martes, 1 de mayo de 2012

Muy cercano y personal


Llevo en mi mente desde hace bastante tiempo, algo que quiero que ella haga. Le dije de antemano que se taparía su propia nariz del disgusto y que haría ese ruido típico de las arcadas que ella hace cuando algo no le gusta. Sé que si le dijera lo que yo querría, instantáneamente, saldría a la superficie todas aquellas ansiedades que las mujeres tienen sobre sus cuerpos, aquellos miedos que, en el fondo, los hombres encontramos tan repelentes. En particular, aquellos hombres que no les gustan los coños de las mujeres. En realidad, no siempre es cierto. Nada podría estar más lejos de la verdad en lo que a mí respecta, pero, todavía no la he persuadido. No del todo. Por lo tanto, no voy a darle la oportunidad de rechazar de antemano lo que yo quiero. Por supuesto, yo podría flexibilizar mis músculos dominantes y decir: “Harás esto, tanto si te gusta como si no.” Pero, entonces, ya no se trataría de que ella esté haciendo lo que yo quiero que haga y yo disfrutando de su respuesta. A su vez, esto se convertiría en una prueba de fuerza, una prueba de determinación. Esto no es lo que yo estoy buscando ahora mismo.

Tengo que ir adelante con esto muy sutilmente, incluso con engaño. Ella no debe intuir ni ver lo que va a suceder. Necesito despistarla (ja, ja, ja…). Así, al tenerla expuesta para mí, no voy a pensar que es otro ejercicio de voyerismo, ya que anteriormente he conseguido que ella haga esto siempre con alguna resistencia.

“¿Por qué quiere hacerme hacer esto delante de ti? Usted sabe que soy muy tímida.” Me preguntó.

“Precisamente porque quiero que lo hagas. Porque me eres tímida y porque te da vergüenza. Me gusta la sensación que me das. Y la vergüenza no es todo lo que sientes. Si fuera esto, no podrás ponerte húmeda. Y resulta que te pones mojada, ¿no?” Le repliqué.

Ella saca su lengua. Hace esto con mucha frecuencia. No es respetuosa y he considerado prohibirle el gesto, hacerlo una ofensa punible. ¿Cuál sería el castigo apropiado? Una o dos pinzas de ropa cogidas en su lengua deberían serlo. Pero, y nunca le diría esto, secretamente me deleito con su descaro, sus gestos ocasionales de desafío. Y parece tan linda haciéndolo, sacando esa pequeña lengua rosa. Por supuesto, ella se da cuenta de esto.

Empiezo a hablarle groseramente. Le comento algunos pequeños escenarios que tengo en mi mente, algo que implica a otro hombre. Tal vez, incluso a dos hombres más. No importa si tal cosa pasará alguna vez. Sólo pensarlo la pone a cien. Le digo lo que el primer hombre le hará. Y lo que el segundo hombre le hará al mismo tiempo. Le digo que la estaré viendo y haciendo fotos. Ella está sentada en el fondo del sofá frente a mí y se está subiendo su falda y sus bragas están bajadas, justo colgando de un tobillo. Una pierna está extendida hacia mí y la otra doblada por la rodilla y moviéndola hacia adelante y puedo ver todo lo que quiero ver y su mano está trabajando.

Estoy observando con una mirada fija, inexpresiva. Una duda entra en su mente.

“¿Me va a dejar que me corra, verdad?”

“¿Estás a punto?”

Ella asiente con la cabeza.

“Primero tienes que hacer algo para mí.”

“¿Qué?”

“¿Estás muy cerca?”

Ella asiente con la cabeza otra vez. “Por favor, no me detenga. ¿Por favor?”

Ahora no está sacando burlonamente la lengua. Ella quiere algo y piensa que un amable “por favor” es la manera de conseguirlo.

“Hay algo que yo quiero primero”, digo. “Solamente una pequeña cosa.”

“¿Cual? Su dedo la está encaminando hacia la cresta de la última ola.

Me echo hacia atrás en el sofá. “Ven aquí,” le digo.

“¿Para qué?”

“Arrodíllate sobre mí mientras lo haces. Acércate a mi cara.”

“¿Por qué? ¿Qué es lo que quiere?”

“Quiero oler tu coño,” digo. “Quiero inhalar su raro y jugoso olor, el aroma de una hembra en celo. Mantenlo cerca de mi nariz y, luego, puedes correrte tan pronto como te guste. Justo ahora mismo.”

“Es usted repugnante,” dice ella.

“Lo he dicho en serio,” digo. “Hazlo y puedes correrte todo lo que quieras durante una semana. No me decepciones.”

Ella se encoge de hombros y gira sus ojos.

“¡Los hombres!” dice.

Pero, de todas las maneras, lo hace, montada a horcajadas sobre mí, frotando su húmedo y ansioso coño contra mi nariz. Los agujeros de mi nariz se llenan de su olor animal. Se van directamente a mi cerebro y me provoca algo y mi pene se pone rígido mientras ella se corre en mi cara.

3 comentarios:

  1. Los AMOS hacen esas cosas ?
    Al igual q las distancias, que lejos estoy de estas cosas q Usted refleja, Sr.
    llaman mi atencion cada uno de sus nformes...

    Mis respetos, siempre
    sumisa/Argentina

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  2. ¿Positivo o negativamente, Anónimo?

    Me gustan leer todas las opiniones...

    Feliz día

    Ben Alí

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  3. Positivamente encantador, Sr...
    Un placer leerlo, siempre

    Gracias por sus respuestas;
    Mis saludos a Usted, Sr

    sumisa/Argentina

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