“¿Cuándo te corriste por última vez?”
Ella no esperaba esta pregunta. La tuvo que pensar.
“Ayer por la mañana, mientras estábamos en la cama.”
Ella lo recuerda. Se ponen juntos. Ella sostiene su pene duro en una mano mientras
que la otra la pone entre sus propias piernas. Después de que ella se hubo
corrido, él la folló. A ella le encanta de esta manera. Se pone tan sensible
después de orgasmar.
“Quiero que te
corras de nuevo,” dice él.
“¿Ahora?”
“Sí.”
“Como usted quiera, Señor,” dice ella. Esta no estaba pensando en
esto, pero, ahora, al comentarlo, está teniendo su efecto.
“Quítate tus bragas,” dice él.
¿Cómo se
las ingenia él hacerlo? ¿Cómo es tan fácil para él, ponerla en ese lugar donde
ella se debate entre la humillación de estar expuesta (con el placer de la
culpabilidad) y su deseo de agradarle?
Ella
levanta su falda y, por debajo, tira de sus bragas hasta sus tobillos.
“Túmbate y
levanta tu falda para que yo pueda ver,” le dice.
Ella es tan tímida y, sin embargo, sabe lo intenso que es su deseo de mirar, de verla de la manera tan íntima. Ella se sube la falda hasta la cintura.
“Ábrete,”
dice él.
Poco a
poco, ella separa sus muslos.
“Ahora, pon tus manos ahí y vamos a
trabajar,” dice él.
Él empieza a hablarle, describiendo las cosas que quiere hacer. Algunas de estas cosas involucran a otros hombres. Ella está excitada, sin embargo, piensa que pudiera sentirse paralizada por el miedo si la obligara a hacer tales cosas.
Él empieza a hablarle, describiendo las cosas que quiere hacer. Algunas de estas cosas involucran a otros hombres. Ella está excitada, sin embargo, piensa que pudiera sentirse paralizada por el miedo si la obligara a hacer tales cosas.
“¿Quieres ver mi polla?, pregunta él.
“Sí,” contesta ella.
Él se baja la cremallera y la saca. Esta gruesa y desliza la piel de su prepucio hacia tras.
“Sí,” contesta ella.
Él se baja la cremallera y la saca. Esta gruesa y desliza la piel de su prepucio hacia tras.
Ella se queda
mirando al glande de color rosa púrpura. A ella le gustaría metérsela en su
boca, pero está demasiado concentrada ahora en su sumisión, no puede tomar
ninguna iniciativa, solo responder.
“Cuando te hayas
corrido, voy a follarte,” le dice. “Pero no tan rápido y fuerte como ayer. Va a
ser largo y despacio. Voy a tomarme mi tiempo y cuando eyacule, no va a ser a
borbotones. Va a salir de mí hacia tí como un río.
“Oh, Dios,” dice
ella, y se corre: “Ahhhhhh…”
Sus palabras han sido suficientes para llegar a ese orgasmo, es afortunada porque después de eso, todavía queda mucho más.
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