“Esto te va a doler,” dice él.
“Lo sé.” Ella se queda mirando a las
dos pinzas para la ropa que él tiene en la mano.
“Es una rutina de dolor bastante
habitual. Nada de lujo.”
“Todo muy bien para usted que lo dice.”
Él sonríe. “De todos modos, no negaré
que el dolor es dolor, rutinario o no.”
“Como usted dice, me va a doler,” comenta
ella.
“Sí. Pero, es necesario.”
“¿Necesario?” Pregunta ella.
“Bueno,” dice él. “Necesito hacerlo y
tú necesitas haberlo sufrido.”
“¿Alguna vez piensa usted que es raro
hacer este tipo de cosa?”
“No, solo extraño. Fran camente,
perverso.”
Ella sonríe y dice: “Me gusta esto. Es pervertido. Suena más importante de esta
manera. Más dignificado.”
“¿Piensa usted así? Me parece una cosa pervertida.”
“Eso es porque usted tiene una mente pervertida,”
dice ella.
“De cualquier manera,” – dice él – “sigo con la idea
de hacerlo. Quítate el sujetador.”
“¿Me va hacer usted mucho daño?”
“Si
usted me lo permite,” dice él. “Y espero que usted me lo permita.”
“No
sé cómo puedo pararle,” dice ella, quitándose el sujetador. Sus pezones estaban
rígidos por la aprehensión.
Y aunque supiera como pararlo, tampoco lo haría, que pillina...
ResponderEliminarQue afortunada la sumisa que sepa el final de esta historia!!
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