Después de
que yo abriera la puerta del coche para que ella entrara, acerqué mi mano a su
vestido y frote mis dedos entre sus labios vaginales.
Sorprendida,
hizo un ruido y, luego, gimió.
“¡Qué
hermosa eres!” contesté, premiando la pausa que me concedió.
Aparté mis
dedos y ella se introdujo en el coche
“No he
llevado bragas desde que empecé a quedarme en tu apartamento, hace ahora unas
pocas de semanas.” Mientras yo conducía, ella hablaba: “Me siento ahora mucho
más libre y tengo menos ropa que lavar.”
Le he dado
instrucciones para que siempre tenga su coño fácilmente accesible para mí, lo
cual ha cumplido la mayor parte del tiempo, aunque cuando lleva pantalones, el
propósito se va por la borda. Sin embargo, ir sin bragas bajo los pantalones
todavía me agrada más, al saber que ella ha tomado una decisión más libre.
Aunque, por
razones obvias, sigo prefiriendo que ella lleve vestido o falda.
Ese
sentimiento de liberación para romper los lazos que nos confinan, desafiando lo
que la sociedad espera de nosotros, es lo que distingue al alma libre.
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