jueves, 11 de septiembre de 2014

La noche del collar

Me encontré con ella en el hall del hotel. Nos dirigimos al restaurante. Nos sentamos. Un poco de vino. Comimos algo y le pregunté cómo se sentía sobre el tema de imponerle el collar y hablamos un buen rato sobre este tema.

Subimos hacia la habitación. Me paré ante la puerta, me di la vuelta y la dije que se arrodillara en el pasillo, mientras yo entraba. Volví a salir y presioné su cabeza contra mi entrepierna. La dije que entrara, que viera lo que había en la mesa para ella, que se desnudara y arrodillara en el suelo de  cara a la ventana. Y que me pusiera un mensaje cuando ella estuviera preparada. Entonces, me fui.

Ella entró en la habitación y, sobre la mesa, había un ramo de flores, una tarjeta y un par de cajas pequeñas de bombones. Abrió la tarjeta y se sonrió con lo que estaba escrito. Al colocar la tarjeta en la mesa, se desnudó, se arrodilló en el centro de la habitación, me envió el mensaje y esperó.

Un momento después le contesté:

“Pon una música relajante… ¿has completado las tareas?”

“Sí, Señor, justo acaba de empezar a sonar,” me contestó con un mensaje.

“Pues ahora, haz lo siguiente:”
1 “Date un baño.”
2 “Enciende las velas con las cerillas que te he dejado.”
3 “Echa las sales en la bañera.”
4 “Métete en ella.”
5 “Tienes veinte minutos para relajarte y reflexionar.”

Ella se introdujo en el agua caliente y respiró el vapor, rodeada de velas encendidas y los acordes de violín de Lindsay Stirling, pensando sobre la conversación que acababa de tener conmigo. Las sales de baño que había dejado para ella, le dejaron la piel muy suave al tacto y tiñeron el agua de una sombra de color púrpura. Cuando entré, le hice algunas fotos en el agua y le dije que se secara y me siguiera.

Me senté en el sofá y ella se arrodilló ante mí. Me hablaba, mientras yo le acariciaba su pelo y luego, cogí una caja que estaba a mi lado, la abrí y le puse el collar. Ella estaba eufórica, embriagada por la sensación, completamente emocionada y honrada. Era absolutamente hermoso. De oro, rojo y brillantes. Este acto ha sido muy emotivo. A ella, le recordaba una puesta del collar a una amiga que presenció como invitada.

Me levanté, le dije que me abriera la cremallera de mis pantalones. Los bajó y le ordené que chupara mi polla. Luego, empecé a darle instrucciones, detallándole exactamente cómo quería que lo hiciera.

“Esto es lo que ibas a hacer cuando te hablaba de adorar a mi falo, justo en el mismo orden y forma que te he dirigido,” le dije.

Poco después, empezamos a prepararnos para la cena. Le hice algunas fotos con su collar y, luego, nos fuimos a cenar.

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