He
recibido algunos comentarios sobre mi anterior artículo, titulado “La
vergüenza” que, creo, merece la pena volver al tema. En particular, dos puntos captaron
el interés de mis lectores que parecen haber llegado al tema desde dos
direcciones diametralmente opuestas. Por un parte, yo (o quizás, debería decir
“él”, el personaje de la historia) era castigado casualmente al ofrecer una
mujer sumisa a otro hombre, de tal manera que parecía desconsiderado, incluso
sin corazón (estoy parafraseando, pues creo que este era el peso de la carga).
Por otra parte, se agrava la ofensa por su disposición a entregarla a un hombre
que, incluso no era un miembro integrado plenamente en el estilo de vida de la
D/s y, por lo tanto, alguien que no la trataría con el respeto que ella se
merece.
Pero, otro lectora reconocía
que nada de esto tenía que ver con la vergüenza. Ella (supongo que es ella)
afirmaba que la vergüenza es una emoción negativa que resulta del acto que
comete una persona sabiendo que es indigno de sí misma. Mientras que la mujer
de mi historia, que está siendo usada como sumisa, quiere ser exactamente eso. Ella
se está comportando justo como su dominante quiere. ¿Dónde está la vergüenza en
esto?
Estoy
intentando dejar claro en este escrito que la esencia de este pequeño episodio
es la humillación que la mujer experimenta al ser tratada solo como un objeto o
un juguete. Nadie le consulta sobre lo que ella quiere. Nadie le pregunta cómo se
está sintiendo. Cuando ella aparece para protestar, es inmediatamente
silenciada. Tiene
claro que su dominante hará exactamente lo que a él le plazca y que la parte
que le agrada a él, es demostrar a otro hombre, un hombre con el que ella no
tiene ninguna implicación emocional, de que puede disponer de ella como le
plazca. Y que esto, puede involucrar el tener que ser penetrada por el culo por
este otro hombre, un acto que para este hombre no será una experiencia profunda
o significativa pero, sí, algo casualmente disfrutado. Una emoción barata, si
lo desea.
Puedo comprender por qué
algunos lectores encuentran esto impactante. Lo que hace diferente la explotación
de un ser humano por otra persona, es que el intercambio de poder permite todo
tipo de actos abusivos ante los ojos de la gente vainilla, de hecho, se basa en
el mutuo respeto, incluso con amor. Entonces, ¿cómo se puede tratar a alguien,
al parecer, de una manera, tan irrespetuosa, entregándolo a otro sin pensarlo
dos veces?
Sin embargo, yo no hubiera
escrito ese artículo de la manera que lo hice, a menos que, hubiera sabido por un hecho real de que
algunas mujeres son positivamente, incluso violentamente, excitadas por el tipo
de tema que estaba intentando describir. Su sumisión, a veces, las lleva a
desear la humillación, para ser tratadas como suciedad, si le gusta, si eso es
lo que le da placer a su dominante. Ellas no quieren ser respetadas. Por supuesto que, realmente, al final,
les gustan pero no al margen de la angustia de sus más oscuras fantasías. Ellas
quieren ser tratadas como putas poco comunes, cuyos propios deseos no son
tenidos en cuenta para nada. Ser entregada a un hombre que no comprende la
naturaleza de su sumisión hace que la experiencia sea aún más humillante para
ellas, porque no pueden auto consolarse ellas mismas con el pensamiento de que el
otro hombre que las está follando respeta sus razones por ser usadas de esta
manera. En cuanto concierne a Juan, ella puede ser solamente una pequeña
vagabunda barata. Al menos, existe una posibilidad real de que es lo que ella
piensa, y esto es, por lo tanto, doblemente humillante.
Aquí, se está jugando
peligrosamente. Sé por propia experiencia que la mujer camina por el filo de un
cuchillo con sus fantasías más profundas, entre la participación de una manera
realmente emocionante y, a la vez, sintiendo, en algún momento, que ella es de
una moralidad barata y vagabunda poco convencional. El dominante necesita
trabajar duro para reforzar los sentimientos positivos de ella sobre esta
experiencia. Pero, si funciona, ello puede ser sumamente excitante, tanto para
el dominante y como para su sumisa.
Pero, lo que el lector se
pregunta es ¿por qué ella debe sentir vergüenza de todo esto? ¿No es justo divertirse
haciendo lo que el dominante quiere hacer? ¿Por qué ella debe avergonzarse de
esto? Creo que esto es, más bien, perder de vista el norte. Mi creencia es que,
por muy profundamente que una mujer esté en el estilo de vida de la D/s, por
mucho que ella ame a su dominante para hacer con ella como a él le plazca, -
ella nunca puede despojarse de la sensación de ser usada como una puta poco
común -, es algo bastante humillante y, realmente, lo quiere y al ser
consciente de que él sabe que ella lo quiere, es más humillante todavía. Si
esto fuera así, no sería tan excitante. Si está a disposición de todo y cada
uno está desprovisto de culpa y vergüenza, la mujer no conseguirá que la
sacudida del deseo sexual provenga de tener todas las opciones y la dignidad
despojada. Cuando entrego una mujer a otro hombre, quiero que ella se sienta
humillada, usada e incluso abusada y sé que esto es lo que ella anhela. Estas
son las palabras que las mujeres han empleado cuando me hablan de tales cosas.
Yo no he puesto las palabras en sus bocas.