Él la
pone en el suelo y fuerza el pene en su boca, más y más profundo, hasta que
ella empieza a ahogarse. Ella trata de alejarse, pero él la mantiene firme, su
cabeza exactamente en la posición que él quiere y sigue empujando su vástago en
la medida que puede hasta que ella tose, escupe, balbucea y jadea para
respirar. Antes de que la saque, justo el tiempo suficiente para que ella tome
aliento, la introduce de nuevo su polla grande y dura.
Una y
otra vez. Él es incansable. Su boca está llena de baba, corre por su barbilla.
Sus ojos, lacrimosos. Su nariz, moqueando. Ella sabe que parece un desastre;
sin embargo, sigue adelante. ¿Dónde está su aplomo y amor propio, su sentido de
la dignidad, su libertad e independencia?
Está
decayendo con rapidez. Él siente que todavía hay un poco de resistencia, que
ella no acaba de decidirse a desplazar en la garganta su polla hacia la
derecha. Ella tiene miedo. No por poner demasiada finura en ello. Tiene miedo
de que se pueda ahogar y morir. Y lo que está decidido a hacer, es llevarla más
allá de ese punto, de hacerla renunciar a su lucha por el aire, a la dignidad,
a la vida, a tener que estar yacente ahí y aceptando su pene. Dejándola ir en
la medida que quiere, sin luchar, sin dejar que su instinto de supervivencia le
niegue lo que él quiere. Pero, al fin, pasiva y tendida allí, dejando que haga
como él quiera.
O que
la ate de manos y pies, la cara boca abajo sobre un banco de madera. Ella está
completamente desnuda, su culo expuesto. La fuerza una mordaza de bola en su
boca. Le dice que la va a azotar hasta que la perdone por completo, va a
golpearla hasta que él se harte.
Le
muestra lo que quiere usar: Primero, su mano, luego, el flogger y más tarde la
tawse. Pero, todo esto es sólo para el precalentamiento. Le muestra la cane.
Esto es lo que va a conseguir el efecto que él desea. Sus ojos se abren de par
en par. Ella tiene miedo a la cane. Una vez, la azotó con ese implemento y la
hizo marcas en su trasero y en su psique. Así que, cuando la lleva al punto
desde el cual, la va a llevar más lejos que nunca, coge la cane y la flexiona,
chasqueándola de lado a lado en el aire y la golpea amenazadoramente en su
trasero palpitante y rojo, consiguiendo que todo el valor de su poder la
intimidara por completo en su sumisión.
Las
picaduras profundas de la cane levantan ronchas rojas y lívidas en todo su
trasero. Ella trata de gritar, pero sólo emergen unos sonidos apagados de
protesta que él ignora. Después de un tiempo, hace una pausa, frota su trasero
lacerado suavemente y susurrándole en su oído. Pero, no son palabras que
conforten. Le dice que no le importa si esta vez protesta. Él sólo dejará de
azotarla cuando haya recibido lo suficiente. Cuando ella no tenga nada que dar
y él será el juez que dictamine cuándo es eso. Cuando todo su cuerpo tiempo de
una manera incontrolada sacudido por los sollozos. Cuando ella no tenga otra
cosa que decir que: “No más.”
O
bien, la despoja de las hebillas de su collar de perra, desnuda, y lo engancha
a una cadena de acero como si fuera un correa. Le introduce un plug en su ano.
Un plug que tiene una terminal de goma en el extremo, una cola rizada de
cachorro. Él escribe una palabra obscena en su nalga y toma unas fotos de su
indignidad. La pasea por la habitación, haciéndola menear su trasero y que ella
ladre, que coma de un bol en el suelo. Haciendo señuelos para que coja un
terrón de azúcar con la boca, buscando una pelota de goma que lanza una y otra
vez, y ella la deposita a sus pies. Su fusta la tiene siempre a mano para el
caso de que su rendimiento no sea satisfactorio. Hay cosas peores que están por
venir, mucho peores. Hace que ella orine en una pila de periódicos en una
esquina, la lleva al baño, la introduce en la bañera y se orina sobre ella y
luego se masturba en su rostro. Ella parece un desastre, pero no le permite que
se limpie a sí misma.
Ella
es su mascota, un pequeño animal que está entrenado para su placer. Esa es la
única razón de ser por la que la mantiene, porque es divertido. Después de que
la ha utilizado de nuevo, la hace dormir en el suelo por la noche, encadenada a
la cama. Le dice que va comprar una perrera y hacerla dormir fuera en el patio
encadenada a la pared. Ella le cree. Y le dice, cuando tiene la formación
adecuada, que va a invitar a hombres todo el año para presumir de ella.
Obligarla a hacer sus trucos para ellos y va a dejarles que la usen, a lo
perrito. Ella le cree. Ella es un cachorro, no una niña. ¿Qué otra cosa puede
hacer sino menear la cola y ladrar?
O…,
O… lo que estoy haciendo es describir un número de escenarios en los cuales la
mujer sumisa es rota. Los últimos vestigios de resistencia son superados. Ya no
puede decir no. En realidad, no hay
ningún yo coherente en torno al cual, la negativa pueda organizarse. Sólo un
incipiente desastre de lágrimas y un cuerpo abierto a todas las depredaciones y
una necesidad profunda de sólo ser usada, para ser cualquier cosa que él decida
que ella sea. Ésta no será nada, si es lo que él quiere.
Nunca
he reducido o llevado a una mujer a ese estado ni a esos escenarios. Sé que
podría, si yo sintiera que una parte de ella me lo pidiese. Pero nunca he
llegado a eso. He estado pensando en el por qué. No es que yo sea muy
aprehensivo y sé que el placer sería intenso. Tengo parte del camino hecho, el
suficiente para saber cuán excitante sería recorrer todo el camino.
Pero,
supongo que al final del día, no quiero que ella sea nada. Me gusta lo que ella
es, que es lo que me atrae de ella en primer lugar. De todos modos, no puedo
dejar de preguntarme cómo me sentiría al usar ese poder para tener a una mujer
a mis pies, temblando, encogiéndose y en una naufragio lleno de lágrimas. No
digo que no tenga atractivo. Nunca he creído que yo pueda tener demasiado de
algo bueno. Es lo que pasa después de que me preocupo. ¿Qué haría yo con una
mujer cuando lo he hecho todo? Sé que tendría que estar allí para recoger los
pedazos. Pero, ¿habría algo que me permitiera relacionarme? Tal vez, algún día
tenga que tomar la responsabilidad y ver qué pasa. Pero, no es algo para
tratarlo a la ligera.
Yo lo he vivido.
ResponderEliminarTe he leído con minuciosidad y cada línea no ha sido si no un recuerdo.
Yo lo he vivido.
He ido sacando de la jaula de la memoria cada escena, cada situación, cada sonrisa ladeada Suya cuando me decía: aún no es nada...
Yo lo he vivido.
Y después de experiencias así, ninguno de los dos vuelve a ser el mismo, y no importa si permanecen juntos (siempre hay de dónde extraer más, siempre hay morbo que añadir, siempre hay mayores requerimientos) o por X razones la relación, como en mi caso tras muchos años, termina. Lo que se vivió, ninguno lo olvida jamás.
Rearmarse, cuando hay un sentimiento intenso de por medio, sí que es una responsabilidad.
Rearmarse, tras todo ello, después de una ruptura, es el infierno.
Yo lo he vivido.
Demasiado fuerte leerte hoy, Ben.
Demasiados recuerdos.
Impresionante comentario, Nicky, y no sabes cuánto siento tu experiencia... sé que las consecuencias de una experiencia como la que detallo, cambia todos los patrones de la vida de una sumisa, esclava, masoquista y, cómo no, también marca un antes y un después en el propio dominante que nunca olvidará...
EliminarSoy consciente que es muy fuerte el tema que trato, pero también se da en una relación D/s con toda su crudeza...es la magia de la D/s...
Feliz tarde...
Contundente su artículo Señor. Un verdadero Dominante nunca carecerá de sensatez ni sentido común.
ResponderEliminarSaludos