Él está sentado en un sillón.
Ella permanece de pie ante él, llevando una camiseta blanca usada por donde
destacan sus pezones grandes y duros, desnuda por debajo de la cintura.
“Voy a ponerte sobre mis
rodillas,” dice él. “Lo necesitas.”
“Sí, señor,” contesta ella. Es verdad. Ella ha estado
últimamente de mal humor, discutiendo con él por asuntos triviales. Ha habido
un poco de malas caras, aunque siempre a espaldas de él e, incluso, metafóricamente,
algún pataleo por parte de ella.
“Necesitas un buen
y sonoro azote con la mano.”
Sí, ella necesita
sentir la presión de su peso bajo su regazo, su culo, desnudo y tenso, el
hormigueo en su piel. Ella necesita sentir la mano de él sobre trasero, “educándola.”
Y entonces, dice a
ella: “Cuando te haya calentado, voy a
azotarte fuerte, muy fuerte. Primero con la palmeta
de madera y luego, con la caña. Voy a dejarte mi marca.”
En el ambiente, existe
esa mezcla familiar de la emoción, el miedo y el deseo. Va a ser malo. Pero, su
coño se cerrará y apretará con fuerza.
Antes de empezar, él
la dice: “Tráeme el paquete que viste en el cajón superior del aparador.
Ella va hacia el
cajón del aparador. Dentro hay una caja. Está
todavía en su envoltorio de celofán. Vuelve y se lo entrega.
“No tenemos que
hacer mucho ruido,” dice él, mientras desenvuelve el paquete, “voy a tener que
amordazarte.”
Las mordazas
siempre tienen el mismo efecto. Es como, con el poder de la palabra quitada,
todas las partes activas de su carácter se eliminaran también. Ella está totalmente pasiva, parece despersonalizada. Y,
profundamente sumisa. Ella tiene ya la mordaza en su boca, algo así como una
bola redonda de goma roja que llena su boca y está abrochada por detrás de su cabeza. En otros
momentos, él también lo intentó con una mordaza similar a las que se les ponen
a los caballos, atada a una especie de herradura. “El único problema con una
mordaza,” dijo él, “es que no puedes chupar mi polla mientras la tienes puesta.”
Actualmente, pensaba ella, se puede con más o menos maña. Ella ha visto esos
aparatos de metal que usan los dentistas para mantener la boca abierta. Pero,
no le impediría hablar, gritar o gemir de la forma que se consigue con una
mordaza.
“La mejor mordaza
de todas es una enorme polla dura,” dijo él una vez. Esto es innegable. Pero esto no es lo que está en la caja, pensó ella.
O, ¿es? Él abre la caja y aparece un artilugio como una máscara por la
parte más baja de su cara. En el interior de la máscara hay un grueso dildo de goma negra en
cuclillas con la forma de un pene. La máscara tiene una correa a cada lado.
“Arrodíllate,” le dice a ella.
Él presiona el consolador en su boca. Lo siente enorme. Abrocha las
hebillas por detrás de su cabeza. En todos los sentidos, ella está muda e
inclina su cabeza.
“Ahora, sobre mis rodillas,” dice él.
Él la empuja hacia abajo. Se toma su tiempo para prepararla, con una
mano acariciando su nuca mientras murmura palabras de ánimo, la otra mano,
acariciando su trasero, amasándolo, acariciándolo. Ella flotando en alguna
parte del espacio.
Sin avisar, le azota la nalga derecha de su culo. Ella gime por detrás
de la mordaza y se retuerce un poco. Él la coge por los pelos para ponerla en
su sitio y su mano baja con dureza contra su otra nalga. ¿Cómo es este Amo que siempre
se las ingenia para que los azotes sean más difíciles de lo que ella espera?
Tal vez, piensa ella, es porque recuerda lo bien que le sientan cuando se
termina, no lo mucho que duele al principio. Él establece un ritmo lento,
izquierda, derecha, izquierda, derecha. Su culo está picando. Ella está
gimiendo un poco, al menos, ella piensa que es ella, pero no grita mucho. Su
culo empieza a brillar. Ella no tiene ni idea de cuánto tiempo ha pasado, ni
cuantos azotes ha recibido cuando él se detiene, acariciando ahora su ardor
trasero con una mano porque seguramente le está picando muchísimo.
“Ahora que he conseguido calentarte, voy a ir en serio,” dice él. “¿Estás
preparada para ello?”
Cualquiera que sea el ruido que ella haga con su boca amordazada, no
es inteligible.
“Voy a tener que considerarlo como un sí,” le dice a ella.
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