Una de las cosas que más me gusta de las mujeres sumisas, es lo
abiertas que son. Una mujer que sea realmente sumisa, no tiene nada. Ella no
disimula, no finge, es lo que ella es. Justo tal como ella ofrece las entradas
de su cuerpo para ser penetrada a voluntad de su dominante, dónde y cuándo a él
le plazca, por lo tanto, ella ofrece su mente, su corazón, su alma y su cuerpo,
si se quiere, abierta y libremente. Pasamos una gran parte de nuestras vidas
ocultos, erigiendo barreras entre nosotros y otras personas. Algunas veces, no
estamos seguros de lo que realmente somos, como la cortina de humo que creamos
con el fin de que la gente no descubra nuestra propia naturaleza. Para cada
compartimento de nuestras vidas, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros
colegas, ofrecemos una fachada ligeramente diferente, diseñada para presentar
lo que nosotros queremos que ellos crean sobre nosotros.
La mujer verdaderamente sumisa no se esconde. “Esto es lo que yo soy,”
dice ella, “acéptame.” No es sólo su cuerpo lo que ella pone a tu disposición.
Ella invita a una intimidad total. Y ¿no es eso lo que todos buscamos, aunque
con frecuencia seamos rechazados? Al hacerlo así, ella se hace a sí misma inevitablemente
vulnerable. Al permitir que puedas llegar hasta su interior, al núcleo
tembloroso de su ser, ella corre el riesgo de verse perjudicada. Puedes hacerle
daño si no eres cuidadoso. Pero, ella confía lo suficiente para correr ese
riesgo. Esto es lo que es tan conmovedor.
No estoy diciendo
solamente que las mujeres sumisas pueden ofrecer intimidad. No existe ninguna
razón para que una mujer vainilla no pueda abrirse también. No se puede decir, “esto
es lo que soy, acéptame.” Pero, de alguna manera, una mujer sumisa tiene más
que perder. Al decir que ella quiere complacerte, no a sí misma, ella se hace
dependiente. Tú no puedes ofrecerte por ti mismo a otra mujer de la manera que
la mujer sumisa lo hace sin necesitarte. No puedes ser autosuficiente cuando
eres dependiente de otra persona para activar tus impulsos más profundos.
No es fácil
conseguir esta clase de franqueza y apertura. Se necesita tiempo, compromiso,
madurez. Y tú tienes que ser valiente. Pero, la recompensa por la confianza,
esta disposición a exponerse ella misma sin reserva, es una cercanía, una
auténtica intimidad que no tiene precio. Mucha gente no quiere esto. O más
bien, no lo pueden manejar. Es demasiado, no quieren dejar que nadie esté tan
cerca. Tal vez, lo hiciera una vez, y alguien se acercó demasiado a ella para
hacerle daño. Manteniendo, por seguridad, a la gente lejos del alcance de tus
brazos, puedes seguir teniendo todavía afecto, amistad, excitación sexual. Eso
es suficiente para algunas. Pero, la mujer realmente sumisa ofrece más a quien
esté dispuesto a ofrecer más de sí mismo. Y, al hacerlo, ella puede
experimentar una tremenda sensación de liberación. Ya no tendrá más temor de
exponerse. No tiene nada que ocultar.
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