viernes, 25 de mayo de 2012

Esto no había sido su intención


Escribí esto para ella y, si bien no transmite la intimidad que me gustaría, me pareció saciar la vena creativa que yo sentía…

Tal como  acordé esa noche, esta no había sido mi intención y yo no sabía lo que ella esperaba que sucediera, pero la progresión la sentía completamente natural. Yo tenía mucha curiosidad, por el momento, sobre lo que ella estaba pensando mientras yacía bocabajo sobre la cama, sus manos atadas sobre su cabeza, sus piernas abiertas de par en par, sus pies atados en las esquinas más alejadas del colchón, su cabeza girada a un lado mirando a su brazo extendido.

Yo, no me consideraría un hombre sádico, pero, ciertamente, no carezco de compasión hacia los demás y estaba, en realidad, interesado mientras hablaba con ella en el bar. Me preocupaba por sus problemas y sentía empatía mientras me describía su sentido de la alienación, los problemas y los trabajos de la vida cotidiana. Ni siquiera sucedía que ella estuviera particularmente enajenada, puesto que sólo experimentaba los momentos de aburrimiento que todos sentimos. Yo sólo pretendía que ella sintiera una sensación de compañerismo cuando puse su mano sobre la mía para hacerla saber que me sintiera como un amigo, que me preocupaba por ella, a pesar de haberla conocido desde hacía muy poco tiempo. Nos habíamos reído juntos con facilidad, nuestra conversación había sido un pretexto, nuestra mirada era de una calidez compartida. Habiendo dicho esto, yo sabía con exactitud lo que quería hacer con ella mientras íbamos hacia el ascensor del hotel que nos llevaría a la habitación en la que yo estaba alojado.

Levanté ligeramente su cabeza para mover un poco la mordaza debajo de ella, forcé su mandíbula abierta con mi pulgar y con mis dedos en cada lado de su boca, la empujé entre sus dientes para, luego, apretarla en la parte posterior de su cabeza. Luego, moví un poco el antifaz que cubría sus ojos y la até, no demasiado fuerte, por detrás de ella, asegurándome que no le entrara luz. Le había preguntado, cuando entramos a la habitación, si ella confiaba en mí y me dijo que sí. La miré, inmovilizada bocabajo sobre el colchón, estirada, boquiabierta y reconociendo que ella estaba indefensa, abierta a la violación, la mía. Pasé mis dedos suavemente desde sus hombros a través de su espalda y vi que la piel de gallina aumentaba sobre su piel, a pesar del calor de la habitación.

Seguí deslizando mis manos sobre sus nalgas, por sus muslos, por detrás de sus rodillas y sobre sus pantorrillas y la vi ligeramente nerviosa. La acaricié con suavidad por debajo de sus brazos, haciéndole cosquillas, en parte para ver si las cuerdas estaban ajustadas. Sus músculos se contrajeron y tiró fuerte de las restricciones, pero no podía moverse. Moví mis dos manos firmemente por cada una de sus piernas y sentí los músculos firmes bajo su piel. Deslicé mis manos por la parte de atrás de sus muslos y sentí los tendones a ambos lados de sus ingles que se prolongaban a las piernas abiertas de par en par a través de la cama. Presioné fuerte con mis uñas cortas hasta que pude ver las huellas rojas detrás de ellas. Me senté a horcajadas sobre ella,  el tejido áspero de mis pantalones contra ella, mientras mis dedos se movían sobre ella, presionando fuerte, creando cuatro figuras de ocho alineadas sobre su piel. Me moví por su cuerpo, mi mano entre sus piernas, los dedos moviéndose a lo largo de su sexo abierto, encontrándolo húmedo, presionando casualmente contra el contraste de su carne blanda endurecida como si hubiese engordado, vello ensortijado y suave, la piel tierna y resbaladiza, disfrutando con la exploración de la forma en que ella se sentía.

Hice que mis dedos se mojaran con su secreción, luego separé sus nalgas y moví mi dedo hacia su culo, dejándolo descansar un momento contra su esfínter. Después, lo introduje un poco,  viendo la constricción involuntaria al tocarlo, sintiendo la estrechez del músculo. Posteriormente, me puse de pié, me dirigí hacia la silla, cogí el látigo largo y delgado, lo levanté por encima de mi cabeza, lo mantuve ahí durante un breve momento, después, lo bajé silbando a  través del aire, aumentando la presión conforme bajaba a la vez que se estrellaba contra sus nalgas duras, enroscándose con rapidez alrededor de su cuerpo y dando un salto hacia atrás de nuevo, a pesar de lo mucho que ella movía sus caderas hacia abajo para escapar de la terrible sensación. Luego, lo subí otra vez hacia arriba.

A medida que yo retiraba el látigo negro de su piel, podía ver la roncha roja formando una línea nítida, creando una intersección perpendicular a través de su piel, extendiéndose de un lado a otro de su cuerpo. De nuevo, levanté la rígida tira de cuero trenzado y repetí el movimiento de bajada notando la tensión en mandíbula mientras ella anticipaba el inminente picor, procedente del contacto con su piel, ligeramente por debajo de la marca anterior, dejándolo ahí durante un breve momento. Pude ver en su cuerpo una mueca de dolor mientras el cuero golpeaba su carne. Su cabeza se levantó ligeramente de la cama, sus caderas se encogieron y los músculos de sus piernas se aplastaron. Repetí el movimiento con el látigo, bajándolo para crear estrías en pequeños espacios desde la parte superior de sus muslos a la baja de su espalda. Luego, elegí un solo punto y lo bajé diez veces sobre el mismo sitio. Casi podía ver la sangre saliendo a la superficie de su piel, la cual no estaba todavía agrietada.

Ahora, ella estaba inmóvil, la tensión y la relajación de su cuerpo parecía haber disminuido. Los azotes no llovieron sobre ella, sino que vinieron a intervalos constantes, casi hipnóticos. Dejé caer el látigo por última vez. Luego, me separé un poco y lo puse al lado de la cama, apoyado y palpé la piel roja del mismo. Anormalmente, estaba caliente al tacto, un contraste extraño de color con el resto de su cuerpo. Invertí el proceso anterior, quitando la venda de sus ojos, desabrochando la mordaza, liberando sus pies y luego sus manos. Di un paso atrás y me senté en la silla, encendí un cigarrillo y observaba mientras ella parpadeaba ante la inesperada luz, moviendo lentamente su cuerpo, intentando encontrar las posiciones que no le causaran  dolor mientras la sangre volvía a sus extremidades. Ella se enroscó en una posición fetal y conscientemente se secó las lágrimas de sus ojos.

A los pocos días, ella me escribió el siguiente comentario:

“La diferencia más importante entre la historia y la realidad es el final – pretender que yo sintiera ese frío después de esa sesión es un poco ridículo –, ello implicaría que soy completamente insensible y aunque, puedas fantasear a veces o llevar una sesión a un final cruel, como encender un cigarrillo y sentarte, el verdadero final es cuando yo ofrezco confort y ternura. Lo divertido de una sesión es, hasta cierto punto, la cercanía que se desarrolla, la confianza y la intimidad y habiendo desarrollado esto, es imposible no ser sensible después de haber suministrado tanto dolor, independientemente de la medida en que la persona que recibe el dolor lo desee. La ternura puede ser cuando los dos, tumbados sobre la cama, después de haber tenido sexo como una progresión natural de la sesión, relajante o, especialmente, después de un fuerte spanking. Al haber tenido relaciones sexuales anales, parece que se desarrollan unos vínculos muy especiales.”


4 comentarios:

  1. No termino de entender el relato, en concreto lo que quiere decir ella con su comentario y la relación entre ese comentario y el relato...

    s.

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  2. Lo que pretendo transmitir en este artículo, es que, muchas veces, los dominantes obviamos el alma de la mujer sumisa. Mientras que él, en los prolegómenos de la sesión, daba a entender que se preocupaba por ella, comprendía sus inquietudes interiores, le hacía referencia a sus respectivas empatías, etc., su vanidad y egoísmo le ciegan. A juzgar por su relato, la sesión fué impecable, hasta el extremo de sentarse a fumarse un cigarro fríamente dando por concluida, para él, la sesión…

    Su regodeo egoísta lo centra en la descripción literaria y detallada de la sesión que habían tenido anteriormente, obviando dónde radicaba el buen éxito de la misma, según ella. Y que esta se ve “obligada” a detallar como recordatorio en su comentario…una cosa es la fantasía y otra la realidad…

    Ben Alí

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  3. ¿Sabe por qué no lo entendía? Porque automáticamente daba por sentado que en realidad no había concluído todo y que ese cigarro era sólo un paréntesis antes de acercarse y abrazar esas lágrimas....Soy una ingenua que aún cree en los finales felices :)

    s.

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  4. yo si lo he entendido pero hubiese rogado...mas...

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