza otra vez. “Por favor, no me detenga. ¿Por favor?”

Ahora no está sacando burlonamente la lengua. Ella quiere algo y piensa que un amable “por favor” es la manera de conseguirlo.

“Hay algo que yo quiero primero”, digo. “Solamente una pequeña cosa.”

“¿Cual? Su dedo la está encaminando hacia la cresta de la última ola.

Me echo hacia atrás en el sofá. “Ven aquí,” le digo.

“¿Para qué?”

“Arrodíllate sobre mí mientras lo haces. Acércate a mi cara.”

“¿Por qué? ¿Qué es lo que quiere?”

“Quiero oler tu coño,” digo. “Quiero inhalar su raro y jugoso olor, el aroma de una hembra en celo. Mantenlo cerca de mi nariz y, luego, puedes correrte tan pronto como te guste. Justo ahora mismo.”

“Es usted repugnante,” dice ella.

“Lo he dicho en serio,” digo. “Hazlo y puedes correrte todo lo que quieras durante una semana. No me decepciones.”

Ella se encoge de hombros y gira sus ojos.

“¡Los hombres!” dice.

Pero, de todas las maneras, lo hace, montada a horcajadas sobre mí, frotando su húmedo y ansioso coño contra mi nariz. Los agujeros de mi nariz se llenan de su olor animal. Se van directamente a mi cerebro y me provoca algo y mi pene se pone rígido mientras ella se corre en mi cara.