martes, 21 de agosto de 2012

El corsé


Él sabía con exactitud qué tipo quería para ella. Algo completamente pasado de moda, como los que se pudieran ver en una vieja película en el París de la belle époque. Con toda probabilidad, negro o posiblemente, rojo o, tal vez, rosa, con toda certeza, de raso, con unos adornos de encaje. La blusa de corte muy bajo, casi hasta los pezones y las cintas laterales, estilo halcón, para que no impidan la vista de la soberbia carnosidad producida por la presión del corsé. Por supuesto, muchos corsés victorianos se prolongan hacia abajo para cubrir el trasero, pero él no está a favor de esto.  Quiere que su trasero quede expuesto. Llevará una tanga a juego y en cada lado del corsé, dos ligas para las medias. Las ligas y el corsé van de la mano como el pan con la mantequilla.

Buscan juntos por Internet y encuentran el artículo correcto. Cuando se lo entregan, ella le invita a más de lo que puede a posar para él. Se despoja de sus ropas. Luego, mantiene fuera el corsé para que se lo ajuste alrededor de sus pechos. Él se lo abrocha por la parte posterior con los corchetes, pero también hay algunos cordones para asegurarse de que realmente está abrochado. Mientras él se los aprieta, ella se siente cómoda e, incluso, segura.

Y, maravillosamente, mimada. Ella no piensa que sea incompatible con su sumisión, puesto que también siente una especie de autonomía. El corsé moldea y esculpe su cuerpo y la hace sentirse bien. Puede ver fácilmente el efecto que está causando en él.

¿Es la única prenda que se usa solamente para fines eróticos? Un corsé no tiene otra función que hacer hincapié sobre las zonas erógenas: especialmente, el busto, la cintura, las caderas y el trasero. Al presionar los pechos hacia arriba y hacia el exterior los expone, no solamente a la vista, sino también al tacto. Literalmente, él no puede apartar sus ojos de ellos, a menos que sea para bajarlos desde los pezones a la cintura y luego a la curva de las caderas. La vista trasera es igualmente fina, la cintura estrecha, acentuando la redondez de sus nalgas, por encima de la carne contenida en contraste con la desnudez exuberante de su culo, la fina cadenilla de su tanga era un mero gesto hacia la modestia.

“¿Te gusta?,” dice ella, pavoneándose, dando la vuelta y luego andando con una mano en su cadera y la ingle empujando hacia delante.

Él le hace señas para que se acerque.

“¿Quieres que me lo quite?” con coquetería, le pregunta ella.

“Voy a follarte con él puesto,” él la contesta.

2 comentarios:

  1. ...las manos de un AMO son el mas fino corse:
    ciñen, ajustan, miman,dejan correr entre sus dedos las mejores formas de nuestros cuerpos...
    saben como hacerlo y eso es maravillosamente delicioso
    ( imagino que asi es....imagino )

    mis respetos a Usted Sr
    sumisa Argentina

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  2. Has comprendido como nadie el espíritu de mi entrada...El Amo es siempre el mejor corsé...

    Me gusta la coincidencia....

    Buen día,

    Ben Alí

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