sábado, 28 de junio de 2014

Esposada

“Mira,” le dice. Este abre la palma de su mano. Ella mira a las dos pinzas de acero unidas por una cadena fina.

“¿Sabes para qué son?”

Ella asiente con la cabeza.

“Quítate la camisa.”

Ella la desabrocha y la pone a un lado.

“Y el sujetador.”

Ella también se lo quita.

“Tienes unos pechos muy bonitos,” él dice. Ella se ruboriza un poco. La dice que se siente en una silla y se pone encima de ella. “¿Tengo que atarte?”

Ella lo mira. “¿Va a ser malo?”

“Sí.”

“Entonces, va a ser mejor que me espose.”

Él coge la pequeña esposa para pulgares y le reduce sus manos en su espalda. Le acaricia sus pezones ligeramente, haciendo que se pongan duros. Luego, coge las pinzas y cuidadosamente las coloca en sus pezones. Ella respira profundamente. Coge la cadenilla que une las pinzas y le da un pequeño tirón. A ella, se le corta la respiración.

“¿Duele?” Él pregunta casualmente.

Ella asiente con la cabeza. Él tira de la cadena un poco más fuerte. Ella gime suavemente. Él quita las pinzas y se inclina para chupar sus pezones con ternura, cada uno, a su vez. Luego, vuelve a ponerle las pinzas de nuevo.

“¿Duele un poco más ahora?” él pregunta. Ella asiente con la cabeza. Coge las abrazaderas de las pinzas y las retuerce. Ella gime.

“Necesito hacer esto,” dice él.

“Sí,” ella responde.

Él retuerce las pinzas con crueldad. Ella grita.

“Pobre mujer,” él dice. De nuevo, las retuerce.

“Oh, Dios,” Ella dice.

Él se inclina y besa su boca, un beso largo y profundo. Luego, le quita las pinzas. Él juega con sus pezones, retorciéndolos, frotándolos entre sus dedos y su pulgar.

“Todavía no he terminado,” dice.

“Lo sé.”

“¿Preparada?”

Ella asiente positivamente. Él pone las pinzas de nuevo. Ella gime. Él tira fuerte de la cadena, tan fuerte que ella se levanta de su asiento. Luego, la deja ir.

“No creo que hayamos descubierto lo mucho que de esto puedes recibir,” le dice.

“No.”

“Pero, un poco más, es probable,” él retuerce las pinzas de nuevo. Ella chilla. “Calla,” dice él.

Da un paso hacia atrás y la mira, disfrutando con lo que ve en su cara. Él sabe el dolor que está infligiendo. Eventualmente, le quita las pinzas y sus suaves manos, una vez más, calman sus pezones.

“Sé que duele mucho,” dice él. “También sé que quieres que las vuelva a poner. Por supuesto, en este mismo momento, no hay nada que tú desees más. Pero, si me lo pides con amabilidad, te las pondré de nuevo.”

Él espera. Ella le mira, como si su mirada le ablandara su corazón. Él la vuelve a mirar implacablemente.

Ella respira profundamente. “Por favor, Señor, ¿me quiere poner de nuevo las pinzas?”

Él lo hace. Ella hace una especie de gruñido en la parte posterior de su garganta. Él piensa que lo que en realidad, ella quiere es, que la haga gritar.

“Buena mujer,” él dice.

Muy despacio, él empieza a retorcer las pinzas. Su cara muestra dolor.

“Oh, por favor,” ella dice, “por favor…”

“Shhh,” él dice. Este quita sus manos de las pinzas. Espera un rato. Luego las retuerce de nuevo, más fuerte que nunca.

“Pídelo,” le ordena.

Ella se calla durante un momento. Hay una fina capa de sudor en su frente.

“Por favor, Señor, por favor, ¿me las quitará ahora?”

Él espera un momento, luego, se compadece. Él aprieta la cabeza de ella contra su pecho.

“Estoy orgulloso de tí,” él dice.

“Si le pido que me las vuelva a poner,” dice ella, ¿me follará usted?”

jueves, 26 de junio de 2014

Orgasmos

Entré en un foro y el tema era sobre los orgasmos femeninos.

Puesto que no soy mujer, no soy la persona más adecuada para describirlos. No obstante, hice un esfuerzo mental para desdoblar mi mente y dar mi opinión. Y escribí:

“Para mí, los orgasmos en la mujer son un viaje y un destino. Es como hacerla flotar en un éter delicioso, llevarla abajo y arriba y, por sus alrededores y, luego, inducirla hasta una intensidad indescriptible y hacerla gritar y rugir del placer que sale del éter y, de nuevo, volverla al mundo. Por lo general, en una sesión bien llevada, hay un orgasmo que es súper intenso y un montón de otros, más pequeños.

Para una gran mayoría de mujeres, los orgasmos clitoriales son los mejores. Si el hombre es inteligente con la lengua y con la adicción de los dedos, en el momento justo, es uno de los mejores activos que un buen Dominante puede aportarle a una mujer. Al menos, el toque de un Dominante siempre hace el camino más largo.

Me llevó un buen tiempo – años – en darme cuenta que muchas mujeres no experimentan ese tipo de intensidad y algunas, nunca se corren. No estoy muy seguro, pero sospecho que hay razones por las que esto funciona para algunas. Todas las mujeres son únicas, pero pienso que, sólo pudiera ser verdad con algunas.

No obstante, creo que las sumisas tienen la ventaja de ser bendecidas y afinadas en este aspecto por sus Dominantes.”

Silencio. Las respuestas llegaron a los cuatro minutos. No tuve la culpa.

martes, 24 de junio de 2014

Sentir ahora

“Necesito sentir sus azotes, acusar el dolor que inflige en mi cuerpo, provocando hematomas en mi piel, pero dejando que mi alma vuele libremente.

 

Necesito llorar de angustia, sólo para que me golpee de nuevo. Necesito llevar su dolor, su sufrimiento. Necesito su violencia. Brutal. Inquebrantable. Dura. Forzada.

 

Necesito sentir en cada centímetro de ser físico que soy suya, que existo bajo su voluntad y para su único deseo.

 

Azóteme y llevaré sus marcas con orgullo. Las llevaré sabiendo que son un producto de su furor, de su energía y de su alma. Y, luego, déjeme…

 

Enciérreme. Frío y temblores y sola, para bailar en el filo del dolor que me ha dado. Para hacerme reflexionar, para saber que soy de su propiedad, su objeto y su sumisa y para saber cuál es realmente mi sitio.

 

El único consuelo que necesitaré, es saber que usted es mi Amo y que tiene todo el derecho sobre su masoquista.”


…me escribió ella.

sábado, 21 de junio de 2014

Variedades de dolor

No es ningún secreto el hecho de que me gusta hacer daño a las mujeres sumisas. Me excita verlas retorcerse y encogerse, oírlas jadear y gemir. La mayor parte de todo lo que me excita, es sentir lo húmedas que se ponen entre las piernas, para saber cuánto las excita el dolor.

Con los años, me he convertido en un gran estudioso del dolor, explorando sus diferentes modalidades. Por supuesto, aquí no sólo estoy hablando del dolor erótico. Oír a un niño gritar o ver a un animal enfermo es insoportable para mí. Pero ver a una mujer guapa retorciéndose entre sus ataduras, ver esa mirada en sus ojos, todavía medio asustada, y desearlo a pesar de sí misma, eso es puro placer. Y siempre es fascinante ver exactamente cómo responde cada mujer. Ellas varían mucho, tanto en lo que pueden recibir, como con qué tipo de dolor se sienten más excitadas.

Para mí, sólo hay unos pocos tipos específicos de dolor en los que estoy interesado infligir. Sé que hay algunos dominantes que golpean y patean a sus sumisas y a estas parecen gustarle o dicen que les gusta. Pero, eso no me atrae. No busco causar daños graves y ese tipo de avasallamiento no tiene la forma correcta de la atracción estética.

Lo que me gusta provocar, es un dolor que esté muy centrado, corto y agudo, un dolor picante y que se aplica en una parte erógena del cuerpo. Por lo tanto, disfruto mucho de las bofetadas en la cara, aunque tienen que ser aplicadas con control y necesitas monitorizarlas o controlar sus respuestas con sumo cuidado. No todas las mujeres responden bien a esto. Lo mismo pasa con los tirones de los pelos. Con un giro repentino y bien ponderado de los cabellos, se pueden conseguir excelentes resultados. Algunas mujeres van directamente al subespacio.

El pinzamiento de los pezones es uno de mis tipos favoritos. El tipo de pinzas adecuadas pueden generar un dolor blanco y ardiente, como las agujas penetrando la carne. En especial, me inclino por las pinzas mariposas japonesas, con sus dulces trocitos de goma cubriendo los dientes, que aprietan más y más contra más se tira ingeniosamente de las pinzas. Como he dicho antes, las mujeres varían mucho en su tolerancia. He conocido a un par de ellas que, una vez que se empieza con las pinzas, parecen ponerse excesivamente ávidas de dolor, queriendo más y más. Le quitas las pinzas y, está claro, que ellas quieren volver a tenerlas de nuevo, incluso si una sumisa se supone que no pide lo que quiere. No hace mucho tiempo, hice que una chica se masturbara con sus pezones pinzados. Observar su cara, mientras disfrutaba de esa combinación especial de dolor y placer, fue una experiencia maravillosa para mí.

Y luego, por supuesto, son las zurras. Una vez más, yo prefiero los implementos que imparten escozor o picor más que los del dolor sordo. No me gustan las paletas (recuerdo un episodio absurdo con una paleta de pingpong, un instrumento muy ineficaz). Me gusta usar mis manos. Es una sensación muy especial recibir uno mismo un poco de picor. Una vez que da un escalofrío extra adicional, es como si yo estuviera preparado para sufrir un poco con el fin de que ella sufra más. ¡Cuán noble es este auto-sacrificio por una buena causa!

Me encantan el strap o tira de cuero y el tawse, que no solamente hacen un hermoso “crack,” ya que atacan a la piel, sino que deja una buena raya, bien definida en el trasero, calentándolo ya que imparte un encantador rubor rosado en  sus nalgas. Me gusta usar también mi cinturón, aunque, a veces, algunas se pongan nerviosas como resultado de un par de azotes mal cronometrados por mi parte. Esto hace que me sienta mortificado por mi torpeza. Es saludable darse cuenta de que hay una línea muy fina entre el dolor que excita y el dolor que aliena. Es muy fácil golpear a una mujer de una manera errónea, con el ángulo equivocado o en un lugar que no produce el efecto deseado de excitación. Es por eso que siempre, es una mala decisión para el dominante dejarse llevar y empezar arremetiendo en la zona no adecuada. La concentración es esencial.

No puedo terminar este post sobre el dolor sin mencionar la cane. No hay duda de que la cane puede hacer más daño que cualquier otro tipo de implemento y la mayoría de las sumisas la temen, aunque, con frecuencia, en la medida que la gente tiene miedo de las películas de terror que, siendo capaces de mirarlas, todavía se sienten demasiado fascinadas al alejarse. El tipo correcto de cane puede producir un dolor muy profundo y puede hacer las mejores marcas de todos los implementos. Verdugones paralelos, justo en el mismo centro del trasero, un testimonio apropiado de la habilidad del spanker y el espíritu de la mujer, la sumisa o la spankee.

miércoles, 18 de junio de 2014

La ruptura de una relación

Con los años, he escuchado muchos relatos e historias de mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, que resultaron heridas en sus relaciones D/s debido a una ruptura de la relación.

Muchas de estas mujeres hablan de una inmensa sensación de vacío, a veces, sentida durante meses e incluso años, después de que la relación terminara.

Ahora, hablamos con frecuencia de la profundidad de la emoción y el compromiso que estas relaciones requieren y, está claro, que esto hace que cualquier ruptura, ya sea amistosa o no, es sumamente dolorosa y difícil. Sí, mucho más dolorosa que una ruptura típicamente vainilla.

Pero, hay más. En este tipo de relación, una sumisa invierte enormes cantidades de tiempo y energía en agradar a su dominante. Éste ha sido toda su vida, hasta el punto que le hubiera parecido como una obsesión por un extraño. Es, en gran medida, inherente a la unión en la D/s. Ella acepta la dirección, la orientación, permite otra regla o normas en su vida y, mientras tanto, felizmente satisface sus necesidades más profundas.

De este modo, al abrirse enteramente a su dominante, es inevitable que ella se haga dependiente de su orientación y, por lo tanto, vulnerable. No sólo de una manera romántica y sexual, sino también en su vida diaria, en las actividades cotidianas, en cada cosa que ella haga. Todo lo que ella hace, lleva la marca de su dominante. Así es el camino de la conexión en una relación D/s.

Por lo tanto, cuando esta conexión falla, cuando este vínculo se rompe e, independientemente de la causa, la sumisa pierde mucho más que su dominante, amante o pareja. Además de la angustia y el potencial sentimiento de traición, ella pierde el foco central de toda su vida, la dirección y la voz que guiaba cada cosa que hacía. Y sí, no nos engañemos, incluso una relación de sólo unas pocas semanas o meses puede tener un efecto tan devastador.

Es un vacío, un sentido de estar perdida que es casi imposible de comprender. Y pocas sumisas en esta situación tienen a alguien disponible que quiera comprender lo inmensa que es esta pérdida. Por supuesto, la única persona sobre la que ella ha confiado en todo, se ha ido. Lo cual exacerba el problema. Esto lleva tiempo, no hay una solución rápida y, por supuesto, ni tampoco una receta para la reinserción social de esta.

Las sumisas que pasan a menudo por estas situaciones, se describen a sí mismas como mercancías dañadas. “Nadie me querrá más” o “Yo no era una buenas sumisa.” Un agujero dejado atrás no se puede arreglar y, además no es fácil arreglarlo. (Correr hacia otra relación, aceptar el collar más cercano que se ofrezca, a menudo, de una manera muy tentadora, no es la forma de solucionar el problema. Es, en términos generales, una receta para el desastre).

Lo que se necesita, es una manera de llenar el agujero. Y empieza mucho como una recuperación después de cualquier otro desengaño. Pero, debido a la dinámica de la D/s, el mayor obstáculo y, al mismo tiempo, la cosa más importante para una sumisa es hacerse cargo de nuevo de su propia vida. La naturaleza abarcadora de una relación D/s y la dependencia inherente en la orientación de otro, puede que esto sea sumamente difícil.

Por supuesto, un oído comprensivo y una mano de apoyo pueden hacer la diferencia, algunas veces, una gran diferencia. Pero lo que se necesita es que la sumisa encuentre en el interior de ella misma que la misma fuerza que tuvo para arrodillarse, la use para ponerse de pie de nuevo. No hay un dominante con un cinturón cerca, por lo tanto, ella puede necesitar que le den una patada por detrás.

Es muy posible que algunas grietas se nieguen a desaparecer. Las marcas permanentes se quedarán atrás, aprende de ellas, son parte de una magnífica obra de arte en tu hacer. Úsalas como componentes básicos que son. Parte de la belleza más grande se encuentra en la aceptación y celebración de los defectos y la imperfección de la vida.

No estoy seguro de por qué, de pronto, fui contactado por varias personas que pasaban por este tipo de problema e inquietud. Aprecio que la gente confíe en mí con sus historias. Extender la mano y reconocer el dolor es el primer paso. Encontrar la fuerza para hacerlo sin la presencia y guía de otro dominante en tu vida, es lo próximo. Y a continuación, centrar toda esa magnífica fortaleza de seguir adelante. Esto es difícil, pero la fuerza requerida ya está ahí. Úsala, construye sobre ella y sigue adelante con tus hermosas grietas y todo lo que conlleva.



sábado, 14 de junio de 2014

Por favor, hágame daño

Sus ojos se mueven para encontrar su mirada, una súplica silenciosa escudriñando en la tímida desesperación. No se necesitan palabras.

“Por favor, hágame daño”

Tira de ella hacia él y la sostiene en sus brazos. Ella siente que exhala. Apoya su cabeza sobre su pecho y su cuerpo se relaja. Sus dedos se enredan ligeramente en su cabello, levantando su cabeza para mirarle a sus ojos. Ve la familiar sombra oscura al acecho, justo debajo de la superficie, mientras empieza lentamente con su mirada. Ve su hambre, su necesidad visceral, nubes de una tormenta perfecta. Ella busca consuelo desesperadamente, con seguridad, alguna medida de misericordia. No ve nada de eso en él y todo ello, al mismo tiempo, sus ojos parpadeando.

“Por favor, hágame daño”

Gira su cara con una ligera inclinación y la sonrisa de él es su única advertencia. Ella cierra sus ojos y siente que su mano aprieta con más fuera su larga melena. El picor de su otra mano contra su mejilla la hace jadear. Por un momento, él acaricia su cara suavemente y repite las bofetadas una y otra vez. Una, en una mejilla y otra, en la otra, aguantando su cabeza con su mano opuesta en cada bofetada. Sus rodillas se doblan ligeramente y su cuerpo tiembla. Ella abre sus ojos para permitir que sus lágrimas caigan y las besa a distancia, saboreando cada una como un regalo inapreciable.

“Por favor, hágame daño”

La pone de rodillas y la mira fijamente a sus ojos húmedos y enrojecidos. La observa cómo se eleva a través de las nubes oscuras de su tormenta perfecta y le sonríe antes de envolver su cuello con su mano. Ve su miedo, la anticipación y cómo el deseo puro la consume. Gime profundamente, mientras él acerca sus labios hacia los de ella. inhalando cada respiro que se escapa de los esfuerzos meticulosos de su mano, apretando más y más fuerte. La mira de cerca mientras las manos de ella se agarran a su brazo, su instinto de respirar luchando contra su necesidad de escaparse. Los ojos de ella se abren abogando por la fuerza y él se la da. Su propia necesidad conquista el instinto de ella e inhala su último aliento, mientras se desliza en la calidez de la oscuridad.

Los simples segundos pasan ante sus ojos abiertos y él está ahí y la sostiene. La mira a sus ojos vidriosos, una sonrisa hambrienta en sus labios y ella respirando febrilmente.

“Por favor, hágame daño”

La pone de pie y, en primer lugar, empuja su cara contra la pared. Con una mano en su pelo y con la otra, agarrando su cadera, presiona su cuerpo contra el de ella y le susurra en su oído. Ella nota el hambre en su voz y siente el calor que irradia su carne. No se mueve mientras él se aleja de ella.

“¡Por favor!”

Oye el silbido de la fusta detrás de ella. Se queda ahí, quieta, apoyando su frente contra sus manos sobre la fría superficie de la pared, esperando…

“A que usted me haga daño.”

martes, 10 de junio de 2014

¿Qué es?

De vez en cuando, se me pregunta si puedo explicar el atractivo de la dominación sexual. Una lectora me dijo que, a pesar del gran esfuerzo que hizo para describirle a su marido todo lo que trata la D/s, no consiguió que lo entendiera. Bueno, no estoy seguro de que yo pueda traducir en palabras cuál es el secreto para traer a casa a un escéptico. Puedo tratar de explicar lo que pasa por mi cabeza, pero mientras él no pueda captarlo intelectualmente, es probable que todavía no llegue a significarle nada. ¿Cómo le explicaría usted a un hombre gay el atractivo sexual de los cuerpos de las mujeres? Cualquier cosa que usted le diga, no va a permitirle compartir su placer. O incluso, hacer que lo desee.

Pero bueno, vamos a intentarlo. El rumor, la oleada de emoción viene del ejercicio del poder. Procede de la sensación de saber que cuando usted dice “ven aquí,” ella vendrá. No discutirá, no preguntará por qué o qué voy a hacer. Ella sólo sabe por el tono de voz y la expresión de que estoy en el modo de Dominante. Y esto me da un cierto poder sobre ella. No es un poder que yo pueda ejercer sobre cualquier mujer. Ella tiene que ser receptiva, tiene que ser sumisa por naturaleza. Y, por supuesto, me tiene que responder personalmente. Ella tiene que gustarme, encontrarme atractivo, interesante, sexy, cualquier cosa. Y, especialmente, Dominante.

La sensación de excitación tan especial que experimento al ejercer mi poder viene, creo, del conocimiento de que esto es una clase diferente de interacción sexual de lo que se considera normal o vainilla. No tengo que preguntar si le gusta lo que estoy haciendo, no tengo que persuadirla, convencerla o sobornarla para me deje hacer lo que yo quiera. No tengo que hacer algunas cosas que ella quiere a cambio. Todo lo que ha sido puesto en suspenso, aparcado, si quieres. No es que no me importa lo que le gusta o no me haya tomado la molestia de averiguarlo. En realidad, tengo un conocimiento muy profundo de lo que exactamente le gusta, en particular, incluyendo todas esas cosas que ella no está segura de que le gusten o solamente le gusta cuando está en el subespacio o avergonzada de gustarle porque son morbosas o peligrosas o lo que sea. Pero, la cuestión es si a ella le gusta dejarme hacer lo que yo quiero, lo cual ya ha sido establecido. Ella ya dio el consentimiento de antemano. Tengo carta blanca. Sí, por supuesto, hay límites. Siempre existen límites.

Pero, eso deja mucho espacio para trabajar.

Por lo tanto, cuando digo, “ven aquí,” sabe que voy a hacer con ella lo que yo quiera. Y sé que sabe, que lo sabe, aunque pudiera resistirlo no le hará nada bueno. Pero, la excitación depende de algo más que esto. Tiene que haber una conexión, el circuito tiene que ser cerrado. Tengo que saber que ella se excita con esto. El verdadero placer para mí viene, al saber que ella quiere entregarse. No hay placer alguno en azotar a una mujer que lo odia. Eso no es dominación, eso es abuso. La excitación para mí procede de saber que ella no puede valerse por sí misma, quiere esto, lo necesita, pero, al mismo tiempo, me necesita para hacer que lo haga. Entonces, le demostraré lo mucho que ella lo quiere y lo necesita, incluso, más de lo que está preparada a admitir.

¿Y cuáles son esas cosas que quiero hacer? Esencialmente, quiero imponerme físicamente, azotándola, atormentando sus pezones o lo que sea o psicológicamente, forzándola a hacer cosas que ella instintivamente siente que son vergonzosas, como hacer que se exponga para mí o para otros hombres, someterla a instrucciones humillantes (arrodillarse, pedir o arrastrarse) o simplemente, dejar que sea usada para mi placer. Para mí, la esencia de la dominación sexual es conseguir que una mujer haga cosas que las chicas normalmente se resisten a hacerlas. Es algo que ella no puede esperar a hacerlo, entonces, es casi dominación. En realidad, una mujer puede disfrutar de los azotes, pero creo que para que sea un acto de la D/s, hay que azotarla un poco más fuerte de lo que ella está preparada. Hacerla que jadee o chille o grite.

El placer está en conseguir entrar en su cabeza, de sentir sus respuestas, casi literalmente, en la punta de tus dedos, sintiendo su deseo de ser controlada, para ser usada, a pesar de sí misma, y explorar esto hasta sus límites.

Bueno, no estoy seguro que esto clarifique la mente de alguien que no lo entiende. ¿Qué más puedo decir? Tal vez, al final, sea algo que no puedes explicar, sólo la experiencia. Creo que sabes cuándo lo sientes. No puedes confundirlo con cualquier otra cosa. Y una vez que lo has sentido, el sexo vainilla es bueno, muy bueno y está bien, si es de tu gusto. Pero para mí, me gusta un sabor más complejo y más fuerte.

viernes, 6 de junio de 2014

La evolución de un sádico

Creo que siempre ha sido un parte de mí. Un poco de una parte oculta mía. Algo que me negaba a reconocer. Cuando miro hacia atrás, honestamente, puedo decir que he disfrutado al infligir dolor, físico o mental, durante la mayor parte de mi vida. Sin embargo, me han llamado sádico y me he sentido ofendido.

En mis inicios como dominante, tuve una relación con una chica y ambos éramos muy morbosos.  Pero, hubo momentos durante el sexo en  que me gustaba profundizar más y ella jadeaba o gritaba. Yo le preguntaba si estaba de acuerdo. “Es un buen dolor,” me replicaba. Y me metía más profundamente en ella y con más fuerza hasta que me pedía que me detuviese. Hubo los cachetes ocasionales en su culo y los pellizcos en sus pezones, mordiscos y arañazos, pero nada más allá de eso. La típica pareja vainilla pensando que estaban haciendo cosas pervertidas de vez en cuando. Pero, yo disfrutaba mucho más del sexo cuando le infligía un “buen dolor.”

Este tema corrió a través de la mayoría de mis relaciones. La perversión suave y el dolor provocado por la habilidad para jugar a las palmaditas en su cuello uterino. Cada vez que yo tenía una pareja la disfrutaba con ese dolor e intentaba provocarlo intensamente. No solamente para ella, sino porque era mejor para mí. Por supuesto, en ese entonces, me negué a creer que me gustaba mucho. Era “erróneo” hacer daño a alguien. Yo solamente lo hacía porque le gustaba a ella.

 

Una noche, yo estaba con una mujer y me pidió de plano que la hiciera daño. Diseñé la única experiencia práctica que yo había tenido de causar algún dolor real arañándole su espalda. Dejé marcas a lo largo de la misma, de su trasero, muslos y brazos. Fue excitante. Mientras arañaba su piel, me convertía en más agresivo. Una vez más, me convencí que sólo lo estaba haciendo por ella. Aunque todas las señales físicas indicaran lo contrario.

 

Incluso en este caso, si lees algunos de mis primeros escritos, yo proclamaba que no era sádico. No sentía ningún placer al hacer daño a alguien. Esto lo hacía para ella, pero no conseguía nada de la experiencia, aparte de estudiar sus reacciones. Lo cual es parcialmente verdad. Me encantan las reacciones. ¡Oh cómo me encantan las reacciones!

 

Una noche, después de azotar a esa chica con mi cinturón, me eché una copa de champán y, en broma, le dije: “Yo podría ser un poco más sádico.”

 

“¿Sólo un poco?” Exclamó ella.

 

Su respuesta sacudió algo en mí. Por primera vez, asumí que me gustaba mucho hacerle daño a ella, no es que la lastimara, puesto que ella lo disfrutaba.

 

Desde esa noche, he estado explorando este lado de mi personalidad, permitiéndome dar el placer que yo encontraba en sus jadeos, gemidos y gritos. Al darme cuenta que el sexo es mejor para mí cuando ella trata de rasgar la cama, agarrándose a las sábanas con fuerza para alejarse de mí, y yo tenía que arrastrarla de nuevo hacia mí, diciéndole: “No te estoy follando todavía.” Me reí cuando ella se levantó y trató de coger cualquier cosa con la que la estaba azotando y golpeando. Disfruté del miedo en sus ojos y de su nerviosismo en su “sí, Señor,” cuando mi voz disminuyó y se calmó, mientras yo gruñía en voz baja lo que la iba a hacer esa noche.

 

Me encantaba hacerle daño, me encantaba asustarla, me encantaba follarla en su mente y en su cuerpo. Me encantaba, no solo porque ella quería que le hiciera esas cosas, sino porque yo disfrutaba haciéndole esas cosas.

lunes, 2 de junio de 2014

Bajando

Beso su coño. Rodeo su clítoris con mi lengua. Me tomo mi tiempo, porque lo estoy disfrutando muchísimo. Y también, porque ella, previamente, me dijo que era muy improbable que se llegara a correr de esta manera y, por lo tanto, no hay ninguna razón para apresurar los acontecimientos. No es como si yo estuviera manteniendo su espera.

Creo que no es raro que, incluso, las mujeres altamente sexuales como ella, a veces, les resulte difícil llegar al clímax sólo con el sexo oral. Creo saber cómo funciona esto. Ellas lo disfrutan, se excitan mientras se lo hacen,  piensan que, quizás, conseguirán orgasmar esta vez, pero entonces, se toman un tiempo y empiezan a preocuparse de si el chico se está cansando. Un sobresaliente para él por mantener la marcha, pero, ¿no le está empezando a doler su mandíbula? Una vez que ella empieza a pensar de esa manera, no hay posibilidad de que llegue a correrse. Ella lo perdió. Perdió el momento y ya no goza de sus propias sensaciones, se está preocupando de él. Esto es una parte de lo que hace que, mujeres muy atractivas, se preocupen de cosas como éstas cuando,  en vez de ser un poco más egoístas, les pudieran haber servido para ser una mujer con experiencia. Pero, ellas son de esta manera. Son como son. No siempre, pero sí a menudo.

Después, cuando encontramos una manera diferente para que ellas orgasmen, lo hablamos un poco. (Esta es una de las cosas que tanto me gusta hablar con ella, que está articulada y abierta y siempre preparada para decir lo que ella siente de las cosas, especialmente, las sexuales. Me dirá lo que le gusta o lo que siente por lo que le hago. Creo que este tipo de comentarios no tiene precio).

De todos modos, ella dijo, y por supuesto, estaba encantado, que se sentía muy bien cuando yo estaba bajando por su cuerpo y que, tal vez, ella podría eventualmente ser capaz de correrse, después de todo, de esa manera. Sólo necesitaba relajarse y coger mi palabra, de que no debía preocuparse por el tiempo que se estaba tomando. Le aseguré que yo era mucho más que feliz siguiendo adelante, que era un placer y no una tarea.


Pero, en realidad, es tan agradable jugar con ella haciéndola esperar un rato. Incluso, tengo sentimientos contradictorios acerca de sus orgasmos. Voy a tener que ser cruel y burlarme de ella para hacerla esperar un poco más. Porque una vez que ella haya llegado al clímax, todo habrá terminado y es muy bueno hacer, lo que creo que me gustaría, para que se corra y siga.