El sexo es una parte significativa de una relación de intercambio de poder. En esencia, un intercambio de poder es una expresión de la sexualidad de una persona con respecto a la naturaleza de otra persona. Una sumisa busca someterse sexualmente y un Dominante busca dominar sexualmente. Sin embargo, la necesidad de la mujer sumisa de satisfacer el sexo con su Dominante, no sólo trata de mantener la conexión con él, sino también de satisfacerla con la fuerza de una vida no conseguida de otra manera. Toda sumisa que se precie, es plenamente consciente de sí misma como un ente sexual y tiene un deseo fortísimo de que su cuerpo sea servido, así como estar al servicio de su Dominante.
Algunas veces, he escrito en este blog sobre las respuestas de una sumisa a la lectura de “La historia de O.” Era como si alguien hubiera apostado por un fuego apagado y luego, muy pronto, el calor fuera sofocante. Las imágenes de esa historia, descritas con palabras, evocaron y evocan numerosas escenas en la mente de muchas sumisas, trayendo a la vida una parte de ellas mismas sin que ellas supieran que existían. Durante años y años, incluso ahora, muchas sumisas sólo necesitan leer un pasaje de ese libro para sentir un deseo por el sexo que procede desde lo más hondo de su alma.
La alteración de su ropero, tal como O creía que resultaba más disponible para Sir Stephen, el uso de todo su cuerpo para su placer (y para el de ella), la aceptación de sus órdenes sin rechistar, su disposición a aceptar las correcciones físicas, son todas las características de su entrenamiento que dejan su cuerpo listo y deseando un encuentro sexual con su propio cuerpo. En esos momentos de la lectura, las palabras (o más tarde, sólo pensar en ellas) la convierten en mujer y revelan su propia caída.
Comparo esa respuesta con el subespacio de la sumisa (que puede durar meses o incluso años), cuando una mujer descubre su lado de mujer sumisa. En ese preciso momento, ante tal descubrimiento personal, la mujer sumisa no debe sentirse sola al desenterrar ese aspecto de su naturaleza, al crear un deseo sexual que parece no tener fin. Un clímax que simplemente lleva al deseo de la culminación del siguiente clímax. Traigo a colación el comentario que me hizo una sumisa: “Recuerdo que mi apetito sexual era voraz y hubo, eventualmente, un tiempo en que mi Dominante, disfrutando de un delirio de felicidad enorme, rechazaba mi último avance citando el agotamiento total y una desesperada necesidad de dormir un poco más.”
Por supuesto, hay etapas que se consiguen con el tiempo, pero, muchas sumisas nunca se sienten completamente feliz en su piel, a menos, que su deseo sexual sea alto y sean conscientes de su cuerpo como un objeto sexual. Quieren ser conscientes de su deseo primario y su necesidad de sexo de una manera lujuriosa. No es algo que su Dominante pueda descubrir, sino que lo tiene en la superficie de su cuerpo. Son conscientes de que están destinadas a prestar un servicio y deben estar preparadas para ser usadas, pero, francamente, no son las únicas que necesitan el servicio.
Les gusta ser violadas, presionadas, saqueadas sin darse cuenta. Cuando sus cuerpos han sentido la relajación que sólo puede venir de una intensa experiencia sexual y un profundo orgasmo, experimentan un placer tan intenso al vivirlo que sobrepasa todas otras experiencias. Si todo transcurre bien en su realización íntima y personal, como mujer sumisa con relación a su Dominante, se sentirá felizmente satisfecha a pesar del hecho de que nada haya cambiado en sus vidas, excepto el buen sexo. Ellas ven la vida a través de otros ojos diferentes. Su apetito sexual está (temporalmente) repleto y su cuerpo enjuagado con las endorfinas.
Una mujer no puede ser entrenada como sumisa en términos de conseguir una relación de intercambio de poder exitosa sin atender su sexualidad. Aunque ellas hayan disfrutado siempre del sexo, el entrenamiento que sufran les debe proporcionar una nueva manera de percibir su cuerpo. En realidad, la sumisa diligente aprenderá las lecciones que le imparta su Dominante y disfrutará de la oportunidad que les den para acercarse a su sexualidad con una nueva mirada. La sociedad nos exige a todos que debemos aceptar el código de conducta establecido, pero no nos exige que escondamos nuestra sexualidad de nosotros mismos o de ellas mismas. Las mujeres que son conscientes de su condición sumisa aceptan de buen grado todos los recordatorios que la forzaban a reconocer que son un objeto de deseo, un objeto deseable. ¿Quién no disfruta con el propio esfuerzo al tener nociones de que el sexo es bueno, que la sexualidad de la mujer debería estar constantemente presente o, al menos, debajo de la su piel?
Por una parte y como caso curioso, muchas sumisas son tradicionalistas, y no están interesadas en el sexo con otras personas y solamente le atraen los hombres. Curiosamente y, por otra parte, a pesar de su tracionalismo, están totalmente abiertas a sugerencias con respecto a su propia sexualidad en la búsqueda de la realización y la luz. Por supuesto, no podrían aprender las lecciones de sus entrenamientos si no fueran una mujer sumisa y, para ellas, es el regalo por haber nacido con este tipo de naturaleza.
No solo aprenden a estar en su sitio, sino que, dentro de sus mentes, permiten explorar de esta manera con tal convicción y aplomo. Así, de este modo, creo que una mujer sumisa puede considerarse a sí misma afortunada.
Siempre es un placer leer sus escritos.
ResponderEliminarSaludos.
ojalá, ojalá.
ResponderEliminarNada es imposible, Adriana, todo es cuestión de proponérselo...
EliminarBuen día...
Ben Alí