martes, 26 de marzo de 2013

Intimidad


Una de las cosas que más me gusta de las mujeres sumisas, es lo abiertas que son. Una mujer que sea realmente sumisa, no tiene nada. Ella no disimula, no finge, es lo que ella es. Justo tal como ella ofrece las entradas de su cuerpo para ser penetrada a voluntad de su dominante, dónde y cuándo a él le plazca, por lo tanto, ella ofrece su mente, su corazón, su alma y su cuerpo, si se quiere, abierta y libremente. Pasamos una gran parte de nuestras vidas ocultos, erigiendo barreras entre nosotros y otras personas. Algunas veces, no estamos seguros de lo que realmente somos, como la cortina de humo que creamos con el fin de que la gente no descubra nuestra propia naturaleza. Para cada compartimento de nuestras vidas, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros colegas, ofrecemos una fachada ligeramente diferente, diseñada para presentar lo que nosotros queremos que ellos crean sobre nosotros.

La mujer verdaderamente sumisa no se esconde. “Esto es lo que yo soy,” dice ella, “acéptame.” No es sólo su cuerpo lo que ella pone a tu disposición. Ella invita a una intimidad total. Y ¿no es eso lo que todos buscamos, aunque con frecuencia seamos rechazados? Al hacerlo así, ella se hace a sí misma inevitablemente vulnerable. Al permitir que puedas llegar hasta su interior, al núcleo tembloroso de su ser, ella corre el riesgo de verse perjudicada. Puedes hacerle daño si no eres cuidadoso. Pero, ella confía lo suficiente para correr ese riesgo. Esto es lo que es tan conmovedor.

No estoy diciendo solamente que las mujeres sumisas pueden ofrecer intimidad. No existe ninguna razón para que una mujer vainilla no pueda abrirse también. No se puede decir, “esto es lo que soy, acéptame.” Pero, de alguna manera, una mujer sumisa tiene más que perder. Al decir que ella quiere complacerte, no a sí misma, ella se hace dependiente. Tú no puedes ofrecerte por ti mismo a otra mujer de la manera que la mujer sumisa lo hace sin necesitarte. No puedes ser autosuficiente cuando eres dependiente de otra persona para activar tus impulsos más profundos.

No es fácil conseguir esta clase de franqueza y apertura. Se necesita tiempo, compromiso, madurez. Y tú tienes que ser valiente. Pero, la recompensa por la confianza, esta disposición a exponerse ella misma sin reserva, es una cercanía, una auténtica intimidad que no tiene precio. Mucha gente no quiere esto. O más bien, no lo pueden manejar. Es demasiado, no quieren dejar que nadie esté tan cerca. Tal vez, lo hiciera una vez, y alguien se acercó demasiado a ella para hacerle daño. Manteniendo, por seguridad, a la gente lejos del alcance de tus brazos, puedes seguir teniendo todavía afecto, amistad, excitación sexual. Eso es suficiente para algunas. Pero, la mujer realmente sumisa ofrece más a quien esté dispuesto a ofrecer más de sí mismo. Y, al hacerlo, ella puede experimentar una tremenda sensación de liberación. Ya no tendrá más temor de exponerse. No tiene nada que ocultar.

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