Dicen que los hombres
Dominantes somos unos hombres muy interesantes y, generalmente, muy
inteligentes y generosos. Tendemos a ser muy complejos y algo enigmáticos.
Tendemos a ser, no solamente hombres diferentes en diferentes días, sino
hombres diferentes de un minuto a otro. Las pequeñas cosas nos hacen felices o
tristes, contentos o explosivos. Nos gusta que las cosas vayan a su manera.
Nos gusta el mundo para operar como si
fuera orquestado por nosotros mismos. Tenemos dificultades para comprender por
qué hay tanta gente estúpida en el mundo y que no piensen con la misma claridad
que nosotros pensamos. Tendemos a querer compartir ese punto de vista con
nuestra mujer.
“Mi hombre – pensaba
ella - nunca ha carecido de opinión y algunas de sus opiniones las compartió
esta mañana conmigo en el coche.”
“El ayuntamiento ha
cometido un error al reordenar nuevamente la circulación por el centro de la
ciudad,” me decía él.
“Estoy de acuerdo, por
supuesto.” Le respondió ella.
“Pero, ¿qué es esto?
¿El pedal del freno suave en mi coche? ¿Cómo es que no lo has notado?” le
preguntó a ella.
“Bueno, me adapto a mis
circunstancias…tal vez, hubiera una compensación por la “suavidad” del pedal y
no darme cuenta,” le respondió ella.
“Necesitas ser más
consciente de cómo funciona mi coche,” le dijo.
Cuando ella se siente
insegura por algo, necesita acercarse a él. Le aseguró que lo haría en
adelante. Pero, todavía estaba sorprendido de que ella no se diera cuenta que
era anormal esa suavidad tan palpable.
“Mira esto,” dijo,
mientras él pisaba el freno en medio del tráfico y aparcaba el coche. “Mira como
el pié llega hasta el fondo. Esto es por lo blando del pedal. Lo llevaré mañana
al taller,” dijo él.
“De acuerdo. Entiendo,”
dice ella
“¿Y no lo notaste
antes?” pregunta él
“No, no puedo decir que
me diera cuenta,” le explicó.
Ya estaban cerca de su casa.
Lo llevó hasta el garaje.
“Me sorprende bastante
que no te des cuenta de estas cosas,” dijo él
Interiormente, ella
suspiró. Por fuera, era el modelo de paciencia angelical.
“Realmente, no me di
cuenta de la suavidad del freno. Lo siento.”
“¿No te vas a poner más
alegre?”
“No, cariño. No.”
“Sería mejor.”
“No, no puedo estar
contenta.”
“Por dentro, te veo muy
descarada. Me gustaría controlarte también esta faceta. No tengo humor para
estar con una mujer descarada.”
“Sí, señor.”
Salió del coche y ella
se encaminó hacia las escaleras. Sabía lo que estaba pasando.
Ayer, fue azotada con
la fusta. Un castigo atrasado. Uno de los enigmas del hombre dominante es que,
apenas ha azotado a su mujer y guarda la fusta, siente una intensa excitación.
Sin embargo, las circunstancias pueden privarle de la intimidad con su mujer en
ese momento. Esta es una situación profundamente insatisfactoria, tanto para él
como para ella, que puede convertirse en el germen de su confusión interior.
Lectora sumisa, puedo verte
asintiendo con tu cabeza de mujer. Veo que estás siguiendo con atención esta
lectura y quiero ayudarte. ¿Qué debería hacer una mujer en tales
circunstancias?
Como Nicole Kidman le
dijo a Tom Cruise en “Ojos libertinos” al final de la película, cuando él le
habla a ella de su noche libertina: “Sólo hay que hacer una cosa: FOLLAR.”
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