Ella
sale de la ducha, envuelta en una gran toalla blanca. Él está sentado en el
sofá leyendo el periódico. Pone la prensa en el suelo y se queda mirándola.
“Ven
aquí,” le dice.
Ella
tiene una mirada muy intrigante en sus ojos. Él la tiene en los de ella, pero
no sabe bien cómo. ¿Va a ensuciarla otra vez ahora que acaba de ducharse? Ella
está de pie delante de él, muy cerca, pero sin tocarle. Hay silencio. Ella
piensa que debe mirarle a los ojos, pero es difícil cuando la mira de esta
manera.
“Tira
la toalla,” dice él.
Ella
vacila, se siente incómoda justo antes de que la deje deslizarse hacia el suelo
y se quede desnuda.
“¿Te
has afeitado el coño?, pregunta.
Ella
se sonroja y mira hacia otro lado. ¿Por qué tiene que ser tan directo? ¿Debe usar él esa palabra? Tímidamente, ella duda.
“Acércate
más,” dice él “Quiero sentir que está suave.”
Ella decide
acercarse más, sonrojándose aún más.
“Separa tus
piernas,” le ordena.
Ella abre sus piernas un poco más y
esquiva la mirada cuando él pone su mano entre sus piernas. Acaricia su sexo
pasando sus dedos por los labios, luego sobre su monte de Venus. Parece que
está bastante suave.
“¿Estás
húmeda?” pregunta él. “Espero
que no juegues contigo misma en la ducha.”
Ella lo niega con la cabeza. De
hecho, pensaba tocarse brevemente. Pero, sospecha que él pudiera estar fuera
esperándola y cualquier cosa que hubiera hecho, no quería que su conciencia se
sintiera culpable.
Él introduce un dedo dentro de ella.
“Uuuummm,” dice él, como si no
estuviese del todo seguro de la verdad de su negación.
“Si no estuvieses húmeda ya, creo que
estarías poniéndote. ¿No lo crees?”
Ella no tenía una respuesta adecuada
para para contestarle en este momento.
Él saca el dedo de su vagina. “Date
la vuelta,” le dice.
Ella está de espalda a él. Al menos,
ahora que él no puede ver su cara para disfrutar de su rubor, observar su
vergüenza.
“Inclínate,” dice.
Ella lo hace tal como se lo ordena.
“Separa las nalgas de tu trasero,” le
dice. “Quiero ver si estás limpia.”
Ella desea que la tierra se abra. Le
gustaría salir corriendo por la puerta y esconderse.
Él se inclina hacia adelante para
observar la parte inferior de su
trasero. De repente, tira de ella hacia él y le lame el agujero de su ano. Ella
tropieza y casi se cae, pero él la tiene cogida por la cadera con sus manos y
evita que se caiga. Ella siente que la está presionando con un dedo humedecido alrededor
de su ano.
“Échate sobre mi regazo,” le dice. “Quiero
hacerte un examen minucioso.”
Ella está echada sobre él, boca abajo. Separa las nalgas de su
trasero, luego lame su dedo nuevamente y lo presiona contra su culo.
“Está todavía muy apretado, ¿no es así?
Tal vez, demasiado, será muy placentero follarlo.”
Empuja su
dedo más adentro. Ella gime, en parte porque le duele un poco, pero, sobre todo,
porque no puede imaginarse nada más humillante con lo que él la está haciendo.
Él saca el
dedo. “Ve a buscar el lubricante y el plug,” le dice.
Ella se
levanta y va al cuarto de baño. Regresa con lo que le ha pedido y se los
entrega sin mirarle a la cara. Él acaricia sus piernas, indicándole que debería
echarse de nuevo sobre su regazo.
Poco a poco
y con cuidado, extiende el lubricante con su dedo por el ano de ella. A pesar
de su turbación, ella empieza a relajarse un poco. Pero luego, empieza a hablarle
de nuevo. Es como si estuviera intentando deliberadamente avergonzarla. Ella
quiere esconderse dentro de su mente, pero él se lo impide.
“Vamos a
tener que aumentar el programa de entrenamiento,” dice él. “Más horas con el
plug insertado. Quizás, toda la noche.”
Él empieza
a introducirle el dildo, poco a poco. Es
el más grande que a ella le han metido en su vida. Él está todavía sorprendido
de que ella pueda tenerlo introducido todo, nunca hubiera pensado que ello
fuera posible cuando lo vio por primera vez.
“Además,
creo que, en su momento, será un plug mucho mayor,” dice él.
¿Más
grande? Dios mío, ¿qué piensa él que es ella? ¿Una contorsionista? ¿Una mujer
elástica y sorprendente?
“¿Sientes
que está dilatándose?” pregunta él.
Ella tiene
que contestarle ahora. No le apetece, pero no puede ignorarle.
“Sí, señor,”
dice ella. “Muchísimo…”
“Y cuando
te maldigo, ¿cómo te sienta? ¿Te sientes cómoda?”
Ella se
está sonrojando nuevamente. No encuentra una palabra para responderle.
“No, cuando
usted está amable, señor,” dice ella. Esta se pregunta, ¿hay algún reproche
implícito en lo que ella ha dicho? Pero, sobre todo, él es muy amable y solo,
rara vez, se deja llevar por el frenesí de la lujuria.
“Quiero
conseguir que tu culo esté preparado para que lo usen otros hombres,” dice él.
“Quizás, ellos puedan tener sus pollas más grandes que la mía. Necesitas estar
debidamente bien preparada.”
Ella siente
un brote de pánico en su interior. Él nunca le ha hablado antes de esta manera.
¿Lo dice en serio? Seguramente, no. Ella decide interpretarlo como una broma.
“¿Incluso
más grande que la suya, Señor?”
“Muy
divertido,” dice él. Este le propina un buen cachete en su nalga. Ella grita.
Él pone sus
dedos en el plug y lo gira un poco. Ella gruñe ahora, principalmente, por el
placer. La hace sentirse bien, sin importarle lo tímida que es.
“Por
supuesto,” dice él, “serán cuidadosamente seleccionados. Solamente aquellos que
merezcan la pena, les serán permitidos tener el privilegio de sodomizar tu
delicado y pequeño culo. Solamente, los verdaderos conocedores de los anos de
chicas jóvenes y guapas, hombres que sean expertos en provocar tales placeres y
saber cómo se saborean.”
Él está
acariciando sus nalgas. Son suaves y muy sexy al mismo tiempo. El plug está
ahora bien encajado en su ano. Se siente relajada, abierta, disponible, de la
manera que a él le gusta sentirla, sumisa. Sus palabras la siguen ruborizando,
pero ahora, la hacen sentirse un poco puta.
“¿Te
agradaría recibir las pollas de esos hombres en tu adorable y pequeño culo?”
pregunta él. “¿Primero, una polla, y luego, tal vez otra?”
No, piensa
ella. No es real. Es solo su fantasía.
“Si ese es
su deseo, Señor,” contesta ella.
Pero,
¿y si lo dice en serio?