Yo nunca la aviso.
Empiezo a quitarle las ropas, de hecho, de una manera rápida. Girándola sobre
sí misma y, de esta manera, corro las cremalleras, botones y corchetes. Me
encanta desnudarla mientras todavía estoy vestido. Creo que a ella también le
gusta. Es su pasaporte instantáneo hacia la tierra del subespacio. Estar
desnuda en frente de alguien, más que estando vestida, es muy difícil no
sentirse sexualmente subordinada a su merced.
Le digo que permanezca
de pie en el rincón de la habitación mientras voy y busco los tres implementos
que necesito. El primero es un par de esposas para los dedos. Me gustan
muchísimo. Son pulcras y elegantes. Tengo también un par de esposas para las
muñecas y, algunas veces, son el elemento correcto, pero, siendo honesto, son
un poco bastas. También tengo algunas esposas de cuero, que son mucho más
estéticas. Son también mejores para trabajos de larga duración, especialmente
para atarla como una cerda. Las esposas pueden irritar después de un tiempo,
mientras que las esposas de cuero son bastante cómodas. (Siempre siento que es
un error causar daño o molestias por accidente. Si a ella le va a doler, tienes
que procurar que sea el tipo de dolor que la excita, no el dolor persistente y
torpe de las esposas que están demasiado apretadas).
Por lo tanto, yo le
pongo las manos a su espalda y la pequeña esposa de acero se la pongo alrededor
de su pulgar y así la tengo asegurada. Luego viene la mordaza. Realmente, a
ella, esto no le gusta en absoluto y no hay duda que su disgusto me provoca. No
creo que esto sea una contradicción con el párrafo anterior. Algunas veces, es
bueno insistir en algo que te gusta mucho, por mucho que a ella no le
guste. Dice que, después de un tiempo,
su mandíbula le duele. Tal vez, la mordaza sea un poco grande. Pero, sin
duda, hace el trabajo. Es una pelota de caucho negro sujeta en su sitio por una
correa de cuero alrededor de su cabeza. Me gusta el aspecto. Me gusta incluso
más de lo que parece. Sé que es humillante. Algunas veces cuando la lleva,
deliberadamente, le pregunto algo y en vez de responderme con un movimiento de cabeza, lo que sale de
su boca es un murmullo inarticulado. Es difícil para una mujer estar de pie y
mantener su dignidad en una situación como esa. Ella dice que no le gusta
porque la hace babear. Esto es por lo que me resulta tan emocionante, ver la
saliva chorreando por su barbilla. De nuevo, más humillación. Y, por supuesto,
sé que ella me está contando toda la historia. Porque, no es solo que esté
babeando por la boca. Como un obsequio para mí, su coño también está babeando
en abundancia.
En
tercer lugar, viene su collar. Es grande y pesado, de cuero negro, con tachones
de acero. Me ha rogado que nunca la obligue a llevarlo en público, pero tengo
la intención de que sea eventualmente. Y aunque, dice que le teme, le fascina.
Le
abrocho la hebilla y ahora, ya está lista. ¿Para qué? Todavía estoy en ese
delicioso estado de no ordenar mi mente. ¿Soy hoy el Sr. Elegante o el Sr.
Repugnante? Estoy justo detrás de ella, hacia un lado, muy cerca.
“¿Vas
a ser una buena chica?” Pregunto. No es que ella tenga ahora muchas opciones.
Ella asiente con la cabeza.
Poco a poco, acaricio la parte posterior de su cuello. Deslizo
suavemente las uñas de mis dedos por su espalda, por la hendidura de sus nalgas
y por su espalda de nuevo. Paseo mi mano alrededor de su pezón y pellizco con
suavidad su pezón derecho.
“La última vez fue cruel, ¿verdad?”
Lo afirma con su cabeza.
“¡Qué moratones! Pobre mujer.” Miro hacia abajo. “Pero, ahora han desaparecido,”
digo.
Pongo mi
mano en su culo y lo pellizco.
“Tal
vez, sea hora de algo más,” digo.
Ella mira
hacia la pared.
Me inclino
hacia adelante y le susurro al oído: “Creo que piensas que la última vez llegué
a tu límite. Pero, no estoy seguro que sea verdad.”
Ella
tiembla ligeramente.
“Me agradaría
llevarte más allá de tus límites,” le digo. “Quieres agradarme, ¿verdad?”
Ella
vacila, luego lentamente asiente con la cabeza.
“Cuando te
he marcado, siempre parecías deliciosa,” digo. “La próxima vez será peor. Y
puedo prometerte que habrá una próxima vez.”
Ella mira a
su alrededor, echándome una mirada sincera, implorando.
“Ponte de
cara a la pared,” le digo.
He decidido
ir suave en este momento. Bueno, en cierto modo. Pongo mi mano entre sus
piernas. Acaricio su sexo, apretando los labios, tirando de ellos,
presionándolos, y luego, insidiosamente, deslizando un dedo entre ellos hacia
su interior. Ella gruñe.
“Estás ya
demasiado húmeda,” digo, apretando su sexo duro. “¡Esta pequeña puta!”
Extiendo un
poco de sus copiosos flujos en su clítoris y poco a poco lo rodeo con mi dedo.
“Creo que
la lección de hoy será sobre la paciencia,” digo.
Continúo
deslizando mi dedo sobre su clítoris. Ella se retuerce un poco.
“No te
muevas,” le digo.
Mi otra
mano trabaja durante un tiempo en sus pechos, apretando, pellizcando, primero
en uno, luego en otro. Clavo mi uña en el pequeño botón de su pezón. Ella corta
su respiración.
“Shhh,”
digo.
Todavía
estoy acariciando su clítoris con mi mano derecha. Muevo mi otra mano hasta su
culo, lo aprieto con fuerza y luego, deslizo mi mano entre sus piernas una vez
más. Empujo un dedo hacia el interior de su coño, a continuación, tiro del
mismo, mojado y resbaladizo. Cuidadosamente, lo deslizo hacia el interior de su
culo.
“¡Qué buena
mujer eres!” digo.
Inclino mi
cabeza y beso su oído. Sé que ella no puede mantenerse quieta cuando hago esto.
Quito mi mano de su clítoris y la agarro sus pelos, se los retuerzo fuertemente
para que no pueda mover su cabeza. Introduzco mi lengua en su oído. Un murmullo
incoherente sale por detrás de la mordaza. Empiezo a murmurarle cosas al oído,
palabras groseras, medio dirigidas a sus fantasías más secretas, fragmentos de
cosas que le he hecho en el pasado. La estoy llamando por sus nombres. “Puta”
es el menos significativo de ellos. Ahora tengo metido dos dedos en su culo.
“Voy a
poner de nuevo mi dedo en tu pequeño y codicioso clítoris,” le susurro. “Si
eres muy, muy buena, podría seguir hasta que te corras. Pero, si oigo el más
leve sonido o si te retuerces, me detendré. Y luego, no conseguirás correrte
durante mucho tiempo. ¿Comprendes?”
Ella
asiente con la cabeza. No estoy seguro de que realmente crea que seré tan bueno
como mis palabras, pero seré tan estricto como digo. Tal vez, ella piense que
cuando llegue a estar a punto y esté al borde del orgasmo y deje escapar un
simple gemido y empiece a temblar, no seré lo suficientemente cruel para
pararme. Pero, ella debe conocerme muy bien, por ahora.
Buenas noches.
ResponderEliminarTiene un gran Don, a parte de su excelente manera de redactar y lo bien que sabe expresarse utilizando las palabras correctas, tiene la magia de transmitir, creo que vive tan apasionadamente sus relaciones que hace de ellas un vibrar constante...
Ojalá nunca pierda esa magia, y por favor no deje de compartir sus sentires...
.- Me quito el sombrero ante Usted.
Un saludo.
Buenos dias, Brisa.
EliminarMe has sacado los colores. Intento escribir y trasmitir lo que siento de la manera más real que puedo y con pinceladas de mucho color.
Me asombra y admiro la intensidad de tu sumisión. Me cautiva.
Feliz día
Buenas tardes.
EliminarEn los últimos años las librerías y sobre todo Internet se ha inundado de autores/as, hay de todo y para todos, pero pocos son los que saben llevar al lector a lo más profundo, lo más innato de sus letras, entrar en la lectura y perder la noción del tiempo, sentir que lo que estás leyendo es o puede ser parte de ti, que te hagan salir de tu interior y te trasformen en protagonista de una historia...eso, eso Señor mío, es magia...
Gracias por su atención y reitero, espero siga escribiendo con la pasión y magia que sus sentires hacen de su vida un perenne palpitar.
Un saludo y feliz Domingo.