Él
hace que ella esté en el centro de la habitación.
“No
te muevas y no hables, a menos que te pregunte,” le dice a ella.
Él la
rodea. Ella está nerviosa. Ella conoce esa mirada. Se dice a sí misma:
“Peligro: hombre trabajando.” Él empieza a desabrochar la camisa de ella. Se la
quita y la deja en una silla. Él mira a su sujetador. Es muy bonito, una
combinación de rosa y gris. Se mueve hacia la espalda de ella y lo desabrocha,
colocándolo encima de la camia de ella. Levanta el pelo de su nuca y la besa
allí. Luego coloca sus labios junto a su oído.
“No
estás segura si lo que va a pasar va a ser placentero o desagradable, ¿verdad?”
Susurra él. Ella niega con la cabeza.
“Tal
vez un poco de ambas cosas,” dice él.
Él
permanece en frente de ella. Pone sus manos en sus pezones desnudos y los mueve
ligeramente de un lado para otro. Él puede sentir que los pezones se están
poniendo duros. Los coge entres sus dedos y los pulgares y los pellizca,
levemente al principio, luego más fuerte. Posteriormente, mucho más fuerte
todavía. Ella gruñe.
“Shhhh,”
dice él con malos modos.
Continúa
pellizcándola, más fuete que antes. Luego, retuerce los pezones con crueldad y
los empuja hacia arriba. Ella se ve obligada a ponerse de puntillas.
Él la
mira a sus ojos. “Sabes cómo me gusta hacerte daño,” le dice él.
Clava
sus duras uñas en sus pezones. A ella se le corta la respiración. Él se deja ir.
“Pobre
mujer,” le dice serenándola. Él se inclina y besa sus pezones, primero el
derecho, luego el izquierdo. Lame el pezón derecho y luego, lo sopla. Es una
agradable y refrescante sensación después del calor del dolor. Hace lo mismo
con el pezón izquierdo.
Él
desabrocha su falda y la ayuda a salir
de ella. Lleva una tanga a juego de color rosa y gris. Camina por detrás de
ella.
“Un trasero
muy lindo,” dice él. Recorre con la uña de su dedo pulgar su columna vertebral
a todo lo largo, desde el cuello hasta la parte baja de su espalda. Ella se
estremece.
Él
permanece de pie frente a ella y tira con sus pulgares de la cinturilla de su
tanga, deslizándola hacia sus tobillos.
Ella se tapa con sus manos, pero sabe que no puede. Él mira a su entrepierna.
“Separa
tus piernas,” dice él.
Él
pone su mano entre ellas, acariciando su sexo con suavidad. Luego envuelve sus
dedos alrededor de sus labios y los aprieta.
“¿De
quién es este coño?” pregunta él.
“Es
su coño, Señor,” contesta ella.
Él
aprieta más fuerte. “¿Seguro?”
“Sí, Señor.”
Él
desliza un dedo dentro de ella. “¡Qué mojada!” dice él. “¡Qué puta”!
“Es
verdad,” dice ella. Él puede hacer ahora lo quiera con ella. Cualquier cosa.
Saca su dedo y extiende un poco de sus jugos sobre su clítoris, haciendo rodeos
por el mismo, presionándolo, sintiendo cuán hinchado está ya.
“Creo
que necesitas ser follada,” dice él.
“Sí, Señor,”
contesta ella.
“Todavía
no he decidido exactamente cómo,” dice él. “Me voy a tomar mi tiempo.”
Él se
pone de rodillas. Su lengua encuentra su clítoris y lo acaricia muy despacio.
Sus piernas se sienten débiles. Ella se apoya con sus manos en los hombros de
él, incluso, aunque se supone que ella no se va a mover. Despacio, chupa su
clítoris entre sus labios, en el interior de su boca.
“¡Oh,
Dios!” dice ella.
Él
saca su boca. “Hush” dice él. “Nada de hablar.”
Él la
lleva a la lleva a la cama.
“Ahora,
ha llegado tu hora,” le dice a ella. “Desnúdame.”
Ella
lo hace. Ve lo gorda que está su polla. Ella la quiere, en su mano, en su boca,
en cualquier parte…
“Arrodíllate
en el borde de la cama,” le ordena. “Primero, voy a echarte una buena mirada.”
Delicioso, intenso, me ha encantado el relato,
ResponderEliminarun beso y gracias por compartirlo
Gracias a ti por leerlo y seguirme...
EliminarFeliz día,
Ben Alí