jueves, 30 de marzo de 2017

Usted usa las palabras, tal como un amante usa sus manos

Ella me dijo que la forma en que uso mis palabras sobre ella, se parecía mucho a cómo un amante usa sus manos. Lo cual me da una idea. Por muchas razones, somos amigos platónicos, pero la química y la atracción, no eran una de ellas.

“¿Confías en mí?” le pregunté con una sonrisa malévola en mi rostro.

Ella contestó: “Por supuesto.”

Y procedí a contarle lo que quería hacerle. Ello implicaría que estuviera desnuda, atada, con los ojos vendados y obligada a correrse. Pero, le dije que no cruzaría nuestras líneas platónicas, no en el sentido tradicional. Al menos, nada que erosionara la amistad que orgullosamente habíamos  forjado. Ella estuvo conforme y acordamos una cita en mi ciudad.

Ella se presentó y nos abrazamos, como siempre, al igual que los amigos queridos que somos. Su sonrisa suave, la que no importa cuántas veces la vea, me hizo querer destruirla y devorarla en un punto de pasión, que sería una destrucción épica de nuestros mutuos mundos. Pero, eso no estaba en el menú de hoy, pues siempre me guio por mi programa.

Le cociné su almuerzo, ya que le dije que lo haría. Bebimos cerveza, contamos chistes e incluso, bailamos en la cocina.

Pero, entonces, llegó el momento de la sesión y le di instrucciones para que se desnudara y se sentara en la silla de madera que estaba en el centro de la habitación. Se desnudó, como si fuera perfectamente natural desprenderse de sus ropas para un amigo, el cual estaba en un estado de plena energía dominante, que estaba absorbiendo, sin lugar a dudas, fuera de la habitación.

Ella se sentó en la silla y se sentía sorpresivamente a gusto y no se puso nerviosa en lo más mínimo. ¡Oh, Dios! cómo va a cambiar. Ato sus muñecas a los apoyabrazos y los tobillos a las patas de la silla, y entonces, le vendo los ojos adecuadamente. Le pregunto si se siente cómoda y responde positivamente, pues puedo ver su pecho subiendo y bajando de una manera muy agresiva. Se está deslizando al momento y sintiéndose excitada por su nueva situación encontrada.

Me tomo tres minutos, y justo camino alrededor de ella de una manera deliberada. De modo, que la permita oír mis pisadas, pero no mis palabras.

Me detengo a su lado izquierdo y soplo suavemente en su oído y, entonces, le digo que se va a correr con sólo mis palabras y que no la desataré hasta tanto lo haga. Se estira contra las cuerdas y pregunta:

“¿Y si no puedo  correrme?”

Me río y digo: “Entonces, vas a ser un hermoso mueble que conseguiré admirar a diario.”

Ella suspira y dice que no va a ser capaz de correrse sin que la toque. Me apoyo de forma rápida y le digo que cierre la boca, que no se iba a correr hasta que yo no viera su cuerpo explotar en un ataque de pasión.

El “cierra la boca,” fue como una bofetada contra su cara y ví su cambio de energía. Ella sabía que no era una broma y que había un marcado contraste en su lenguaje corporal desde hacía unos momentos.

Entonces, me puse de rodillas y mi cara muy cerca de su coño. Cada palabra que yo pronunciara a partir de ese momento, dejaría salir mi aliento para que  acariciase su clítoris. Comencé con una poesía de deseos eróticos. Ella estaba tratando de empujar su coño hacia mí para perderse en mi sintaxis sensual. Después, empecé con un susurro bajo diciéndole todos mis deseos ocultos que siempre había tenido por ella. Su cuerpo se sacudió, tratando de liberarse. Trasladé mi boca hacia su estómago, a través de sus pechos, sin tocar su piel, justo para permitir que mi voz grave, la masajeara de una manera profundamente penetrante. Yo estaba dentro de ella, retorciendo sus deseos y haciendo que se sometieran a los míos. Yo estaba dentro de sus pensamientos, mi voz era la única cosa que importaba. Su coño lloraba con cada verso, con el que la estaba penetrando.

Yo hablaba y hablaba cada vez un poco más. A veces, susurrando. Otras, hablando con un tono severo, que violentamente entraba por sus atentos oídos. La estaba poseyendo con cada sílaba de actos sexuales emitidos, como historias magníficas.

Haciendo una pausa, proseguí con mis cuentos eróticos.  A continuación, al cambiar el ritmo de mi entrega,  ella era una marioneta para mis palabras. Ella empezó a hablar. Un polvo aquí, ¡oh, mi Dios, otro, allí. Su cuerpo estaba intentando quedarse quieto, pero yo lo mantenía danzando con mis canciones de seducción, hasta que, finalmente, gritó, mordiendose su labio, y temblando de tal manera, y sabiendo que el orgasmo se había llevado a cabo, y sin duda, por la habilidad persuasiva de mi pronunciación correcta y puntualización sensual.

La desaté y le quité la venda de los ojos y ella miró a los míos, que estaban teñidos por el color del asombro.
  
“No me jodas,” ella dijo.

“Yo sólo lo hice y no tenía, ni incluso, que follarte para conseguirlo.”

lunes, 27 de marzo de 2017

El resplandor crepuscular

Continuación de "Un baile bajo la lluvia."  

El calor sofocante de la tarde penetraba a través de la habitación, dejándola incómoda. Difícil de respirar. El aire estaba en calma. La humedad, sumada al tinte del sudor reluciente que cubría sus cuerpos. Las piernas de su marido seguían envueltas a través de las caderas de ella, desde atrás. Su pecho, pegado a la espalda de ella. Estaban acostados. Disfrutando lo último del sexo, inducido por la electricidad que recorría sus cuerpos. Al igual que, las rocas a lo largo de la costa en la marea alta se convulsionan después de cada ola tumultuosa. La respiración de ambos, desgarrada.


La boca de ella más seca que la sierra que espera el momento de ser apagada. Tentativamente, la punta de su lengua buscaba la gota de sudor que corría a lo largo de la clavícula bronceada que llevaba al hombro, donde ella descansaba su cabeza. No le quitaría la sed, pero le daría parte del sabor de él. Su amante saborearía la dulzura salada. El cambio de sus dedos en ella, le trajo a ésta un dolor nuevo. El dolor de ser usada de las maneras más deliciosas. Su carne sensible estaba más que maltratada. Ella quemaba. La gloriosa humedad que cooperaba con el deslizamiento de un fugaz recuerdo. Sus nudillos rozaron las paredes de su apretada caverna, mientras aliviaba sus dedos. Ella, cogiéndose su propio labio inferior entre sus dientes, en una mueca de dolor, inclinó su cabeza hacia atrás, para mirar las almohadas rosas de sus labios. La pala fuerte de su pómulo.


Su amante colocó una de las puntas de sus dedos recubiertos contra los labios de ella. Ansiosa y sin complejos, metió todo su dedo en la boca y lo chupó, como si fuera un caramelo duro. Picante y dulce. La mezcla de él y ella. Demasiado pronto, se lo denegó y lo retiró. Él se metió los tres dedos cubiertos en su propia boca. Sus mejillas se hundían mientras los chupaba. El profundo susurro de un gemido eructó de su boca y ella sintió que la pegajosa excitación se desprendía de su carne asaltada. Cerrando sus ojos contra la exhibición carnal, ella tembló. Se había vuelto insaciable.


Su marido se movió detrás de ella. Su ahora fláccido pene, gastado de recompensar su otro pasaje con un homenaje tabú, se resbaló liberándose. Ella, casi lloró por la pérdida. Los dedos de su marido se apoyaron en la cadera de ella. Apretándola mientras le facilitaba la vuelta sobre la cama. Mirando hacia arriba, ella se concentró en los fragmentos y astillas del espejo, que se unían en un diseño abstracto en el techo. La imagen que hacían. Reflejada de nuevo sobre ellos. Sin vergüenza, ella se quedó tendida, mientras estaba encorchetada por sus amantes. Tres corazones latiendo como uno. Los tres se bañaron en el resplandor del crepúsculo.

sábado, 25 de marzo de 2017

El valor de mi dominación y mi valor

Todos hemos recibidos regalos en nuestra vida. ¿Has pensado alguna vez lo que hace a un regalo valioso para nosotros? Te puedo decir una cosa, no es la etiqueta del precio, lo que da a un regalo su valor, es simplemente el valor del dador y el lugar del receptor del mismo.

Hay un viejo dicho: “¿Qué puedes conseguir de una persona que lo tiene todo?” La razón por la que lo digo es atemporal, es porque la esencia del sentimiento es lo que das a una persona, la cuál ya tiene tanto, que va a ser de algún valor para ella. La clave de esto es el valor para ellos. Puesto que el valor es a la vez una cantidad monetaria conocida y tangible y una percepción ambigua de una respuesta emocional hacia algo.

La razón por lo que cosas como la pintura, los libros de comics, una foto personal de ella desnuda, las entradas para un espectáculo, etc., se hacen extremadamente valiosas, es debido a la escasez del producto y a la inversión emocional que la gente coloca en esos productos. Un Picasso vale tanto en cuanto que alguien esté dispuesto a pagarlo. Eso se llama valor justo del mercado.

Ahora, vamos a hablar sobre los regalos que los dominantes y las sumisas se dan el uno al otro. Se ha debatido si cualquier conjunto de acciones que uno otorga hacia otra personas es un regalo o simplemente una parte natural del ser en una relación. Creo que, para mí, es un regalo, tanto lo que recibo como lo que doy. Aprecio su valor, porque reconozco la escasez de lo que se está dando y la inversión emocional que se ha puesto en ello. Tanto los actos de sumisión que mi sumisa realizará bajo mis órdenes, como los actos de dominación y cuidado que yo le daré a ella.

La razón de mi dominacion es de gran valor,  debido a que no es fácilmente duplicada por otra persona y porque la valoro y la considero sagrada. Puesto que yo no la daría con facilidad. La escasez y la calidad de mi dominacion le da un valor intrínseco por sí misma, pero el valor cuantitativo y real vendrá de lo que mi dominación signifique para mi sumisa. En los confines de nuestra relación, ella colocará su propio valor sobre lo que está recibiendo. Del mismo modo que yo lo haré sobre sus servicios y entrega.

Todos hemos oído a alguien decir que se siente infravalorado en una relación. Cuando una de las partes se siente de esta manera, siempre es una situación triste. El lado positivo es que el valor en una relación está siempre en un estado de cambio y, una vez, que se empieza a entender cuál es el valor de una persona y lo que la hace valiosa para tí, entonces puedes trabajar continuamente en incrementar el valor de tus acciones hacia ambos. La comunicación, el honor y el trabajo juntos, no solamente a la altura de los dones estimables que ambos constantemente intercambiáis, sino creando una relación que sea rica por sí misma y hacerla donde ambos la valoréis, porque se entiende que no se puede encontrar con facilidad y la inversión emocional que pones en ella (valor perceptivo).

La razón, por la que duele después de una ruptura, no es sólo por el amor y los deseos que se perdieron, dado que ambos pierden algo que era un gran valor personal para ellos y deja de ser de valor para ellos.

Pregúntate lo que vales y encontrarás a alguien que esté dispuesto a honrarte con su valor y hónralo también y sé fiel a su valor. Si piensas que alguien es increíble, valioso para usted y le trae objetivos y alegría a tu vida, muéstrale tu aprecio y vive conforme a ello. Pues, si existe una cosa que mantiene a las cosas funcionando en la vida, es cuando se produce un intercambio justo. A nadie le gusta ser estafado, esto incluye también el intercambio entre las sumisas y los dominantes.

El valor de mi dominación y el amor que doy es muy alto ante mis ojos, quiero que mi sumisa comprenda ese valor y yo sienta lo mismo acerca de su valor.

Evalúa al otro y honra su valor. Trataros el uno al otro bien, siempre.

jueves, 23 de marzo de 2017

No es seguro tener una sesión con...

Su parte del acuerdo en el consenso no le viene de una manera natural. Ella ha sido absurdamente afortunada al haber tenido dominantes muy intuitivos que le habían prestado mucha atención a su angustia, incluso, con un cierto grado de sensibilidad, y terminó presionándose a sí misma en cosas que estaban, en cierto modo, preparadas.

Ella nunca fue coaccionada por sus dominantes, fue coaccionada por ella misma. Esto la hacía sentirse insegura para tener una sesión con alguien, porque, si hay algo peor que el propio daño, accidentalmente, podría hacerle daño al dominante que la está cuidando. Y, sin embargo, ella hacía lo imposible para que sus dominantes no le hicieran daño.

La mayoría de las veces, ella es una persona agradable. Cuando es la sumisa de alguien, esa cualidad se amplifica por cien. Correría descalza por la nieve desde una parte del mundo a otra, en busca de un dominante que quiera su entrega. Por lo que ha habido momentos, en los que no ha sido educada sobre lo que ella estaba acordando. Esto terminó perjudicándola y destruyendo una relación de esa manera. Estos días, ella trata de tener claro cuáles son sus límites, antes de perder su mente en un romance y todos esos otros arcos iris.

Ella tiene que conocerse a sí misma lo suficientemente bien, como para saber en qué punto de una relación, es lo bastante clara para redactar esa lista. Idealmente, debería hacerla, incluso, antes de involucrarse, pero sus límites cambian de una relación a otra. Por lo tanto, no funcionaría para ella.

Tampoco es una gran defensora de la palabra de seguridad para ella misma. Por cuarta vez en su vida, le dijo a un dominante que la quería, incluso después de que saliera de su última relación rezongando por el hecho de que la había rechazado. Según me dijo, aquél dominante tenía el suficiente sentido común para insistir en ello y se excitaba cuando lo hacía. El porno de la negociación es una cosa, pero la vuelta al punto… si no utiliza palabra de seguridad, será la depredadora en su relación, porque su daño, no sólo le hace daño a ella, también a él le duele.

Las palabras de seguridad están lejos de ser una cura. Realmente, usted tiene que usarlas. Ella tiende a tolerar mucho más dolor y degradación de lo que debería, porque no quiere usar la palabra de seguridad con demasiada facilidad. Pero, “demasiada facilidad” no es nada más que una construcción que creó en su cabeza. Ningún hombre medio decente vería menos de ella, si cortara el juego en corto. Pero, tanto como quiere decirse a sí misma que odia la palabra de seguridad, es porque ella quiere sexo duro. Por lo tanto, se trata sólo de su ego.

La seguridad, la de ella y la de su dominante, es mucho más importante que eso. Los dominantes son depredadores, cuando la sumisa es negligente o trata activamente de ser dañada. ¿Y las sumisas? Son depredadoras, cuando toman el deseo de complacer yendo demasiado lejos. Y son los dominantes, quienes pagan por eso, mucho más a menudo que las sumisas.

martes, 21 de marzo de 2017

Tal vez, sólo lo sea yo

Todos somos un poco extraños en nuestras propias y únicas maneras y la vida es un poco rara, y cuando encontramos a alguien, cuya rareza nos atrae, la cortejamos con flores y actos de amabilidad. Contamos historias de dominación y sumisión y aprendemos a jugar con cuerdas, cadenas, látigos y esposas. Nuestra relación crece continuamente y nada es nunca suficiente. Entonces, caemos en una perversión mutua y la llamamos amor. Pero, esto es algo más que deseos lujuriosos y emocionales. Se trata de una conexión, que es tan íntima y personal, que se siente y percibe, como que cada charla es un secreto y cada momento, muy significativo. Incluso, en aquellos coloquios, sin brillo o no significativos. Luego, hacemos algo que es tan raro que, incluso, nuestra rareza parece normal. Nos olvidamos de recordar lo maravilloso que es conectarse con alguien, como es, hacer las cosas que funcionan en contra de ello. Somos gentes verdaderamente extraña. O, tal vez, sólo lo sea yo.