Él se despierta y puede sentir el calor de su cuerpo desnudo junto al
suyo. Tira de ella hacia él, besándose, acariciándose y abrazándose. Ella puede
sentir su verga dura contra su vientre y está esperanzada en algo más. Pero, no
parece que vaya a ser ya. Él se levanta y va al cuarto de baño, diciéndola que
se duche con él. Este le ha dicho que la lave. Ella se arrodilla para lavar su
polla y, por lo tanto, está tentada para metérsela en su boca, pero ella
es ahora una mujer buena. Después de
todo el entrenamiento, sabe que no le está permitido hacer esto a menos que se
lo diga. Espera que él lave también su cuerpo y que esto hará que la quiera,
como siempre pasa. Pero hoy, no. Él sale de la ducha y vuelve al dormitorio.
Cuando ella entra, cubriéndose sólo con una toalla, él está casi vestido. Le
dice que se quite la toalla. Mira su cuerpo desnudo durante un rato y luego,
habla:
“Esta mañana, nada de ropas. Ponte sólo los calcetines blancos de
algodón y un par de zapatos deportivos y recoge tu pelo con una cita.”
Cuando ella llega a la cocina, él está haciendo el desayuno. Se
sientan uno enfrente del otro en la mesa. Al estar desnuda, se siente un poco
extraña comerse una tostada, pero sexy. Él está leyendo las páginas de
deportes, al igual que lo hace siempre en el desayuno. Ella sabe de lo que se
trata todo esto. Hacerla saber su sitio, al mostrarle que él quiere su cuerpo
desnudo como decoración en todo el lugar, pero no es que vaya a hacer
necesariamente algo con ella. Ciertamente, no con el fin de complacerla.
“Voy a estar trabajando toda la mañana con mi ordenador,” él dice.
“Quiero tu compañía. Pero, no debes hablar o hacer otra cosa que no te diga que
hagas. No quiero distracciones.”
“De acuerdo,” ella dice.
Él se sirve otra taza de café y se la lleva a su despacho. Ella le
sigue.
“Acurrúcate
a mis pies, debajo de mi mesa,” dice él.
Ella se baja y se acomoda, acurrucándose como una pequeña bola y
descansando su cabeza sobre sus pies. Ella oye el clic del teclado. Se duerme
durante un tiempo, contenta. Luego, él le vuelve a hablar.
“Coge mi pene y ponlo en tu boca. Pero, sin chuparlo ni lamerlo. Quiero
que seas el apoyo de mi polla mientras trabajo.”
Ella hace tal como le dice. Hace unas pocas semanas, ella hubiera sido
incapaz de resistir el intentarlo cuando se le pusiera dura. Pero, ahora, lo
conoce mejor. Semanas de entrenamiento y algunos azotes duros le habían
enseñado el significado de la disciplina y la obediencia. Y le ha enseñado que
satisfacer sus deseos sexuales no está en la lista de sus prioridades. Su
principal placer se deriva de satisfacer las necesidades de él. Así es como
debe ser.
Después de un rato, él retira su silla, sacando la polla de su boca y estira
su cuerpo.
“¿Quieres traerme un poco de café?” él pregunta.
"Por supuesto,” dice ella.
Cuando vuelve con el café ve, para su decepción, que a él se le ha
comprimido de nuevo. La dice que quiera tenerla de pie junto a su silla, dentro
de su alcance. Ella no se puede mover ni hablar. Él reanuda su trabajo. Desde
donde se encuentra, ella puede leer las palabras en la pantalla. Está
escribiendo una de sus historias eróticas; ella está fascinada de leer mientras
él escribe. El tiempo pasa. Luego, alarga una mano hacia el trasero de ella. Agarra
su nalga derecha con su mano y la aprieta. Ella estuvo a punto de suprimir la
pequeña sonrisa que se dibujó en su rostro. Las cosas podrían empezar a suceder
al final. Pero luego, él retiró su mano y reanudó la escritura.
Después de unos minutos, alarga su mano y despacio acaricia su nalga
izquierda. Luego, la agarra con fuerza, con tanta fuerza que ella jadea.
“Shhhh,” dice él mirando a la pantalla.
Él aleja su mano. Escribe otro párrafo. Luego, una vez más, extiende
su mano. Esta vez, deslizándola entre sus piernas. Sus dedos empiezan a
cepillar los labios de su vagina. Ella no puede dejar de emitir otro jadeo.
“Cállate,” él dice con firmeza. Él aleja su mano. Ella puede sentir
cuán húmeda está. ¿Es una pequeña gota deslizándose por el interior de su
muslo?
Su mano vuelve de nuevo. Esta vez empuja con fuerza un dedo en el
interior de su coño. Ella aprieta los dientes para evitar el gritar, pero tiene
que agarrarse al hombro de él para mantener el equilibrio.
“No te muevas,” dice, no sin amabilidad.
Saca el dedo del interior de ella, lo seca casualmente sobre su
trasero y prosigue tecleando. Parece como si la historia estuviera llegando al
clímax. “Me gustaría que fuera mucho,” piensa ella con tristeza. Una vez más,
su mano sale y el dedo vuelve a subir dentro de su coño. Lo saca y lo mete en
el interior de su ano. Lo deja ahí mientras relee lo que ha escrito. Parece
satisfecho.
Saca el dedo del ano de ella y se aleja de la mesa. “La hora de la
comida,” dice, poniéndose de pie.
Ella está decidida a ocultar su decepción. Nada es tan seguro para
meterla en problemas como dejar que se muestre lo que ella no está consiguiendo,
lo que ella quiere. Y nada es tan probable para asegurar que permanecerá
frustrada.
Ellos almuerzan en lados opuestos de la mesa. Al menos, esta vez, él
no está leyendo el periódico. En su lugar, la hace partícipe en la conversación
sobre varios temas, ninguno de ellos sexual. Mientras se comen sus postres, él
dice: “Voy a tomarme una siesta después del almuerzo. Mantén las manos lejos de
tu coño. Puede ser que cuando me despierte me pueda sentir como un trapo.”
“Hágame saber si necesita cualquier ayuda al respecto,” ella dice. Es
atrevido, pero ella sabe que se sale con la suya cuando él sonríe y le acaricia
su rostro.
“Ya veremos,” dice.
“Ya veremos,” dice.
Muy sugerente la imagen de ella mostrando su cuerpo desnudo, el pelo recogido y sus pies enfundados en calcetines blancos de algodon con unas deportivas.
ResponderEliminarme excita pensar en la posibilidad se jugar una partida de paddle con una mujer así.
Manuel