viernes, 25 de enero de 2013

Orgasmando


“¿Cuándo te corriste por última vez?”

Ella no esperaba esta pregunta. La tuvo que pensar. “Ayer por la mañana, mientras estábamos en la cama.”

Ella lo recuerda. Se ponen juntos. Ella sostiene su pene duro en una mano mientras que la otra la pone entre sus propias piernas. Después de que ella se hubo corrido, él la folló. A ella le encanta de esta manera. Se pone tan sensible después de orgasmar.

“Quiero que te corras de nuevo,” dice él.

“¿Ahora?”

“Sí.”

Como usted quiera, Señor,” dice ella. Esta no estaba pensando en esto, pero, ahora, al comentarlo, está teniendo su efecto.

“Quítate tus bragas,” dice él.

¿Cómo se las ingenia él hacerlo? ¿Cómo es tan fácil para él, ponerla en ese lugar donde ella se debate entre la humillación de estar expuesta (con el placer de la culpabilidad) y su deseo de agradarle?

Ella levanta su falda y, por debajo, tira de sus bragas hasta sus tobillos.

“Túmbate y levanta tu falda para que yo pueda ver,” le dice.

Ella es tan tímida y, sin embargo, sabe lo intenso que es su deseo de mirar, de verla de la manera tan íntima. Ella se sube la falda hasta la cintura.

“Ábrete,” dice él.

Poco a poco, ella separa sus muslos.

“Ahora, pon tus manos ahí y vamos a trabajar,” dice él.

Él empieza a hablarle, describiendo las cosas que quiere hacer. Algunas de estas cosas involucran a otros hombres. Ella está excitada, sin embargo, piensa que pudiera sentirse paralizada por el miedo si la obligara a hacer tales cosas.

“¿Quieres ver mi polla?, pregunta él.

“Sí,” contesta ella.

Él se baja la cremallera y la saca. Esta gruesa y desliza la piel de su prepucio hacia tras.

Ella se queda mirando al glande de color rosa púrpura. A ella le gustaría metérsela en su boca, pero está demasiado concentrada ahora en su sumisión, no puede tomar ninguna iniciativa, solo responder.

“Cuando te hayas corrido, voy a follarte,” le dice. “Pero no tan rápido y fuerte como ayer. Va a ser largo y despacio. Voy a tomarme mi tiempo y cuando eyacule, no va a ser a borbotones. Va a salir de mí hacia tí como un río.

“Oh, Dios,” dice ella, y se corre: “Ahhhhhh…”

domingo, 20 de enero de 2013

¿Muy sexualizadas?


Más de una vez, he oído decir que las mujeres sumisas tienen un deseo sexual muy alto. Mi propia experiencia no ha sido lo suficientemente amplia como para tener una muestra científicamente válida, (estoy intentando “conseguirla,” pero no hay que ser demasiado codicioso), pero hablando anecdóticamente, me gustaría confirmar la observación. Las mujeres que he conocido, todas han sido notablemente muy libidinosas. Al menos, me han parecido así. Y debo añadir que, muy gratamente, ha sido así.

Estoy interesado en saber por qué esto debe ser así. ¿Por qué las mujeres sumisas quieren más sexo en comparación con una mujer normal? ¿Es que las mujeres sumisas son más conscientes de su sexo, de modo que se permiten, de alguna manera, aprovechar la fuente del deseo? O, ¿es que muchas mujeres son altamente sexuadas por naturaleza y se encuentran a sí mismas canalizando su deseo en las fantasías de la sumisión?

Vamos a considerar esta última posibilidad. ¿Por qué se tiene que dar el caso de que muchas mujeres que tienen una gran necesidad de sexo buscan el someterse? No lo creo,  porque las mujeres en su conjunto son “naturalmente” sumisas, el sexo más débil que instintivamente reconoce la “superioridad” del hombre. Al menos, no me parece que haya sido así con las mujeres que he conocido, ninguna de las cuales, creo, compararía las nociones de la sumisión de la mujer, tal como se reflejan en el “mundo real.”

Ni tampoco creo que las mujeres altamente sexualizadas decidan convertirse en sumisa para atraer a los hombres de una manera fácil. Es verdad, que anunciar al sexo masculino que harás cualquier cosa que ellos quieran, captarían su atención. Pero, gran parte de ellos no será del tipo de que a cualquier chica le vaya a dar la bienvenida. Las mujeres ya saben qué clase de criaturas están al acecho en el banco de trabajo y, dudo, que ellas quieran animarles a que salgan a la luz del día. En cualquier caso, no me parece que puedas tomar una decisión consciente para convertirte en sumisa, simplemente como una estrategia, para potenciar tus perspectivas de citas. Es algo mucho más profundo que eso.

Mi conjetura es que para algunas mujeres, cuyas mentes se extravían con bastante frecuencia hacia temas sexuales, les vaya un poco como esto. En nuestra civilización, las niñas son educadas para desconfiar del sexo. No quiero decir que sea el caso de que necesariamente se las enseñe de que sea malo, aunque es evidente que algunas lo sean. Es algo que es bastante peligroso y puede muy fácilmente irse de las manos y, por lo tanto, hay que mantener un estricto control sobre los pensamientos y actos sexuales. Pero, estas chicas quieren muchísimo sexo, más de lo que la gente dice que deben. Los impulsos en sus cerebros (y más abajo) son, a menudo, deseos sucios y oscuros (por lo menos, el condicionamiento social les dice que ellas son así). Dudan en dar rienda suelta a sus impulsos y, sin embargo, los necesitan para disfrutar.

Si una mujer de este tipo puede encontrar a un dominante para someterla, la responsabilidad de controlar su sexualidad pasa a él. Ella no debe decidir más si debe hacer esta “perversidad” que secretamente tanto disfruta. El dominante no solamente debe darle permiso para entregarse a sí misma, sino que positivamente, también le ordena a realizar actos y a tomar parte en fantasías que ella ya habría reconocido previamente que le interesaban. Si una puede recuperar durante un momento, la parte psicológica y el superego de su personalidad, que normalmente controla y regula su conducta sexual, se transfiere fuera de ella y llega a formar parte de la persona del dominante. La identidad, que está en gran parte suprimida, puede ahora descontrolarse, si el dominante la sanciona, y lo hará, siempre y cuando se ajuste a sus propias necesidades. Todos los dominantes ansían una puta, ¿no desean  una puta a su entera disposición?

De acuerdo, sé que los libros de Freud son euros. Y no creo que esto sea toda la historia. Lo que no se tiene en cuenta es el hecho de que las mujeres sumisas tienen un intenso deseo de agradar. Mi descripción del mecanismo del deseo de sumisión hace que parezca como una gran egoísta, una estrategia diseñada para gratificar los propios deseos de la sumisa. Pero, un gran parte de su placer procede de complacer los deseos de él, en vez de los suyos. Pero, de alguna manera, ¿necesita ella todavía el “permiso” del hombre para someterse a él?

Por supuesto, que se puede argumentar a partir de falsos supuestos. Quizás, la proporción de mujeres altamente sexuadas sea más grande (o incluso mayor) en el mundo vainilla. Así es como mi vida se organiza, las que no lo son, son las que me encuentro.

domingo, 13 de enero de 2013

Mujeres casadas y con niños



El otro día, una mujer casada me hizo algunas preguntas sobre cómo la D/s podría expresarse en el día a día, dentro de su matrimonio, sin exponerse demasiado, sin transmitir, de una manera ostensible, su condición de sumisa, debido al hecho de que tiene hijos pequeños.

He aquí algunas de las sugerencias que le dije:

Esperar a tener permiso de tu Dominante para empezar a comer.

Permitir que tu marido te preceda para entrar o incluso abrirle la puerta.

Llevar una prenda de vestir simbólica o un accesorio, como una pulsera de cuero en tu muñeca, tobillo o cuello. También podrías considerar el llevar un pequeño plug.

No le llames por su nombre, sino más bien “marido” o “padre.”

Siempre camina a su derecha o izquierda, según le convenga.

Esperar a que Él se siente primero.

Siempre que sea posible (por ejemplo, en la sala de estar), siéntese en el suelo cerca de su pie, mejor que en una silla.

Nunca discutas con él en presencia de los niños.

Y como nota de advertencia, mantén siempre el cajón de los juguetes cerrado con llave. La última cosa que no necesitarías hacer es, intentar explicar a los niños por qué papá le pone a mamá las esposas y la azota hasta hacerla gritar.

sábado, 12 de enero de 2013

Ser su perfección


El otro día, una hermosa sumisa que conozco, me escribió. Me decía que ella estaba caminando por un estado de constante excitación y no sabía qué hacer al respecto. Decía que había hablado con su marido sobre su condición, pero que él no parecía demasiado dispuesto a pasar su tiempo involucrado por completo en el sexo.

¿Qué podía hacer ella para satisfacer su necesidad?

He aquí mi respuesta:

“Mi sugerencia es que, más que enfocar toda tu energía, incluyendo la energía sexual, sobre tus propias necesidades y excitaciones, enfócala en agradar a tu dominante. Si él está demasiado cansado del sexo, tal vez existan otras cosas que puedas hacer para aliviar su cansancio. Tal vez, él necesite estar algún tiempo a solas, quizás le gustase tener una bebida preparada cuando llegara a su casa o, tal vez, exista una tarea que puedas asumir por ti misma.

Utiliza tu exceso de energía para ayudarle a recuperar la suya.                                         

Te enseñaré una lección muy importante: Sé su equilibrio. Sé su perfección.

Una vez que comprendas esta lección y puedas vivirla, te convertirás en una sumisa bien desarrollada y una esclava bien entrenada.

Creo que esta es una de las lecciones más importantes que una sumisa pueda aprender, pero no es un tema fácil. Aunque la norma de estar complaciendo sea remarcada durante las primeras etapas del entrenamiento, es fácil perder el enfoque.

Además, la sumisa debe comprender lo que significa ser el “equilibrio” del dominante. Solamente con una comprensión detallada del mismo, ella puede esperar a llegar ser su perfección.”

miércoles, 9 de enero de 2013

Mirar


Siempre he sabido que me gusta mirar a la gente cuando hace el amor. Pero, no fue hasta hace relativamente muy poco tiempo, cuando tuve la oportunidad de verlo en muchas ocasiones. Algunas personas pudieran decir que soy un voyeur. Pero, no creo que, de verdad, yo encaje en esa descripción. Lo que yo entiendo por voyeur, es a alguien que furtivamente observa a los demás. En otras palabras, alguien que curiosea a los demás, ¿estoy equivocado? De ahí, la falta de un equivalente femenino. Yo nunca he oído hablar de una mujer voyeur, ¿verdad? Muchas de las llamadas “perversiones” sexuales parecen ser mucho más comunes entre los hombres que entre las mujeres. No digo que las mujeres tengan algunas. Quiero decir, ¿qué es la sumisión, sino una perversión sexual ante los ojos del mundo vainilla? Pero, las mujeres no parecen seguir desviaciones muy perversas. O, tal vez, yo haya llevado una vida muy protegida.

Esto es un tema para otro artículo en el blog (la perversión o no perversión de las mujeres, no mi vida protegida). Vamos a volver al tema de “mirar.” Creo que un voyeur es alguien que siente placer viendo a otras personas teniendo sexo sin saber que él les está observando. Sólo puedo sospechar sobre las motivaciones de las personas que hacen eso. Los psicoanalistas dirán que hay algo inherentemente sádico y controlador sobre el acto de ver, que es una especie de acto agresivo. Bueno, tal vez, sea pasivo/agresivo. Puede ser que el voyeur sienta que su secreta posición le da poder, que él sabe algo que ellos no saben. Pero, al mismo tiempo, es seguramente una admisión de impotencia, que él puede ver sin la posibilidad de participar. El resultado final del voyeurismo es una masturbación solitaria, ¿no? (No quiero decir que la masturbación esté necesariamente conectada con la impotencia.  En realidad, no, pero, pienso que está en este contexto).

Yo no siento este mismo impulso. No quiero esconderme detrás de una cortina. Creo que este tipo de observación es abusivo, puesto que se está realizando un acto sexual sin el consentimiento de otras personas involucradas. El voyeur puede defenderse alegando que es un crimen sin víctimas. Pero, creo que, de que los que están siendo espiados no lo sepan, no exime a quien lo perpetra.

Lo que me atrae, es ver a la gente que sabe que estoy ahí. Me gusta ver lo que la gente normalmente esconde de los demás. Me gusta ver sus actos más íntimos. Me gusta lo que ellos están dispuestos a dejarme ver, invitarme a su privacidad.  Por supuesto, nunca  conseguirás penetrar en lo más recóndito de lo que hacen. Y tu presencia, inevitablemente tiene un efecto sobre su comportamiento. Pueden hacer cosas que, de otra manera, nunca harían o no harían cosas que, de otro modo, sí harían. Existe un problema en la antropología social del llamado observador participante, el tema es que el mero hecho de observar es inevitablemente, en algún sentido, una intervención, un acto de participación y la gente va a actuar de manera diferente si saben que tú estás ahí. (Existe también una cuestión interesante sobre la observación en la mecánica cuántica, pero, no vamos a ir ahí). Y, aun cuando sus actos no puedan ser modificados, el cómo se sientan cuando ellos lo están haciendo, debe ser, sin duda, diferente. De todos modos, lo que estás viendo es bastante real.

Estoy asumiendo que, todos los involucrados están contentos con lo que está pasando. De lo contrario, no estaría muy feliz conmigo mismo. Si ellos lo son, creo que, inevitablement, un elemento exhibicionista entra en ello. Las parejas que tienen relaciones sexuales están involucradas en una actuación, aunque en realidad no empiecen a hacer gala de ella. Ellos hacen lo que hacen, en parte, para que yo pueda verlo. Me interesa y me gustaría hablar mucho más sobre esto, sobre lo que pasa por sus cabezas cuando lo realizan para otra persona. Pero, no soy alguien a quien le guste mirar, me gusta saber.

viernes, 4 de enero de 2013

La revisión


Ella sale de la ducha, envuelta en una gran toalla blanca. Él está sentado en el sofá leyendo el periódico. Pone la prensa en el suelo y se queda mirándola.

“Ven aquí,” le dice.

Ella tiene una mirada muy intrigante en sus ojos. Él la tiene en los de ella, pero no sabe bien cómo. ¿Va a ensuciarla otra vez ahora que acaba de ducharse? Ella está de pie delante de él, muy cerca, pero sin tocarle. Hay silencio. Ella piensa que debe mirarle a los ojos, pero es difícil cuando la mira de esta manera.

“Tira la toalla,” dice él.

Ella vacila, se siente incómoda justo antes de que la deje deslizarse hacia el suelo y se quede desnuda.

“¿Te has afeitado el coño?, pregunta.

Ella se sonroja y mira hacia otro lado. ¿Por qué tiene que ser tan directo? ¿Debe usar él esa palabra? Tímidamente, ella duda.

“Acércate más,” dice él “Quiero sentir que está suave.”

Ella decide acercarse más, sonrojándose aún más.

“Separa tus piernas,” le ordena.

Ella abre sus piernas un poco más y esquiva la mirada cuando él pone su mano entre sus piernas. Acaricia su sexo pasando sus dedos por los labios, luego sobre su monte de Venus. Parece que está bastante suave.

“¿Estás húmeda?” pregunta él. “Espero que no juegues contigo misma en la ducha.”

Ella lo niega con la cabeza. De hecho, pensaba tocarse brevemente. Pero, sospecha que él pudiera estar fuera esperándola y cualquier cosa que hubiera hecho, no quería que su conciencia se sintiera culpable.

Él introduce un dedo dentro de ella.

“Uuuummm,” dice él, como si no estuviese del todo seguro de la verdad de su negación.

“Si no estuvieses húmeda ya, creo que estarías poniéndote. ¿No lo crees?”

Ella no tenía una respuesta adecuada para para contestarle en este momento.

Él saca el dedo de su vagina. “Date la vuelta,” le dice.

Ella está de espalda a él. Al menos, ahora que él no puede ver su cara para disfrutar de su rubor, observar su vergüenza.

“Inclínate,” dice.

Ella lo hace tal como se lo ordena.

“Separa las nalgas de tu trasero,” le dice. “Quiero ver si estás limpia.”

Ella desea que la tierra se abra. Le gustaría salir corriendo por la puerta y esconderse.

Él se inclina hacia adelante para observar  la parte inferior de su trasero. De repente, tira de ella hacia él y le lame el agujero de su ano. Ella tropieza y casi se cae, pero él la tiene cogida por la cadera con sus manos y evita que se caiga. Ella siente que la está presionando con un dedo humedecido alrededor de su ano.

“Échate sobre mi regazo,” le dice. “Quiero hacerte un examen minucioso.”

Ella está echada  sobre él, boca abajo. Separa las nalgas de su trasero, luego lame su dedo nuevamente y lo presiona contra su culo.

Está todavía muy apretado, ¿no es así? Tal vez, demasiado, será muy placentero follarlo.”

Empuja su dedo más adentro. Ella gime, en parte porque le duele un poco, pero, sobre todo, porque no puede imaginarse nada más humillante con lo que él la está haciendo.

Él saca el dedo. “Ve a buscar el lubricante y el plug,” le dice.

Ella se levanta y va al cuarto de baño. Regresa con lo que le ha pedido y se los entrega sin mirarle a la cara. Él acaricia sus piernas, indicándole que debería echarse de nuevo sobre su regazo.

Poco a poco y con cuidado, extiende el lubricante con su dedo por el ano de ella. A pesar de su turbación, ella empieza a relajarse un poco. Pero luego, empieza a hablarle de nuevo. Es como si estuviera intentando deliberadamente avergonzarla. Ella quiere esconderse dentro de su mente, pero él se lo impide.

“Vamos a tener que aumentar el programa de entrenamiento,” dice él. “Más horas con el plug insertado. Quizás, toda la noche.”

Él empieza a introducirle el dildo, poco a poco.  Es el más grande que a ella le han metido en su vida. Él está todavía sorprendido de que ella pueda tenerlo introducido todo, nunca hubiera pensado que ello fuera posible cuando lo vio por primera vez.

“Además, creo que, en su momento, será un plug mucho mayor,” dice él.

¿Más grande? Dios mío, ¿qué piensa él que es ella? ¿Una contorsionista? ¿Una mujer elástica y sorprendente?

“¿Sientes que está dilatándose?” pregunta él.

Ella tiene que contestarle ahora. No le apetece, pero no puede ignorarle.

“Sí, señor,” dice ella. “Muchísimo…”

“Y cuando te maldigo, ¿cómo te sienta? ¿Te sientes cómoda?”

Ella se está sonrojando nuevamente. No encuentra una palabra para responderle.

“No, cuando usted está amable, señor,” dice ella. Esta se pregunta, ¿hay algún reproche implícito en lo que ella ha dicho? Pero, sobre todo, él es muy amable y solo, rara vez, se deja llevar por el frenesí de la lujuria.

“Quiero conseguir que tu culo esté preparado para que lo usen otros hombres,” dice él. “Quizás, ellos puedan tener sus pollas más grandes que la mía. Necesitas estar debidamente bien preparada.”

Ella siente un brote de pánico en su interior. Él nunca le ha hablado antes de esta manera. ¿Lo dice en serio? Seguramente, no. Ella decide interpretarlo como una broma.

“¿Incluso más grande que la suya, Señor?”

“Muy divertido,” dice él. Este le propina un buen cachete en su nalga. Ella grita.

Él pone sus dedos en el plug y lo gira un poco. Ella gruñe ahora, principalmente, por el placer. La hace sentirse bien, sin importarle lo tímida que es.

“Por supuesto,” dice él, “serán cuidadosamente seleccionados. Solamente aquellos que merezcan la pena, les serán permitidos tener el privilegio de sodomizar tu delicado y pequeño culo. Solamente, los verdaderos conocedores de los anos de chicas jóvenes y guapas, hombres que sean expertos en provocar tales placeres y saber cómo se saborean.”

Él está acariciando sus nalgas. Son suaves y muy sexy al mismo tiempo. El plug está ahora bien encajado en su ano. Se siente relajada, abierta, disponible, de la manera que a él le gusta sentirla, sumisa. Sus palabras la siguen ruborizando, pero ahora, la hacen sentirse un poco puta.

“¿Te agradaría recibir las pollas de esos hombres en tu adorable y pequeño culo?” pregunta él. “¿Primero, una polla, y luego, tal vez otra?”

No, piensa ella. No es real. Es solo su fantasía.

“Si ese es su deseo, Señor,” contesta ella.

Pero, ¿y si lo dice en serio?