No es
ningún secreto que me encantan las mujeres inteligentes, bellas y con talento
que constantemente llevan el control en sus horas de trabajo y vida normal.
Cuando acepto a una mujer de este tipo para una relación D/s, hago todo lo
posible para imponer respeto, protocolo y ritual en el camino que tenemos por
delante. Después de muchas y sinceras discusiones y exploraciones, descubro sus
deseos, necesidades, esperanzas, miedos, apetitos y consigo un buen
conocimiento de por dónde ella necesita ir. Una vez que tengo esta visión
interior de ella, actúo con convicción.
Una
vez, le hice una sencilla pregunta a una sumisa particularmente hermosa cuando
empezábamos nuestro viaje.
“¿Qué
te apetece?”
Ella
contestó sin vacilar:
“Me
apetece que me cojas y me saques de aquí. Me lleves a un lugar donde estar bajo
control, el poder y el tomar decisiones ya no sea una opción para mí. Hay
libertad en eso y eso es lo que yo quiero de usted.”
Empezamos
nuestro camino y pronto la introduje en mi exigencia de no tocarse sin permiso.
Esta misma chica, que ansiaba abandonar el poder y el control, retrocedió y me
respondió dijo bruscamente:
“¿Qué?”
Yo
sonreí y le expliqué cómo ahora su placer procedía de mí, al igual que sus
orgasmos. Ella protestó, diciendo que sería imposible para ella cumplirlo, pues
su propio placer era una parte muy importante de ella.
Sonreí
de nuevo y le conté cómo ella había caído en una vida solitaria de auto placer
y le describí cómo eso se había convertido en un acto mecánico. Le dije que
conocía el camino más eficiente para llevarla al climax, sentir como si hubiera
llegado al borde. Su silencio era mi reconocimiento.
Me
imploró que cediera y le permitiera algunas libertades. Me reivindicó que el
tocarse era como un acto reflejo en los momentos de deseo, mientras yacía en la
cama o duchándose. Me habló de su alta libido y su insaciable apetito sexual. Yo escuchaba con atención cada punto
cuidadosamente articulado y le dije:
“No
te puedes tocar sin permiso.”
Mujeres
como ésta no están acostumbradas a que le digan “no.” Con su belleza, ella
podía tener a cualquier hombre que deseara. No había duda de que ella había
hecho una mini carrera atrapando a los hombres alrededor de su dedo meñique. Me
preguntó por qué yo estaba siendo tan cruel con cada parte de su encanto
persuasivo que podía reunir.
Le
respondí con sencillez:
“Usted
necesita dejarse llevar con el fin de apreciar por completo la satisfacción con
mi mano. Cada vez que usted se abstiene, aumentará su deseo por el placer que
yo le doy. Si lo hace, experimentará conmigo unos orgasmos muy intensos,
siempre que yo le permita que se toque u orgasme para mí. No hay alternativa, usted
respetará mis deseos y conseguirá que me sienta orgulloso de su sacrificio.”
Ella
replicó:
“¿Cómo
sabe usted que puedo hacer esto? ¿Cómo sabe usted que no voy a darme placer
cuando usted no esté aquí y yo no se lo diga?”
Y le
contesté:
“Sencillamente,
lo sé porque se lo he requerido. Yo te elegí. Confío en usted y sé que usted
cumplirá.”
Ella
se quedó en silencio, como un francotirador que acaba de quedarse sin
munición. No hablamos más del tema. Y
nuestra relación floreció creciendo más rica y profunda con cada día que
pasaba.
Una
noche, después de que ella se hubiera corrido cuatro veces en el lapsus de dos
minutos con escalofrío, temblores y gritos desgarradores, la acogí contra mi
pecho. Escuché cómo su respiración disminuía, sentí los golpes de su pecho
volviendo a la normalidad y le susurré al oído.
“¿Te
acuerdas cuando te pregunté por qué tenías que resistir la tentación?”
Ella
sonrió, se acurrucó más profundamente en mi pecho, y dijo:
“Sí,
me acuerdo. Nunca he sentido un placer tan increíble como el que he sentido a
su lado, para usted, sólo para usted.”
“Me
encanta esta danza,” le contesté.
A la altura de siempre, nunca defrauda
ResponderEliminarAunque tarde, vaya por delante mi reconocimiento por seguirme...
ResponderEliminarFeliz día