martes, 26 de agosto de 2014

Cómo azotar

Estoy convencido de que los azotes o el spanking es un arte. Arte que todavía estoy aprendiendo. Pero, ya sé un par de cosas que estoy dispuesto a transmitir a aquellas personas que todavía pueden estar indagando en sus experiencias. En primer lugar, conseguirás buenos resultados si pones a tu posible sumisa o spankee en un buen estado de ánimo. Es divertido, pero debes cuidar este pequeño detalle, pues, de lo contrario, a algunas mujeres, las podrías rebotar e indisponerlas contra lo que vas a hacerles.

“Ven aquí,” le dices, sin avisar y sin preparación. Justo directamente al grano. El shock parece ir derecho a esa parte de su cerebro en la que todos sus sentimientos de sumisión están al acecho y, al instante, “se enciende.”

Pero, con otras mujeres, eso no funciona. Necesitas hablarles en un estado de ánimo adecuado. Tal vez, ella ha hecho algo que no debiera o ha sido muy negligente en el cumplimiento de una orden. Le das una breve charla sobre su error y cómo, aún siendo reacio a castigar, ella se merecerá una buena zurra. Una mujer no castigada es una mujer que en última instancia, se siente abandonada, porque si no te molestas en hacer un seguimiento de esos temas, pensará que no le importas. Después de hablar con ella, algunas veces necesita un tiempo de rincón para reflexionar sobre su error y para prepararse para el castigo, para que cuando llegue el final del azote, entienda su significado.

Por supuesto, el spanking no tiene que ser siempre un castigo. Puedes azotarla justo porque te apetece o porque piensas que ella lo necesita para su bienestar. Bajo mi punto de vista, ninguna mujer sumisa o spankee deber estar mucho tiempo sin recibir un azote. Incluso aquellas que no son putas del dolor y cuyos modos de sumisión preferida puedan ser la servidumbre, la humillación, la objetificación o lo que sea, necesita sentir algo a través de su trasero de vez en cuando. De esa manera, ella se llega a sentir físicamente conectada con su dominante o Spanker si es un azote con la mano. De este modo, ella se siente conectada y centrada en su realidad y su sumisión o con su Spanker si ella es spankee.

Así que, después de haber preparado el terreno y conseguir que ella esté lista mentalmente, ¿cómo deberías proceder? Quiero ofrecer dos o tres principios que, de seguirse, deberían asegurar buenos resultados. Hazlo suficientemente fuerte. No sé si esto suena como algo obvio que decir. Usted puede contestar “sí,” pero, ¿cuán fuerte es lo suficientemente fuerte? Mi definición es esta: Debería ser más fuerte de lo que ella espera y sólo un poco más fuer de lo que ella quiere. Necesitas sacarla de su zona de confort.

Es muy importante para una mujer sumisa sentir que aunque los azotes pudieran ser suministrados por su propio bien, no es para su placer, sino para el de usted. No están diseñados para calentarla un poco para que ella empiece a sentir sensaciones agradables entre sus piernas. Que puedan o no puedan tener un efecto secundario, no es el objetivo. Ella necesita sentir que está siendo dominada. Después de todo y la mejor manera de asegurarse de que ella siente eso, es cuando está siendo azotada, es para que el spanking le provoque picor, hacerla gemir y retorcerse y que desee que se detenga (mientras media parte de su cerebro quiere que prosiga). Y luego, cuando los azotes han terminado, ella pueda sentir una sensación de logro y que recibió mucho más de lo que pensaba que podría, lo cual la hace una mujer buena.

Espero que no haga falta decir que si su chica es una glotona del dolor o no, usted necesita respetar sus límites genuinos. Cada una (a menos, que tengan tendencias patológicas) tiene un punto más allá del cual, dejan de sentir satisfacción al ser azotadas. No hay manera de saber de antemano cuál es ese punto. Nadie más que usted sabe que sin la práctica, cuán duro es más fuerte de lo que ella espera. Tienes que avanzar con cuidado y con sensibilidad y luego comprenderás sus necesidades. Digo necesidades, no deseos, porque todos sabemos que una mujer sumisa puede querer toda clase de cosas para que su Amo piense que no es bueno para ella. Por contraste, él sabe mejor lo que ella realmente necesita.

La próxima cosa que diré, es que los azotes no son un juego. Esto puede sonar raro. ¿Cuál es el punto si no es agradable? No me refiero a que nadie se le permita reírse. Sino que si yo azoto a una mujer, no pretendo azotarla. Realmente, lo hago con convicción. Soy serio sobre ello. Sé por qué lo estoy haciendo y qué efectos quiero conseguir. El resultado es lo que me importa. No es algo que haga para pasar el tiempo, para divertirme a la ligera conmigo mismo. Y espero que ella se lo tome en serio también. Esto no quiere decir que yo ponga la cara larga. Esto significa algo que va a suceder entre nosotros. Hay un intercambio de poder, una interacción, una expresión de los fundamentos de nuestra relación. Por supuesto, hay gente que pierde el tiempo con los azotes que no son de la D/s. Hasta aquí, de acuerdo. La gente puede hacer lo que le gusta. Pero, para mí, los azotes son una actividad significativa.

Siguiente punto: Sé que he dicho esto antes, pero no creo que existan azotes buenos o malos. Los buenos son cuando se hacen con precisión, incluso con instinto. No sólo azotas dejándote caer sobre ella. Cada azote es medido, aterrizando justo en el punto exacto. Una vez una spankee me mostró su cadera, donde uno de los azotes con mi flogger se había desviado del objetivo. Ser azotada en el culo es excitante, pero ser azotada en la cadera, lo es menos. Yo estaba afligido. Si quieres hacer que cuente cada golpe y si debes controlar el lugar erróneo, perturbas el ritmo, rompes la concentración de ella y el impulso se pierde. Por eso, a mí, personalmente me gusta azotar en silencio.

Otra cosa que he pensado sobre esto, ¿cuál es la mejor posición para azotar? Algunos dominantes prefieren la mujer atravesada sobre las rodillas de él y no hay mucho más que decir sobre esto, especialmente, si es un azote con la mano. Realmente, puedes conseguir enfrentarte con ella y para muchas mujeres, hay un sentido definitivo de humillación al ser puesta sobre sus rodillas, lo cual, bajo mi punto de vista, es siempre un plus.

Por otra parte, hay una inestabilidad inherente sobre esta postura, especialmente, si ella se retuerce. Personalmente, para unos azotes con la mano, yo prefiero tumbarla sobre mi regazo, mientras estoy sentado en la cama, lo cual significa que ella y yo estamos bien apoyados. Si estoy usando un implemento, prefiero a la mujer arrodillada sobre la cama, en especial, si estoy usando con una tawse o un cinturón o un flogger (aunque para la cane, creo que la mejor postura es boca abajo sobre la cama). El acto de arrodillarse provoca que los glúteos se tensen, lo cual hace los azotes más efectivos. Y ella puede mantenerse firme, de modo que el spanker no pierda su objetivo. El atarla es una cuestión de preferencia, aunque si los azotes van a ser muy fuertes, ella lo preferirá, justo para que no se pueda acobardar e irse.

Una cosa más. Creo que es casi imposible que una pareja logre un ajuste perfecto en términos de entusiasmo para todos los aspectos de la D/s. Cada persona tiene su propia idiosincrasia, en lo que se refiere a su morbosidad, como con todo lo demás. Y por lo tanto, es probable que su placer por los azotes varíe. Puede ser que ella sea una “glotona” real para los azotes, mientras que él puede  exhibir una cierta aprehensión. O (y yo creo que esto sea lo más probable porque, después de todo, él es el dominante), querrá darle justo un poco más de lo que ella pueda recibir. Ella teme que esto sea así.

Sin embargo, al mismo tiempo que ella se excita, creo que él puede ir un poco más allá. ¿Está ella jugando con fuego pues, después de todo, al liberar su interior dominante establece  su libertad para toda clase de impulsos de gran alcance y que ella no quiera satisfacerlos? Por su parte, es un inmenso placer persuadir a una mujer para que reciba más, acariciando la parte baja de su espalda, susurrándole al oído palabras de aliento. “Quiero que seas una sumisa o spankee muy buena y recibas un poco más por mí. Ello te hará daño, pero va agradarme mucho. ¿Te consideras con fuerza para hacerlo?” No creo que yo haya tenido ni una negativa cuando lo he propuesto de este modo. Pero, sí, sé, cuándo parar.

martes, 19 de agosto de 2014

En compañía

Él se despierta y puede sentir el calor de su cuerpo desnudo junto al suyo. Tira de ella hacia él, besándose, acariciándose y abrazándose. Ella puede sentir su verga dura contra su vientre y está esperanzada en algo más. Pero, no parece que vaya a ser ya. Él se levanta y va al cuarto de baño, diciéndola que se duche con él. Este le ha dicho que la lave. Ella se arrodilla para lavar su polla y, por lo tanto, está tentada para metérsela en su boca, pero ella es  ahora una mujer buena. Después de todo el entrenamiento, sabe que no le está permitido hacer esto a menos que se lo diga. Espera que él lave también su cuerpo y que esto hará que la quiera, como siempre pasa. Pero hoy, no. Él sale de la ducha y vuelve al dormitorio. Cuando ella entra, cubriéndose sólo con una toalla, él está casi vestido. Le dice que se quite la toalla. Mira su cuerpo desnudo durante un rato y luego, habla:

“Esta mañana, nada de ropas. Ponte sólo los calcetines blancos de algodón y un par de zapatos deportivos y recoge tu pelo con una cita.”

Cuando ella llega a la cocina, él está haciendo el desayuno. Se sientan uno enfrente del otro en la mesa. Al estar desnuda, se siente un poco extraña comerse una tostada, pero sexy. Él está leyendo las páginas de deportes, al igual que lo hace siempre en el desayuno. Ella sabe de lo que se trata todo esto. Hacerla saber su sitio, al mostrarle que él quiere su cuerpo desnudo como decoración en todo el lugar, pero no es que vaya a hacer necesariamente algo con ella. Ciertamente, no con el fin de complacerla.

“Voy a estar trabajando toda la mañana con mi ordenador,” él dice. “Quiero tu compañía. Pero, no debes hablar o hacer otra cosa que no te diga que hagas. No quiero distracciones.”

“De acuerdo,” ella dice.

Él se sirve otra taza de café y se la lleva a su despacho. Ella le sigue.

“Acurrúcate a mis pies, debajo de mi mesa,” dice él.

Ella se baja y se acomoda, acurrucándose como una pequeña bola y descansando su cabeza sobre sus pies. Ella oye el clic del teclado. Se duerme durante un tiempo, contenta. Luego, él le vuelve a hablar.

“Coge mi pene y ponlo en tu boca. Pero, sin chuparlo ni lamerlo. Quiero que seas el apoyo de mi polla mientras trabajo.”

Ella hace tal como le dice. Hace unas pocas semanas, ella hubiera sido incapaz de resistir el intentarlo cuando se le pusiera dura. Pero, ahora, lo conoce mejor. Semanas de entrenamiento y algunos azotes duros le habían enseñado el significado de la disciplina y la obediencia. Y le ha enseñado que satisfacer sus deseos sexuales no está en la lista de sus prioridades. Su principal placer se deriva de satisfacer las necesidades de él. Así es como debe ser.

Después de un rato, él retira su silla, sacando la polla de su boca y estira su cuerpo.

“¿Quieres traerme un poco de café?” él pregunta.

"Por supuesto,” dice ella.

Cuando vuelve con el café ve, para su decepción, que a él se le ha comprimido de nuevo. La dice que quiera tenerla de pie junto a su silla, dentro de su alcance. Ella no se puede mover ni hablar. Él reanuda su trabajo. Desde donde se encuentra, ella puede leer las palabras en la pantalla. Está escribiendo una de sus historias eróticas; ella está fascinada de leer mientras él escribe. El tiempo pasa. Luego, alarga una mano hacia el trasero de ella. Agarra su nalga derecha con su mano y la aprieta. Ella estuvo a punto de suprimir la pequeña sonrisa que se dibujó en su rostro. Las cosas podrían empezar a suceder al final. Pero luego, él retiró su mano y reanudó la escritura.

Después de unos minutos, alarga su mano y despacio acaricia su nalga izquierda. Luego, la agarra con fuerza, con tanta fuerza que ella jadea.

“Shhhh,” dice él mirando a la pantalla.

Él aleja su mano. Escribe otro párrafo. Luego, una vez más, extiende su mano. Esta vez, deslizándola entre sus piernas. Sus dedos empiezan a cepillar los labios de su vagina. Ella no puede dejar de emitir otro jadeo.

“Cállate,” él dice con firmeza. Él aleja su mano. Ella puede sentir cuán húmeda está. ¿Es una pequeña gota deslizándose por el interior de su muslo?

Su mano vuelve de nuevo. Esta vez empuja con fuerza un dedo en el interior de su coño. Ella aprieta los dientes para evitar el gritar, pero tiene que agarrarse al hombro de él para mantener el equilibrio.

“No te muevas,” dice, no sin amabilidad.

Saca el dedo del interior de ella, lo seca casualmente sobre su trasero y prosigue tecleando. Parece como si la historia estuviera llegando al clímax. “Me gustaría que fuera mucho,” piensa ella con tristeza. Una vez más, su mano sale y el dedo vuelve a subir dentro de su coño. Lo saca y lo mete en el interior de su ano. Lo deja ahí mientras relee lo que ha escrito. Parece satisfecho.

Saca el dedo del ano de ella y se aleja de la mesa. “La hora de la comida,” dice, poniéndose de pie.

Ella está decidida a ocultar su decepción. Nada es tan seguro para meterla en problemas como dejar que se muestre lo que ella no está consiguiendo, lo que ella quiere. Y nada es tan probable para asegurar que permanecerá frustrada.

Ellos almuerzan en lados opuestos de la mesa. Al menos, esta vez, él no está leyendo el periódico. En su lugar, la hace partícipe en la conversación sobre varios temas, ninguno de ellos sexual. Mientras se comen sus postres, él dice: “Voy a tomarme una siesta después del almuerzo. Mantén las manos lejos de tu coño. Puede ser que cuando me despierte me pueda sentir como un trapo.”

“Hágame saber si necesita cualquier ayuda al respecto,” ella dice. Es atrevido, pero ella sabe que se sale con la suya cuando él sonríe y le acaricia su rostro.

“Ya veremos,” dice.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Elogio a las mujeres de más de cuarenta años

Señoras:

A medida que crezco en edad, valoro, por encima de todo, a las mujeres que pasan de los cuarenta años. He aquí algunas razones del por qué:

Una mujer con más de cuarenta años nunca te despertará en medio de la noche para preguntarte: “¿Qué estás pensado?” A ella, no le importa lo que pienses.

Si una mujer no quiere ver un partido de fútbol, baloncesto o lo que sea, ella no se sentará para quejarse. Ella hará algo que quiera hacer y, normalmente, es algo más interesante.

Una mujer de más de cuarenta años se conoce lo suficientemente bien a sí misma como para estar segura de quién es, lo que quiere y de quien lo quiere. A pocas mujeres pasadas de esa edad, les importa un bledo lo que usted pueda pensar sobre ella o lo que esté haciendo.

Las mujeres con más de cuarenta años están dignificadas. Rara vez tienen una pelea a gritos contigo en la ópera o en medio de un restaurante caro. Por supuesto, si usted se lo merece, ellas no dudarán en dispararle si piensan que pueden salirse con la suya.

Las mujeres de más de esa edad son generosas con los piropos, a menudo, inmerecidos. Ellas saben lo que es no ser apreciadas.

Las mujeres consiguen mejorar su capacidad psíquica con la edad. Usted nunca tendrá que confesarle sus pecados a una mujer con más de cuarenta años. Ellas siempre los saben.

Una mujer con más de cuarenta años se ve muy bien usando el lápiz labial rojo. Esto no es verdad en mujeres más jóvenes.

Una vez superadas una o dos arrugas, una mujer con más de cuarenta años es mucho más sexy que sus contrapartes más jóvenes.

Las mujeres mayores de esa edad son directas y honestas. Te dirán directamente si eres un idiota o te comportas como tal. Nunca tendrás que preguntarle cuál es tu postura ante ella…

Sí, alabamos a las mujeres con más de cuarenta años por múltiple razones. Por desgracia, no siempre es recíproco. Por cada mujer inteligente, bien peinada y caliente con más de cuarenta años,  existe una reliquia de calvo, barrigón con pantalones amarillos haciendo el rídiculo con una camarera de unos veintidós años de edad.

Señoras con más de cuarenta años, me disculpo por todos nosotros.

Feliz día

domingo, 10 de agosto de 2014

El día que presenté...

Una seguidora anónima, y que desconozco, me ha pedido encarecidamente que le publique este post en mi blog. Como creo que puede tener un cierto interés para las personas que me siguen, he decidido publicarlo respetando íntegramente su texto.

Sobre mí.
Soy una señora de mediana edad con curvas y muy curiosa. He estado leyendo montones de libros y blogs sobre el estilo de vida de la D/s desde hace un año. Pero siempre, durante toda mi vida, he tenido inclinaciones sobre este tema. Todavía no me he atrevido a actuar sobre mis necesidades íntimas, pero he empezado a dar los primeros pasos. Creo que soy sumisa o masoquista, no lo sé. Me gustaría que me sometieran, definitivamente, someterme primero.

Estoy casada, pero mi marido no está interesado en esto y estoy buscando a alguien con quien yo pueda hablar sobre esto y explorar cómo podría funcionar esto para mí o si pudiera funcionar también en otras relaciones.

También estoy buscando a alguien para tener una sesión, aunque todavía sin relaciones sexuales, mamadas ni besos. Tal como alguien inteligente me sugirió, busco a alguien que ya tenga una relación. No pretendo ser el amor de su vida, sino solo una pareja para tener una sesión o las que sean con él. O una pareja interesante. Valoro mucho una sesión sana.

Lo que realmente quiero es ser dominada. Atada. Tal vez, forzada con juguetes. Inmovilizada, agarrada con brusquedad. Azotada. Obligada a no correrme y también obligada a correrme sin poder hacer nada. En un palabra, control de mis orgasmos.

El día que le presenté la lista a mi marido
Yo había estado postergando y buscando todo tipo de excusas para no mostrarle a mi marido una lista de “implementos y productos similares, blogs, artículos, libros y, por curiosidad,… si quieres intentarlo…”, “no, por ahora… los límites…el dolor, el placer…” que alguien en este blog muy generosamente me inspiró para que lo hiciera.

“Esta semana no había tiempo, no era el momento….” Mis miedos eran tan tremendos que  mis propias excusas a mis constantes decisiones de hablar con él entraban en permanente contradicción. Todas mis excusas eran válidas. Pero, yo me estaba poniendo cada vez más ansiosa e irascible, sin aparentarlo ante él y sin tener que hablar de ello, pero deseándolo. “¿Le gustará hacerme algunas de estas cosas?” Si no es así, “¿Me permitiría que me las hiciera otra persona?” Grandes preguntas.

Él tenía la sospecha de que yo estaba explorando en algunos blogs y, especialmente, en un muy concreto. Que había asistido a algunas kedadas, reuniones y charlas sobre la D/s, spanking, etc., e incluso, intuía que yo había sido ya azotada. No obstante, yo era muy consciente que él no tenía ni idea de lo que esto implicaba para nosotros, debido a que estábamos legalmente casados. Quería que él supiera y que estuviera de acuerdo o no con lo que yo pudiera hacer o no (o no). Yo pensaba que mi estatus era el de una mujer “sin dueño,” porque no tenía un Dominante, ya que mi marido, en cierto modo, no era mi dueño y esto también es bien visto. Por lo tanto, estoy luchando contra ello, sobre lo que puedo o no puedo hacer, pero también feliz por no tener que pedir permiso.

Elegí un fin de semana fuera de casa para tratar de plantearle el tema. Sólo los dos, pero no hubo interés. El viaje en sí, fue de trabajo para él y, en realidad, ni siquiera se relajó. Algo que no llegué a comprender. Frustración para mí, frustración para él. Así que lo dejé pasar y volví a la carga de nuevo. Esta vez, durante la semana siguiente.

Lunes por la noche
Empezamos a hablar sobre otras cosas, pero terminamos comprendiendo que ambos tenemos algunas necesidades que no estaban siendo satisfechas ni por el uno y ni por el otro y preguntándonos cómo podíamos apoyarnos mutuamente para realizarlas sin convertirnos en alguien más. Una conversación profunda. Cansada, pero buena. Terminamos tratando de que él me introdujera un butt plug en mí. ¡Hurra! En cambio, él me ordena que le haga el desayuno a la mañana siguiente. ¡Doble hurra! Estúpida, no lo sé. Pero aquí se trataba de dar pasos, aunque fueran pasos de bebé.

Martes por la noche
Tiempo libre, paseo por el parque. No tengo que presionarle demasiado. Pero un poco de búsqueda por Internet produce un par de buenos enlaces a talleres de sexo tántrico. Algunos blogs, libros que había leído y comprado, etc. Tal vez, algún día…

Miércoles por la noche
Abro el ordenador y le muestro la lista de las cosas que yo deseaba que él me hiciera. En realidad, era un documento de Google, en cierto modo, profesionalizado. Simplemente, fue increíble. Mientras estaba sucediendo, yo estaba pensando.  ¿Realmente estaba ocurriendo esto o yo estaba delirando? ¿De verdad, estaba yo hablando a mi marido acerca de todos los puntos de la lista, buscando en Google las palabras cuando él no sabía nada de ello y mostrándole de qué se trataba y por qué yo pensaba que me gustaría y, además, preguntarle si le gustaría probar eso en mí o no?

No, no era un producto de mi imaginación. Sí, tuvimos esa conversación. También hubo lágrimas, pero sobre todo, fue una conversación abierta y entre adultos. Él estaba un poco sorprendido sobre mis gustos. Mis agujeros siendo usados por la polla de otro hombre. Y él nunca me dio una bofetada en la cara. Pero, otros podrían hacerlo. Muchas cosas son todavía difusas, pero fue un gran paso. ¿Cómo terminó la noche? Con unos gloriosos azotes con la mano en mi trasero, mientras era golpeada desde atrás. Una follada increíble.

Mi proyecto para la semana próxima, por sugerencia de amiga sumisa, podría ser que yo intentara ser sumisa y servirle sexual y servilmente, sin que él me diera órdenes, para ofrecerle una experiencia de ello. Vamos a ver qué pasa.

Atentamente,
Una sumisa feliz en la toma de decisiones.

P. S. Me sentí un poco vulnerable al presionar el botón de “enviar” y publicar esto. Pero bueno, la vida es un viaje.

Ben Alí, desde sus propias páginas, quiero agradecerle a una comentarista anónima que me apoyó y animó desde el principio de mi toma de decisiones y que me puso en contacto con su blog que tanta luz me ha aportado y tanto bien me ha hecho.

También, le quiero agradecer la oportunidad que me ha brindado al publicar este mail en su blog. Mi moral e ilusión están por las nubes.
Gracias.

Una anónima

martes, 5 de agosto de 2014

Esto te va a doler

“Esto te va a doler.”

“Sí.”

“He estado queriéndolo hacer desde hace mucho tiempo.”

“Lo sé.”

“Y me encanta enormemente que lo desees. ¿Lo quieres?”

“Sí, lo quiero. Si usted lo quiere hacer.”

“Pídeme que lo haga.”

“¿Por favor, quiere hacérmelo?”

“Seré el único que decida cuándo parar. ¿Lo comprendes?”

“Sí.”

“¿Estás preparada?”

“Hágalo, por favor.”

Ella respira bruscamente.

“Me va a doler, ¿verdad?”

“Sí.”

“¿Mucho?”

“Un montón. Diría que bastante.”

“¡Mi pequeña mujercita! Yo diría que un poco más.”

“Sí, señor.”

Un quejido. “¡Oh, Dios!”

viernes, 1 de agosto de 2014

La cocina de la D/s

Me gusta cocinar. Y creo que hay una parte de mi mente donde ésta conecta con mi gusto por azotar a las mujeres. Es una observación bastante común que, a pesar de que la cocina está asociada con la domesticidad y que estando tradicionalmente en la esfera de la mujer, de hecho, muchos, sino la gran mayoría de los chefs son hombres. Una cocina, especialmente la cocina comercial establecida en el mercado, es un lugar muy jerarquizado. Sólo hay una persona al frente y su palabra es ley. Chef, después de todo, significa el jefe o la jefa. Algunos chefs de renombre muestran una tendencia autocrítica en un grado extremo, incluso paródica.

Es cierto que hay un montón de mujeres chefs de renombre. ¿Son amas? Los viejos lectores ingleses recordaran a la temible Fanny Craddock (su nombre real, no es broma), cuyo marido era su sirviente en la cocina y que fue intimidado, hasta tal punto que, no podía soportar el verla. Supongo que Nigella y Delia (dos chefs muy famosas en el Reino Unido) no son de esta manera. La primera puede ser una vampiresa, una seductora, pero ella no es la típica mandona sobre los hombres. Quizás, Delia tenga algunos atributos de maestra, pero aún así, no es particularmente mandona. Así que hay otros modelos.

Sin embargo, observo que algunas de las satisfacciones de la cocina son similares a las de las jugar con mujeres sumisas. El material con el que estás trabajando, está por completo bajo tu control, puedes moldearlo según tu deseo. Pero, la habilidad es fundamental para sacar lo mejor de los ingredientes. No se necesita un exceso de calor para dejar de mimar el plato. Ni tampoco se necesita servirlo demasiado suave. Las especias y el entusiasmo son la esencia, al menos, en los platos que me gusta preparar. El objetivo final, por supuesto, es el placer.

Usted quiere que sus invitados disfruten de la comida. Usted quiere que su sumisa disfrute de la experiencia. En cierto modo, procuras satisfacer su hambre. Usted disfruta con el conocimiento del trabajo bien hecho y su recompensa es la sonrisa de satisfacción  dichosa en los rostros de los comensales, al igual que en el de su sumisa. No es anti-dominante tomar placer en el placer de los demás. Pero, el chef y el dominante gozan de los tributos de los que tienen talento y experiencia. Los dominantes, como los chefs, no son en lo que se refiere a su trabajo, tipos retraídos o tímidos.

El cocinar, como la D/s, es tanto una alta actividad física como mental. Necesitas ser imaginativo y espectacular. No debes ser sólo rutina, repartiendo siempre el mismo menú. Existen muchos alimentos diferentes y también muchas cosas que puedes hacer a una mujer sumisa, pero los mejores chefs encuentran una manera muy especial de añadir un toque de individualidad, incluso a las recetas más básicas.

Y el buen dominante siempre tratará de trabajar algunas variaciones, ofreciendo pequeñas sorpresas de vez en cuando. Pero, necesita ser capaz de realizar bien las funciones básicas, ya se trate de cortar las cebollas o azotar con precisión. Más de una mujer se ha quejado de que no todos los dominantes son lo suficientemente cuidadosos con la precisión, y “rocían” los azotes con el cinturón en todas direcciones. Tales métodos chapuceros no obtienen los mejores resultados, ya sea en la cocina o en el dormitorio. La delicadeza es todo.

Y otra cosa. Sin embargo, el comer, por mucho que lo refines, es tanto un imperativo físico como un placer sexual. Y, por lo tanto, es como el follar. Ambas actividades están, al mismo tiempo, profundamente influenciadas por la cultura. Ya que al ser centrales en nuestra vida diaria, intentamos revestirlas de una serie de rituales y refinamientos con el fin de incrementar tanto la satisfacción de su desempeño y la importancia en nuestras vidas. Comer sólo para calmar los dolores del hambre, es negarse a uno mismo la riqueza del conocimiento gastronómico construido a lo largo de los siglos, justo como el follar exclusivamente para aliviar el impulso sexual es una cosa mala, cuando hay tantas maneras de elaborar y enriquecer la experiencia.

Por supuesto, existen diferencias. Con el fin de disfrutar de las mejores experiencias culinarias que se ofrecen, pagamos para ir a restaurantes donde los chefs nos deleitan a cambio de nuestro dinero. No muchos de nosotros encontramos las mejores experiencias sexuales en aquellas que compramos. El sexo es una actividad donde consigues los mejores resultados mejorando tus propias habilidades, después de seleccionar los mejores ingredientes para trabajar. Como la señora Beaton diría: “Primero, llama a la liebre...”