Hace
mucho tiempo, en mis días de juventud, cuando yo era muy verde opinando, conocí
a una chica. Ella era genial, el sexo era grande, pero yo no sabía entonces lo
que sé ahora. Esto era en los días anteriores a que Internet llegara a ser la
cornucopia de la información y estimulación (y, sí, también la desinformación)
que es ahora. No había muchas maneras de averiguar sobre el mundo de la perversión
y, aunque me interesaba de manera general y teórica, no tenía experiencia en
ello.
Ella
era una chica inteligente y sentía mi mezcla de interés e ignorancia. Una
noche, junto a su cama, ví un libro. Fue “La reivindicación de la Bella
Durmiente,” por A. N. Roquelaure. Empecé a leerlo. Si usted no lo sabe, es un
cuento de la D/s, una serie situada en una especie de tierra medieval del nunca
jamás y trata sobre una chica joven que es secuestrada y sometida a diversas
vejaciones por una sucesión de hombres libidinosos. No es una historia tan dura
como “La historia d’O,” pero se dice que es ingeniosa y que le interesaría a
cualquier persona con predilección por los azotes.
Le
pregunté a mi amiga si ésta era el tipo de cosas que le gustaba. Ella era más
bien tímida o, tal vez, no lo era. Tal vez, era yo quien era lento en
asimilarlo. Recuerdo que le pregunté si se identificaba con quienes los
rechazaban o lo asumían. Creo que ella pensó que, más bien, era una pregunta
tonta. Por fin, al darse cuenta de que yo lo necesitaba, ante mi ingenuidad,
ella me dijo en la mitad de la noche: “Azótame.”
Ahí
es donde empezó todo. Supongo que el tema de esta pequeña historia es que yo tenía
instintos hacia la dominación, pero, al no comprenderlo, y no tener seguridad
de que en caso de que los manifestara, no serían bien recibidos. Realmente, no
me imaginaba que existieran chicas que en aquella época quisieran ser azotadas
y que yo tuviera ya una licencia para hacerlo, si me sentía tan atraído. Así pues,
tuve que ser introducido a este mundillo por una chica que me comprendía mejor de
lo que yo mismo me comprendía. Huelga decir que siempre he sido agradecido por
eso.
Y
así, querido lectora, si tienes un hombre que crees que pueda tener algo de
dominante en él, puedes ser capaz de sacárselo poniendo alguna lectura de este
tipo en su camino. Sé que es difícil sentarle y decirle cara a cara exactamente
lo que quieres que haga por tí. Entre otras cosas, porque si se presenta como
algo que deseas, en lugar de algo que él quiere para sí mismo, no va a
funcionar muy bien. La mujer sumisa quiere ser cogida, controlada y “forzada.”
Ella no quiere ser obligada. Pero si dejas algo en su camino, algo que ponga
ideas en su cabeza, él puede querer azotarte por sí mismo.
No
puedo garantizarte que esto funcione. Como he dicho muchas veces, si él no tiene una gota de dominante
en su cabeza, tú no puedes ponérsela. Pero, puede ser que la fuente esté a la
espera de ser explotada.