domingo, 30 de septiembre de 2012

Sumisión...


¿Qué significa ser sumisa? ¿Es algo que eres, como persona, algo que capturas y cómo reaccionar ante determinados hechos y situaciones? O, ¿es una reacción a una situación determinada ante la que eres pasiva y te sometes a dicha situación, siendo activa y dominante, a la vez, en otra? Creo en esta última definición.


Cuando eres activa o pasiva, extrovertida o introvertida, existen muchísimos modelos que se vinculan con esto. Cuando alguien te ordena en el trabajo, por ejemplo, y dices, sí. ¿No te estás sometiéndote a alguien? Cuando un hombre mantiene una puerta abierta a una mujer o la invita pagando en el restaurante, él es, hasta cierto punto, dominante y ella, que lo acepta un poco sumisa al aceptar su oferta y sugerencias.


Hay situaciones en las que la sumisión se llama y, generalmente, se acepta; como en el ejército y, tal vez, en la vida religiosa (en muchos casos). No creo que nadie llame a un soldado sumiso.


Ser soldado es algo muy varonil, al menos, en un sentido tradicional. Otras clases de sumisión están más asociadas con el ser mujer. Cualquiera que sea el punto de vista que se pueda tener con respecto a la igualdad entre los sexos, hay un patrón, al menos, en la sociedad occidental, la sumisión de la mujer y la dominación masculina. Incluso si sólo se expresa en la forma que nos citamos y nos tratamos con los demás públicamente. Y solo en ciertas situaciones, parece más aceptable que la mujer sea algo pasiva, un poco más sumisa que el hombre. Además, por lo general, al hombre se le exige que sea activo y dominante, en vez de pasivo o sumiso.

 

De ahí que, muchas mujeres se pregunten a sí mismas: ¿Qué soy yo? ¿Soy una persona sumisa o una persona dominante? Al leer mi blog, usted probablemente pensará que todas las mujeres de las que hablo sean sumisas, pero no olvide que esta faceta puede sólo una parte de ellas. En realidad, también son otras personas. Pudiendo ser activas y decididas en ciertas situaciones, como a lo que concierne a su trabajo. Y, a continuación, por ejemplo, pueden llegar a ser muy dóciles y pasivas, incluso, un poco sumisas. Todos sabemos que, incluso, disfrutan con las fantasías sobre la sumisión.

 

Supongo que, a la hora de la verdad, hay un poco de ambas cosas en todas las mujeres sumisas, al igual que existe un Ying Yang y viceversa.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Libertad para dejarme caer


Recuerdo un día, cuando yo apenas tenía siete años, que había subido a un árbol y no podía bajarme. Me las ingenié para hacerlo por mí mismo hasta la mitad, pero, al final, me encontré colgando de mis manos con todo un camino para subir. No tenía fuerzas ni para mover mis pies y mis brazos temblaban por el esfuerzo.

Finalmente, decidí tirarme y solté mis manos de la rama en la que estaba colgado. Nunca olvidaré la sensación de libertad y dejarme ir mientras sentía cómo la rama se escapaba de mis manos. Tomé la decisión de dejarme caer y, a pesar de que al toparme el suelo, me golpeé y me lastimé el coxis, todavía recuerdo la inmensa sensación de libertad de los latidos de mi corazón mientras me estaba cayendo.

Yo me había soltado y no tenía nada más que hacer. No tenía ningún sentido que me preocupara por lo que sucediera, ya que iba a pasar al margen de lo que yo pensara. Ha habido muy pocas veces en mi vida en las que me haya sentido tan libre.

Desde tu interior más profundo, siento el deseo de la misma sensación de libertad; donde las preocupaciones prometen ser vencidas, donde los propósitos y las metas son palabras vacías, donde tu alma, como una hoja en la tormenta, gira hacia la salvación al final del túnel.

Permíteme acariciar la hoja en mis manos. Permíteme soplar suavemente sobre ella y reír de alegría a medida que gira alrededor de mi cabeza. Permíteme ser lo suficientemente fuerte, vigilante, confiado para mantenerla a salvo.

Sí, recuerdo la sensación de libertad que vislumbré cuando yo era un crío.

Recuerdo.

Y, sin embargo…

Y, sin embargo, elijo en permanecer erguido en medio de la tormenta, enfrentándome a los truenos ensordecedores y a la nieve cayendo como agua nieve. Elijo coger tu mano con la mía y mantenerte caliente.

Porque, cada vez que me sonríes, vislumbro esa misma libertad en tus ojos.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Un trabajo arduo


Ella está desnuda encima de la cama, sus labios curvados alrededor de su pene mientras él está sentado trabajando ante su ordenador. A ella, no le está permitido chupar activamente o, de alguna manera, estimularle. Su trabajo se centra solo en confortar a su verga mientras él trabaja. Se lo ha dicho con claridad, si su polla se pone dura, le distraerá e interferirá en su trabajo, lo cual ella debe asegurarse de que no suceda. Justo, en este momento, su pene está pesado y un poco hinchado, pero no tumescente.

Él sigue trabajando. De vez en cuando, le acaricia la parte posterior de su cuello, pero distraídamente, sin apenas darse cuenta de lo que está haciendo, mientras lee las palabras de la pantalla. Es de noche y él se está tomando una copa de vino. Ella, al contrario, sorbiendo cualquier jugo que se salga del glande de su pene.

Él prolonga su trabajo durante una hora o más. Ella está muy bien entrenada como “chica buena” y le gusta complacer. Siente que está contribuyendo, al estar bajo la mesa y ayudándole a sentirse bien mientras trabaja. Más tarde, ella quiere leer lo que ha escrito y puede, pero nunca mientras él esté escribiendo. Odia que la gente mire por encima de su hombro.

Lo que a él le gusta de esta posición es que es erótica, pero en un tono muy light. Como Dominante, la belleza de la D/s es que puedes tener a tu sumisa de la manera que quieras y para él, no siempre significa caliente y excitada. Pero, al menos, él se toma un relax para sus trabajos. Él la pone de pie y la gira presionándola hacia adelante para que se ponga sobre la mesa. Todavía sentado, se inclina hacia adelante y separa las dos nalgas de su trasero con sus manos, luego le planta un beso justo en la mitad de sus nalgas. Bordea su apretado y pequeño agujero con su lengua, vueltas y más vueltas, bordeándolo lentamente. Después de un rato, puede apreciar que su ano está relajado y dilatado. En el cajón de la mesa, hay un tubo de lubricante. Pone un poco en su dedo y lo introduce en el culo de ella. La gira hacia él y la empuja hacia abajo para que se arrodille otra vez.

“Ahora, puedes hacer chupármela,” dice él

No se toma mucho tiempo para empezar a hacerlo. Ella sabe cuánto le gusta que se lo hagan. Una vez más, la acerca hacia sus piernas y le da la vuelta. Esta vez, le inclina su espalda hacia abajo sobre su regazo. Cuidadosamente, ubica su pene en su culo y lo empuja hacia arriba, introduciéndosela un par de centímetros de una vez, hasta que le llena su agujero por completo. La folla con suavidad pero insistentemente, sin pausa hasta que la profundiza por completo. La saca y se sube la cremallera de su pantalón, luego, la besa cariñosamente en su nalga.

“Me acostaré contigo en unos quince minutos,” le dice.

Arriba en la cama, ella puede oír el golpeteo del teclado. Siente que su semen rezuma lentamente desde su culo. Su mano está entre sus piernas. Se pregunta si ella podría conseguir que él se acostara más pronto. Pero, lo que ella quiere más, es estar despierta hasta que él llegue. Luego, intentará si puede hacer que se le ponga dura nuevamente. Quiere ser follada un poco más por el otro agujero.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Las fantasías de las mujeres sumisas


No creo que me sorprendiera demasiado porque algunas mujeres sumisas me hablaran de sus deseos y fantasías. Pero, me llevaría un tiempo para darme cuenta de cuán perversas y retorcidas ellas pueden ser. Por supuesto, de la mejor manera posible. A menudo, estas fantasías no son consensuadas. Uno debe esperar esto. Una mujer que quiere ceder el control, que quiere que le digan lo que tiene que hacer, es probable que tenga fantasías de ser forzada para realizar actos sexuales, incluso si, en la vida real el que la “forzaran,” fuera consensuado.

De ahí que, las mujeres sumisas piensen con frecuencia en ser secuestradas, encarceladas y esclavizadas. Les divierten estar en el poder con los hombres malos, que las sometan a azotes severos y castigos crueles. Ser usadas, humilladas y violadas. Ya sea ser humilladas en un ritual público, como ser paseadas desnudas por las calles o sometidas a exámenes médicos íntimos bajo la mirada de los espectadores. Piensan en las señales corporales al ser forzadas: los piercings, tanto permanentes (aros en sus labios vaginales como en sus pezones) o temporales (agujas presionadas en su carne trémula, pinzas, etc.), o en la escarificación o la marca. Algunas sueñan con la lactancia o la fecundación forzada.

No pretendo sugerir que todas las mujeres sumisas tienen estas fantasías o pensamientos, solamente que muchas de ellas parecen tenerlas. Y creo que si sueñas durante el día con tales cosas, es probable que tengas fuertes inclinaciones sumisas, incluso, si no actúas sobre ellas.

El dominante quiere conocer a su sumisa. Quiere conocer su cuerpo, a lo que responde, de lo que es capaz y qué placeres anhela ofrecerle. Y quiere conocer su mente. Si él está para controlarla, entrenarla y hacerla una buena mujer para él, este necesita saber qué pensamientos oscuros guarda ella. Pero, la sumisa puede ser reacia a desvelar sus secretos. Reconozco que una mujer pueda guardar estas cosas para sí, encerrándose en sí misma, en su mundo interior. Y las mujeres pueden ser tímidas a la hora de revelar sus anhelos sexuales más íntimos. “Las chicas elegantes” no piensan en esas cosas. Las mujeres que se respetan a sí misma no piensan sobre tales cosas. Las mujeres que se creen iguales que los hombres, no están seguras de que deben excitarse con los pensamientos de ser meros objetos de la lujuria.

Pero, de todos modos, el dominante necesita saber. Tiene que conseguir su confianza y convencerla de que ella necesita dejarle entrar, por su bien y por el de ella. Esta tiene que convencerse de que no importa cuán vulnerable sus fantasías pudieran hacerla. Sin embargo, por muy degradantes que pudiera ser admitirlas, él nunca pensará mal de ella. Al contrario, la admirará por su honestidad y por su excitación cuando fantasea en su imaginación. Y él estará encantado cuando ella se lo diga todo. Porque entonces, puede trabajar con este material en beneficio mutuo, buscando las maneras de usarlo en su mutua excitación, incluso, haciendo realidad esas fantasías.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Las necesidades de la masoquista


Esta es una idea que, durante los dos últimos años, ella ha estado intentando definir y comprender, de cómo se la aplica a sí misma como mujer y sumisa.

Como mujer masoquista, más novata que algunas otras y, quizás, mucho más inexperta de lo que la mayoría cree, al principio, ha luchado para llegar a admitir tal necesidad. Era hasta casi vergonzoso, ¿quién, en su sano juicio, puede sentir una satisfacción placentera al recibir algo tan simple como unos azotes con una fusta o un látigo? Sin embargo, ella sentía tal satisfacción. También le parecía de sumo interés cualquier tipo de implemento que fuera diseñado para tal fin e, incluso, algún otro que no lo fuera. En raras ocasiones, se encontraba a sí misa mirando un objeto e imaginando en su mente cómo podría ser utilizado para administrar dolor y la búsqueda de uno o dos momentos para esa indulgencia. Algunos instrumentos que ella había experimentado funcionaron y encontraron su camino en su cajón privado, otros, no y, pronto, fueron descartados.

Sexualmente, sus fantasías estaban llenas de actos de depravación y dolor, se masturbaba furiosamente ante muchas de ellas y luego, mucho más tarde, se cuestionaba su propia salud. Ella era una mujer que no disfrutaba con el dolor o, por lo menos, no estaba dispuesta a admitirlo. Pasados estaban los recuerdos de cómo se sentía cuando, involuntariamente, se cortaba un dedo y veía la sangre burbujeante delante su piel. Pasados estaban los momentos de placer total y absoluto, mientras una oleada de calor intenso recorría su cuerpo e infundía en su mente unos profundos deseos eróticos. Pasados estaban los momentos después, cuando se dió cuenta de que estaba bien saciada. Usted debe entender que la enseñaron que tales tipos de cosas estaban equivocadas y que ella necesitaba una cura. En aquel entonces, ella era una mujer joven y adulta y tenía poca o nula tolerancia y comprensión  hacia alguien fuera como ella.

En esta situación, estaba cuando su primer Dominante le dijo que tenía interiormente una necesidad masoquista muy fuerte. Se rebeló y decidió luchar a la vez. Ella creía, a su propia manera, no solamente de que intentaría luchar por esa misma realización, sino también, iba a intentar presionar lo más posible a su Dominante. Los pensamientos que la asediaban y el deseo que las palabras de su Dominante le estaban provocando, le causaban también miedo y asco a la vez. Sin embargo, a pesar de ello, hubo un movimiento de comprensión dentro de su propio corazón. De cualquier modo, ¿esta nueva inquietud era normal y saludable? ¿No era ella la misma mujer que aceptaba y hablaba de cada persona, independientemente del género y la cultura, de la sociedad o entorno, teniendo intereses únicos y diversos que no fueran menos normales y saludables que los de otras personas? Aunque, pudiera ser que la búsqueda de ciertas expresiones fueran, por cualquier razón, menos aceptadas que otras, no eran de menos importancia para personas que buscan una manera de disfrutar de ellas activamente.

Empezó a darse cuenta que, dentro de ella, estaban el hambre y la sed y que no pueden ser saciadas por una simple interacción sexual. De hecho, el sexo estaba empezando a aburrirla. Era necesario contar con un elemento añadido de dolor y placer, equilibrado y controlado por la mano de un hombre capaz de mantenerlo de esta manera. Su Dominante llegó a ser ese hombre para ella. Ésta le cedió su control para estimular y producir respuestas de ella misma que ya estaban chisporroteando a fuego lento bajo su piel, solamente bloqueadas por las dudas y la incredulidad. A través de sus interacciones, él exploraba y dirigía su mente y su cuerpo para aceptar eso que ella no podía, liberando al animal sensual y cálido de una mujer que se nutre de una mezcla deliciosa y retorcida de un severo  dolor y placer.

La necesidad empezó a crecer y desarrollarse. Muchas veces, ella le rogaba más dolor y, cada vez, encontraba y descubría que ese dulce alivio era mejor para su crecimiento. Sí, existía algo increíblemente seductor en ese dolor puro y erótico. Algo que, incluso, hace que la vagina más seca empiece a humedecerse y filtrar su flujo como una fuente desbordante.

Ella necesitaba encontrar más oportunidades para disfrutar y expresar esta necesidad en las manos de su Dominante. Empezó a leer, informarse y hablar con dominantes sádicos. Al ser una mujer masoquista novata, liberada recientemente, le fue muy fácil mostrar su necesidad interior. Ella era una atracción para que cualquier sádico le hablara, porque, como ya he descrito, había algo dentro de esta masoquista que atraía poderosamente a aquellos que eran su contraparte, los sádicos.

Por mucho que ella empezara a frenar su respuesta sumisa dentro de ella, por la falta de comprensión de su Dominante, descubrió su propia frustración que, aún la unía más profundamente y con más fuerza, a quien y lo que ella era como mujer. Aunque pudiera realizarse con cada hombre, no lo sentiría. No todos los hombres Dominantes son sádicos. ¿Cómo podría ella luchar contra la naturaleza? No podría, no podría luchar más contra su naturaleza de mujer masoquista, no podría ignorar el placer de ser mandada y realizada por un Dominante fuerte, sádico e inteligente.

Su necesidad interior está ahora abiertamente expuesta por ella misma y reconocida o comprendida por aquellos que la atestiguan. Tiene unos deseos muy fuertes e intensos, a los cuales, ella se somete. Y más aún, a los que todavía tiene que someterse. Sin embargo, tiene una cierta responsabilidad en esto. Como mujer masoquista, todavía es responsable y consciente de los riesgos que asume. Demasiados, al usar su juicio y discernimiento para elegir – hipotéticamente – a esos hombres a los que en el transcurso de su participación, inevitablemente, les tenga que entregar su control. Su propia necesidad no puede, por sí misma, permitirse el invadir o controlar su realidad. Deberá y permanecerá consciente de quién es y qué es ella y de los peligros que ha aceptado.

Por una buena y lógica razón, la necesidad no invalida ni niega esa necesidad.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Azotes y ser azotada


Una cosa buena de las fantasías es que puedes ser lo que tú quieras ser. Si yo quiero ser un hombre azotando a una mujer, puedo serlo y si quiero ser la mujer que está siendo azotada, puedo elegirlo también. Al igual que, puedo ser un alienígena o un aeroplano.

Tengo que admitir que el spanking es interesante desde ambas perspectivas. El azotar a una mujer es una idea irresistible, tenerla sobre mi regazo y dejar caer una lluvia de azotes directamente sobre su trasero desnudo.

No sé cuánto tiempo la estuve azotando, pero fue durante un buen rato y ella se resistía y retorcía en mis manos, mientras el cepillo del pelo, de madera, golpeaba su piel desnuda. Me sentía feliz, excitado y lo disfrutaba. No sabía ni me imaginaba que azotar a una mujer en su culo, fuera tan divertido. Dejé de pensar que yo debería ser indulgente con ella. Quería ver y oír el golpe del cepillo sobre su piel sensible y sentir su dolor. Ella estaba allí para mí y yo disfrutaba azotándola y sólo me preocupaba de su satisfacción por ser azotada. Su dolor era una parte de ello, pero no existía ninguna sensación de querer hacerla daño. No había rabia ni odio, solo alegría y júbilo. Su dolor era mi deseo, pues lo hacía por mi lujuria, la de ella, por el ruido de los azotes y por su visión.

Me dí cuenta que ella había dejado de luchar y se quedó quieta en mi regazo para seguir siendo azotada. Su cuerpo se retorcía cuando el cepillo golpeaba su culo, pero ella parecía aceptar el dolor y se lo llevó consigo por mucho que intentara evitarlo. Continué durante un rato más sin querer parar, pero después de algún tiempo, me sentí cansado y pensé que, en realidad, ya había recibido bastante.

Al mismo tiempo de ser azotada, el someterse a la crueldad de ser azotada es muy excitante también, tal vez, aún  más. La idea de entregarse al castigo, sin controlar el poder proyectado sobre su persona, con alguien que usa ese poder para hacerla sufrir, es algo terrible – terrible, pero bueno.

“¡Levanta tus caderas!” Le dije. Ella sabía para qué era esto, lo cual era mucho más  degradante. Hizo lo que la dije y sintió mis dedos entre la cinturilla de sus bragas. Con cuidado, las deslicé hacia sus rodillas y, de pronto, estaba casi desnuda. Este ritual lo había conocido antes una vez  y ahora, que estaba medio desnuda, bocabajo sobre mi regazo. Yo estaba, por supuesto, completamente vestido y ella sentía la tela de mis pantalones contra su piel desnuda. Esto la hacía sentirse aún más vulnerable que antes. Ella era simplemente una mujer medio desnuda en el regazo de un hombre, a punto de ser azotada y el desequilibrio, entre el estar yo vestido y ella semidesnuda, la hacía sentirse aún más humillada. Por extraño que parezca, ella encontró este sentimiento de humillación muy adecuado. Iba a ser castigada y la humillación era, también, parte de su castigo.

Yo no dije nada cuando cogí el cepillo que estaba junto a mí sobre una mesa pequeña. Pero ella, al verlo, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo y, por ello, se sintió traicionada, disimulando lo avergonzada que estaba.

Esto es una diatriba y para ser honesto, no estoy seguro de lo que estoy tratando de decir, tal vez, que he encontrado la idea de dar unos azotes a alguien que quiere y no puede…Es el milagro de las fantasías

viernes, 14 de septiembre de 2012

En su rostro


Ella sabe exactamente lo que quiere. Yo también lo sé y, al menos, lo quiero tanto como ella. Quiere que yo me ponga a horcajadas sobe ella, mientras está boca arriba en la cama y que  ponga mi verga en su boca, la folle violentamente, luego la saque y me corra en su cara.

Para mí, hay pocas cosas más eróticas e, incluso en movimiento, que la vista de la cara de una mujer chorreando con mi semen. Pero, ¿qué es lo que me atrae tanto? Supongo que existe una especie de tabú sobre ello. El hombre está destinado a eyacular en el interior del cuerpo de la mujer. Existe una larga tradición en la ortodoxia judeo – cristiana en contra del derrame de la semilla del hombre. Esto es, porque se supone que el sexo está predestinado para la procreación. La masturbación, la sodomía y el sexo oral están proscritos porque hace imposible la concepción. Por lo tanto, uno de los placeres de correrse en la cara de una mujer es un pecado. Pero, para mí, que solamente tengo vestigios de sentimientos religiosos, se trata de algo más que eso. Creo que nadie sea más atraído por un coño que yo, pero un coño no tiene poderes expresivos. Mientras que cuando te corres en la cara de una mujer, esta puede ver lo que haces, sentirlo también y su cara registra sus emociones.

He visto una especie de sonrisa beatífica en la cara de una mujer sobre la que acababa de eyacular, una expresión de profundo placer y satisfacción, incluso de asombro. Es como si el semen brotara de ella, es una especie de tributo a sus fuertes deseos, una especie de ofrenda y que ella se siente complacida y honrada al recibirlo. Es una prueba tangible, muy visual y táctil de que el hombre lo deseaba tanto que perdió el control de si mismo en el momento del clímax. Creo que las mujeres disfrutan mucho de esa sensación, que pueden excitar a un hombre hasta el punto de que no puede evitar eyacular sin que él pueda controlarse. Sí, como ya sabemos, él puede correrse en el interior de su vagina y eso es muy hermoso. Pero, no tiene esa sensación de la inmediatez, no es tan palpable y plástico. No como en su cara, por acuñar un término.

Algunas veces, es agradable jugar con ello después, limpiando las gotas de su mejilla con su dedo y hacer que lo limpie chupándoselo o untándolo por su cara, para que ella pueda sentirlo seco en su piel, como si fuera un recuerdo. En ocasiones, incluso he lamido un poco de él, ya fuera de mi mismo. Todo hombre debe conocer el sabor de su semen antes de que vaya a salpicar la cara de otra persona.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Es una cierta crueldad?


Este artículo es un breve extracto de algo que escribí hace un tiempo. Doy por hecho  que escribo más sobre lo que sucede en la mente de ella que en su cuerpo.

Y tengo que decir, que me parecen muy interesantes sus interpretaciones de los artículos que he escrito sobre los azotes. Pensé que había dejado algunas cosas sin decir, por lo tanto, diferentes tipos de interpretación son posibles.

“Esto es una locura," pensaba ella. "El día fastidiado. Mi mente confusa, no puedo concentrarme. Necesito centrarme, necesito tener mis facultades despejadas. Tengo trabajo que hacer y necesito estar aquí.”

Él le hizo perder el día de ayer. Ella no durmió bien.  ¿Cómo iba a poder dormir? Él es un hombre malo. Sabía que su día sería horrible.

Todo porque le envió un SMS. Muy moderno. Ella es igual que él. Una combinación de extremos: mente medieval y conocimiento de las tecnologías del siglo XXI.

“Mañana, a las 8, está preparada.” Este conciso mensaje fue lo que le envió. Ella intuía que algo tenía que venir, que no era una sorpresa. Más bien, una sorpresa intuida. Aún así, su corazón empezó a latir y, en realidad, no dejó de hacerlo desde entonces. Estas dos palabras: “…está preparada,” marcan la diferencia. Significan que será muy severo.

Su día laboral se había ido a pique, no podía concentrarse en su trabajo, sus colegas creían que estaba triste o enfadada y no podía hablar con nadie sobre esto, ni incluso con sus mejores amigas en la oficina. Es muy probable que se cayeran de las sillas si les dijera que estaba nerviosa por un castigo.


Después del trabajo va a salir con ellas. Sabe que le preguntarán cómo está, qué le pasa, etc. No puede hablarles. No la comprenderían. ¿Cómo podrían ellas comprenderla?

“Ya ves, estoy con este hombre que me castiga cuando hago algo mal.” ¿Cómo podrían ellas reaccionar ante esto? Llamarían a la policía, la obligarían que fuera a declarar.


En realidad, debería pagar su Amo por enviarle un SMS como ese. Ella no era todavía muy eficiente en su trabajo. No podía quitárselo de la cabeza. No podía dejar de pensar en este castigo.

Él sabe lo que está haciendo. Sabe exactamente cómo reaccionará, sabe muy bien que le quitará el sueño y le fastidiará el día. Él busca eso. Quiere que ella se sienta así. Ella quería que fuera en cuanto antes, mejor esa misma noche. Quería realizarlo y solucionarlo de una vez.

“La espera de un castigo es como esperar al dentista. No, es peor. El dentista, al menos, intenta minimizar tu sufrimiento. Un castigo es lo opuesto. Él quiere que yo lo sufra. Quiere que sea duro.” Pensaba ella.

Para ella, “Está preparada,” significa que será muy severo, con mucho sufrimiento para ella, un castigo muy duro. No puede dejar de preguntarse: “¿Qué será? ¿Cómo será?”

“Severo” puede significar que sea muy largo o muy doloroso. O ambas cosas a la vez. Él tiene una paleta de madera pesada, como la suele llamar. Esto es lo que quiere decir. El peso de la misma significa dolor. En verdad, duele muchísimo.

No quiere pensar en ello. Está en el trabajo y sus colegas se preguntarían en que estará pensando. Sin embargo, no puede dejar de pensar en la temida paleta.

También, alguna vez ha usado una caña de bambú, que no tiene nada de agradable. Se supone que es peligrosa, puede partirse y cortar o, mejor dicho, podía cortarla. Pero, él es muy cuidadoso con estas cosas. Confiaba en él. La vara de bambú es muy, muy dolorosa. Su núcleo es bastante duro y flexible.

“Pero, duele muchísimo. Suponía que es para causar dolor. Después de todo, es un castigo. No me gusta, ni creo que me llegue a gustar nunca,” reflexionaba ella.

Todo es una contradicción. Sentada en esa oficina, ser una profesional, ser buena en casi todo, estar entre sus compañeros siendo cortés y agradable a la vez y de un comportamiento correcto. Y sabiendo que esta noche, estará tumbada boca abajo sobre sus rodillas o en alguna otra parte y mostrando una cierta desnudez. No sabe exactamente cómo estará vestida, pero está muy segura que no tendrá puestas sus bragas. Ella misma se desnudará y recibirá el castigo sobre su cuerpo.

 

“Es una locura. Sé que es una locura dejar que alguien me castigue, dejar que alguien decida esas cosas, dejar que alguien elija infligirme dolor. Es una locura, especialmente, si no estás tan asustada como yo lo estoy. Sé que estoy loca.”

 

“Estimadas colegas, vuestra compañera de trabajo, que está sentada entre vosotras, esta noche irá al apartamento de su compañero y ella misma será sometida a este cruel y doloroso castigo para el cual, ella desnudará su cuerpo con el fin de hacerlo más doloroso. Posiblemente, no pueda decirles por qué estoy tan nerviosa. Me encerrarían si lo hiciera.”

 

“Porque no puedo hacerles comprender que yo quiero esto. ¿Cómo podrían ellas comprender que existe una mutua comprensión entre él y yo en esto? ¿Cómo podrían comprender que le he dado este derecho, este derecho a controlarme a mí y a mi cuerpo, entregándome yo misma a él? ¿Cómo podría yo explicar que, aunque tenga miedo nada más que al pensar en mi castigo, lo haré, porque realmente quiero tener ese poder sobre mí y darle ese poder significa que lo usará? No tendría sentido si no lo hiciera.

 

¿Cómo podría yo decirles que lo quiero? Insistía ella en sus reflexiones.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Comercializando el sexo


Una lectora me pregunta si puedo sugerirle algunos juguetes eróticos para cada día y, así, poder usarlos cuando esté con su Dominante. Es curioso que algunos objetos puedan tener una simple utilidad en gente respetable y sean pervertidos en la gente atrevida que los usa con más imaginación.

No creo que alguien que esté leyendo este blog, necesite que le programe lo que  pueda hacer con unas pocas pinzas de la ropa. Con toda seguridad, me he divertido mucho cuando las he usado en una temblorosa mujer sumisa. Así mismo, los cepillos del pelo son muy manejables, no solo como herramientas para azotar, ya que el mango tiene también sus aplicaciones. Las cucharas  y espátulas de madera son las más obvias candidatas para divertirse y jugar. Normalmente, casi siempre existe una cadenilla en un cajón y anudándolas en las pinzas que aprietan los pezones dan mucho juego. ¿Has tratado de utilizar alguna vez esos pequeños artilugios que absorben el aire de las botellas de vino antes de ponerles el tapón? Yo no los he utilizado, pero algunas personas le sacan mucho partido.

Siento la tentación de relacionar esta clase de artilugios con lo que los analistas culturales se refieren como bricolaje, en los que la gente recoge objetos de una actividad y los utiliza en otra diferente. En un principio, todos los de la actividad de la D/s se basan en esto. De vuelta a los viejos tiempo (cuando lo eran), esto era todo lo que había, cosas como utensilios de cocina y uso doméstico que se prestaban a adaptarse como juguetes eróticos. Es relativamente reciente, cuando el mercado ha desarrollado los juguetes sexuales a medida. Tal vez, algunos de ustedes tengan la edad suficiente para recordar los tiempos anteriores a los vibradores, cuando las mujeres jóvenes utilizaban engorrosos artilugios de masaje, descubrían ingeniosas aplicaciones sexuales con las aspiradoras o, incluso, se subían a las lavadoras cuando necesitaban una estimulación sexual.

Pero, el capitalismo actual es muy “diligente” para buscar nuevos nichos de mercado y diseñar nuevos productos o ampliar aplicaciones de otros ya tradicionales. Los teóricos del marketing llaman a esto “comercialización.” Actividades que empiezan como áreas de ocio humano fuera de la economía de mercado que, llevadas a cabo por puro placer, llegan a transformarse en campos de explotación comercial. Lo que antes estaba disponible de forma gratuita, está ahora envasado y se vende. Tanto la actividad por sí misma como el mecanismo para llevarlo a cabo. Por tanto, actualmente existe un negocio multimillonario fabricando juguetes sexuales de todas las clases, sin mencionar todas las otras actividades sexuales que son explotadas por emprendedores: como la pornografía, sex clubs, agencias de encuentros, etc.

Esta es la cultura en la cual vivimos actualmente. Se nos presenta como un gran manjar a elegir, si tenemos dinero, claro. Así pues, ¿quién se queja?

Por eso, algunas veces me pregunto, si uno no puede tener algo tan divertido como una cuerda larga, un cinturón de cuero o una bufanda. Ninguno de estos artículos ha sido comprado para fines atrevidos o sexuales. Por otra parte, me gustaría encontrarme con una mujer que, habiendo probado un vibrador, me dijera: “No, gracias, me quedo con mi mano derecha, no quiero que mis orgasmos estén comercializados.”

Con esto, no quiero decir que ella abandone por completo su método manual. Sino que es buen saber que la mecánica tradicional está ahí. Algunas veces, un vibrador se puede parar.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Gracias, mi Señor...


…tenía la punta de mi clítoris muy inflamada y, apenas apoyé la yema de mi dedo sobre la misma, lenta y muy pausadamente, dejé correr como agua tibia el primer flujo sobre la cama… de este modo, continué hasta dejarme caer, como si usted me observara y controlara mis impulsos…la sincronización perfecta de mis contracciones y los paulatinos orgasmos derramándose entre mis dedos, llevándolos a mi boca, beberlos, lamerlos, saborearlos, tragándomelo todo, sabiendo que Usted estaba aquí, mirándome…

Gracias, mi Señor, por los dos orgasmos permitidos… Espero haberle complacido…

Le decía una sumisa desconocida a su Amo…

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Me arrodillo por obediencia o sumisión?


La sumisión generalmente puede generar poder: al darte cuenta que tienes algo que dar y que eres capaz de dominar tu propia voluntad para entregarte de la manera que tu Amo quiere, en vez de la manera que tú piensas. Ella o él debería quererlo, puede inspirar orgullo: no el falso orgullo de un ego inflado, sino el orgullo verdadero que, como la humildad, procede del conocimiento más profundo que la sumisa tiene de sí  misma.

Creo que la sumisión plena requiere una fe tan ciega como la de un niño. Esto no es una cosa fácil para una mujer que creció forzada a ser completamente independiente y a cargo de todo lo que la rodeaba. Tener que ser una persona adulta antes de que haya crecido, significa aprender a  cuestionarlo todo y poca confianza. Aprender a reprimir los sentimientos y esconder las emociones. Una mujer que crece de esta manera puede ser vista como “madura para su edad,” responsable, inteligente, sensata y, sí, esto puede significar cosas muy buenas en muchas parcelas de su vida. Por ejemplo, puede conseguir el éxito profesional, académico, social, etc. Pero, esa misma chica también puede convertirse en una mujer cabezona, desconfiada, consciente de una imagen recelosa, muy mujer. No es fácil para que esa mujer pueda ser sumisa.

“Ben Alí, mi naturaleza es ser sumisa, pero, aprendí a rechazar esa parte de mí. A veces, mi relación con él ha tenido consecuencias negativas por esta negación de mí misma. Hace un año, tomé la decisión de respetarle, honrarle y someterme a él. Tomé la decisión de estar sexualmente disponible. Tomé la decisión de no aplazarla. Tomé las decisiones de renunciar al control que se extiende a todos los aspectos de mi vida. Renovamos nuestros votos el uno con el otro antes de que la familia y los amigos que se sentaran con una incredulidad silenciosa para oír palabras tales como “obedecer” y “esposas que se someten a sus maridos.” Estoy comprometida con él y con estas promesas, pero la sumisión no es todavía fácil.”

“Es muy difícil someterme cuando no estoy conectada con él emocionalmente. La vida y mi profesión me obligan a estar demasiado tiempo bajo control, dirigida, demasiado perfecta. El ser feliz es para mí muy difícil con esta vida tan agitada que llevo. Los dos estamos muy ocupados. Siempre voy corriendo en busca de aeropuertos y trenes. Al correr hacia donde él está, no me hace sentirme temerosa, sola, miserable o descentrada. No podemos conectar. No puedo encontrar ese sitio donde yo me sienta centrada y capaz en vez de someterme. Necesito que venga a mí y me diga: “¡Basta!” Cuando no puedo encontrar mi sumisión, necesito que me exija obediencia.” Me confiaba ella.

Hay una diferencia entre obediencia y sumisión. Es posible obedecer sin someterse. La obediencia es una acción externa, mientras que la sumisión es una actitud interior. Con otras palabras, él puede instruirte para que te arrodilles delante de él y, entonces,  tú puedes obedientemente caer de rodillas ante él, pero, eso necesariamente no significa que estés de rodillas mentalmente. Te puede decir que te arrodilles y le presentes tus nalgas para que sean azotadas y la mujer, en la habitación puede físicamente hacerlo, pero, en su mente, “su niña interior” todavía puede estar de pie o, incluso, pateando y gritando o tirándose al suelo.

Al exigir obediencia, no significa que no haya ningún valor en él. Mediante la práctica de la obediencia, la mujer que no es sumisa puede aprender sumisión. Contra más obediente sea, con más frecuencia, a su rebelde niña interior se le presenta la oportunidad para sentir la belleza de la sumisión, la calma del cumplimiento, la paz que procede al centrare en las necesidades de él.

Una mujer puede arrodillarse solo por obediencia, pero cuando se arrodilla, se ve obligada a mirar hacia él. Su posición sobre ella es reforzada. Ella siente que sus rodillas presionan sobre el suelo y la hacen consciente de su cuerpo, cómo está posicionada y cómo la mira  él. Es duro para esa niña interior que patalea y grita cuando está arrodillada. La propia posición es un símbolo de humildad, de súplica, de admiración, de deferencia, de aceptación – todo lo que la sumisión requiere.

Al obedecer la orden de que se arrodille para ser azotada, puede superar su insumisión más rápidamente que siendo azotada en cualquier otra postura. Exponer su trasero sobre las manos y rodillas es innegablemente una postura de sumisión. A diferencia de cuando él la pone sobre sus rodillas, arrodillarse para recibir un azote, priva a la desafiante insumisa de la comodidad de estar cerca de él y la seguridad de tener su regazo debajo de ella. También es una postura muy exigente físicamente, es difícil permanecer enojada y agresiva cuando tiene que centrarse en mantener su posición.

“Él me dice que le traiga la paleta de cuero escondida en su cajón de la mesilla de noche y luego, esperar a que se arrodille en nuestra cama, yo con las bragas sobre mis rodillas dobladas. Su dirección me hace sonrojar en la humillación y de dudar un momento, considerando brevemente cómo puedo desafiarle. Pero, he prometido y, aunque no me pueda sentir sumisa, honraré mi promesa y obediencia. Porque me dijo que lo hiciera, lo haré. Cuando llegue el momento, después de que los azotes hayan terminado,  él  con una voz firme y tranquila, al verme sollozar, me hará señas desde la cama. Hará un gesto para que me arrodille ante él, donde sentado en un sillón en el rincón de la habitación, mi resistencia se ha ido, azotada por completo con los golpes duros y picantes de la paleta de cuero, al anochecer, me llevaron hacia él.”

“Arrodillarme ante sus pies, mientras está sentado en su sillón, mi trasero desnudo se cierne justo por encima de mis rodillas – la quemazón de los azotes es todavía demasiado intensa para que haya cualquier contacto. Me siento pequeña, humillada y tranquila, pero también me siento querida y amada. Obedecí cuando dijo que me arrodillara y fuí azotada. Me sentí expuesta e incapaz de esconderme. Él vió todo mi cuerpo, inclusive esas partes íntimas que no puedo desnudar para mirarlas en el espejo, pero él no dejó de amarme. La mujer que no confía fácilmente, que le desafía en todo, le obedeció. Ella optó por confiar, optó por no desafiar. Ella se arrodilló sobre la cama y esperó, porque la dijo que lo hiciera. Ella hizo caso omiso de la mujer que toma sus propias decisiones y controla su propio universo.”

Al arrodillarse, la mujer sumisa encuentra la humildad y la dignidad. Muestra su gracia y feminidad – la sumisión expresa cada una de estas cualidades.

“Sigo manteniendo mi trasero desnudo justo fuera de la alfombra, debajo mis rodillas, mientras me inclino hacia adelante y le muestro la profundidad de la sumisión que he encontrado. Siento sus ojos mirando hacia mí, siento sus dedos enredarse en mi pelo que está todavía húmedo por las lágrimas, siento su cuerpo temblar de placer. Estoy centrada de nuevo, estamos conectados.”

Algunas personas podrían sacudir sus cabezas en señal de desaprobación, decir que es una mujer débil, que está preocupada, decir que su Dominante es un abusador o, por lo menos, muy manipulador si ha podido  convencerla para que le obedezca de esta manera.

Pero ambos, dentro de su relación, Amo y sumisa, piensan de un modo diferente.

“Ben Alí, él es un hombre fuerte, bueno, cariñoso e inteligente. Sólo porque yo me arrodille y espere, no significa que él no reconozca que yo sea su digno igual para estar a su lado. Que él me azote no significa que  no se merezca mi sumisión. La reconoce como un regalo que yo le entrego. La sumisión requiere la confianza y la fuerza que la mera obediencia no tiene. Al exigir obediencia, ha allanado el camino para que yo reclame mi sumisión, pero él no me ha forzado a someterme. He elegido libremente darle este regalo. Al saber que tengo la fuerza para arrodillarme ante él voluntariamente, me hace más confiada y segura. Al saber que es el deseo de mi corazón someterme a este hombre, confirma la pasión y el amor que existe entre nosotros.”

“Gracias por escucharme, leerme y darme sus opiniones.”
Una sumisa desconocida