jueves, 22 de marzo de 2012

La puta sigilosa del dolor

Ella no sabe exactamente por qué es, pero, algunas veces, necesita que su Dominante le haga daño. A veces, esto sucede. Ella se encuentra a sí misma híper rebelde  e incapaz de centrarse en su Dominante. A menudo, él se da cuenta antes que ella y esta le dice con esa sonrisa socarrona y sabihonda que “es hora de dar unos azotes.” La primera vez que pasó, su Dominante y ella estaban teniendo sexo y le pidió que torturara su coño. Antes de eso, los azotes de su coño eran temibles y el castigo más efectivo.
Esta mañana, él arrascó su espalda y los costados con sus uñas, la mordió, apretó y retorció sus pezones, abofeteó y golpeó sus pechos, clavó sus uñas en la espalda de ella…casi todo lo que pudiera pensarse para provocar la mayor liberación de dolor, pero, sin el ruido del impacto del juego.
“Realmente, es increíble que usted me dé todo lo que necesito, sobre todo cuando no sé lo que es,” le dijo ella.
Su sumisa nunca se ha identificado como una mujer masoquista y, en el inicio de la relación con su Dominante, la posibilidad de aceptar el dolor como un juego y no como  castigo, la aterrorizaba. No era algo que la atrajese hacia él, ni al estilo de vida de la D/s ni, incluso, al sadomasoquismo. Ella nunca se había auto provocado dolor, ni estaba constantemente causándose  dolor por accidente, como tampoco tuvo un momento para pensar: “Oh, me gusta esa sensación. Voy a hacerlo a propósito.” Ella le había pedido a sus parejas anteriores que la tiraran de los pelos. Pero para ella, se trataba solo de la sensación de ser dominada y de hacer algo para alguien, más que por sentir su cabello dolorosamente retorcido.
Esto le había llevado a creer que el contenido, cada vez más masoquista de las sesiones con su Dominante, se debía a algo más que a la propia sensación por sí misma. Existían varias posibilidades.
1ª- Su Dominante era la primera persona en la que había confiado por completo y, por eso, era la única a la que había sido capaz de dejar que le hiciera daño.
Esta era una opción viable. Nunca había confiado en nadie tanto como confiaba en su Dominante, ni nunca había querido agradar a nadie en demasía. El simple acto de confíar lo suficiente en alguien, le permitía sentirse dolorida si la relación D/s era muy potente, lo cual podía explicar el por qué salía ahora con tanto dolor. Porque le estaba ofreciendo a él su cuerpo para su placer, que podía o no podía involucrar el  propio placer de su sumisa.
Sin embargo, esto no explica por qué actualmente había llegado a disfrutar de la sensación de dolor por sí misma y, a su vez, anhelarlo, lo cual la lleva a la segunda posibilidad.
2ª Él era la primera persona  en la que había confiado lo suficiente para mostrarle su lado masoquista. También otra posibilidad. Todos sabemos que no nos gustan las cosas hasta que las probamos y, aunque, ella estaba dispuesta al juego del dolor con su Dominante, no era con la intención de disfrutarlo. Ella estaba abierta y preparada al mismo, junto con su Dominante, en la medida que su masoquismo lo requiriera.
3ª Su Dominante la había entrenado para que le gustase el dolor vinculado con el placer. “Los perros de Pavlov,” claro y simple. Un par de cosas con una recompensa las veces que fueran necesarias y la cosa por sí misma provoca la reacción a la recompensa. Él empezaba acariciándola con sus dedos cuando la azotaba, moviéndose hacia arriba para crear el ambiente entre sus piernas, mientras le torturaba sus pezones y casi cada sesión de dolor después de la primera, consistía en el placer.
4ª A ella le gustaba el dolor porque a su Dominante le gustaba producírselo. Esto no podía ser la única cosa en juego aquí, porque existen otros ejemplos donde su Dominante le hace daño y no le gusta, incluso si existe. También hay casos donde su Dominante no disfruta haciéndole daño hasta que ella le muestra signos de disfrutarlo. Él no es un sádico en el sentido estricto de la palabra (bueno, algunas veces, sí lo es), por lo tanto, hacerle daño, no siempre le da placer.
5ª Una combinación de todo eso, además del desarrollo de un espacio del dolor, que es similar al subespacio, pero diferente. El cual es provocado por una sobrecarga de los receptores sensoriales en el cerebro y resulta ser una mezcla de señales de dolor y placer. Esto es lo más probable, según mi opinión.
En cuanto al dolor inducido a los orgasmos del cuerpo entero de la mujer, la conjetura de cualquier otra persona es tan buena como la mía. No tengo ni idea, ni siquiera de cómo describirlos. Sospecho que forma parte del maravilloso misterio del sadomasoquismo.

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