jueves, 3 de febrero de 2011

Mi gata

“Quítate la falda,” le digo.
La miro mientras lo hace.
“Ahora, las bragas y  zapatos.”
Ella se desnuda de cintura para abajo, mirando como si estuviese incómoda. Creo que  se siente más desnuda de lo que está, como si  estuviera totalmente desnuda.
“Al suelo a cuatro patas,” le digo.
Voy a sentarme en el sofá. “Ven aquí.”
Ella gatea por el suelo.
“Pon tu cabeza en mi regazo.”
Le arrasco suavemente por detrás de la oreja. “Gatita buena,” le digo.
La acaricio por detrás de su cuello y paso mis dedos por su cabello.
“Quiero, gatita, que te muevas como una gata por la habitación y te roces contra los muebles, tal como hacen las gatas.”
Ella se aleja. La observo mientras se arrasca contra las patas de la mesa. A continuación, acaricia su cabeza contra una silla y luego frota su trasero contra la puerta. Ella vuelve a mí.
“¿Alguna vez, has visto cómo las gatas muestran su culo, poniéndose de espaldas a ti y levantando su rabo hacia arriba?”
Ella no dice nada, “Por supuesto, que tú no tienes rabo,” le digo. “Pero puedes hacer el resto.”
Despacio se da la vuelta y hace como una onda con su culo ante mí. Me gusta mucho.
“Siéntate sobre tus talones,” le digo. “Quiero escuchar a mi gatita.”
Ella duda, espero pacientemente. Entonces, hace como un pequeño sonido lastimero.
“Otra vez, le digo. No le gusta esta parte. Eso es porque mi pene se está poniendo duro.”
“Otra vez,” digo.
“Gatita buena,” digo cuando ella maúlla de nuevo. “¿Quieres beber ahora?”
Ella asiente con la cabeza. Voy a la cocina y busco un pequeño cuenco. Echo un poco de vino en él y lo pongo en el suelo. Ella me mira como diciendo, ¿cómo puedo beber así?, pero no digo nada. Ella inclina su cabeza y empieza a lamer en el bol. Es proceso largo y lento, pero finalmente, se bebe la mayor parte del líquido.
“Ven y ponte en mi regazo,” le digo.
Ella misma pone su cara sobre mis piernas. Gentilmente, acaricio su culo mientras que con la otra mano acaricio la parte trasera de su cuello. Estamos así durante varios minutos. Sé que ella está húmeda entre sus piernas, tan húmeda que incluso puedo oler su aroma ligeramente. Sé que a ella le gusta que ponga mi mano ahí y haga círculos con mi dedo ansioso sobre su clítoris. Pero, no sería justo hacer esto con una gatita, ¿verdad? Decido que voy a tenerla el resto de la noche en el papel de gata. La negación de mi propio deseo para penetrarla es un precio que merece la pena pagar para complacer a mi fantasía.

5 comentarios:

  1. También podría ser una perrita, pero la sensualidad, voluptuosidad, la lujuria y el exhibicionismo de la gata son muy diferentes a los de la perrita...no obstante,lo importante es el tratamiento en sí, tanto de la gata como de la perrita...

    Ben Alí

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  2. Frase clave: la negación del propio deseo del Amo. Siempre se habla de lo difícil que es ser sumisa. Estoy de acuerdo, es difícil ser una buena sumisa, lo mismo que es muy difícil ser un buen Amo.

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  3. El dominio no solo se muestra en su sumisa, también en el auto control de su propia esencia y su deseo.
    Si el juego de seducción ha valido la pena, entonces el precio que se debe pagar es bienvenido.

    Saludos Caballero, buen fin de semana.

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