viernes, 29 de junio de 2012

Por fin


Él la desnuda despacio, deliberadamente, tomándose su tiempo. Después de que quita cada prenda, da un paso hacia atrás y le echa un vistazo. Ella mantiene sus ojos bajos. Esto es algo que lo está haciendo adrede. Tal vez, ella sea cómplice en esto, pero no es activa. Sea lo que sea, no sabe cómo va a salir esto, pero él tiene un plan definido, ella puede presentirlo.

Cuando está completamente desnuda, le dice a ella que permanezca ahí de pie y que no se mueva. Él vuelve con unas esposas de dedo y bloquea sus manos juntas en su espalda con las esposas. Luego, le coloca alrededor de su cuello un collar grande, pesado, hecho de cuero negro con unas hebillas de acero. Cuando es cerrado por delante, engancha una cadena de acero a una argolla en la parte delantera con un candado. Él tira fuerte de la cadena, haciendo que ella se ponga de rodillas y haciendo que gatee hasta la ventana, bajo la cual hay un radiador. Hace un bucle con el otro extremo de la cadena alrededor de la tubería del radiador en la parte inferior y la asegura con un candado. Guarda las llaves de los candados en su bolsillo, luego, cruza la habitación y coge un libro.

De acuerdo, ella piensa que este es el hombre del juego: paciencia. Ella se arrodilla, poniéndose lo más cómoda que puede. Mira hacia el exterior por la ventana que está sobre el radiador. Su habitación está en un piso superior. Ella puede ver otro hotel que está a sólo cincuenta metros de distancia. Detrás de una de las ventanas, ella puede ver unas figuras moviéndose, pero algunas de ellas son blancas. ¿Hay alguien en algunas de esas habitaciones que la esté mirando? ¿Qué verían ellas? Solo la cabeza y los hombros de una mujer. Necesitarían muy buena vista para ver si tenía un collar.

Ella le mira sentado en su sillón. Pasa una página, luego, otra. Aparte de esto, solo hay silencio.

“¿Puedo hablar?” pregunta ella.

“No,” dice él.

Para pasar el tiempo, ella se imagina que está secuestrada en una mazmorra medieval, encadenada a una pared, a la espera de su destino, que indudablemente será peor que la muerte. Tal vez, sea una virgen recién casada y el señor de la casa reclama su derecho de pernada. En cualquier momento, la puerta de la mazmorra se abrirá y él entrará a despojarla de su inocencia. Tal vez, será peor. Él puede dejar que sus amigos la disfruten también. Ella se imagina siendo violada por todos y cada uno.

Ella cambia de posición, la cadena rechina contra el radiador. Él deja su libro en el suelo y cruza la habitación. De pie, sobre ella. Sin decir una palabra, le coge sus pezones entre sus pulgares y los dedos índices y los retuerce con fuerza. Ella corta su respiración, luego gime mientras él lo hace con más vehemencia clavándole las uñas.

Ha pasado una semana desde que él la folló. Ella sabe que él ha estado construyendo una cosa u otra. Ella no comprende lo que es, por lo tanto, consigue que, al final, la folle. Ella lo necesita. Es lo peor de esto, él lo sabe. Y le gusta usarlo contra ella, a tomarle el pelo con su deseo. Ella sabe que él tiene siempre muchas ganas de penetrarla, pero siempre parece ser capaz de contenerse, lo mejor para su tormento.

Una vez más, se vuelve para seguir leyendo su libro. Ella mira por la ventana. Se imagina que está en un reformatorio, una de esas instituciones penales para las jóvenes malas. Ha sido sorprendida incumpliendo las normas. Probablemente, masturbándose. ¿Tal vez una masturbación mutua con otra chica? Ella aprieta sus muslos pensando en ello. Era una chica muy caliente que conoció en la fiesta de anoche.

Ella era consciente de que él había apartado el libro y la estaba mirando. No se atreve a mirar hacia atrás. Teme que ello le provoque. Se mantiene mirando por la ventana. Él vuelve a su libro. Ella está esperando a ser castigada por el director, un hombre vicioso y viejo que goza azotando los traseros de chicas jóvenes. Ha sido amenazada con la vara si es cogida otra vez en la cama con otra chica. Ella se pregunta, perezosamente, que sería como de abedul. Ha leído las historias de Fanny Hill, donde azotar con la vara parece rutinario, pero ella nunca la ha probado. No quiere ni pensarlo. Piensa que, realmente, le dolería muchísimo. Probablemente, demasiado.

Una vez más, él pone en el suelo su libro y se acerca a ella. Abre el candado de la parte inferior del radiador. Durante un momento, ella piensa que tal vez la cogerá aquí. Pero, en vez de ello, hace que se ponga de pie, luego cierra el candado en la parte superior del radiador, de modo que su cabeza está presionada hacia abajo mientras ella está inclinada delante de la ventana.

Desde atrás de ella, oye un silbido, testigo de que él se está quitando el cinturón. No tiene ningún motivo para castigarla. Él quiere azotarla. Algunas veces, cuando ella piensa después del evento sobre esta frialdad, esta objetificación, donde ella es simplemente un cuerpo encadenado y azotado, se pregunta si es deshumanizante. Pero, cuando se está haciendo, la excita más de lo que ella admite, simplemente por ser utilizada sin ninguna consideración por su estado mental. Él ni siquiera se molestó en construir un escenario, como uno de los que ella había estado imaginando en su cabeza. De hecho, ese es el escenario, el de una chica que solo existe para satisfacer los deseos de él.

El cinturón pica y ella grita. De alguna manera, duele incluso más que la cane. Él no está muy seguro con el cinturón. Algunas veces, las terminales del látigo la rodean y se enroscan en su cadera o serpentean maliciosamente entre sus nalgas, estrellándose contra el sitio más sensible de todo su cuerpo. Otras veces, no es la parte plana del cinturón la que aterriza en su trasero sino el filo, y corta su piel cruelmente. Ella sabe que cuando él está en este estado de ánimo puede llorar tan fuerte como le plazca, no habrá ninguna diferencia. Sabe lo lejos que puede llegar haciendo daño real y es mucho más de lo que ella piensa que puede recibir, pues siempre termina, de una manera u otra, recibiendo.

A ella le gusta verse después las marcas, el rojo lívido y los rojos púrpuras en el centro de su trasero. Le gusta sentir la contusión cuando se sienta. Le gusta saber qué placer tan intenso le proporciona él al hacerla gritar. Pero, en este preciso momento, ella no está realmente disfrutando de los latigazos. Son severos e implacables. Inmediatamente antes, el solo pensarlo es siempre excitante y es excitante oír el ruido del cinturón al sacarlo por las trabillas de los pantalones. Después le encanta tomar el sol con el cálido resplandor de un culo bien azotado. Pero, ahora duele y duele como un infierno.

La flagelación continúa. Ella mira por la ventana. ¿Es que alguien está mirando por detrás? No puede estar segura. ¿Pueden ellos estar viendo a un hombre detrás de ella, blandiendo un cinturón? ¿Qué pasaría si pudieran? Ella espera que les de placer.

Él deja caer la correa y la agarra por los pelos, girando su cara hacia él. Este saca su polla y bruscamente fuerza sus labios con ella. La folla por la boca durante un rato, luego, la saca de nuevo. Se vuelve y se sienta en el sillón. Seguramente, él no va a seguir leyendo su libro, pero lo hace. ¿Puede ser que esté leyendo un tema interesante?, piensa ella.

Muy cuidadosamente, intenta no llamar la atención, ella presiona su ingle contra el radiador. Consigue situarse sobre uno de los salientes muy bien colocado contra el lado de su clítoris y empieza a moverse rítmicamente. Tiene miedo de que él vaya a verla. Sabe que la haría algo, si realmente la sorprende. Pero, ya no puede contener su lujuria.

Ella observa una cortina recogida en una de las ventanas de enfrente. ¿Qué verían ellos si estuvieran mirando? Una mujer desnuda hasta la cintura, sus manos detrás, moviéndose lentamente contra un radiador.

Ella le oye poner el libro en el suelo y se pone de pie. Ella se queda de piedra. ¿Se ha dado cuenta de lo que ella estaba haciendo? Se levanta y se pone delante de ella y la fuerza a abrir su boca, presionando con los dedos en su garganta hasta que casi se ahoga. Luego se sitúa detrás de ella. Siente que se desabrocha la cremallera. Por fin. A ella no le importa donde la polla entre, en cualquier puerto es una tormenta.

domingo, 24 de junio de 2012

Mi placer, tu dolor


Sueño con hacerte algo – no sé todavía qué – por lo que, mientras yo me corro profundamente dentro de tí, puedes gritar de dolor puro e inalterable.

Deslizarme dentro de tu cuerpo, mientras me baño en tu ansiosa aprehensión en el momento de mi clímax y cuando estoy cerca  del umbral de no retorno, cuando no puedo aguantar más, para hacer esa cosa elusiva que hará que tu cabeza se eche hacia atrás gritando.

Sentir las ondas de dolor reverberar a través de tu cuerpo, a la vez que, involuntariamente, me agarras como a un invasor, mientras que, al mismo tiempo, siento mi pene palpitar dentro de tí, llenándote con mi semilla. Para colapsarme encima de ti y salvajemente morder la primera pieza de tu carne sensible que cae en mi boca,  mientras todavía sigues lloriqueando de dolor y placer…

sábado, 23 de junio de 2012

Normas y rituales en la D/s.- Parte I


El estilo de vida de una relación entre un Dominante y una sumisa está basado en la voluntad de transferir el poder entre una sumisa y su Dominante. Las sumisas se sienten atraídas por la fuerza, el poder y el carisma del Dominante. Responden cediéndolo al mismo que, a su vez, le autoriza a vivir más plenamente de acuerdo con su naturaleza. La manifestación de este poder dinámico es el control de la sumisa por el Dominante. Y el método más efectivo de mantener el control, de tal manera que mejore la experiencia para ambas partes, es establecer un marco útil de normas y rituales.

Las normas y rituales son instrumentos de larga tradición usados para controlar las conductas de una persona o grupo. Las ceremonias de bodas, las fuerzas armadas, los funerales, miembros de clubs, reuniones familiares, incluso nacimientos, etc., están todos sujetos a un ritual. Proporciona la estructura y crean un sentido de pertenencia. También puede ser un recuerdo poderoso de lo que somos y nos ayuda a mantener nuestros compromisos en la mente, bien hacia otros, bien hacia nosotros mismos.

En una relación Amo/sumisa, las reglas y rituales son usados para entrenar y enfocar la mente, para establecer límites y una atmósfera donde la sumisa se sienta segura y cuidada. Ayudan a crear un ambiente seguro, en el cual la sumisa es capaz de expresar su necesidad de ser controlada y el Dominante es capaz de realizar su deseo de control. La observación de las reglas y rituales también sirve para centrar la concentración de la sumisa en el servicio y en el Dominante, mientras que este mantiene en su mente la responsabilidad hacia la sumisa a través del seguimiento y el cumplimiento.

Además, este marco proporciona un importante mecanismo en el mantenimiento de la relación D/s, sin el cual, perdería su estructura y eventualmente caería en el caos y la discordia.

Puede ser útil empezar por algunas definiciones. Las normas dictan lo que deberá ser hecho o no hecho. Los rituales indican la manera que la sesión se va a realizar o el reconocimiento dado.

Es importante para la sumisa distinguir la diferencia entre un Dominante y un matón o un tirano. Es muy fácil para alguien más grande y más fuerte forzar la voluntad de otra persona, pero la motivación subyacente es el factor distintivo. El matón controla por miedo o la inseguridad que demanda controlando a otro. Exigen obediencia con el fin de validarse a si mismos. Irónicamente, esto les conduce con normalidad a ser dependientes de sus víctimas. Claramente, esta clase de conducta es abusiva.

Por otra parte, los Dominantes están motivados por un profundo deseo de desarrollar y potenciar a las sumisas. Ellos poseen un alto grado de confianza en si mismos y auto control. Y aunque el Dominante consigue mucha satisfacción controlando a una sumisa, últimamente, el servicio de la sumisa es su derecho fundamental, el Dominante la liderará en su camino sin obstáculos. El matón es incapaz de responder de esta manera. Ellos amenazarán, seguirán y, en algunos casos trágicos, responderán violentamente en caso de que la sumisa no quiera continuar con la relación. Esta no es la conducta de un Dominante.

Es igualmente importante, comprender la diferencia entre una sumisa y una víctima. No es sorprendente que el diferenciador principal sea el poder. En un extremo, está la víctima, despojada de todo poder, viviendo con miedo y desesperación. En el otro extremo de la escala, está la sumisa, sexualmente cargada de energía y altamente motivada a través de sus logros.

La sumisión es un ejercicio de poder tan estimulante para la sumisa como el control lo es para el Dominante. La sumisa plenamente realizada vibra en este estado y lo busca en todo momento. El Dominante responsable comprende las implicaciones de esta declaración: “Si su estado de sumisión no es continuamente reforzado, la sumisa se sentirá abandonada e insatisfecha.”

Y aunque la naturaleza, el número, la prioridad de las normas y los rituales varien, una cosa está muy clara, que son esenciales para una relación D/s sana.

viernes, 15 de junio de 2012

A veces


A veces, quiero sentarme y hablar contigo. A reflexionar sobre el día y lo que hace el mundo en ese momento. Quejarme del tiempo y hablar de lo bueno que ponen esa noche en la televisión. Ver una película de terror y burlarnos de los efectos especiales hasta que nuestros estómagos nos duelan de tanto reírnos.

A veces, quiero explorar tu mente, caminar a través de la tempestad de tus pensamientos, tus deseos, tu angustia y tu dolor. Ahogarme en la lluvia de tus emociones y salir pegajoso, goteando con la sensación de saber que he experimentado algo que otros no han conseguido.

A veces, quiero coger tu mano y secar tus lágrimas cuando el dolor sea insoportable. Acogerte entre mis alas y protegerte de las miradas indiscretas.  Ponerte contra la roca mientras te estremeces y estar simplemente allí, para oír tus gritos. Ser el pecho que tus puños puedan golpear. Sumergirme en la oscuridad contigo y guiarte de espalda.

A veces, quiero descansar mi cabeza en tu suave pecho, sintiendo cómo tus dedos delgados acarician mi pelo, nutrirme de tí, aliviado por tí, envuelto en tu corazón. Nutrirme de tu alma como si fuera un bebé, perderme en tu calor, recargar en tu esplendor, para que yo pueda volver a ponerme de pie y de cara al mundo.

A veces, quiero molestarte con palabras muy sensuales y calentarte con pasión para que tu cuerpo llore con el deseo y tus ropas se adhieran a tu piel. Forzarte a que te disculpes por lo que pueda liberar la obsesión creciente en tus lomos. Volverte loca con la incertidumbre y el deseo. Sentir mis labios con una sonrisa presumida mientras tu mente se acelera y maúllas como una gata en celo.

A veces, quiero explorar tu cuerpo, tal como un hombre ciego ve con sus manos. Para sentir las elegantes hebras de tu pelo partiendo de mi nariz para absorber tu aroma, sentir la delicada suavidad de tus pechos rindiéndose a mis labios, sentir tu cuerpo muy abierto y envolviendo mis insistentes y penetrantes dedos hasta que se pierden en el mundo.

A veces, quiero enterrar mi cara entre tus muslos, cubrir mi cara con tus jugos, para que invadan mi nariz y así seguir oliéndote después durante horas. Para lamer tu coño babeante con largas y lánguidas caricias. Excitar y acariciar suavemente tu clítoris justo antes de inclinarme para morderlo. Sumergir mis dedos en tu coño y luego acercarme para lamerlo y limpiarlo.

A veces, quiero apoyarte contra la pared, mi respiración entrecortada por la excitación desesperada, agujereando tus ropas con impaciencia para conseguir llegar a la suave y delicada piel que la cubre. Para ser consumido por la necesidad de sentir tu cuerpo rodeándome. Para entrar, a la vez, en todas tus partes; una mano en tu boca, otra mano en tu coño y una polla en tu culo. Poseerte por completo y absolutamente.

A veces, quiero inclinarte con una sola orden y quitarte las bragas de tu cremoso trasero y azotarte para quitarte la petulancia, golpe abrasador tras golpe abrasador. Hacerte llorar. Para que caigas de rodillas ante mí y llores de contrición, mientras me prometes en voz baja que serás una mujer buena, una vez más. Al menos, durante un tiempo.

A veces, quiero atarte como si fueras un pequeño paquete, inmóvil, un regalo para yo jugar contigo, exponiendo tus carnes más tiernas, abierta para mi, para burlarme, para placer, para violarte. Para jugar con tu cuerpo como si fuera un instrumento, para hacer caso omiso de tus súplicas para que te libere, de hecho, para divertirme de tus súplicas. Burlarme de tu impaciencia como nunca lo he hecho antes; para negarte tu libertad durante una eternidad y, luego, para extraer libertad tras libertad para otro. Para no dejarte ir hasta que haya terminado contigo.

A veces, quiero abofetear tus pechos y tu cara. Ver tus ojos llenos de lágrimas mientras estás ahí, someterte para mi uso y abusar de tí. Cogerte. Disfrutar de la gloria de tu valentía y fuerza mientras te consumo y te hago daño. Para que reclames. Para sacarte la energía inagotable y suave de tu interior. Para sentir el sometimiento de tu carne y sin haber cedido todavía.

A veces, quiero hacer cosas inexplicables para tí, cosas que no querías haber hecho para tí, cosas que te dejan llorando desesperadamente y de vergüenza. A horcajadas sobre tí, como si fueras una cualquiera, trocearte con mis garras y colmillos, desgarrarte la zona que no deseas ser dañada y beber tu sangre, como si fuera mi última comida.

Y, a veces, simplemente quiero sentir tus mulos alrededor de mis caderas, tu cuerpo abierto al mío, invitándome, dándome la bienvenida. Para sentir nuestras almas chocando en el interior de tu vientre. Para conectar con la pasión tranquila, saborear cada una y todas las sensaciones, cada centímetro de deslizamiento, cada vibrante temblor. Para conciliar el sueño, por fin, satisfecho y lleno hasta el borde de serenidad. Para estar en paz.

lunes, 11 de junio de 2012

Los detalles


El secreto está en los detalles. La esencia de la fantasía es el detalle. Los detalles son siempre muy importantes en una historia, pero la historia es diferente. Usted necesita un relato que tenga una especie de lógica. Es necesario que exista un cómo, un por qué, las razones y conexiones entre los detalles, el todo y casi todo. Mis fantasías son a menudo fragmentos, situaciones y emociones y no siempre existe una historia relacionada con ellas. No estoy diciendo que las fantasías sean surrealistas al mismo tiempo y no contengan una narración. Lo que estoy intentando decir, creo, es que las fantasías tratan sobre las sensaciones y las emociones y que ellas, algunas veces, son tan irregulares que no tienen una historia posible.

A menudo, en una fantasía, existe una situación o sensación que es lo importante, no el cómo ni el cuando de ello. Generalmente, hay un detalle pequeño que la hace importante. A veces, quiero estar en la situación, la sensación y no siempre estoy interesado en las implicaciones.

Permítame dar un ejemplo. Imagine que hay un poste de madera hincado en el suelo. En ese tronco, hay una mujer. Está atada al poste, sus manos inmovilizadas juntas detrás del mismo. Está desnuda (¿Usted esperaría algo más?) Pueden haber personas relacionadas con esta escena, mirándola o, tal vez, que el riesgo de que alguien pase por el lado, sea alto.

No siempre es importante pensar en el por qué ella está puesta en ese sitio,  quién la puso allí y por qué está desnuda. La sensación de imaginarse a una mujer desnuda es suficiente para la fantasía.  ¿Sería igual que tú, mujer, estuvieras allí de pie, desnuda y atada? ¿Te avergonzarías? Probablemente. ¿Te sentirías atractiva? Sí, esto forma parte de esta escena. ¿Por qué? No lo sé, tal vez porque estás expuesta a alguien que quiere mirarte y quieres pensar de ti misma que eres un ser atractivo.

Y hay detalles que hacen a la fantasía más importante aún.. Tal vez, que alguien te atara al poste y te pusiera una cuerda alrededor de tu garganta, apretándote contra la madera. Tal vez, tus pies estuvieran también atados al poste. Tal vez, fuera un crimen y un castigo. Tal vez, una nota le dijera al transeúnte que se aprovechara de tí.

Los detalles no son solo cosas que yo quiera en realidad, cosas que me hagan excitarme o me pongan excitado. No, ellos apuntan a cosas, cuestiones, significados. Y ella, por su parte, no piensa que estar atada desnuda a un poste sea algo que quisiera que le sucediera en la vida real. No, creo que significa algo, pero no necesariamente un reflejo de los posibles acontecimientos de la vida real. Parece más excitante e interesante pensar en ello, en el sentido de un deseo para su visualización, no para que esté oculto. Quizás, la atadura de los brazos signifique que alguien más es responsable y no tiene que sentirte ofendida.

Y no siempre es importante pensar sobre el antes y el después. A menudo, es suficiente estar con la sensación de la fantasía, dejarla que solo esté allí.

Sé que existe mucha gente interesada en estos tipos de fantasías, que se preocupan muy poco de los análisis y de las razones subyacentes. Quienes son felices con sus deseos de azotar, ser azotadas o, tal vez, someterse y servir. Cada persona tiene sus propias maneras de ser feliz y, por eso mismo, intento comprender lo que pasa en mi propia mente.

jueves, 7 de junio de 2012

Picasso y el sadismo


Yo estaba repasando unos apuntes y me encontré este escrito mío de hace algún tiempo. No recuerdo por qué no lo publiqué en aquel momento, ya que es muy interesante. Espero que estéis de acuerdo:

Françoise Gilot no estaba dispuesta a hablar de sus años con Picasso hasta que Janet Hawley, una periodista australiana, menciona hacia el final de su conversación telefónica con ella que le gustaría hacerle una entrevista sobre lo que Gilot había hablado en el Festival de la Semana de Escritores de Adelaida en el 1984. Una cosa llevó a la otra y le concedió que la entrevistara durante un par de horas. El artículo que la periodista escribió sobre el tiempo que Gilot pasó con Picasso, me fascinó.

“Ella era,” dice, “la única de las mujeres de Picasso que no era sumisa. Él quería que yo fuera sumisa, como las otras mujeres, pero nunca lo fui.”

“¿Por qué siempre me contradices?” quería saber de ella. Su respuesta era: “Porque tenemos un diálogo, no un monólogo.”

La posición de Gilot sobre las mujeres es refrescantemente franca: “Muchas mujeres que son muy femeninas tienen una vena masoquista hacia los hombres, especialmente intelectuales, así que fueron perfectas para Picasso las mujeres que estuvieron con él antes que yo. El sádico con la masoquista. Pero, yo no era masoquista ni sádica: yo no jugaba ese juego.”

Aparentemente, Picasso se jactaba ante Gilot de que él disfrutaba haciendo sufrir a la gente que le amaba. Le decía que era muy desagradable para la gente que le tenía afecto. Ella creía que la estaba poniendo a prueba su cariño por él. “Todos los días tenía que tener un combate y ganarlo.”

“La idea del amor de Picasso era principalmente física y posesiva, no de dar. Al mismo tiempo, su lado bueno era tan inteligente que cuando estabas con él…era tan asombroso que sentías que estabas presenciando un milagro. Eso era lo que él daba. Si podías apreciar eso, esto era lo que habías conseguido.”

Pero, su admiración por él, no enturbió la conciencia de sus defectos.

“…él siempre tenía una ansiedad enorme, querer encontrar una nueva verdad… Picasso siempre se sentía sólo, en peligro…”

Ella reconoció también que no debió haber sido fácil para él.

“Pablo pintó una serie de caballeros de la Edad Media con armaduras, con sus cinturas delgadas, a caballo – ellos soy yo. Él se quejaba de que yo nunca me quitaba mi armadura. “Sí,“ ella replicó. “Yo no quería que me mataran.”

Pero, de todos los comentarios que ella hizo en aquella entrevista e informó en el maravilloso artículo de Janet Hawley, fue este el que resonó como una campana de cristal:

“Yo sabía de la reputación de Picasso con las mujeres y que vivir con él podía ser una catástrofe – pero decidí que era una catástrofe que no quería perderme.”

Françoise Gilot puede no haber sido una sumisa o masoquista en el sentido estricto de la palabra, pero se quedó fascinada por Picasso y solamente le dejó diez años más tarde cuando su conducta “se convirtió cada vez más injusta y cruel.” “Picasso era un dios y mis hijos y yo éramos seres humanos.”

Los hombres Dominantes, me parece que son, con alguna frecuencia, de mercurio; no todas las almas sencillas pueden estar a su lado y, sin embargo, las mujeres con cualidades sumisas, gravitan alrededor de estos hombres. Por muy difícil que pueda ser, algunas mujeres se sitúan en esa categoría y suspiran por su compañía.

“Cuando Dios quiere castigarte, responde a tus oraciones.”

sábado, 2 de junio de 2012

El punto de no retorno


Creo que el momento justo antes de llegar al orgasmo, es cuando ha pasado el punto de no retorno.

Como cuando se está en la cúspide de la pista de una montaña rusa, justo antes de sumergirse en la más terrorífica caída de la atracción, el tiempo parece detenerse. Se contiene la respiración y si se está realmente seguro de qué es lo que se quiere, porque lo que quieres, no tiene ninguna consecuencia en esos momentos. Te has comprometido, ya has tomado tu decisión; una vez que has llegado a ese punto, no hay nada más que rendirse a lo inevitable y disfrutar del paseo.

A veces, cuando siento que he pasado el punto de no retorno, justo antes del orgasmo, me detengo con todos mis sentidos en alerta. Me siento en la cresta de la ola de la montaña detrás de mí y sé que no soy más que un latido en la distancia de la dirección de esa onda. Pero, alargar el momento de anticipación, justo antes de saborear la vida, es como un caramelo en la boca.

Es exquisito