Me preguntaron hace poco sobre la diferencia entre el castigo y la
disciplina. Observo que este tema siempre suscita mucha confusión. En el
lenguaje cotidiano, la disciplina se usa con frecuencia como sinónimo de
castigo. Pero creo que, dentro de la D/s, existen dos conceptos diferenciados.
El castigo, como yo lo entiendo, es un acto que se realiza cuando la sumisa ha
hecho algo mal. Esta ha hecho, deliberada o negligentemente, algo que no
debería haber hecho. Ha prometido obediencia y luego ha fallado. Su dominante
la perdonará, pero mientras tanto se siente culpable. Castigarla permite que
expíe su culpabilidad. Ella necesita alguna especie de acto físico que tenga un
gran simbolismo, de modo que pueda someterse a una forma de penitencia. El peso
de la culpa no puede ser levantado a menos que ella sienta que tiene el derecho
a ser nuevamente una mujer buena y que solamente puede lograrlo si paga el
precio de su desobediencia. Por eso, creo que es esencial que la sumisa nunca
sea castigada, al menos y hasta que haya admitido su ofensa y esté plenamente
persuadida de que merece un castigo. Si no está convencida, el castigo no
servirá para nada. Incluso, puede hacer daño alimentando un resentimiento que
no puede ser reconducido a la sumisión voluntaria de sus deseos.
Por el contrario, la disciplina es parte de un proceso continuo. La disciplina es, hablando correctamente, solamente otro nombre para el proceso de dominación y sumisión. Es lo que el dominante practica cada día. Una sumisa está siempre bajo disciplina. Existen normas, procedimientos y cosas que ella debe hacer o no hacer. La sumisa necesita sentir la presión constante del deseo de su dominante por obedecerle. Esto no significa que ella deba estar continuamente gimiendo bajo el yugo (aunque es un sonido que a cualquier dominante nos gusta oír de vez en cuando). Con frecuencia, él puede controlar con un ligero toque. La disciplina no es un conjunto de procedimientos específicos, es un estado mental. Repito: la buena sumisa está siempre sometida a la disciplina.
Sin embargo, algunas veces, el dominante siente la necesidad de apretar la tuerca. Es, en ese momento, cuando él puede optar por iniciar la negación del orgasmo u obligarla a realizar ciertos rituales impuestos o actos simbólicos o simplemente darle un buen spanking. Unos azotes disciplinarios son la expresión más directa de su dominación. “Voy a azotarte porque me da la gana. Voy a azotarte porque lo necesitas. Si lo quieres realmente en este momento, no es algo que me preocupe. ¿Te preocupa a ti?”
Lo que el dominante quiere por encima de todo, es que su sumisa realmente quiera agradarle. No se trata de si le gusta el dolor o la humillación o cualquiera de las otras cosas que él pudiera infligirle. Para él, es fundamental que en el mismo corazón de su ser sexual exista un profundo deseo de complacer.
La disciplina es solamente un medio por el cual, ella está capacitada para expresar su deseo de agradar. El castigo es lo que sucede cuando ella olvida que quiere, por encima de todo, agradarle y, a su vez, agradarse a sí misma. El ritual del castigo levanta la culpabilidad de ella y hace que se ajuste al proceso de disciplina para ser reintegrada.
Por el contrario, la disciplina es parte de un proceso continuo. La disciplina es, hablando correctamente, solamente otro nombre para el proceso de dominación y sumisión. Es lo que el dominante practica cada día. Una sumisa está siempre bajo disciplina. Existen normas, procedimientos y cosas que ella debe hacer o no hacer. La sumisa necesita sentir la presión constante del deseo de su dominante por obedecerle. Esto no significa que ella deba estar continuamente gimiendo bajo el yugo (aunque es un sonido que a cualquier dominante nos gusta oír de vez en cuando). Con frecuencia, él puede controlar con un ligero toque. La disciplina no es un conjunto de procedimientos específicos, es un estado mental. Repito: la buena sumisa está siempre sometida a la disciplina.
Sin embargo, algunas veces, el dominante siente la necesidad de apretar la tuerca. Es, en ese momento, cuando él puede optar por iniciar la negación del orgasmo u obligarla a realizar ciertos rituales impuestos o actos simbólicos o simplemente darle un buen spanking. Unos azotes disciplinarios son la expresión más directa de su dominación. “Voy a azotarte porque me da la gana. Voy a azotarte porque lo necesitas. Si lo quieres realmente en este momento, no es algo que me preocupe. ¿Te preocupa a ti?”
Lo que el dominante quiere por encima de todo, es que su sumisa realmente quiera agradarle. No se trata de si le gusta el dolor o la humillación o cualquiera de las otras cosas que él pudiera infligirle. Para él, es fundamental que en el mismo corazón de su ser sexual exista un profundo deseo de complacer.
La disciplina es solamente un medio por el cual, ella está capacitada para expresar su deseo de agradar. El castigo es lo que sucede cuando ella olvida que quiere, por encima de todo, agradarle y, a su vez, agradarse a sí misma. El ritual del castigo levanta la culpabilidad de ella y hace que se ajuste al proceso de disciplina para ser reintegrada.