domingo, 27 de febrero de 2011

Sobre la naturaleza del castigo. Parte I

El otro día, un dominante me hablaba de su chica. Me dijo que la había encontrado testaruda y sentía que necesitaba unos azotes como una forma de doblegar su obstinación. Yo no estaba de acuerdo. Uno no puede azotar a una mujer para someterla.
Esto trajo a mi mente un ensayo que leí hace algún tiempo y que decía, más o menos, así. No recuerdo el autor.
“¿Qué es el castigo?” El autor, en una primera presentación de un razonamiento circular, define el castigo como el acto de castigar. “Investigaciones posteriores llegaron a la siguiente conclusión: ‘Imponer una sanción por una falta, una ofensa o una violación.’ La palabra clave aquí es “sanción.” La característica común de todas las penas es que debe imponer un sufrimiento sobre la parte que está siendo castigada.”
¿Cuál es la naturaleza del mal? ¿Por qué una persona es castigada? Si la característica común es la pena, entonces ¿cuál es su causa? La “falta, la ofensa o la violación” de aquel autor es tristemente tan clara como el barro (aunque, al menos, cubre el suelo). De hecho, se pueden utilizar un amplio y extenso abanico de factores para justificar la sanción. Su extensión abarca prácticamente todos los ámbitos de la interacción humana, incluyendo la religión, la política y el comercio.
Por ello, cabe concluir que el castigo es un componente universal de la condición humana y considera la discusión cerrada (que tal vez, ustedes la desearán en el momento en que lleguen al final de este documento). Pero, me parece que esta respuesta brinda poca información, particularmente cuando se considera la relación Dominante/sumisa (D/s). ¿Qué papel desempeña el castigo en la interacción entre un dominante y una sumisa?
A medida que la relación evoluciona, es natural que el dominante desarrolle un profundo sentido de responsabilidad hacia la sumisa. El control sin responsabilidad no es nada más que un juego y, en el peor de los casos, una crueldad potencialmente injusta. Para realmente poder satisfacer su deseo de dominar, el dominante debe aceptar su responsabilidad por el bienestar de la sumisa. Como mínimo, cuando estén juntos y, en la mayoría de los casos, a tiempo completo.
Si el poder es el dominio principal del dominante, entonces, el reino del servicio pertenece a la sumisa. Más allá del abandono sexual y la libertad de las ataduras, la esencia de una sumisa es desear servir, realizar actos que ayuden. Las sumisas sienten una gran alegría y satisfacción con la propia realización de sus obligaciones, con la seguridad de saber que están contribuyendo al beneficio, el bienestar y la satisfacción de su dominante.
¿Por qué a las sumisas les motiva servir? No hay una respuesta fácil. Algunos pueden reclamar la genética, otros la socialización. Otros pueden hablar de una educación abusiva, mientras que algunos pueden hablar de la religión y la fe. En mi opinión, la causa seminal de esta necesidad no es material. Hay una larga tradición de servicio en todas las sociedades. Por ejemplo, muchos hombres y mujeres que sienten la necesidad de servir, tradicionalmente han entrado en la vida religiosa. Su motivación apenas es cuestionada. Sin embargo, no todas las sumisas se adaptan bien a una vida de castidad o pobreza, a pesar de que la obediencia no supone un problema. Hay ciertos placeres al servir a un dominante de carne y hueso que, generalmente, no suelen estar disponibles en una deidad distante y desconocida. Por fortuna, es la naturaleza de los dominantes la que hacen aceptar estas clases de servicios.
Siendo así el caso, entonces, ¿por qué un dominante debería castigar a una sumisa?
El castigo, incluso la amenaza de un castigo, nunca debería ser usado para forzar a una sumisa a servir. La sumisa sirve partiendo de su necesidad interior. Es una ofensa forzar sus servicios de tal manera, y aquellos que realizan tales actos son injustos. El servicio no consensuado, aunque sea real o fantasía erótica, en verdad, es una cosa vil.
La necesidad de castigar puede parecer contraproducente al principio, especialmente si el amor es también un componente en la relación. ¿Cómo puede un hombre azotar a la mujer que ama? ¿Cómo puede hacerla sufrir? La respuesta yace dentro de la responsabilidad que un dominante debe tener siempre hacia su sumisa. Irónicamente, su responsabilidad por su bienestar requiere que ella sea castigada.
Para comprender por qué esto es así, uno debe antes comprender el proceso del perdón.
Cuando alguien comete un error, una equivocación, un pecado, incluso un daño no intencionado, hay tres etapas de resolución. La primera es el reconocimiento. Se requiere que la persona reconozca la naturaleza de su infracción y el daño que ha causado. La segunda parte es la restitución. Se requiere que se haga alguna reparación, alguna manera de enmendar el mal. La etapa final es la redención o el perdón de la parte perjudicada y de la propia persona. Esto es común para todo el mundo, no solo para aquellos de las relaciones Dominante/sumisa. Sin embargo, cuando una sumisa en una relación D/s comete un error, es el dominante quien debe perdonarla.
La sumisa requiere una estructura en la cual servir. Esto está reflejado en el conjunto de los protocolos y disciplinas que el Dominante le da a su sumisa. Si ella necesita servir, es para estar satisfecha, luego debe entender claramente lo que se requiere para agradar a su dominante. Aunque  algunas pueden sentir que estas normas son una restricción injustificada y no deseada de su libertad, la sumisa se realizará en ese entorno. Si la estructura es deficiente, la sumisa buscará otro que se la pueda proporcionar.
Una de las reglas más básicas que una sumisa aprende, es que un fallo tiene sus consecuencias. Si el dominante no la castiga por su fallo, entonces, esto indica que, en primer lugar, la disciplina no era realmente importante. Además, indica que al dominante no le afecta lo suficiente el fallo para hacer algo al respecto. Esto socava la propia naturaleza de la relación y deja a la sumisa en un estado de duda. Porque si una disciplina no es importante, tal vez otras no lo sean tampoco, o todavía peor, ella sospecha que su dominante no se preocupa lo suficiente en molestarse un poco por hacer cumplir sus normas. En muchos casos, tal fracaso, a menudo, marca el inicio del declive de la relación en su conjunto.

viernes, 25 de febrero de 2011

Puta

Estábamos charlando online sobre los juguetes eróticos que a los dos nos gustaban tanto. Me dijo que había comprado un nuevo vibrador muy pequeño por Internet y que era muy discreto para llevarlo en su bolso. Fruto de la casualidad, dije que, tal vez, eso definiría a una puta, una mujer con más de un vibrador. Y luego ambos empezamos a explayarnos verbalmente sobre lo que era una puta. Lo más aproximado a lo que yo puedo llegar a definirla con propiedad, es que le gusta el sexo más de lo que ella supone. Quiero decir, más de lo que la respetable sociedad piensa de cómo deben ser las mujeres bien educadas. Porque todos sabemos que existe una posición heredada sobre este tema. Y, sin embargo, yo sé lo que es una mujer emancipada, puesto que  siempre está luchando, de alguna manera, con este tema. Permanentemente, siempre tiene este pensamiento en su mente, “¿piensa él que soy una puta?”
Se supone que las mujeres no lo disfrutan demasiado. ¿Cuánto es demasiado? Bueno, se supone que no salen a buscarlo y si lo encuentran, se supone que no están constantemente preguntando. Y mientras lo están haciendo, no están demasiado entusiasmadas. Ni demasiado ruido ni demasiada vergüenza. Y, por favor, nada de sudor ni olores corporales.
Creo que este es el concepto heredado. Obviamente, no es el mío. Me gusta que a una mujer le guste el sexo y, contra más le guste, más me gusta ella. Y, si esto la convierte en una puta, estoy a favor de las putas. Contra más puta, mejor.
Supongo que hay otras cosas que pueden cualificar a una mujer para el título de puta. Si  envió alguna vez fotos de ella misma desnuda a un hombre, ¿pudiera ser? Si ella se pintara sus pezones con barra de labios. Si anda entre la gente sin bragas. Si  usa los zapatos de tacón muy alto, a pesar de que tenga una ampolla. Si ella ha sido follada por más de un hombre en un solo día. Si en sus fantasías,  algunas veces, piensa no en una sola polla, sino en muchas. (Pero, ¿esto probablemente lo hace el noventa por ciento de las mujeres putas, no?) Podría seguir, pero usted ya tiene una idea general. ¡Oh!, una cosa más: Si ella lee mi blog y quiere masturbarse. Yo estoy a favor de todas estas cosas, pero especialmente, de esta última.

lunes, 21 de febrero de 2011

Sexo y sumisión

¿Cuál es la relación entre sexo y sumisión? ¿Están siempre entrelazados? ¿Es la sumisión algo más que sexo con cuero, azotes y látigos? O, ¿hay algo más que eso?
En mi vida, he tenido la oportunidad de estar involucrado con más de una mujer sumisa. Estas mujeres nunca antes tuvieron una relación con un hombre dominante y, con frecuencia, se sorprendieron de la cantidad de energía sexual que sentían, en particular, al principio de la relación.
Una de las pocas cosas sobre las que raramente apenas se habla, es de la intensidad de la excitación que una mujer sumisa recién iniciada normalmente siente. La expresión “fiebre de la sumisa” se suele usar muy a menudo. Una mujer puede estar todo el día en un estado de excitación constante, siempre húmeda, siempre “necesitada.” Esto no parece estar relacionado con la edad. Más bien, tiene que ver con su experiencia relacionada con otros hombres dominantes. Si esta es su primera experiencia, su excitación va a ser más abrumadora. Las mujeres que han tenido experiencias anteriores, el sentimiento está ahí, pero con frecuencia atemperado. Curiosamente, mientras que todas las mujeres iniciadas nuevamente, identificaron lo que ellas sentían como un fuerte impulso sexual, no había relación erótica suficiente que fuera capaz de satisfacer sus antojos. Ellas se masturbaban varias veces al día o tenían sexo con sus parejas, o incluso pasaban días enteros durante una temporada viendo todo tipo de pornografía o leyendo novelas o relatos de contenido erótico. Sin embargo, nada parecía satisfacerles esta profunda necesidad.
¿Es la fiebre sexual de la sumisa? Por supuesto, lo es. Pero es algo más que eso también. Lo que estas mujeres recién iniciadas realmente anhelan, es tener su primera oportunidad de servir a un hombre dominante. Con frecuencia, se centrarán en el servicio sexual. Pero esto es, principalmente, porque son ingenuas y no comprenden todas las dimensiones de una relación D/s. Algunas veces, estas mujeres se sorprenden no solamente de la intensidad de la sensación sexual, sino también de las fantasías extremas que empiezan a tener, las cuales frecuentemente incluyen sexo duro con múltiples parejas, bondage, fantasías de secuestro, sin mencionar ser tratadas como una mascota, escenas de humillación, etc. A menudo, serán reacias a compartir estos pensamientos con alguien por temor a la vergüenza y a sentirse abochornadas por ello. Cuando su sumisión es provocada, no solamente están en celo, sino que su imaginación empieza a dispararse en direcciones que parecen opuestas a todo lo sexual que han hecho en el pasado.
¿Extraño? En realidad, no.
A mi modo de pensar, lo que estas mujeres están experimentando, trasciende la simple excitación sexual. Lo que realmente están sintiendo es la necesidad de someterse a alguien. Esta es la manera que el sexo tiene de manifestarse y, por lo tanto, lo primero  que ellas tienden a pensar. Todas las fantasías tienen un tema en común, el deseo de estar bajo el control y la dominación de un hombre. Por supuesto, estas escenas son sexuales, estas mujeres todavía no han sido entrenadas en profundidad para que puedan expresar su sumisión de forma no sexual. Por ejemplo, conozco a mujeres, muy bien entrenadas, que están sumamente contentas, profundamente satisfechas y realizadas, simplemente por arrodillarse o acostarse a los pies de su pareja, no deseando otra cosa más que el momento de expresar su sumisión. Por supuesto, las mujeres recién iniciadas no comprenden todavía esto.
En un futuro comentario, probablemente explore por qué pienso que el sexo es mucho mejor en una relación D/s equilibrada y saludable. Pero por el momento, es importante recordar que mientras dos palabras se usan juntas, después de todo, en absoluto, significan lo mismo.  Las sumisas recién iniciadas arden con la necesidad de servir, pero, la única manera que saben hacerlo es a través del sexo. La tarea de su dominante es enseñarle las otras maneras con  las que esta necesidad puede ser satisfecha.

viernes, 18 de febrero de 2011

De pié en la ventana

Ella está de pie en la ventana, mirando hacia fuera. Me pongo detrás de ella.
“No te muevas,” le digo.
Estoy lo suficientemente cerca para que  pueda sentir mi aliento en su mejilla. Pongo mi mano alrededor de su cintura y empiezo a acariciar su vientre. Siento  su carne caliente a través de la fina falda de verano y su escasa ropa interior. Deslizo mi mano más abajo, presiono sobre su monte púbico. Poco a poco subo su falda hasta su cintura. Deslizo mi mano hacia abajo por la parte delantera de sus bragas y cojo su coño. Inclino mi cabeza y cojo el lóbulo de su oreja con mis dientes. Lo muerdo, con suavidad al principio, y luego, más fuerte. Ella jadea.
“Shhh,” le digo.
Le acaricio el coño, apretando, tirando. Empujo un dedo hacia su interior. Ella está húmeda. Puedo mover mi dedo alrededor, dentro y fuera, fuera y dentro. Acerco mi otra mano hacia su boca, presionando mi dedo corazón contra sus labios.
“Mójalos,2 le digo. “Lo voy a meter en tu culo.”
Ella chupa el dedo en su boca con avidez. Lo saco. Llego a la parte posterior de sus bragas, empujando entre sus nalgas. Entonces, fuerzo mi dedo en su ano que está un poco apretado. Ella gime. Posiblemente porque necesita algo de lubricación. Esta seco.  Empujo el dedo un poco más. Ahora está penetrada por su ano.
“Bájame por detrás la cremallera,” le digo.
Hace lo que le ordeno.
“Sácala,” le digo.
Introduce su mano y saca mi polla.
“Mastúrbame, quiero correrme encima tuya.”
Me mueve la polla. Ella sabe cómo me gusta que lo haga. Lo hace bien. No tarda mucho. Mi semen estalla sobre su falda y bragas. Me rozo contra ella, para limpiar las últimas gotas de mi polla.
“¿Te quieres correr también?” le pregunto.
Ella asiente con la cabeza. Saco mis manos del interior de sus bragas y subo mi cremallera.
“Si eres buena, quizás, un poco más tarde.”

martes, 15 de febrero de 2011

Restricción


Hago que se ponga a cuatro patas en frente de mí. Ella está desnuda.

- Déjame ver como te lo tocas, le digo.

Su mano se dirige a sus entrepiernas. Sé que ella es tímida. Eso forma parte del placer para mí.

- Te gusta eso, ¿verdad?

Ella asiente con la cabeza.

Le sonrío con indulgencia. “Esta pícara mujer.”

Ella está tocándose todavía. No le gusta mirarme mientras lo está haciendo. Tal vez le sea más fácil si finge que no estoy aquí. Pero no voy a permitir que se oculte.

- Muéstramelo si estás húmeda, le digo.

Ella se sonroja al saber lo que debe hacer. Duda brevemente, entonces ella misma se introduce un dedo misma y lo saca de nuevo.

- Enséñamelo, le insisto.

Levanta el dedo. Está brillante por la humedad.

- Lámelo hasta dejarlo limpio.

Ella lo hace.

- Vamos, le digo.

Ella se toca algo más.

- ¿Están empezando tus fantasías? Pregunto.

Asiente con la cabeza.

- ¿Solo una polla o varias?

- Muchas, susurra.

- ¿Te gustaría ver la mía?

Ella asiente con la cabeza otra vez. Me bajo la cremallera y me quito los pantalones. Cojo mi polla y la acaricio despacio. Ella está mirándola, casi como si estuviera en trance.

- Ven y huélela, le digo, “pero no la toques.”

Gatea hacia delante. Echo hacia atrás el prepucio. Me dice una vez más que el olor de la polla del hombre  hace que su coño se apriete. Inclina la cabeza y la olfatea delicadamente.

- ¿Qué quieres ahora? Le pregunto. Mientras me la toco, su cara está tan sólo a dos centímetros de mi polla.

- En mi boca, dice ella.

Sacudo la cabeza. “Hoy, no. La tuviste ayer y las mujeres jóvenes no deben tener todo lo que quieren.”

Ante cualquier señal de mala cara, observo su rostro con atención y le digo. “¿Qué más quieres?”

- Pero solo bajo estrictas condiciones. No estoy seguro si estás lo suficientemente disciplinada para cumplirlas.”

- En mí, dice ella. Su voz es ronca por el deseo.

Ella está todavía tocándose. Puedo apreciar su creciente deseo.

- Si la pongo, voy a sacarla de nuevo antes de que hayas tenido suficiente. “¿Estás preparada para eso?”

Ella ha tenido el sabor de este tratamiento antes. Es duro para ella.  Nunca está satisfecha hasta que mi polla explota dentro de ella, llenándola por completo. Cualquier cosa es una gran decepción.

- Lo que usted diga, murmura. Sabe cual es la respuesta correcta. Mi conjetura es, “ella está apostando a que una vez que esté dentro de ella, no voy a ser capaz de detenerme. Pero, lo tiene mal esta vez.

- Arrodíllate aquí en el sofá, le digo, acariciando el asiento que está a mi lado.

Con impaciencia se levanta de un salto y se coloca con su parte inferior asomando por el borde. Es su posición favorita para ser follada. Tal vez sea porque lo lleva por dentro. Pero pienso que, como mujer sumisa arrodillada, tiene una importancia especial para ella.

Estoy de pie detrás de ella y presiono mi polla ligeramente entre los labios de su coño. La observo durante un momento. Ella parece contener su respiración. Muy lentamente, casi imperceptiblemente, empiezo a deslizar mi polla dentro de ella, toda adentro, hasta la “empuñadura”. Entonces, hago una pausa, dejando que ella me sienta de lleno en su interior. Flexo los músculos de mis piernas un par de veces para hacer que mi pene se contraiga. Sé que ella puede sentirlo. Entonces, poco a poco, la voy penetrando, deslizo mi polla hacia atrás, hasta que la punta está en la entrada de su coño. Estoy esperando a ver si ella se retuerce o presiona hacia atrás contra mí, intentando que se la meta de nuevo. Pero,  se da cuenta que, justo ahora, esto no puede ser tolerado. Cojo mi polla y la muevo acariciando los labios de su coño con la punta. Después de una pausa prolongada, la deslizo una vez más, incluso algo más despacio que antes. Ella empieza a temblar. La dejo descansar un rato, alojada profundamente en su interior y, de nuevo, la retiro. Con mi polla a punto, una vez más, en el umbral de su coño, de repente, abofeteo con fuerza su nalga derecha. Ella chilla. Le doy algunos cachetes fuertes varias veces, más fuertes que nunca. Ella sabe mejor cómo tratarla y llevar una acción evasiva.

Hay una gran pausa. Quiero que se pregunte qué viene a continuación. Sin avisar, sumerjo mi polla dura dentro de ella. Empiezo a follarla furiosamente cogiendo sus caderas para que me sirvan de palanca mientras la saco y meto con frenesí. Ella gime. Entonces, tan repentinamente como había empezado, me detengo. Una vez más, me retiro hasta que mi polla apenas toca sus labios mayores. Espero durante un largo minuto, y luego, tan despacio como antes, vuelvo a penetrarla. Estoy intentando follarla con la cabeza tanto como la estoy follando por su coño. No quiero que  sepa lo que viene después. Y quiero que sepa que lo que sea, ella no lo decidirá.

Ahora la follo con delicadeza, sensualmente, mi polla entrando y saliendo despacio, rítmicamente. Ella está empezando a emitir suaves gemidos de placer. Meto mi mano entre sus piernas. Puedo sentir la humedad que resuma entre ellas. Mojo su clítoris con su propio flujo y hago círculos alrededor del mismo con mi dedo, de la manera que  sé que le gusta.

- ¡Oh, Dios! dice ella.

- No vas a conseguir que la disfrutes mucho, dije. “Voy a sacar mi polla pronto.”

Ella gime. “Oh, por favor,” me ruega. “No, por favor.”

Continúo follándola despacio. “Te dije lo que sucedería.”

Ella está en silencio. Tiene miedo que a si protesta demasiado, la podría sacar de inmediato. Reduzco el ritmo pero sigo moviéndome. Voy a tener que ejercer algún control sobre mi mismo para no correrme. (Las sumisas saben qué sacrificio tenemos que hacer debido al entrenamiento de obediencia).

Todavía estoy acariciando su clítoris mientras la follo suavemente. Creo que si yo la follara un poco más de tiempo, se correría. Pero esto no forma parte del plan. Quito mi mano. Ella hace un pequeño ruido, que solo puedo interpretarlo como un sonido de decepción, pero no protesta, al menos descaradamente.

- Cuando saque mi polla, que será pronto, digo, quiero que te vuelvas a vestir. No habrá más sexo hoy.

Ella no dice nada. La follo un poco más, luego muy lentamente, saco mi polla de su coño. Hay un pequeño ruido de chapoteo cuando por fin nos desacoplamos. (Tal vez, amable lector, ¿es esto demasiada información? Pero es lo más real, ¿no?) Ella da un profundo suspiro de pesar. Bueno, al menos, puedo permitírselo. Pongo mi polla a cierta distancia. Está todavía grande y tengo mucho cuidado que no le coja un pellizco la cremallera del pantalón al subirla y la guardo en mi vaquero.

Cuando terminó de vestirse, la eché sobre mi regazo y la besé.

- Buena mujer, le dije.

sábado, 12 de febrero de 2011

Preguntar

Una de las primeras cosas que hice con ella cuando empezamos a hablar por Internet fue imponer el control del orgasmo. Me imagino que es un procedimiento estándar en una relación D/s. Se trata de provocar su deseo, sobre todo si sigo hablando con ella sobre el tema para que tenga un recuerdo constante de lo que puede ser privada. Y también ofrecer una gran flexibilidad en términos de cuán restrictivo tengo que ser. De acuerdo, en todo el camino, puede tener uno, pero debe esperar como una media hora “para posponer los orgasmos” indefinidamente.
Me gusta preguntarle por ellos. A las mujeres sumisas, a menudo les resulta difícil preguntarlo, tal vez porque piensan que eso solamente puede provocar al dominante para posteriores negaciones. Algunas veces tiene que ver con su historia personal, el simple acto de preguntar les resulta difícil. Quizás, hayan tenido demasiados rechazos en el pasado. Pedir que reconozcan una necesidad es exponer su impotencia. Preguntar puede ser humillante, especialmente si lo que el dominante quiere es, en esencia, que ella lo pida. Por supuesto, que para el dominante, su humillación es el objetivo.
Tuve una respuesta interesante cuando le expliqué que ella estaba solamente autorizada para hacerlo. Dije, cuando lo permita, puede pedirlo, pero no hasta entonces. (Me gusta que se establezca este nivel adicional de control). Usted tiene que preguntar muy bien para tener alguna posibilidad de éxito. Tendrá que demostrarme que está realmente necesitada. Va a tener que mendigar y convencerme que está desesperada. No le pido que se arrastre, pero puede ayudar. Y, digo, dando una vuelta a la tuerca, no hay ninguna garantía que incluso si lo pide con educación, le conceda su petición. Porque mi decisión no descansa solamente sobre lo bien que ha aprendido a pedir. También depende de mi capricho. Tiene que comprender, como parte de su entrenamiento en la sumisión, que no hay ninguna conexión necesaria entre lo que quiero y lo que yo quiero darle.
Ella pensó sobre esto durante un rato. Finalmente, me dijo, “Creo que prefiero que el resultado dependa más de su capricho que de mi capacidad para pedirlo de la forma que usted quiere. Porque si es esto último, yo también podría fallar. No puedo estar segura que yo pueda conseguir el nivel de súplica que desea. Así pues, prefiero no intentarlo,  prefiero el riesgo de no fracasar.” (El temor al rechazo es algo con el que yo estoy familiarizado. Los hombres vivimos siempre con ello. Recuerdo cuando era adolescente, el terror que sentía al pedirle a una chica guapa que bailara conmigo, el miedo a que me dijera que no.)
En este punto, le dije que tendría que explicarle por qué esta preferencia suya era inaceptable. Primero le dije, es un requisito absoluto que siempre sea honesta y sincera conmigo, que no te guardes nada. Si tú quieres o necesitas algo, tienes que permitirme que yo lo conozca, porque, de otra manera, no puedo controlarte del modo que yo quiero (y en la forma que me lo digas u que yo lo quiera también). Pero más que eso, le dije: “No es tu problema como sumisa, decirme cuáles son los criterios sobre los que yo debo tomar una decisión para concederte un orgasmo u otra cosa dentro del ámbito de nuestra relación D/s. Yo decidiré cómo tomo las decisiones. No intentes influenciarme con lo que más te convenga. Eso es una forma de presionar a la parte superior desde la inferior y no lo voy a permitir. Así que, si quieres correrte, tendrás que pedirlo con la mejor educación que puedas. Cuando eso esté permitido, y espero que pueda tener alguna influencia sobre mi decisión, al tiempo de reconocer que pudiera ser que no.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Doña Fusta

Los dominantes hablan mucho del control y, de una manera u otra, todos nosotros buscamos controlar a nuestra sumisa. Existen muchas maneras de hacer esto, desde el spanking a las ataduras y hasta la forma de hablar. Algunas maneras funcionan mejor que otras, unas requieren más conocimiento para llevarlas a cabo, otras son simples. Muchas historias hablan del mítico dominante con el control total y esto, como la perfección, es un mito.
El control es algo extraño… Bueno… control. Es un concepto fluido y en las relaciones siempre cambiantes gobernadas por el intercambio de poder, necesitan ser libres para que fluyan. La paradoja del control es que para conseguir más de él, debes dar algo del mismo. A menudo, me pareció que todos los relatos que leía sobre las relaciones de intercambio de poder se habían desmadrado,  fue porque el dominante o líder de la pareja tenía la intención de asumir todo lo que él tenía derecho. Coger cualquier cosa que la sumisa esté dispuesta a darle, cogerla dándole las gracias y, algunas veces, parecía que apenas se disfrutaba antes del siguiente nivel que se exigía.
Este tipo de dominación implacable tiene un lugar, pero debe haber un equilibrio entre dar y compartir. La sumisa debe conseguir algo de la relación más allá del derecho a servir. En algún momento, al ganar más control, tienes que dar algo a cambio. Alguna decisión, un pequeño momento de creatividad, una oportunidad de estar en lo cierto y crecer es lo que alimenta el deseo de servir. El abandono momentáneo del control, en una especie de ying/yang, volverá envuelto en lealtad, en mucho más servicio, en mucha más adoración y, a su vez, en mucho más control.
Cualquier persona que termine como siempre exitosamente el cubo de Rubrick o juegue al ajedrez sabe que para ganar hay que deshacer parte de lo que has hecho o renunciar a una pieza para lograr la meta. Como sucede con el control, contra más tome y más corto lo tengas, menos tendrás. Deja que fluya, da algo a cambio, no lo mantengas muy corto y conseguirás todo lo que necesitas, y esto será suficiente. 

martes, 8 de febrero de 2011

La paradoja del control

Los dominantes hablan mucho del control y, de una manera u otra, todos nosotros buscamos controlar a nuestra sumisa. Existen muchas maneras de hacer esto, desde el spanking a las ataduras y hasta la forma de hablar. Algunas maneras funcionan mejor que otras, unas requieren más conocimiento para llevarlas a cabo, otras son simples. Muchas historias hablan del mítico dominante con el control total y esto, como la perfección, es un mito.
El control es algo extraño… Bueno… control. Es un concepto fluido y en las relaciones siempre cambiantes gobernadas por el intercambio de poder, necesitan ser libres para que fluyan. La paradoja del control es que para conseguir más de él, debes dar algo del mismo. A menudo, me pareció que todos los relatos que leía sobre las relaciones de intercambio de poder se habían desmadrado,  fue porque el dominante o líder de la pareja tenía la intención de asumir todo lo que él tenía derecho. Coger cualquier cosa que la sumisa esté dispuesta a darle, cogerla dándole las gracias y, algunas veces, parecía que apenas se disfrutaba antes del siguiente nivel que se exigía.
Este tipo de dominación implacable tiene un lugar, pero debe haber un equilibrio entre dar y compartir. La sumisa debe conseguir algo de la relación más allá del derecho a servir. En algún momento, al ganar más control, tienes que dar algo a cambio. Alguna decisión, un pequeño momento de creatividad, una oportunidad de estar en lo cierto y crecer es lo que alimenta el deseo de servir. El abandono momentáneo del control, en una especie de ying/yang, volverá envuelto en lealtad, en mucho más servicio, en mucha más adoración y, a su vez, en mucho más control.
Cualquier persona que termine como siempre exitosamente el cubo de Rubrick o juegue al ajedrez sabe que para ganar hay que deshacer parte de lo que has hecho o renunciar a una pieza para lograr la meta. Como sucede con el control, contra más tome y más corto lo tengas, menos tendrás. Deja que fluya, da algo a cambio, no lo mantengas muy corto y conseguirás todo lo que necesitas, y esto será suficiente. 

domingo, 6 de febrero de 2011

Adoración del pene

Pregunto: “¿Qué entiendes por la “expresión adoración” del pene?
Yo estaba sentado en un sillón, mientras ella estaba arrodillada entre mis piernas. Sus bragas eran,  por lo que recuerdo, de satén negro. Aparte de esto, ella estaba desnuda.
“No soy muy religiosa,” me dijo.
Yo sonreí. “Es un ritual secular.”
“Bien,” dijo ella. De acuerdo. “Creo que podría intentarlo.”
“Desnúdame,” le dije. “Todo, menos la camisa.”
Ella desabrochó mi camisa, pero no la quitó. Deshizo el nudo de los cordones de mis zapatos, los sacó de mis pies, luego los calcetines y los puso cuidadosamente en los zapatos. Desabrochó mi cinturón y luego, mis pantalones. Me los quitó, dejándome puesto los slips hasta que dobló los pantalones. Cuando hubo colocado los slips encima de los pantalones en el sofá, que estaba a mi lado, se volvió hacia mí y se sentó contemplando mi pene. Todavía no estaba tieso, pero había crecido y estaba grueso.
“Muéstrame lo que sabes hacer,” le dije. “Lo quiero pronto, si es necesario.”
Ella agarró la polla delicadamente entre sus dedos índice y pulgar. Se inclinó sobre ella y suavemente la besó en la punta.
“No eches el prepucio hacia atrás hasta que yo te lo diga,” le dije. “Empieza a besarlo.”
Ella frunció sus preciosos labios rojos y besó todo el largo de la polla por detrás, hasta que llegó a los testículos.
“Cógelos con tus manos,” dije.
Ella acuñó mis testículos entre las palmas de sus manos a la vez que los apretaba con cuidado.
“Puedes apretarlos un poco más,” le dije.
Ella apretó un poco más fuerte. Suspiré con mucho placer. Se inclinó y besó mi polla de nuevo, en la base, justo donde se une al escroto. Experimentalmente, ella mordisqueaba la piel. Veía como sus dientes cogían un pliegue de la carne e intentaba morderla.
“Mmmmmmm...,” le dije.  “No sé si esto es culto, pero es bueno.”
Ella empezó a besar de nuevo por detrás de mi pene. Cuando llegó a la parte superior, sacó su lengua y lo lamió alrededor hasta el borde del prepucio y, entonces, introdujo su punta en el interior del pequeño agujerito, presionando delicadamente con su lengua por el conducto de la uretra. Su lengua se deslizó hacia debajo de mi pene y empezó a lamer mis huevos.
“Pon uno en tu boca y lo chupas,” le dije. “Pero, ten cuidado.”
Con cautela se la metió hacia dentro. Me sentí vulnerable a la vez que ella rodaba mi testículo en el interior de su boca.
“¿Puedes meterte el otro?” le pregunté.
Ella asintió con la cabeza, chupando el otro entre sus labios y dentro. Sentí su lengua presionándolos contra el fondo de su boca. Al mismo tiempo, cogía mi polla entre su mano y la apretaba con fuerza. Gemí en voz baja. La deje que gozara por un tiempo, ella estaba disfrutando con la succión y apretaba.
“Muéstrame cómo te sientes con mi polla,” le dije. “No seas tímida. Déjame ver cuánto la amas.”
Ella levantó su cabeza lejos de mis huevos y miró a mi polla durante un rato, mientras la sostenía en su mano. Se inclinó para besarla de nuevo, entonces, empezó a frotarla suavemente contra su mejilla. Cerró sus ojos y su cara adquirió una expresión de reverencia, rozaba la polla con sus labios, la frotó contra el lado de su nariz y a través de sus párpados. Me conmovió.
“Tira del prepucio hacia atrás ahora,” le susurré. “Métetela en la boca.”
Peló el prepucio hacia atrás con su mano. Muy despacio, lo envolvió con sus labios encantadores alrededor de la base del glande. Sentí la suave presión mientras succionaba y, entonces, sentí su lengua deslizándose alrededor en el interior de su boca, acariciando el capullo que temblaba. Era una sensación tan intensa que suspiré en voz alta y mis ojos en blanco hacia arriba.
Sentí una oleada de lujuria. Me puse de pie y agarré la parte posterior de su pelo, forzando su cabeza hacia atrás. Le dí a comer mi polla, presionándola en su interior, sacándola despacio antes de chocarla nuevamente contra su garganta. Empecé a follar su boca, empujando desesperadamente, tratando de correrme. Pensaba en darle la vuelta, forzar mi polla en su coño o incluso en su culo. Quería penetrarla por todas partes a la vez.
Puedo ser muy lujurioso en cuanto al sexo se refiere. En otras cosas, no soy una persona lujuriosa, por ejemplo, con la comida. Pero, en cuanto a lo sexual, quiero más y más. Si una mujer me manda una foto sexy, quiero cinco más. Si hago que se corra, quiero que se corra una y otra vez. Puede ser que esto no sea bueno. Puede ser que sea algo sobre lo que yo tenga que trabajar. De cualquier manera, esta vez resistí el impulso de cogerla cada vez que yo pudiera. Seguía penetrando su boca. Estaba frotando mi polla ahora. Como un montón de hombres, creo. Necesito esa estimulación extra para llegar a la boca de una mujer. Dios sabe cuán excitante es hacerlo de esta manera y por qué yo necesito darme esta ayuda con la mano, no lo sé. Pero tiene su truco. La saqué antes de que me viniera el orgasmo y le rocié la cara con mi semen.
Ella fue iniciada.

jueves, 3 de febrero de 2011

Mi gata

“Quítate la falda,” le digo.
La miro mientras lo hace.
“Ahora, las bragas y  zapatos.”
Ella se desnuda de cintura para abajo, mirando como si estuviese incómoda. Creo que  se siente más desnuda de lo que está, como si  estuviera totalmente desnuda.
“Al suelo a cuatro patas,” le digo.
Voy a sentarme en el sofá. “Ven aquí.”
Ella gatea por el suelo.
“Pon tu cabeza en mi regazo.”
Le arrasco suavemente por detrás de la oreja. “Gatita buena,” le digo.
La acaricio por detrás de su cuello y paso mis dedos por su cabello.
“Quiero, gatita, que te muevas como una gata por la habitación y te roces contra los muebles, tal como hacen las gatas.”
Ella se aleja. La observo mientras se arrasca contra las patas de la mesa. A continuación, acaricia su cabeza contra una silla y luego frota su trasero contra la puerta. Ella vuelve a mí.
“¿Alguna vez, has visto cómo las gatas muestran su culo, poniéndose de espaldas a ti y levantando su rabo hacia arriba?”
Ella no dice nada, “Por supuesto, que tú no tienes rabo,” le digo. “Pero puedes hacer el resto.”
Despacio se da la vuelta y hace como una onda con su culo ante mí. Me gusta mucho.
“Siéntate sobre tus talones,” le digo. “Quiero escuchar a mi gatita.”
Ella duda, espero pacientemente. Entonces, hace como un pequeño sonido lastimero.
“Otra vez, le digo. No le gusta esta parte. Eso es porque mi pene se está poniendo duro.”
“Otra vez,” digo.
“Gatita buena,” digo cuando ella maúlla de nuevo. “¿Quieres beber ahora?”
Ella asiente con la cabeza. Voy a la cocina y busco un pequeño cuenco. Echo un poco de vino en él y lo pongo en el suelo. Ella me mira como diciendo, ¿cómo puedo beber así?, pero no digo nada. Ella inclina su cabeza y empieza a lamer en el bol. Es proceso largo y lento, pero finalmente, se bebe la mayor parte del líquido.
“Ven y ponte en mi regazo,” le digo.
Ella misma pone su cara sobre mis piernas. Gentilmente, acaricio su culo mientras que con la otra mano acaricio la parte trasera de su cuello. Estamos así durante varios minutos. Sé que ella está húmeda entre sus piernas, tan húmeda que incluso puedo oler su aroma ligeramente. Sé que a ella le gusta que ponga mi mano ahí y haga círculos con mi dedo ansioso sobre su clítoris. Pero, no sería justo hacer esto con una gatita, ¿verdad? Decido que voy a tenerla el resto de la noche en el papel de gata. La negación de mi propio deseo para penetrarla es un precio que merece la pena pagar para complacer a mi fantasía.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Las cuatro letras

En mi opinión, hay muchas virtudes en una mujer sumisa. Por supuesto, una buena disposición a someterse es sine qua non. Pero esto no es suficiente. Se busca otras cualidades y hay cuatro que yo valoro mucho. Son virtudes que podrían ser generalmente apreciadas por cualquier persona. Pero, explicaré por qué estas son particularmente importantes en una sumisa.
Puntualidad
El incumplimiento de los plazos, llegar tarde a una cita, no estar disponible online cuando usted le dice que esté. Todas estas cosas son irritantes para cualquiera que sea victima de ellas. Pero, para un dominante son particularmente agravantes, Porque demuestran una fundamental falta de respeto. Si tú llegas tarde, demuestras que no te preocupas lo suficiente por llegar a tiempo. Por supuesto, a veces, existen retrasos inevitables. Esto es obvio. Pero el retraso persistente es un signo con el que no puedes ser molestado. Y si tú no puedes ser molestado, yo tampoco.
Cortesía
A todos nos gustan los buenos modales. No cuestan mucho y nos facilitan el aceite esencial para engrasar las ruedas de las relaciones sociales (y sí, también de la relación sexual, supongo). En el contexto de la D/s, la cortesía demuestra respeto, incluso deferencia, y un dominante siempre la encuentra bienvenida. No es que le pese tener sus puntos de vistas u órdenes cuestionadas. Es la manera en la que se hace lo que es importante. Creo que todos podemos estar de acuerdo en que “vete a la mierda” no es la respuesta más apropiada, ni incluso para un entrenamiento que presiona los límites hacia un grado extremo. Y creo que si te gusta que ella te llame “Señor” (y lo hago cuando estamos en una sesión D/s), entonces, usted debe insistir en ello cada vez que ella hable.
Detalle
Una palabra bastante cursi, quizás, pero no empieza por “P”. Con este término, quiero significar atención al detalle. Esta puede cubrir cosas tales como la ortografía, la puntuación y la gramática. Estoy pasado de moda y todavía pienso en el uso correcto de los apóstrofes. ¿Por qué esto es relevante para la conducta de una sumisa? De nuevo, creo que es una cuestión de respeto. Si ella sabe que estas cosas me importan, entonces, ella deberá prestarle atención. Si ella es indiferente, esto demuestra que ella no se preocupa lo suficiente. Esta atención también demuestra cosas tales como el cuidado de llevar a cabo las instrucciones a la carta, siempre respondiendo a las preguntas que se le formulan a ella, pedirle información complementaria, si ella no está segura acerca de algo, y no olvidar lo que se le haya dicho. Los dominantes tienden a ser obsesivos  con los detalles y, con razón, bajo mi punto de vista. Si te tomas la molestia de decirle exactamente lo que tiene que hacer, tú exiges que se haga exactamente, ni más ni menos.
Paciencia
La última pero ciertamente no menos, esta es una virtud que va al corazón de la D/s. Las sumisas con frecuencia son proclives a ser muy ansiosas. Ellas quieren que lo que mal deseen, no les favorezcan e intentan presionar las cosas hacia delante. El resultado de esto, es la parte alta del fondo, que como todo el mundo conoce es una ofensa seria, contra la que el dominante debe aumentar la eterna vigilancia. Adiestrar a una sumisa a ser paciente lleva mucho trabajo, pero debe ser hecho si el dominante es  suficientemente paciente a la vez para estar satisfecho con la conducta de ella. Estoy a favor de diversos tipos de ejercicios para probar su paciencia: Si ella se pone muy impaciente, hacerla esperar todavía más. Al final, ella te lo agradecerá, cuando se de cuenta de las recompensas de la virtud, la satisfacción que se obtiene al agradar a su dominante incluso o especialmente, en el costo de tener sus propios deseos denegados.
Por supuesto, valoro otras virtudes. ¿Cuáles son las obvias que me he dejado de lado?
Todos los comentarios serán bien recibidos.