El camino de la mujer sumisa para aceptar su naturaleza puede ser un reto, pero, al menos, es conseguible. Lo que quiero decir es que, incluso si es completamente ajena a su naturaleza, existen muchas señales que hacen fácil descifrar tanto su inclinación como su intensidad. Y así, aunque su desarrollo no sea fácil, al menos, es posible. La mujer sumisa despliega su naturaleza en una amplia variedad de formas bastantes obvias. En particular, el intenso estado mental conocido como “fiebre de la sumisa.” Un estado de una excitación elevada que no puede ser apagada solamente a través de las interacciones sexuales. Lo interesante del deseo de la sumisa es que es innegable. Incluso, para una sumisa no “despertada,” una vez que lo percibe, lo reconoce, aunque no llegue a entenderlo.
Muchas mujeres me han escrito sobre su primera experiencia sobre la fiebre de la sumisa – llamo “fiebre de la sumisa” a ese deseo intenso, abrasador e irresistible por entregarse -, cómo no lo llegaban a entender e, incluso, fueron muy temerosas, a veces, sobre esa sensación. Pero no podían ignorarlo. La fiebre de la sumisa no es solo estar en celo. Si así fuera, una sesión rápida, de entrar y salir, serían más que suficiente para satisfacer su anhelo, pero, el hecho es que el sexo no es lo es todo.
Por lo tanto, hay más indicadores que permiten a una sumisa ser identificada, tanto por ella misma como por los demás. Pero, ¿qué pasa con el dominante? ¿Cómo un hombre sabe si su naturaleza es dominante? ¿Cómo puede descubrirlo? ¿Cómo puede alguien reconocerlo? Quizás, lo más importante, ¿cómo puede un dominante desarrollar su naturaleza? A diferencia de las sumisas que, generalmente parecen responder bien al entrenamiento, la mayoría de los dominantes tienen poco deseo de ser entrenados y, ciertamente, no por otros dominantes. Es una cuestión de estatus.
Este problema parece dividirse en dos áreas típicas diferenciadas. Una, identificar los rasgos dominantes de alguien y dos, desarrollar esos rasgos. De los dos, creo que el primero es algo más que un reto.
Antes de continuar, debo decirles que mi opinión personal es que la mayoría de los hombres son dominantes por naturaleza, aunque algunos son más intensamente dominantes que otros. Esto es natural, ya que el hombre está genéticamente codificado para ser dominante, pero algunos hombres (como el macho alfa), evidentemente, son más asertivos en la expresión de su dominio.
¿Por qué, entonces, parece tan difícil para muchas mujeres sumisas encontrar una pareja dominante? En pocas palabras, a la mayoría de los hombres, les resulta difícil expresar su dominio natural. Ellos han sido socialmente condicionados a creer que es malo e inmoral ser así. Han sido décadas, generaciones, de activas campañas de las legiones de lo políticamente correcto, promocionar la idea de que los hombres y las mujeres son intercambiables con respecto a su sexualidad y modelos de interacción. Y así, los machos han suprimido sus tendencias naturales y, en su lugar, las han sublimado en otras áreas como los deportes, hobbies y conductas desadaptativas, etc.
¿Qué señales existen para identificar si un hombre es dominante? ¿Un deseo de controlar su entorno? ¿Opiniones mantenidas con firmeza? ¿Una capacidad (o deseo) para imponerse y salirse con la suya? ¿Un grado de confort manteniendo las riendas del control? ¿Un deseo de liderar más que de seguir? Todas estas cosas son legítimas, pero creo que lo que hace al hombre dominante es mantener el control con un alto sentido de la satisfacción. Es obvio que algunos pueden estar motivados para el control debido al miedo. El temor a perder el control hace que las consecuencias sean negativas. Por lo tanto, ellos intentarán controlarlo todo (también conocido como la micro-gestión).
Pero, el dominante de verdad no teme perder el control, para esto no lo buscan. Más bien, para llevar el control como una salida a su naturaleza. En pocas palabras, se siente bien. Él no necesita controlar cada pequeño detalle de una situación, le es suficiente saber que puede hacerlo en caso de que lo decida.
Aquí creo que está la base para entender la diferencia fundamental entre los que abusan y aquellos que dominan. Los maltratadores usan el control como arma contra las personas de las que abusa. El dominante usa el control como una herramienta para mejorar y desarrollar el entorno que le rodea. El maltratador teme la pérdida del control, el dominante, en absoluto, lo teme.
Es curioso, pero mi descubrimiento ha sido que un montón de mujeres muy sumisas, a menudo, son etiquetadas como “fanáticas del control” antes de que hayan sido despertadas por su naturaleza. Reflexionando sobre esto, es fácil de entenderlo y explicarlo. Una mujer sumisa, no despertada, usa el control como una manera de crear una barrera entre ella misma y su naturaleza. Al controlar a aquellos a quienes la rodean, ella nunca tiene que lidiar con su propia pérdida de control, que es la inevitable consecuencia de admitir su naturaleza. Muchas (si no la mayoría) de las mujeres están aterrorizadas por la pérdida de control que viene cuando se entregan a un dominante. Hablan de un abismo, un precipicio, una grieta de una negrura enorme. Lo comprendo. Ellas han tenido que controlar a todo el mundo que las rodean como una manera de sentirse seguras, de que nadie las controla. Lo cual anhelan en lo más secreto de sus corazones. Han sido hechas para temer por su condicionamiento social. Que extraño y triste.
Pero, volvamos al dominante, ¿cómo puede un hombre saber su naturaleza? Tal vez, la manera más fácil sea tener una experiencia sumisa que le sirva y observarle cómo se comporta. He visto esto con frecuencia. Algunos hombres no tienen ni idea de lo que hacer cuando una mujer hermosa se arrodilla a sus pies y se ofrece para servirle. Su reacción es, con frecuencia, levantar a la mujer del suelo e intentar hablarle del “por qué es degradante y malo arrodillarse delante de un hombre.” Estos hombres, probablemente, no sean dominantes por naturaleza. Otros, quizás la mayoría, se aprovecharían sexualmente de la situación. Y, ¿por qué no? El uso sexual es la manera más fácil de expresar la dominación o sumisión y pocos hombres resistirán la tentación de un servicio sexual ofertado libremente. Tales hombres son, creo, entrenables. Pero, hay una categoría más, la de aquellos que, siendo hombres, al ver a una mujer arrodillarse, tienen un sentido de lo correcto sobre la situación y tratan de entenderla. Si bien, pueden usar a la mujer de una manera sexual, buscarán una valoración más profunda de la situación. Tales hombres son obvios candidatos a ser enseñados sobre las maneras de dominar y someter.
¿Qué pasas si una sumisa no experimentada está disponible? Entonces, lamentablemente, resultará mucho más que un reto para el dominante no realizado, el aprender de su naturaleza. Por supuesto, siempre hay libros (tantos de ficción como de no ficción), y ayudarán hasta cierto punto. Pero, lo que realmente se necesita, es una manera para que el hombre exprese su dominación y que simplemente no pueda ser hecha a través de un libro.