jueves, 26 de abril de 2012

¿Cómo le dirías a tu hombre que eres sumisa?


Esto es un rumor sempiterno en el mundo de la D/s. Una mujer sumisa me hizo una pregunta sobre cómo hacerle saber a su pareja que ella ha descubierto su naturaleza y quiere que (esperanzadoramente) él participe también. Esta fué su pregunta y he aquí mi respuesta.

A partir de ahí, “¿cómo se lo explica ella a su hombre?”

La respuesta fácil es que ella siga las dos primeras reglas de una relación D/s, es decir:

1) Ella es honesta con él sobre sus sentimientos actuales.

2) Ella confía en él para hacer lo que es correcto.

La respuesta más difícil es que cada relación es diferente y, honestamente, no siempre se siente y comprende la mejor decisión.

Yo no soy un consejero, no me atrevo a presumir de asesorar a alguien sobre cómo abrir la puerta de la D/s desde dentro de los confines de su propio hogar. Una vez que la puerta está abierta, estoy más que dispuesto a compartir mis propios conocimientos y experiencias, pero hasta entonces, tengo poco que hacer.

Por desgracia, existe un gran riesgo asociado con revelar su naturaleza a su “hombre.” Él puede rechazarla llamándola una pervertida o una puta. Él puede ser incrédulo, no estar dispuesto a creer lo que ella le está diciendo. Él puede ponerse furioso y considerar su “investigación” una forma de traición. Es posible el chismorreo y hacer que todo el mundo sepa lo que ha ella le ha revelado en la mayor de las confidencias.

No todos los hombres están dispuestos a aceptar la idea de que ellos no son capaces de satisfacer plenamente a sus mujeres, ¿eh?

Y aún menos, personas que estén dispuestas a permitir que un “mentor, consejero o lo que sea” tenga acceso a las más profundas y privadas intimidades de su relación con su mujer.

En absoluto, es una cosa fácil.

domingo, 22 de abril de 2012

Los azotes desde la perspectiva de un Dominante

Quiero exponer, desde la perspectiva de un Dominante, algunas ideas sobre lo que induce a los hombres a desear intensamente a azotar a una mujer. Por lo tanto, señoras y sumisas, les aportaré mi experiencia.

En primer lugar, diré que azoto para excitar, despertar, castigar, convencer y, substancialmente, para magnificar el placer sexual de mi sumisa o mujer. Descubrí que los azotes eróticos son la forma más increíble del juego previo y el hecho de que también me excite, hace que sea totalmente completo.

Uso una palabra de seguridad. Si ella me dice que pare en cualquier momento, dejo de azotar de inmediato. Se supone que la cosa ha ido demasiado lejos. Al no traspasar sus límites, esto le da a ella la oportunidad de confíar en mí, le da la confianza de someterse a mí sin ningún miedo real o reservas. La confianza es esencia y siempre debe estar presente. Sin embargo, con frecuencia, presiono sus límites. La azoto con más intensidad de lo que ella espera, pero menor de la que pueda soportar.

Cada hombre que azota tiene una intensa atracción por el trasero femenino. Esto es evidente. Es visualmente estimulante, un blanco hermoso, localizado muy cerca de la feminidad de la mujer y, justo, en el centro de varias zonas erógenas, todas las cuales son extremadamente sensibles al tacto. Uso esas zonas para aprovecharlas al máximo. Comprender cómo su cuerpo reacciona a varias estimulaciones y la entrega mental es la clave. A la mujer sumisa, le encanta que su culo sea tocado, acariciado e incluso azotado. Leo el cuerpo de la mujer muy bien y sé cuando y cómo aplicar mi cachete. Experimento y observo sus reacciones.

Los muslos de la mujer son siempre muy sensibles al tacto. Me encanta pasar mis manos y dedos por arriba y por debajo de sus muslos, por el interior y por el exterior, desde sus rodillas hasta sus húmedos y pacientes labios. Los muslos de una mujer son subestimados y se les deberían prestar muchísima atención durante una sesión de azotes. Si sus bragas están subidas todavía, recorro sus muslos arriba y abajo con mis dedos, parándome en sus bragas, pasando mis dedos entre sus piernas. Uso la punta de mis dedos sobre sus muslos, frotando ligeramente la yema de mis dedos contra ellos, luego vuelvo mis dedos otra vez y dejo que mis uñas  recorran su piel sedosa presionando un poco más. Luego me paro en sus bragas, me gusta sentir su humedad a través de ellas, sean de seda o de algodón. Posteriormente, jugueteo con ella, frotando sus nalgas y luego vuelvo a acariciarla más entre sus piernas.

Hay muchas cosas que excitan a una mujer. Los aspectos físicos del spanking erótico van más allá de los cachetes sobre sus nalgas. Cuando le digo a una sumisa que va a ser azotada sobre su culo desnudo, inmediatamente se pone sonrojada, las mariposas de la adrenalina recorren su cuerpo. La imagen mental que pinto para ella, mientras describo lo que sucederá, magnifica dicha sensación. Exagero la intensidad del próximo spanking con frases como “voy a azotar tu culo desnudo hasta  ponerlo de color púrpura o hasta que tenga ampollas.” Esto es una exageración o no  pero la utilizo para incrementar el flujo de la adrenalina. Esto funciona. La adrenalina acelera el pulso, incrementa la alerta, aumenta la conciencia del cuerpo en su totalidad. Esto tiene el efecto adicional de ayudar a la mujer a sentirse bien y húmeda, mientras se está excitando sexualmente.

Existen los factores psicológicos del intercambio de poder, los juegos de rol, y la fantasía añadida a la emoción. Tener un hombre que se haga cargo por sí mismo, electrifica a la mayoría de las mujeres, pero le dan también la responsabilidad al hombre. Como Dominante, me gusta mandar en la situación, especialmente cuando conozco exactamente lo que estoy haciendo. Tener a una mujer sobre mis piernas mientras la azoto, cuando ella se retuerce y retuerce una y otra vez, es muy excitante, especialmente cuando sé que también la excita. Incluso, al ser mandada que se ponga sobre el regazo de un hombre, el ser azotada es el no va más para la mayoría de las mujeres.

Ahora, los azotes empiezan despacio, casi con suavidad. Cachetes ligeros, sincronizados uniformemente, con pausas para masajear la zona, tocando, hablando y, a veces, hasta bromeando. Este es el precalentamiento y sirve para varias cosas. Los cachetes son lo suficientemente agudos para provocar una reacción, incrementar el flujo sanguíneo en las nalgas y producir esa sensación de hormigueo delicioso poniendo todo el fuego ahí abajo. Esto excita, pero también empieza a liberar endorfinas. Esta es la reacción natural del cuerpo a la estimulación, sobre todo a un dolor suave.  Aumenta el flujo sanguíneo en el cuerpo, mayor agudeza mental y una aguda conciencia de lo que está pasando con un efecto mental casi eufórico. Yo uso esto para magnificar las maravillosas sensaciones sexuales en curso.

Por lo general, las endorfinas requieren unos pocos minutos para que hagan efecto. También son de corta duración, mientras el cuerpo se adapta. Para sacar provecho de esto, empiezo los azotes despacio y bastante a la ligera, dando tiempo para que reaccione, masajeando y acariciando, luego azoto un poco más, más fuerte, luego pausadamente, masajeando y jugando un poco más. Estos ciclos de azotes y masajes se incrementan en el tiempo y en intensidad cada vez más para “construir” sobre el estado previo de la excitación. Yo, normalmente, aplico unos veinte buenos cachetes, luego hago una pausa de unos minutos con masajes. Cuando llega el momento apropiado, deslizo mis dedos en el interior de su  sexo humedecido esperando a que esté próxima a orgasmar. Luego más, azotes más fuertes para incrementar la liberación de endorfinas y llevarla un poco más allá casi al mismo borde del orgasmo.

El control del orgasmo es una técnica maravillosa  para, por último, magnificar la intensidad del mismo. Nunca dejo que mi sumisa se corra sin mi permiso. Ella debe contenerse, para aumentar la excitación. Como si estuviera en una ola, la llevo al mismo filo, luego hago que se quede quieta ahí. Le advierto que si se corre sin mi permiso, lo sabré por los gestos y señales que transmite, sus contorsiones y la piel de gallina en sus nalgas rojas y ardientes. La digo que si se corre sin mi permiso, recibirá una oleada inmediata de azotes muy fuertes y prolongados. Frecuentemente, tengo a mi lado una paleta por si llega este caso. Mientras, una amenaza hace que se detenga. Probablemente, le daré uno o dos buenos azotes con la paleta de madera para que ella sepa que la tengo al lado. El incentivo es hacerla esperar hasta el momento adecuado. Luego, como el agua cuando se abren las compuertas, unos orgasmos muy potentes fluyen uno tras otro. Soy el juez de cuándo es el tiempo adecuado, basado en el lenguaje de su cuerpo, su respiración y sus contorneos.

Me gusta azotarla sobre mis muslos desnudos. También puedo azotarla vestido con mis pantalones cortos o mientras ambos estamos desnudos. He descubierto que ella reacciona más rápidamente al sentir mis muslos desnudos bajo su cuerpo. También ella tiene la información inmediata sobre mi estado de excitación. Sin error, sabe cuándo estoy excitado.

Cuando llega el momento adecuado, la mimo a través del orgasmo, normalmente, con múltiples orgasmos, mientras la masturbo vigorosamente. El spanking puede durar desde unos veinte minutos a una hora o incluso más, cuidadosamente orquestado para llevarla a los estadios correctos de excitación. Es como subir unas escaleras, ella puede llegar a un nivel u otro. Cada uno, un poco más alto, más intenso. Los orgasmos pueden ser realmente los más fantásticos de su vida como mujer. Y esto alimenta mi excitación como preparación para una sesión de amor o dominación larga y seria.

Como tratamiento adicional, puedo azotarla ligeramente mientras la llevo a otro orgasmo, dos, tres o…

Así que, mujeres, sumisas o no sumisas, casadas o solteras,  si esto les parece excitante, les sugiero que impriman este artículo y hablen del mismo con su amante, dominante, marido, novio u otra persona especial que esté en vuestras vidas. Usted no podrá conseguir lo que quiere hasta que se lo pida. Este artículo puede ayudarle a visualizar lo que puede funcionar en vuestra pareja. También, me gustaría sugerirles que existen miles de variaciones en la aplicación de los azotes. Prueben diferentes tipos. El juego es la sal de la vida amorosa. Vaya a ello. Solamente se vive una vez.

viernes, 20 de abril de 2012

Una reflexión sobre el dolor


“Estoy harta, Ben Alí…

Como masoquista, se me pregunta con más frecuencia de lo habitual, qué es lo yo recibo del dolor en sí. Me lo han preguntado tantas veces, que mi respuesta se ha hecho rutinaria y hasta agresiva (especialmente para algunas personas) y siempre ha sido tan simple como: “Me encanta la estimulación mental y física y la liberación que el dolor me proporciona.”

En muchos sentidos, no hay nada más que eso. No soy una masoquista de la gratificación sexual posterior, ni tengo la necesidad del sentido de la absolución del castigo por las ofensas pasadas. Definitivamente, no soy una adicta de las endorfinas y sí, el dolor no duele. De hecho, me duele mucho. Es por eso que se llama dolor y por qué tanta gente se pasa la vida entera buscando las maneras de evitarlo.

Por lo tanto, ¿qué es realmente? ¿Estoy loca?

No del todo.

He descubierto mi satisfacción de que el dolor puede proporcionarme un auténtico reto a mi capacidad de auto control como mujer y como ser humano. Esta es una declaración contradictoria por sí misma, puesto que, mientras la lucha continuaba para permanecer en la postura para manipular las sensaciones intensas y abrumadoras que el dolor proporciona, es embriagador y adictivo para mi masoquismo – así que también, es el deseo de tener ese empuje dinámico para resistir completamente desnuda y desarbolada, incluso destruida.

Vista, expuesta, reconocida, manipulada, usada y desechada.

¡Liberada!

La libertad es una señal de entrega. El dolor, no es nada mas que mi catalizador.”

Me dijo ella…

miércoles, 18 de abril de 2012

El sueño


Mientras escribo esto, tú estás desnuda porque me gusta. La cadena que llevas alrededor de tu tobillo, aunque es cierto que cubre muy poco de tu piel, revela muchísimo. La cadena desnuda tu alma, declarando a todo el mundo que eres una sumisa, propiedad de un extraño loco que te mantiene como una mascota.

Las sábanas se adaptan bien contra tu piel desnuda. La sensación que, probablemente, te mantiene despierta más tiempo del que pretendías…tal vez, estés despierta todavía, moviéndote incómodamente, inquieta contra el deseo, saturándote tú misma del placer que tu desnudez ofrece.

Tal vez, intentes acariciarte para dormir, mi gata salvaje, y no con los torpes movimientos de una tibia ama de casa… te violas salvajemente a ti misma, saqueando hasta la última gota de placer de tus cálidas profundidades…en vano, intentas saciarte el hambre que sientes. (No acostumbrabas a estar tan hambrienta… ¿qué ha cambiado en la última semana para convertirte de una gata doméstica en una tigresa?)

Disfrútalo, mi mascota… no quiero que te acostumbres a esa sensación. Por lo tanto, no te lo permitiré con frecuencia. Pero, esta noche quiero que mi gatita ronronee…

Porque me gusta.

sábado, 14 de abril de 2012

Conexión espiritual


Su cuerpo desnudo está en su cama, sobre su vientre. La sábana mostrando su torso y parte de su trasero. Una débil luz de la luna ilumina las elegantes curvas de su espalda.

Llega a tocarla, pasando sus dedos muy suavemente a lo largo de su espalda. Ve que, detrás de su pelo revuelto, se esconde una sonrisa. Su maquillaje y gruesas pestañas siguen intactos. Ella emite un “ummmm…” y luego, tan rápidamente como él se detiene, se interna en su sueño.

Él ya no sabe muy bien qué es un Dominante y qué es una sumisa en esa relación. Siente como que ninguno de ellos dos sea el uno o el otro. Intelectual, sexual, emocional y espiritualmente parece que ella es su igual. Hace unos meses se han confrontado el uno al otro y han descubierto que el dar y el recibir se ha vuelto más recíproco.

Ella estaba hecha para él. El Universo y todos sus infinitos poderes diseñaron el cuerpo y alma de ella para interactuar con el cuerpo y el alma de él. Se abrazaron el uno al otro, su pene enterrado profundamente en la vagina de ella y se convirtieron en un solo cuerpo auto masturbándose, creando emociones y energías de la manera que los cielos y las estrellas habían previsto.

Mientras que antes, él solía solo follarla, follarla y follarla y ella orgasmar, orgasmar y orgasmar. Ahora se trata, por encima de todo, de la conexión más que de otra cosa. Al conectar con ella, intelectual, sexual, emocional y espiritualmente, se inundan ambos en el éxtasis que les empuja hacia adelante.

En el papel dominante, él raramente se correría. Su placer estaba en dominarla, hacer que su corazón se acelerara, mantenerla constantemente en el borde y saturar sus sentidos con una oleada incesante de orgasmos que alteraran su mente.

Y luego, en esa velada particular, ella asumió, a su manera, con él un rol dominante, mientras él estaba incapacitado por su estado de embriaguez. Ella no podía llegar al orgasmo a pesar de los intentos de él mientras la estaba follando.

Sin embargo, después de que ella se quedara dormida, él se encontraba excitado a la vista de su propio cuerpo, yaciendo de costado con sus nalgas apuntando hacia él. Buscó un lubricante y la penetró por la espalda. Ella se despertó al sentirse sorprendida, abrumada por el éxtasis, pero en un estado de sueño, como un sueño húmedo. Él la cogió por la cintura con un brazo y el otro en su hombro, mientras él empujaba con sus caderas.

Le susurró su hombre en su oído. Ella respondió con una profunda bocanada de aire. Él tiró del cuerpo de ella hacia el suyo, continuando con su rítmica embestida, cuando orgasmo tras orgasmo empezaron a desbordarse desde su interior.

La conexión se había consumado, estaban a una el uno con el otro, cuando él terminó el acto con un potente orgasmo suyo.

Después, ella se apartó un poco para dormir. Esta vez yaciendo sobre su propio vientre. Él se volvió hacia ella admirando la tenue y azulada luz de la luna de medianoche que se proyectaba sobre ella.

Era menos de dominación y más de conexión.

martes, 10 de abril de 2012

La historia de O y sin bragas


Me siento fascinado por La historia de O desde que la leí por primera vez, especialmente al principio, cuando O entra en el coche con su amante y la prepara para su llegada a Roissy. Toda la confección de su falda está ahí para que ella se sienta expuesta y prepararla para la prueba en la mansión. La mejor parte de esto es:

“Quítate el liguero y las bragas.” Le dice él.  “Esto es fácil. Todo lo que tienes que hacer es levantar el corchete de atrás y deslizar la hembrilla.”

Ella le entrega el liguero y las bragas, se lo guarda en el bolsillo y le dice:

“No debes sentarte sobre la combinación ni la falda. Levántalas y te sientas con tu piel desnuda directamente sobre el asiento”

El asiento está tapizado con una especie de cuero frío y resbaladizo. Tiene que dar  angustia sentirlo pegado a los muslos y, con seguridad, una sensación muy extraña.

Desde entonces, la idea de hacer que la sumisa se quite sus bragas, se levante la falda y se siente directamente sobre su carne desnuda, ha sido una parte importante de las fantasías de las mujeres. Es un pequeño detalle, uno de esos, tal vez tonto, que hacen que la sumisa se excite.

Tengo la imagen de una pareja. Una mujer y su Dominante que van a un restaurante. Se sientan en un rincón apartado y discreto, uno enfrente del otro a través de la mesa. Él está vestido con un traje negro, muy elegante. Ella, con un vestido bonito, tal vez, azul, quizás de seda. Ella de mediana edad y muy tímida. Ella no puede mirarle a los ojos.

Él la mira a los ojos y ella esquiva la mirada  hacia atrás, se sonroja y baja la vista. La dice en voz baja que se quite las bragas y que se las entregue. Ella empieza a levantarse, pero la dice que tiene que estar sobre la mesa. Es un poco difícil para ella el quitarse discretamente sus bragas, deslizarlas por sus caderas estando sentada, pero, lo intenta. Está especialmente preocupada por la forma de quitárselas por los pies sin que nadie se dé cuenta.

Ella es bastante cuidadosa e intenta obedecerle. Se sonroja cuando siente la excitante sensación de sus bragas deslizándose sobre su piel. Está avergonzada por su reacción. Le entrega sus bragas y las guarda en su bolsillo. Luego, la dice que tire de su falda hacia arriba y que se siente con su piel desnuda directamente sobre la silla. Ella le mira suplicante, pero está decidido y él sonríe. No tiene más opción que obedecerle. La falda es lo bastante larga para que ella sea capaz de organizarlo de tal manera que, obviamente, no esté sentada sobre sus prendas.

Ella se siente avergonzada y violentamente excitada por esto y mientras ellos salen del restaurante y pasean de noche por las calles, ella sabe que le pertenece a él y que su Dominante la ha abrumado de una manera que ni se imaginaba que fuera posible. Por esto, ella le ama y le adora. Por supuesto, él guarda sus bragas en su bolsillo.

Otro lugar donde esto puede suceder es en una sala de cine. Imagínese a la sumisa sentada en la oscuridad de un cine al lado de su Dominante y que este le susurra al oído que se quite las bragas y se las entregue. Es un poco incómodo y hay que intentar hacerlo sin que la persona que está a tu lado se dé cuenta. Le entrega las bragas a su Dominante y le dice que te levantes la falda y se siente sobre el asiento. Ella, ya no puede pensar más en la película. De lo único que tiene que ser consciente es de la sensación de la butaca del cine contra su piel desnuda. La cruda realidad de su persona es el tacto suave y el hecho de que haya obedecido a su Dominante sin rechistar.

Una sumisa me comentó hace poco que todavía conserva la imagen en que siendo muy joven, en sus primeros veinte años, sentada en un autobús. Un asiento doble para ella sola. Vestida con una falda corta de verano, ya que era un día muy caluroso. Sin esperarlo, su Dominante le manda un mensaje con el siguiente texto: “Quítate las bragas ahora mismo y las deja en el asiento.” De una manera resolutiva y sin ninguna torpeza, se sitúa en el asiento junto a la pared de autobús y procede a levantarse discretamente la falda. Desliza sus bragas por sus piernas y la deja en el asiento. Este es duro y, tal vez, incluso esté sucio. Ella sudaba, sus muslos se pegan sobre el asiento. Es una sensación extraña al estar sentada directamente, sin ropa entre su piel y el asiento, mirando alrededor y tratando de averiguar si alguien se ha dado cuenta.

Ella se siente desnuda al salir del autobús y dejando su ropa interior en el asiento. Camina por la calle sabiendo que estaba desnuda por debajo de su falda y piensa que todo el mundo lo sabe. De alguna manera, “la gente puede ver que estoy desnuda, de hecho, desnuda de cintura para abajo interiormente”.

Inesperadamente, se encuentra a su Dominante al final de la calle. Ella no sabe y él dirige hacia un edificio de oficinas. Se introducen en el ascensor. Él lo pone en marcha. Ante la directa mirada de su Dominante, ella se sube la falda y él comprueba su obediencia.

La dice que se introduzca en un edificio de oficinas. Se introducen en el ascensor. Él lo pone en marcha. Ante la directa mirada de su Dominante, ella se sube su falda y él comprueba su obediencia.

“Mi buena sumisa,” le dice con una sonrisa.

sábado, 7 de abril de 2012

Dos minutos


Le impuse una tarea. Pudieras pensar que era relativamente simple. Tenía que masturbarse durante dos minutos y, a los dos minutos en punto, tenía que empezar su orgasmo. Ella pensó para sus adentros: “Sí, puedo hacerlo perfectamente.” Después de todo, en el pasado, lo había conseguido hacer en menos de un minuto.

Ella había estado muy excitada, por dentro y por fuera, durante todo el día. Era fascinante porque cada vez que sus pensamientos vagaban hacia algo remotamente sexual, podía sentir la agitación entre sus muslos. Espasmos agudos, retorsiones de excitación y necesidad. Así fue cómo ella se encontró a si misma más tarde aquella noche, hablando por teléfono conmigo, su dominante, cuya voz le hacía perder cualquier atisbo de autocontrol que hubiera tenido y convertirse en nada más que un ser balbuceante, un pequeño y desordenado culo de follar que sólo podía pensar en gritar su liberación.

La fantasía que, yo le estaba comentando a su oído, estaba fácilmente incendiando su ya húmeda vagina. Cada palabra que le pronunciaba, era equivalente a la insistencia suave de mis dedos acariciando su clítoris y la burla de su carnoso botón  lleno de sangre que respondía con demasiado entusiasmo. Ella se estaba retorciendo en el sofá, medio desnuda, sus piernas abiertas de par en par y su propia exposición sin ningún motivo, vergüenza ni cuidado.

La cuenta atrás de los dos minutos empezó.

Ella se tocaba a sí misma, construyendo furiosamente sobre ese tono febril. Cada parpadeo y maceración de sus dedos contra su ya sensible clítoris la estaba llevando a buscar el límite. Sí, sabía dónde esperar. Ya había estado en ese principio antes y forzada a permanecer, justo tambaleándose, hasta que la orden fuera pronunciada. Ella sabía que iba a llegar, lo sabía, lo tenía a su alcance. Todo lo que ella necesitaba era esa orden…

La orden llegó.

Ella se abandonó en el orgasmo que estaba tan completamente segura de que iba a suceder. No llegó. Se acercó con mucho ahínco, casi “agarrándolo,” y no consiguió nada. La liberación que tan desesperadamente quería, se le escapó en el último segundo.

Ella gritó…y luego, las lágrimas fluyeron. Lágrimas de frustración e innegablemente de enojo, desgarradora necesidad que no se saciaba. Si había fallado, no le permití que empezara de nuevo. No, esta vez, no. Ella, literalmente, sollozaba mientras sus dedos rotos arrancaron y rasgaron la manta cercana a ella, sus rodillas levantadas casi dolorosamente. Todo su interior estaba clamando por liberarse. Ese borde, ese límite encantador y bendito en el que ella se estaba tambaleando, se había esfumado. Era como si se hubiera arrancado bruscamente la piel de su cuello y dejada al lado, siendo solamente capaz de mirar hacia atrás y ver dónde sus pies habían tocado brevemente.

“Sí, soy una puta responsable y necesitada. Admito que mi propia vulnerabilidad es mi sexualidad. En ella, he encontrado a mi propia enemiga. Cualquier dignidad que yo haya podido tener ha sido violada cuando estoy bien y plenamente excitada, puesto que no tengo orgullo, ni modestia ni ego. En estos momentos, no soy nada más que una mujer que es como un animal. Mi mente se lava y lo que se queda es la criatura pura y primaria que sabe que nada existe actualmente que sea más urgente que el placer que fluye y ondula a través de su hambre y su mente. Yo lo bebo. Lo celebro. Llena cada grieta y fisura de mi imaginable vacío. No hay manera posible de ser más completa y no hay ninguna área de desbordamiento. Algo tiene que dar. Una liberación tiene que suceder, mi cuerpo pide que suceda…” Yo la seguía escuchando.

Dos minutos.
La orden llegó. Su cuerpo falló