A veces, quiero sentarme y hablar contigo. A reflexionar sobre el día y lo que hace el mundo en ese momento. Quejarme del tiempo y hablar de lo bueno que ponen esa noche en la televisión. Ver una película de terror y burlarnos de los efectos especiales hasta que nuestros estómagos nos duelan de tanto reírnos.
A veces, quiero explorar tu mente, caminar a través de la tempestad de tus pensamientos, tus deseos, tu angustia y tu dolor. Ahogarme en la lluvia de tus emociones y salir pegajoso, goteando con la sensación de saber que he experimentado algo que otros no han conseguido.
A veces, quiero coger tu mano y secar tus lágrimas cuando el dolor sea insoportable. Acogerte entre mis alas y protegerte de las miradas indiscretas. Ponerte contra la roca mientras te estremeces y estar simplemente allí, para oír tus gritos. Ser el pecho que tus puños puedan golpear. Sumergirme en la oscuridad contigo y guiarte de espalda.
A veces, quiero descansar mi cabeza en tu suave pecho, sintiendo cómo tus dedos delgados acarician mi pelo, nutrirme de tí, aliviado por tí, envuelto en tu corazón. Nutrirme de tu alma como si fuera un bebé, perderme en tu calor, recargar en tu esplendor, para que yo pueda volver a ponerme de pie y de cara al mundo.
A veces, quiero molestarte con palabras muy sensuales y calentarte con pasión para que tu cuerpo llore con el deseo y tus ropas se adhieran a tu piel. Forzarte a que te disculpes por lo que pueda liberar la obsesión creciente en tus lomos. Volverte loca con la incertidumbre y el deseo. Sentir mis labios con una sonrisa presumida mientras tu mente se acelera y maúllas como una gata en celo.
A veces, quiero explorar tu cuerpo, tal como un hombre ciego ve con sus manos. Para sentir las elegantes hebras de tu pelo partiendo de mi nariz para absorber tu aroma, sentir la delicada suavidad de tus pechos rindiéndose a mis labios, sentir tu cuerpo muy abierto y envolviendo mis insistentes y penetrantes dedos hasta que se pierden en el mundo.
A veces, quiero enterrar mi cara entre tus muslos, cubrir mi cara con tus jugos, para que invadan mi nariz y así seguir oliéndote después durante horas. Para lamer tu coño babeante con largas y lánguidas caricias. Excitar y acariciar suavemente tu clítoris justo antes de inclinarme para morderlo. Sumergir mis dedos en tu coño y luego acercarme para lamerlo y limpiarlo.
A veces, quiero apoyarte contra la pared, mi respiración entrecortada por la excitación desesperada, agujereando tus ropas con impaciencia para conseguir llegar a la suave y delicada piel que la cubre. Para ser consumido por la necesidad de sentir tu cuerpo rodeándome. Para entrar, a la vez, en todas tus partes; una mano en tu boca, otra mano en tu coño y una polla en tu culo. Poseerte por completo y absolutamente.
A veces, quiero inclinarte con una sola orden y quitarte las bragas de tu cremoso trasero y azotarte para quitarte la petulancia, golpe abrasador tras golpe abrasador. Hacerte llorar. Para que caigas de rodillas ante mí y llores de contrición, mientras me prometes en voz baja que serás una mujer buena, una vez más. Al menos, durante un tiempo.
A veces, quiero atarte como si fueras un pequeño paquete, inmóvil, un regalo para yo jugar contigo, exponiendo tus carnes más tiernas, abierta para mi, para burlarme, para placer, para violarte. Para jugar con tu cuerpo como si fuera un instrumento, para hacer caso omiso de tus súplicas para que te libere, de hecho, para divertirme de tus súplicas. Burlarme de tu impaciencia como nunca lo he hecho antes; para negarte tu libertad durante una eternidad y, luego, para extraer libertad tras libertad para otro. Para no dejarte ir hasta que haya terminado contigo.
A veces, quiero abofetear tus pechos y tu cara. Ver tus ojos llenos de lágrimas mientras estás ahí, someterte para mi uso y abusar de tí. Cogerte. Disfrutar de la gloria de tu valentía y fuerza mientras te consumo y te hago daño. Para que reclames. Para sacarte la energía inagotable y suave de tu interior. Para sentir el sometimiento de tu carne y sin haber cedido todavía.
A veces, quiero hacer cosas inexplicables para tí, cosas que no querías haber hecho para tí, cosas que te dejan llorando desesperadamente y de vergüenza. A horcajadas sobre tí, como si fueras una cualquiera, trocearte con mis garras y colmillos, desgarrarte la zona que no deseas ser dañada y beber tu sangre, como si fuera mi última comida.
Y, a veces, simplemente quiero sentir tus mulos alrededor de mis caderas, tu cuerpo abierto al mío, invitándome, dándome la bienvenida. Para sentir nuestras almas chocando en el interior de tu vientre. Para conectar con la pasión tranquila, saborear cada una y todas las sensaciones, cada centímetro de deslizamiento, cada vibrante temblor. Para conciliar el sueño, por fin, satisfecho y lleno hasta el borde de serenidad. Para estar en paz.
Sin palabras....
ResponderEliminarEstar en paz? eso seria ideal, llegar a estarlo.
Un beso Ben Ali
El ser humano inquieto no conoce la paz, sino las inquietudes permanentes...Pero, merece la pena luchar por esa bella utopía...
EliminarFeliz día, lunallena
Ben Alí
Qué bello escribe UD.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tu "piropo."
EliminarBuen día,
Ben Alí
Es sencillamente sublime :)
ResponderEliminars.
He llorado ante tanta belleza...
ResponderEliminarBellísimo, Ben Alí.
ResponderEliminarDulce, apasionado, amoroso, obsceno, incluso brutal... Sin embargo rezuma sensibilidad.
Y con un estilo, como siempre, magnífico.
Muchas gracias.
Edel.
Buenas tarde, Edel:
EliminarEste post lleva el sello de mi alma, mi pasión, mi ardor, mi sadismo, mi sensibilidad y hasta mi amor...
Buen fin de semana