“Ahora, desnúdate, mi gatita. Desnúdate y sube las escaleras gateando.
Quiero ver cómo gateas.” Le dice.
Ella se desnuda, quitándoselo casi todo, excepto la cadena de esclava
que, a veces, lleva y el bonito collar de cuero, grabado con nudos célticos que
le regaló su Dominante para usarlo en privado. El tono de su voz era severo y
frío. Ella sabía que él había tenido un día muy duro. Sabía que el final del
plazo sería difícil. Que lo que se avecinaba no sería agradable. Ella sabía que
no tenía importancia.
Ella subió las escaleras gateando, sintiendo que él la seguía detrás. De
vez en cuando, él le daba un cachete en su culo duro. Más fuerte de lo
necesario, para calentarlo. Sin embargo, esto no era agradable.
Ella se detuvo al final de la escalera, aunque sabía lo que sería lo
siguiente.
“Gatea, gatita. Gatea hasta la cama y te pones boca abajo sobre ella,” le
dijo.
Ella gateó. Se acostó boca abajo. Una por una, él agarró cada muñeca y
cada tobillo y los ató forzadamente a las cuatro esquinas de la cama. Ella le
oyó remover una serie de artilugios en su maleta de juguetes eróticos. Sintió
como él agarraba su cabeza por los pelos, tiró de ellos hacia arriba y los giró
para poder ver su cara.
“No se
trata de tí, gatita. Debes recordar esto. No se trata de tí, incluso no
necesito hacerlo.” Le comentaba él.
Suavemente,
él echó la cabeza de ella había abajo, lo cual la sorprendió y confortó a su
vez. Y, luego, la amordazó, cosa que ella odiaba.
“No se
trata de tí, mi gatita. Por lo tanto, no quiero oírte gritar. No quiero oír tu
dolor.” Él insistió.
A
continuación, la vendó los ojos. Y ella se sentía ausente. Una ausencia
profundamente interior, donde ella se escondería hasta que todo hubiera
terminado.
Él
empezó a azotarla con la parte posterior del cepillo de pelo. Incluso no quería
ni tocarle la piel. No se trataba de ella. Los azotes con el cepillo eran como
un precalentamiento de su trasero. Incluso ahora, mientras él usaba su cuerpo
puramente como una salida de su propia ira, no podía dejar de ser reflexivo.
Esto también quería decir mucho de él, realmente, no podía bloquearla en su
conciencia. Él sabía que debería preparar sus nalgas para lo que iba a venir.
Su
culo estaba ligeramente rosado. Su respuesta había sido estoica. Era hora de
seguir adelante.
Ella
oyó el cinturón de cuero que se deslizaba a través de las trabillas de sus
pantalones vaqueros. Lo oyó y ella se preparó.
El
primer golpe fue muy fuerte. Hubo una pausa. El siguiente, más fuerte. Otra
pausa. Y, luego, se dejó ir azotándola furiosamente, lloviéndole un golpe tras
otro sobre su indefenso cuerpo. Ella estaba sobre una almohada para amortiguar
el golpe, pero, en estos momentos, él tenía el culo de su gatita a su
disposición y lo estaba usando.
Y, ¿la
gatita? Ella estaba inmersa en el subespacio, abrumada por el dolor,
sorprendida por su furia, sin pensar. Era la única manera de conseguirlo a
través de estos azotes.
Finalmente,
él se detuvo. Paró, solamente, porque no había más que hacer. El silbido de la
cane en el aire penetraba en su conciencia adormecida. Ella gemía tras la
mordaza. Gemía y él la oía.
“Solamente
seis de ella, mi gatita. Te lo prometo. Sólo seis,” le dijo. Él estaba casi
suplicándole que los aceptara. Por supuesto, ella no tenía otra opción. Pero,
al menos, sabía que casi había terminado.
Él
azotó con fuerza y apuntó los golpes con precisión. El dolor era vicioso. Pero,
él no había mentido. Sólo eran seis.
Él
había terminado. Estaba allí de pie, mirándola, observando su trasero brillante
y rojo, respirando con dificultad. Repuso la cane y el cepillo en su maleta de
juguetes.
Cogió
el tubo de lubricante y se sentó en la cama al lado de sus piernas. Con
precaución, insertó un dedo en su coño. Estaba húmedo. Él estaba excitado.
Pero, no tenía nada que ver con el sexo. Puso un poco de lubricante en su dedo
y, con unos toques suaves, masajeó el interior de su culo. Al principio, ella
se descartó la caricia, le dolía demasiado. Pero, eventualmente, la loción le
calmaba el dolor de su carne, aunque no el dolor de su corazón.
Él se levantó.
Desato cada extremidad metódica y deliberadamente. Se sentó nuevamente al borde
de la cama. Estaba vez, cerca de su muñeca. Finalmente, le quitó la mordaza y
la venda de sus ojos. A continuación la cogió entre sus brazos, procurando
cuidadosamente no apoyarse sobre sus doloridas y azotadas nalgas.
Sólo
entonces, ella empezó a llorar. Sollozaba. Ella sollozaba tan fuerte que él
pensaba que su cuerpo iba a explotar. Gemía y él la abrazaba, la mecía, la
tenía cerca de él y acariciaba su cabeza. La balanceaba y le susurraba una y
otra vez:
“Lo
siento mucho, mi gatita. Lo siento muchísimo. No tenía nada que ver contigo.
Por favor, créeme.”
“Lo
siento muchísimo…,” le decía él.
Perfeito o relato...
ResponderEliminarCom certeza, depois da dor, veio o prazer...
Beijos respeitosos,
ÍsisdoJUN
Y digo yo... el resto de los mortales (dominantes o no) el estrés, la ira, la rabia, los malos días....los combatimos como mejor sabemos o podemos, quemándonos en un gimnasio, en una sala de boxeo, haciendo footing, pero claro.........resulta muy placentero -a la vez que reafirmo mi papel ejerciendo de dominante- golpear y descargarse con la sumisa, para eso está ¿no?, total ...... luego la compenso con unos abrazos y unas palabras de consolación y encima me estará agradecida, ¿qué más se puede pedir?. Negocio redondo. Un saludo Sr. dominante andaluz.
ResponderEliminarY también para eso, sí. Pero yo no podría, mi cabeza no podría con eso.
ResponderEliminarsialbeya.
Siento decirlo y ser tan torpe,pero yo tampoco entiendo este post.
ResponderEliminarNo entiendo el sentido de sus palabras:"No se trata de ti".
En el comentario que empieza por:"Y digo yo..." expresa muy bien como me he sentido al leerlo.
Creo que soy muy torpe.No soy capaz de seguir a su mente.
Perdóneme por poner un comentario a algo que está tan atrás en el tiempo-(hace ya dos años de este post)-, pero estoy releyendo su blog.
Entendería que usted lo hiciese por su placer,pero no entiendo esas palabras.
Creo que es una de las entradas que peor he entendido.
De todos modos,muchas gracias por escribirlo.
Lidia.
Creo que jamás aceptaría una conducta así de un Dominante, pienso que los problemas personales, trabajo, familia, etc. no se deben trasladar a la intimidad de la pareja, en este caso hubiese sido más adecuado tener una charla y desahogarse, a veces los Dominantes también necesitan esa clase de apoyo emocional...
ResponderEliminar.- Yo, desde el primer "No se trata de ti" hubiese buscado la manera de poder llegar al Alma de mi Amo y que sintiera que puede encontrar consuelo a su mal en mi interior y no tener que utilizar mi cuerpo para ello...Creo que después de escuchar esa frase...le hubiese abrazado hasta que hubiese sentido la complicidad de mis latidos.
Un saludo y feliz fin de semana.