martes, 2 de abril de 2013

Juego limpio


Él hace que ella esté en el centro de la habitación.

“No te muevas y no hables, a menos que te pregunte,” le dice a ella.

Él la rodea. Ella está nerviosa. Ella conoce esa mirada. Se dice a sí misma: “Peligro: hombre trabajando.” Él empieza a desabrochar la camisa de ella. Se la quita y la deja en una silla. Él mira a su sujetador. Es muy bonito, una combinación de rosa y gris. Se mueve hacia la espalda de ella y lo desabrocha, colocándolo encima de la camia de ella. Levanta el pelo de su nuca y la besa allí. Luego coloca sus labios junto a su oído.

“No estás segura si lo que va a pasar va a ser placentero o desagradable, ¿verdad?” Susurra él. Ella niega con la cabeza.

“Tal vez un poco de ambas cosas,” dice él.

Él permanece en frente de ella. Pone sus manos en sus pezones desnudos y los mueve ligeramente de un lado para otro. Él puede sentir que los pezones se están poniendo duros. Los coge entres sus dedos y los pulgares y los pellizca, levemente al principio, luego más fuerte. Posteriormente, mucho más fuerte todavía. Ella gruñe.

“Shhhh,” dice él con malos modos.

Continúa pellizcándola, más fuete que antes. Luego, retuerce los pezones con crueldad y los empuja hacia arriba. Ella se ve obligada a ponerse de puntillas.

Él la mira a sus ojos. “Sabes cómo me gusta hacerte daño,” le dice él.

Clava sus duras uñas en sus pezones. A ella se le corta la respiración. Él se deja ir.

“Pobre mujer,” le dice serenándola. Él se inclina y besa sus pezones, primero el derecho, luego el izquierdo. Lame el pezón derecho y luego, lo sopla. Es una agradable y refrescante sensación después del calor del dolor. Hace lo mismo con el pezón izquierdo.

Él desabrocha  su falda y la ayuda a salir de ella. Lleva una tanga a juego de color rosa y gris. Camina por detrás de ella.

“Un trasero muy lindo,” dice él. Recorre con la uña de su dedo pulgar su columna vertebral a todo lo largo, desde el cuello hasta la parte baja de su espalda. Ella se estremece.

Él permanece de pie frente a ella y tira con sus pulgares de la cinturilla de su tanga,  deslizándola hacia sus tobillos. Ella se tapa con sus manos, pero sabe que no puede. Él mira a su entrepierna.

“Separa tus piernas,” dice él.

Él pone su mano entre ellas, acariciando su sexo con suavidad. Luego envuelve sus dedos alrededor de sus labios y los aprieta.

“¿De quién es este coño?” pregunta él.

“Es su coño, Señor,” contesta ella.

Él aprieta más fuerte. “¿Seguro?”

“Sí, Señor.”

Él desliza un dedo dentro de ella. “¡Qué mojada!” dice él. “¡Qué puta”!

“Es verdad,” dice ella. Él puede hacer ahora lo quiera con ella. Cualquier cosa. Saca su dedo y extiende un poco de sus jugos sobre su clítoris, haciendo rodeos por el mismo, presionándolo, sintiendo cuán hinchado está ya.

“Creo que necesitas ser follada,” dice él.

“Sí, Señor,” contesta ella.

“Todavía no he decidido exactamente cómo,” dice él. “Me voy a tomar mi tiempo.”

Él se pone de rodillas. Su lengua encuentra su clítoris y lo acaricia muy despacio. Sus piernas se sienten débiles. Ella se apoya con sus manos en los hombros de él, incluso, aunque se supone que ella no se va a mover. Despacio, chupa su clítoris entre sus labios, en el interior de su boca.

“¡Oh, Dios!” dice ella.

Él saca su boca. “Hush” dice él. “Nada de hablar.”

Él la lleva a la lleva a la cama.

“Ahora, ha llegado tu hora,” le dice a ella. “Desnúdame.”

Ella lo hace. Ve lo gorda que está su polla. Ella la quiere, en su mano, en su boca, en cualquier parte…

“Arrodíllate en el borde de la cama,” le ordena. “Primero, voy a echarte una buena mirada.”

2 comentarios:

  1. Delicioso, intenso, me ha encantado el relato,
    un beso y gracias por compartirlo

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    1. Gracias a ti por leerlo y seguirme...

      Feliz día,

      Ben Alí

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