martes, 29 de abril de 2014

De lado

“Ven aquí,” dice él.

Con ese tono de voz, no es una petición. Ella se acerca con cautela hacia el borde de la cama, donde está sentado. La gira de lado, luego pone ambas manos debajo de su falda, una en la parte delantera y la otra, en la parte posterior. Conectando sus dedos con la cinturilla de sus bragas, las desliza hacia abajo, hasta sus rodillas. De nuevo, desplaza su mano derecha hacia arriba, deslizándola entre sus piernas, sólo para ahuecar su coño, agradable y confortable. Su mano izquierda se desliza suavemente hacia sus nalgas, acariciando la piel poco a poco y, luego, amasa la carne.

Moja el dedo índice de su mano izquierda en su vagina. Ella está ya mojada. Lo mueve por su alrededor un poco, lo saca y lo introduce en su ano. Todo el camino hacia arriba. Ella gruñe y mueve una pierna hacia la otra.

“No te muevas,” él dice.

Empuja los dedos medio y anular de la mano izquierda hacia el interior de su sexo, por lo que con una mano, está penetrando su proa y con la otra, su popa. Trabaja un poco por sus alrededores. Luego, le introduce el dedo medio de su mano derecha también en su coño. Cuando está en su punto y húmedo, lo saca y lo desliza por la punta de su clítoris. Ella jadea y pone una mano en el hombro de él para mantener el equilibrio.  Siente que sus rodillas se debilitan.

Él coge más humedad de su sexo y la extiende sobre su clítoris. Tomándose su tiempo,
Lo circula lentamente. A ella, no le importaría si él lo hiciera un poco más rápido, tal vez, incluso presionando un poco más fuerte. Pero, sabe que no debe preguntar. Aún así, siente que él tiene que saber cómo están las cosas.

“No creo que pueda correrme estando de pie,” dice ella.

“¿Quién ha dicho algo sobre correrte?” él pregunta.

“¡Oh, sí, va a ser así! Bueno, por supuesto que lo va a ser”, ella piensa. “¿Qué esperaba yo?” Sus dedos están todavía trabajando, una mano en el interior de ella, la otra mano, solamente dedicada a su clítoris. Ella piensa un poco más. Tal vez, ya que lo que él está haciendo es tan delicado, que si persiste y va demasiado lejos, podría aguantarlo para correrse después de una sola vez. Pero, ¿ella necesitará el permiso? O ¿a qué se refería él que, a pesar de todo, no se va a correr? Ella no sabe lo que pensar. Está follando en su cabeza, puesto que es mucho lo que ella sabe.

Ahora, está tan húmeda que puede sentir el goteo por el interior de sus muslos. Y, entonces, ella se dice a sí misma: “¿Por qué estoy haciendo todo esto, pensando en lo que él quiere y lo que me va a dejar hacer?” Con frecuencia, me ha dicho muchas veces que, cuando es así, solo tengo que entregarme y dejarme guiar. Después de todo, ella quiere lo que él desea, ¿no? Y es tan obvio lo que él quiere, sólo una mujer que se ponga de pie y que le deje jugar con ella, en todo lo que a él le importe y por el tiempo que sea necesario. ¿Podría haber algo más simple?

sábado, 26 de abril de 2014

El auto control es sexy

Con los años, muchas mujeres sumisas me han dado alguna idea de lo que ellas encuentra sexualmente atractivo en un hombre. Curiosamente, su noción de la sensualidad parece cambiar con el tiempo. Al principio, ellas miran sobre todo la apariencia física. Particularmente, son atraídas por los hombres que son altos y fornidos. Esto tiene sentido para mí, puesto que, a menudo, la altura puede transmitir una sensación de dominio. Yo llamo a este tipo de atracción, la “Atracción del motorista,” ya que la mayoria de las veces, estas mujeres parecen ser atraídas por toda la mística del motorista – chicos malos que hacen lo que quieren, cuando quieren y sin importarles nada. De hecho, la fantasía de ser violada por un motorista es muy común (o así lo parece… he oído esto muchas veces).

Mientras la mujer sumisa se desarrolla, lentamente llega a darse cuenta que esta especie de atractivo es solo superficial y que el tamaño físico no garantiza que un hombre sea dominante. De hecho, es probable que no exista correlación alguna. Por lo tanto, hay muchas relaciones fallidas, cuando la sumisa descubre que necesita algo más que una apariencia de dominación y, en última instancia, si no la encuentra, la buscará en otra parte. Hay muchos sitios donde encontrarla.

En mi propio caso, muchas mujeres me han dicho que el ser inteligente lo encuentran muy sexy (lo cual es una buena cosa, ya que no me veo en absoluto como un motorista). Esto también lo entiendo. Dado que la excitación sexual tiene mucho de mental, tiene sentido que la inteligencia pueda ser vista como sexy, particularmente, cuando esa inteligencia puede ser usada tanto para provocar la respuesta de la sumisa como también, para poner a una mujer en su sitio.

Así pues, me parece que hay muchas cosas que las mujeres encuentran muy atractivas en los hombres. Me gustaría sugerir otra que intuyo que es particularmente apropiada, cuando se trata de una relación D/s, en especial, el auto-control. Con esto, me refiero a la capacidad de la pareja dominante para evitar reaccionar impulsivamente, de controlar sus emociones y nunca permitir que cualquier conducta por parte de la sumisa, le haga perder el control de sus respuestas.

En otras palabras, una mujer sumisa puede confiar, no solo para ser controlada, sino para controlarse a sí misma también.

¿Por qué es esto sexy? Pues, en principio, ¿cuál sería el mayor problema que una sumisa pudiera tener durante, incluso, en una brevísima sesión con su dominante? Yo sugeriría que podría ser la confianza. Después de todo, si usted va a consentir ser atada, inmovilizada y ser puesta en una posición vulnerable por completo y abierta, probablemente, usted desea la seguridad de que está entre las manos de alguien en quien puede confíar y que es responsable.

Más allá de esto, muchas de las mujeres masoquistas que he conocido, tenían una fantasía muy especial provocando a su dominante para que perdiera el control. Yo llamo esto “jugar con fuego.” Ellas saben que es peligroso y aún lo hacen. Tiene que ver con el deseo de ver a la bestia interior en su Dominante. En la mayoría de los casos, esto sería una mala idea, pero no dejan de intentarlo. Aquí, podemos ver que el auto-control es sexy porque, primero, ellas pueden desplegar sus juegos de provocación, en tanto cuanto quieran, con total seguridad y segundo, les resultan muy estimulantes para seguir intentando el hacerlo. El auto-control también es sexy porque transmite un sentido de disciplina que, por lo general, es siempre muy atractiva para la sumisa.

Además, de la misma manera, que hay algo de sexy en una mujer desnuda atada a los pies de un hombre bien vestido (por supuesto, traje y corbata), también hay algo muy sexy en una mujer gritando descontroladamente mientras está siendo trabajada, a la vez que su pareja permanece fría, calmada y distante. Al menos, esto me ha lo han dicho.

Y aquí, está el quid de la cuestión: mientras que cosas como la apariencia, la voz y la inteligencia pueden ser sexy, estas cualidades no son exclusivas de la D/s. Por otro lado, el auto-control, si bien es importante en las relaciones vainillas, es absolutamente crítico en la pareja Dominante de una relación D/s.

Por eso, creo que el auto-control es, por cierto, muy sexy

miércoles, 23 de abril de 2014

Tus ojos y mis ojos

Miro a tus hermosos ojos oscuros. Tus ojos llenan mi campo de visión. En este momento, son todo mi mundo. Nuestros rostros se encuentran tan cercanamente juntos que respiramos y exhalamos el uno del otro, aunque, tu respiración viene en jadeos y gemidos rápidos.

“No parpadees,” siseo. “Mírame a los ojos. Solo a mis ojos.” A través de lo que puedo sentir, es un gran esfuerzo de voluntad, tus ojos recuperan su enfoque en mí y un ahogado “mmmh-uh” es todo lo que se escapa de tí.

No veo mis manos sobre tu cuerpo desnudo. No lo necesito. Ni necesito ver los efectos que mis manos tienen sobre tí. Puedo oler la mezcla de placer y dolor que emanan de tus poros. Respiro profundamente el aroma de tu agotamiento, tu deseo de cerrarlos y dejar que la experiencia se haga cargo de tu cuerpo. Para relajarte y dejar que la ola de emociones te engullan. Pero, yo no te dejaré. Esto es una tortura para tí, y lo sé.

En contra de tu voluntad, tus párpados empiezan espasmódicamente a cerrarse de nuevo. Tu rostro está cubierto de un ligero brillo de tu terrible experiencia. ¡Eres tan radiantemente hermosa cuando te tengo en este momento! Pero, ahora, no se trata de mí. Se trata de tí. Y te llamaré para que vuelvas una vez más, antes de dejarte ir.

Sin perder el contacto con tu piel, mis manos viajan hacia arriba y hacia debajo de tu cuerpo. Mi mano izquierda teje sus dedos en tu pelo largo y sedoso y mi mano derecha delinea sus nudillos en la parte superior de tu pecho izquierdo. Luego, simultáneamente, mi mano izquierda, de un tirón, echa tu cabeza hacia atrás, a la vez que mi rostro sigue al tuyo para que mis ojos se sitúen frente a los tuyos y mi mano derecha pellizque tus pezones con todas sus fuerzas.

“¡Eres mía!” hablo con una voz sorprendente, incluso teniendo en cuenta mi deseo reprimido por tí. Tus ojos y tu boca se abren de golpe, sorprendida y tu cuerpo empieza a temblar. Mientras cubro tus labios con los míos, te tocas la cara con una mezcla de placer y dolor, dejando escapar un grito quejumbroso y lastimero en mis pulmones. Sostengo que te gusta, mientras tu cuerpo se agita y tus brazos se debilitan y te acercas y caes más y más profundamente en la oscuridad. A medida que entras, retuerzo y giro tu pezón, disfruto en mi interior sádico y hago todo lo que puedo para alimentar las cuerdas ardientes de luz que imagino que puedo ver entre el pezón, tu clítoris y tu corazón.

Al final, tu cuerpo deja de emitir espasmos y su respiración irregular está dando paso a un ritmo lento y constante. Dejo de presionar tu pezón y, tiernamente, acuno tu cabeza para descansar por debajo de la almohada. Durante un momento, miro la belleza de tu cuerpo salvaje ante mí. Y mientras caes dormida, me quito mi ropa en silencio. Agarro mi falo que lleva, terso y duro, mucho tiempo y se siente adormecido y con el mismo, te doy unos golpes salvajes. ¡Oh, es tan real!

Con cuidado, me posiciono para que mi pene se dirija justo a la entrada situada entre tus muslos extendidos, de color blanco cremoso. Tu pecho se sumerge lentamente en la suave confianza de tu sueño. Tus senos están ya empezando a mostrar los moratones de mis anteriores administraciones y están cubiertos con el mismo delicioso brillo de tu cara relajada.

Mi cuerpo baja fracciones de centímetros y puedo sentir el calor de tu entraña en mi verga. Puedo sentir los pliegues sedosos que me permiten traspasar tu entrada. Una vez más, intento dejar de escuchar tu respiración, pero mi propio cuerpo me traiciona. Pues ha decidido que hay un cuerpo de mujer esperando para darle la bienvenida en su interior y antes de darme cuenta, siento que los músculos de mi estómago se contraen y me empujan hacia tí con todas sus fuerzas.

Dejas escapar una inhalación brusca y tus ojos se abren de golpe, mirando directamente a los míos.

“Ahora, es mi turno,” le digo con voz estrangulada, antes de inclinarme para morder su labio hasta que pueda saborear la dulzura de su sangre.

domingo, 20 de abril de 2014

Los múltiples usos de la expresión "por favor"

La comunidad de la D/s tiene un concepto especial y real acerca de las palabras y etiquetas. He escrito sobre esto anteriormente. Ciertamente, hay una falta de consenso sobre las palabras “Maestro,” “esclava,” “Dominante,” “sumisa,” etc. Incluso, los conceptos básicos como castigo, esclavitud, servicio, etc., están abiertos a una gran cantidad de interpretaciones personales. Eso está bien. No tengo ningún problema para usar la definición de otras personas en una conversación, siempre y cuando sepamos lo que son.

Sin embargo, existen algunas palabras que pueden ser usadas de muchas maneras, todas ellas correctas y no se requiere definiciones reales. Un buen ejemplo es la expresión “por favor.” He aquí un extracto de un correo electrónico de una seguidora anónima que me envió hace cuatro días.

“Algunas veces es: “por favor…folle a esta mujer.” Otra, “por favor…deje que esta mujer chupe su polla.” Otra más, “deje que esta mujer se corra.” Algunas más serían, “por favor… no pare,” “por favor…hágalo de nuevo.” “Por favor…que me duela más.” A veces, es incluso “por favor…deje de hacerme daño.” Pero, la mayor parte de las veces, se pronuncia de una manera totalmente reflexiva, sin una significación específica, sólo porque sienta muy bien el decirlo. En otras palabras, el rogar se ha convertido excitante por sí mismo y también es, al mismo tiempo, una expresión de la emoción o excitación, de manera que la palabra mágica “por favor” es, con mucho, la palabra perfecta gritada en medio del éxtasis sexual.”

Bonito, ¿verdad? Por supuesto, la anónima estaba hablando de usar la palabra durante una sesión, pero, se puede ver cómo podría ser usada en casi cualquier momento. Por ejemplo: “¿Por favor, puedo servirle? o “¿puedo, por favor, tener su permiso para ir al baño?” etc. Muchas expresiones de muchas maneras.

Para aquellos de ustedes que están ya en una relación D/s, ¿por qué no intentan tener una noche entera donde sólo se le permita a vuestra sumisa usar esta palabra para comunicarse? De esta manera, el tono, la inflexión, el volumen, etc., serían muy importante para entender lo que se le pida. Esto centraría la atención de la sumisa, al igual que la del dominante. Creo que los resultados serían interesantes.

O, como la mujer que escribió el email, ¿qué tal una sesión en la que “por favor” sea la única palabra permitida?

Humm…claro, eso podría ser también muy interesante.

domingo, 13 de abril de 2014

El olivo, el Dominante Rey

Una sumisa confusa vino ante un Dominante sabio que la adoraba. Ella sentía que someterse a Él significaría exponer su corazón a un dolor insoportable, si alguna vez la dejara. Ella suspiraba por él y lo necesitaba, pero ¿estaba  preparada para caminar con tanto miedo?


El gentil Dominante la arrodilló delante de Él y empezó una historia de amor y entrega. Mientras ella le miraba, sus brazos empezaron a extenderse y abrirse, tal como un gran árbol extiende sus ramas hacia el cielo. En ese momento, el Dominante apareció enraizado en el suelo y su impresionante estatura sobresalía por encima de ella como un árbol gigante. Entonces, empezó a hablar.


“Estoy aquí por tí, ahora y siempre. No importa cómo el tiempo sea de largo y el espacio nos separe. Si te alejas de mí hoy o te quedas o me sirves, yo no pasaré de tí. Soy tan paciente como el mismo tiempo. No aceptaré nada de ti, a menos que me des o te entregues tu misma, libre y por completo, entonces, yo me daré a tí, a pesar de todo, porque mi amor es incondicional.


Como el olivo, que te puede alimentar y dar sombra, estoy ahí, aparentemente eterno en tu corta vida en esta tierra. Si necesitas mi fruto para alimentar tu hambre, te daré toda la fruta que necesites. Si tu piel crece seca y pierde su lustre, el aceite de mi fruto la restaurará y la hará brillar. Cuando necesites confort, mis hojas acariciaran suavemente tu cara con una brisa muy suave. Cuando necesites disciplina, mis ramas te corregirán cuando el viento sople fuerte. Si solo necesitas mi sombra para protegerte del sol, mis ramas darán sombra y te protegerán. Si necesitas calor por la noche, mis ramas alimentarán el fuego para mantenerte caliente y segura. Si necesitas una brisa refrescante, mis hojas te refrescarán y ventilarán. Tú eres mi jardinera.


Cuando te sometes a mí, atiendes eso que me mantiene vibrante y lleno de vida. Cuando te arrodillas debajo de mí y te inclinas en el suelo, le das aliento a mis raíces. Cuando me riegas, mi savia fluye fuerte a través de mí para la crianza de mis ramas lánguidas. Cuando te inclinas hacia el suelo para recoger el fruto con tus manos desnudas, me fortaleces y humillas con tu entrega.


Aunque mi vida va a seguir, mi vida no será lo mismo sin tí.

 

Tu dedicación y cuidado, incondicional hacia mí, me mantienen vibrante y nutres mi propia esencia. El sustento y la protección que te doy parecen poca recompensa para tu servidumbre. Aún así, la jardinera sirve al árbol desde su corazón y el árbol le da al corazón de su jardinera todo lo que puede.

 

Estoy firmemente plantado en la tierra y no puedo seguirte si te alejas de mí. Pero, ten por seguro, que voy a sobrevivir. Cien años más tardes y los del curso de tu vida, seguiré todavía allí, esperándote en el mismo sitio, para ofrecerte todo lo que hago ahora.

 

Quédate conmigo y sé mi jardinera. Tú no puedes perderte en mí porque somos complementarios el uno con el otro. Soy tu devoción y le das sentido a mi existencia. Además, vivimos la vida y sobrevivimos. Juntos florecemos.

 

¡Eternamente!

 

Mientras el Dominante terminaba sus últimas palabras, la sumisa lloró hasta quedarse dormida a sus pies. Esa noche, Él se quedó plantado allí, como el olivo, para ofrecerle su amor y protección incondicional mientras ella dormía. 


Más tarde, ella le atendería con su entrega al día siguiente y todos los días.”

sábado, 12 de abril de 2014

Arrodillarse

Forzar a una mujer a que se arrodille es fácil. Los hombres somos físicamente más fuertes y cualquiera puede usar su fuerza física para conseguirlo. Cuando permitimos que la mujer se ponga de pie, ella se libera de nuestro control físico y compulsión. Puede darnos un sentido de poder, alguna satisfacción y puede ser muy excitante en una sesión.

Mantener a una mujer de rodillas, es apoderarse de su mente, capturarla y sobre todo la inspira. Entonces, usted la tiene  de por vida. Está donde ella anhela estar, de rodillas por elección, de rodillas porque quiere, de rodillas porque ella tiene que servirle, de rodillas, porque tiene el placer de servir a su dominante. No hay compulsión física, ni amenazas, ni demandas hechas, es un acto duradero, permanente y muy gratificante para ambos.

Haga esto y ella se lo dará todo, cada fibra de su cuerpo, su entrega total, porque has satisfecho su necesidad más profunda.

Escrito desde mi perspectiva de hombre dominante, pero acepto que es la misma orientación irrespetuosa de género.

jueves, 10 de abril de 2014

Quiero que me toques

Tócame.

Cualquier tonto de la calle puede agarrar mi cuerpo, sólo tiene que alargar la mano y apoderarse de partes y piezas que encuentre interesantes. Aunque, no siempre quiero eso. No voy a mentirte y decirte que, a veces, no me gusta eso, me gusta. Sin embargo, a veces, lo que quiero, es que me toques.

Quiero que empieces a desnudarme con cuidado, pon una estela de besos de mariposas a lo largo de mi piel, que has desnudado y acaríciala con tus manos.

Me encanta ser tratada con rudeza, seguro, pero cuando llegue el momento de tocarme, quiero que guardes bajo llave al cavernícola presuroso que hay en tí, porque ha llegado el momento de ser amable. Estás tratando de llegar a algo más íntimo que mi cuerpo, estás tratando de centrar mi mente en las sensaciones y las emociones, deteniendo mi capacidad de pensar.

No apresures esto, tómatelo con calma. Podría volverte loco por ir tan despacio, pero imagina lo que esto me produce. Empezaré a temblar con cada caricia, con cada beso. La anticipación hará que me vuelva loca.

Intentaré que te apresures, intentaré ayudarte a desnudarme porque mi cuerpo va a estar en llamas, no me dejes. Usa tus brazos, si es necesario, para retener a los míos. Sigue haciendo lo que estás haciendo, incluso si te ruego que, por favor, vayas más de prisa.

Una vez que esté desnuda, no aceleres repentinamente, porque vas a deshacer todo el trabajo difícil que has hecho. No seas bruto, cuando todo ha sido suave y sensual hasta este punto, se trata ahora de que mantengas este fuego ardiente que has prendido.

Estás detrás de un fuego lento, mejor que ante una explosión.

Tiéndeme, ponme en posición vertical, no me voy a preocupar mientras me sigas tocando, besándome, haciendo que mi cabeza se tambalee del placer que me estás dando.

En este punto, estaré más allá del pensamiento racional. Estaré retorciéndome en tus brazos porque el fuego se está propagando en mí. No te dirijas todavía hacia el punto dulce, eso es muy fácil. Deja que tus dedos se deslicen por los alrededores, como si fueras a tocarlo e, instintivamente, yo arquearé mi cuerpo hacia tu mano. No voy a ser capaz de detenerme.

Aléjate de mí, búrlate de mí, entretente con la promesa de lo que está viniendo, más que dármelo inmediatamente, a pesar de que voy a querer aullar de frustración por culpa de ello.

En ese momento,  no voy a ser más que un charco de lujuria y estar tan necesitada que estaré dispuesta a hacer cualquier cosa, si no te pararas.

Por favor, tócame.

Le decía la sumisa a su Dominante…

lunes, 7 de abril de 2014

La mujer como objeto

Permítanme describir algunas imágenes. En la primera, dos hombres, elegantemente vestidos con trajes, están sentados en un sofá. Frente a ellos, se encuentra de pie una chica desnuda. El punto de vista muestra a la chica desde atrás. Ella tiene un trasero bonito. También muestra las expresiones en las caras de los hombres.  Tienen unas expresiones ligeramente desdeñosas, arrogantes e, incluso, indiferentes. Es  como si no existiera nada inusual al tener en posición de desfile a una mujer desnuda en frente de ellos. Casi, como si fuera su derecho.

Otra imagen. Otra mujer, desnuda. Está tumbada sobre una mesa. Un hombre está de pie junto a su cabeza, sus manos sobre los hombros de ella. El otro hombre, de cara a la cámara, está en el lado opuesto de la mesa, inclinándose sobre ella. Una mano está puesta sobre vientre de ella, como si la mantuviera en posición. Su otra mano está entre sus piernas. No podemos ver si sus dedos están dentro de ella, solo que lo que están haciendo es intrusivo. Cada uno de los hombres está vestido con un smoking. Obviamente, no es un examen médico. Sus expresiones son tranquilas, sin emociones. La mujer parece ligeramente aturdida. Tal vez, ella esté drogada o en el subespacio.

Una tercera imagen. Un hombre vestido con un traje se inclina despreocupadamente contra la repisa de una chimenea, su mirada dirigida hacia la chica que está de pie delante de él. La vemos desde atrás. Su falda es tobillera. Está vestida con un sujetador, medias y ligas negros. Sus bragas son semi transparentes, de un color azul pálido a juego con el color de su falda. No podemos ver su cara, pero su postura sugiere que ella está a punto, como si estuviera lista para una especie de movimiento. Tal vez, esperando que el hombre le ordene que se quite otra prenda de vestir.

En la última imagen, una mujer se arrodilla desnuda sobre el suelo, de espalda a un hombre sentado en una silla. La mujer está atada, sus muñecas atadas a sus tobillos y otra cuerda ata sus muslos firmemente a su cintura, por lo que ella está doblemente doblada. El hombre en la silla, que está completamente vestido, está leyendo un libro, ignorando a la mujer.

Lo que me interesa de todas estas imágenes no es que se vea a una chica guapa desnuda o casi (aunque esto nunca es desagradable). Es el estado de ánimo de indiferencia, de estudiada indiferencia mostrada por los hombres. La mujer está disponible, pero parecen no tener prisa en usarla. En una sola imagen, es que nadie toca a la mujer y esto es una forma de inspección desapasionada. Algo puede salir de ello, pero posiblemente, no.

Encuentro estas imagines de alto contenido erótico. Cualquiera que vea la cara de la chica o, si lo hacemos, en absoluto, expresa emoción. Las fotos comunican la esencia de la objetificación, ese particular modo de dominación que elimina de la ecuación sexual cualquier posibilidad de que la mujer pudiera tener una información de lo pudiera suceder a continuación.

Ella no se avergüenza de reconocer que es una puta, no se la está obligando a confesar su obediencia. Ni siquiera puede estar segura de que los hombres realmente la quieren. Por sus expresiones, simplemente, pudieran estar aburridos. Tal vez, ellos hayan visto demasiadas mujeres hermosas y desnudas. Tal vez, haya otra chica esperando entre los bastidores que ellos pudieran preferir. Tal vez, con el tiempo, intentarían usarla, si les diera la gana.

Por supuesto, esto es la esencia del sexismo, tal como es definido por las feministas, el tratar a la mujer como un mero objeto. Me apresuro a decir que me encantan las feministas. Estoy de acuerdo con ellas. Entonces, ¿por qué me permito disfrutar de estas imágenes? Porque sé que algunas mujeres también se excitan con ellas, incluso, las mujeres que se hacen llamar a sí mismas feministas. En un contexto de la D/s, estas imágenes son aceptables. Si una mujer se excita al ser utilizada como lo son estas mujeres, si en el momento del compromiso sexual, ella quiere ser tratada como un objeto por un hombre que comprenda sus motivos, entonces, la experiencia es liberadora para ella, no opresiva.

viernes, 4 de abril de 2014

Incordiando con su pene

“Ven aquí.”

Ella va hacia la ventana, dónde él está.

“De rodillas.”

Se pone frente a él. El hotel da a un edificio alto, no muy lejos. Tal vez, otro hotel. Un observador atento mirando por una ventana de la izquierda, posiblemente, podría detectarlos.

Él se baja la cremallera y se saca su polla. Está tumescente, gruesa pero todavía no dura.

“Haz exactamente como yo digo. Nada más.”

Echa para atrás su prepucio y la pone debajo de su nariz. Ella inhala su aroma. Siente que su coño se ha enrojecido, se ha puesto caliente. Él frota la punta de su pene despacio contra sus labios. Ella se resiste a la tentación de abrir su boca.

“Bésala,” dice él. “Sólo la punta.”

Ella lo hace, poco a poco, con ternura.

“Ahora, bésala a todo lo largo. Hasta el fondo y vuelve a hacerlo de nuevo.”

Ella frunce sus labios y la besa lentamente hasta abajo y, luego, hacia arriba.

“Lame la punta,” le dice.

Ella ahueca su lengua alrededor del glande, deslizándola de una manera resbaladiza sobre la piel tan suave.

“Buena chica,” él dice. “Ahora, envuelve tus labios alrededor del glande y mantenla en tu boca. Sin absorber.”

Él hace que la mantenga allí durante uno o dos minutos. Ahora, está totalmente dura. Entonces, él la agarra por los pelos y pone su cara en posición, antes de empujar su polla lentamente y de una manera constante hacia su boca, hasta que la cabeza está en el fondo de su garganta. Al cabo de un rato, ella empieza a ahogarse. La retira un poco para darle aire y, luego, la empuja nuevamente. Lo hace por tercera vez durante más tiempo. Ella está luchando por respirar cuando, finalmente, saca la polla de su boca.

“Esto fue sólo una degustación,” él dice. “Diversión bucal.”


“El plato principal viene más tarde,” dice él. “Cuando yo haya provocado tu apetito.”

miércoles, 2 de abril de 2014

Sobre los azotes

Si bien creo, el dominante tiene que disfrutar de los azotes (de lo contrario, ¿qué sentido tendría?), no creo que aquél tenga que disfrutar de los azotes para ser un dominante. Estoy seguro que existen dominantes que prefieren mejor otras clases de juegos: la negación del orgasmo, el pinzado de los pezones, la humillación pública, el entrenamiento de la mascota, etc. Cada una de esas actividades divierte y, en un momento u otro, me he comprometido en todas ellas. Pero, para mí, el spanking es, por defecto, un clásico en la D/s. Algunas veces, pienso que disfruto de los azotes tanto como lo hago al follar; afortunadamente nadie me ha preguntado que elija entre los dos.

¿Qué es lo que tiene el spanking que me atrae tanto? Puede ser que haya alguna razón psicológica del por qué me gusta, pero no he tenido el don de indagar lo suficiente en mi carácter para descubrirlo. Sin embargo, puedo pensar en varias razones objetivas.

 En primer lugar, tiene una gran atracción estética. No existe ninguna duda en mi mente de que las nalgas de una mujer son una cosa bella (y un disfrute eterno, como dijo el poeta). Raramente he visto un trasero de cerca que no me llegara a gustar y que nunca sintiera más urgencia por azotarlo que acariciarlo, besarlo, lamerlo y, sí, penetrarlo.

Existe algo maravilloso sobre la manera que se mueven cuando camina (o se retuercen en la cama). Y hay algo profundamente placentero sobre sus redondeces, la simetría, la suavidad y, a su vez, la coloración de la hembra por detrás, la manera que cambia su intachable blancura a un tono más profundo rosáceo (yo solamente he azotado a mujeres blancas)  y, luego, si prosigues azotándolo suficientemente, al rojo e incluso al púrpura (y otros colores, cuando se convierten en moratones).

Otro atractivo de los azotes es que, casi inevitablemente, el acto lleva una cierta carga de humillación para quien lo recibe. Ya sea que repose sobre las rodillas, o inclinada sobre una mesa o pupitre, o arrodillada en la cama, la mujer está en una desventaja psicológica. No puede ser cualquier cosa, excepto una posición subordinada si  está a punto de ser azotada. No es bueno tratar de que se quede dignificada. Reducir a una mujer a tal estado, me produce una grandísima satisfacción.

Lo que también me gusta, es que con los azotes, ella recibes una respuesta detallada. Si atas a una mujer o le pones pinzas en sus pezones, por supuesto, probablemente, recibirá un montón de reacciones, pero no son tan sistemáticas. Cuando la azotas, consigues una respuesta por cada uno y por todos los cachetes. Necesariamente, esto no significa que ella jadee o gima o grite cada vez. Pero, sobre todo, ella querrá que, incluso su prolongado silencio, sea expresivo. (Algunas veces, la mujer absorbe la experiencia paso a paso. Sin embargo, usted conseguirá una respuesta audible eventualmente. Si lo estás haciendo bien).

Una de las mejores cosas de los azotes es que estimula solo la zona  adecuada. Es verdad que, con algunas mujeres, sus pezones parecen estar conectados directamente con sus vaginas. Al retorcerlos o pinzarlos o morderlos, todas ellas se humedecen instantáneamente. El spanking es algo muy sutil en sus efectos sobre la zona erógena primaria. Lo que hace, si lo haces correctamente, es conseguir que ella se caliente y este calor se extienda entre sus piernas y pronto consigas la tumescencia y lubricación, por así decirlo. A cualquier dominante le encanta esto, la sensación de excitación que él la está provocando al hacer algo que realmente él quiere hacer.

Otra cosa es que los azotes se prestan por sí mismos a escenarios muy diferentes. Si te gusta el juego del rol o representar escenas de fantasías, el spanking se adapta de forma natural, si se trata de una colegiala traviesa que no ha hecho sus tareas caseras, o de una sirvienta insolente, o la chica amable cogida jugando con ella misma, o de una mascota que no quiere aprender sus lecciones formativas adecuadamente, o el castigo por la noche de las chicas del reformatorio – bueno, podría seguir y seguir, pues creo que sabes de lo que estoy hablando. En cada uno y en todos estos pequeños escenarios y unas decenas más de lo que se podría pensar, el spanking es una parte esencial del ritual.

También existen una amplia variedad, y agradable, en los tipos de instrumentos que se pueden usar. Por azote, me refiero a cualquier clase de golpe sobre el trasero. (Personalmente, solo me gusta azotar en el culo y, algunas veces, entre las piernas. No me gusta hacerlo en la parte delantera, especialmente en los pechos. Además, creo que puede ser peligroso.) Así pues, existen látigos de varias clases (fustas y látigos de una cola y martinetes y así sucesivamente). Hay floggers y correas y fustas y paletas. Y, por supuesto, la cane. ¡Oh, la cane! (Aunque ya le hice un homenaje en otro post), creo que se merece un blog aparte.

La clase de spanking sobre el que he estado hablando, es cuando el dominante sencillamente, quiere hacer que ella chille, solo para su placer. No estoy hablando sobre (como opuesto a “pretender”) azotes de castigo reales. Es un tema aparte, tal vez, para otro día. El spanking que tengo en mente, por ahora, es el tipo de escenario que pudiera ser precedido por alguna de esas frases que siempre me ponen lanzado, tanto cuanto, lo hace mi victima predestinada. Estoy pensando en unas breves órdenes como, “Levántate la falda” o “Bájate las bragas” o simplemente, “Inclínate.” Qué deliciosa sensación de anticipación me produce, no hay nada como esto.