Según tengo
entendido, la pregunta de la Anónima dos en el artículo anterior, es esta:
“Cuando un dominante está administrando un castigo a su sumisa por alguna
ofensa cometida, ¿es posible que él pueda llevar a cabo la sentencia derivándose
algún placer al ejecutarla? Y si es así, ¿debería hacerlo? O ¿no debería
castigar, de una manera “judicial”, motivada solamente por su deber principal,
centrándose solamente en la lección que él está buscando para impactar a la
mujer desobediente?”
Mi propio
sentimiento es que si el dominante escoge un medio de castigo que tiene
similitudes con las prácticas llevadas a cabo durante la interacción placentera
con su sumisa, es casi imposible para él aislarse para no llegar a excitarse. Si disfruta azotando a su
mujer con el cinturón o con una paleta o con una cane o con una fusta,
entonces, por mucho que intente hacer el castigo diferente, si también emplea
tales medios para corregirla, entonces está limitado para conseguir algo de
placer de todo esto. La asociación en su mente de la cane o lo que sea con los
placeres de la D/s, con seguridad, anulará cualquier intento de provocar
solamente un castigo.
Y me parece
que hay un peligro al difuminar la distinción entre el dolor placentero y el
dolor disuasivo. Porque si las experiencias del dominante excitan mientras la
castiga, ¿no podría diseñar situaciones
en las cuales ella esté casi condenada a cometer una ofensa punible? ¿Puede que
él no establezca las tareas en las que sabe que ella va fracasar, negarle cosas
que él sabe que ella es incapaz de hacer, solo por tener la oportunidad de
tener una buena razón para castigarla? Y, ¿si el dominante no examina sus
motivos cuidadosamente bien y se engaña a si mismo sobre sus verdaderas
intenciones, entonces, no es él culpable de buena fe?
Otro
peligro es que la mujer sumisa llegue a reconocer que a su dominante le
produce placer aplicarle el dolor como castigo. Las sumisas
son muy inteligentes al intuir tales cosas. Puede que no tanto, ya que después
de todo, su motivo principal en la relación es agradarle y ella misma,
deliberadamente, decide incumplir las órdenes dadas, solo para que pueda tener
por si misma el placer de entregarle el placer de azotarla. Y, ¿qué es esto si
es una desobediencia u ofensa imperdonable que siempre debe ser vigilada por el
dominante de la sumisa? Si ella es sutil, su dominante pudiera no darse cuenta
de que le está manipulando, lo cual hace que las cosas empeoren.
Por lo
tanto, con estas razones, estoy a favor de una completa separación entre los
métodos de castigo y los métodos de impartir el dolor de placer. Mejor elegir
las formas de castigo que no se puedan convertir en una experiencia excitante,
tanto por el dominante como por la sumisa. Y, sin embargo, la pregunta de Og se
produjo en el contexto de una entrada al blog sobre lo que parecía ser un
castigo (para algunas ofensas no especificadas) que comparten muchas
características del dolor o placer del intercambio de poder dentro de la D/s.
¿No estoy contradiciéndome a mi mismo?
Posiblemente. Yo no pido que sea infalible. Sin embargo, ¿no
está claro que la desgraciada sumisa que, está a punto de ser azotada
enfáticamente con el cinturón en las zonas más sensibles de su cuerpo, no le dé
la bienvenida? De hecho, ella teme y hace lo imposible para evitarlo. Creo que
el dominante todavía podría hacer caso, a pesar de todo lo que he dicho
anteriormente, de administrarle el castigo de tal manera que no pudiera
posiblemente equivocarse por placer, a pesar de las semejanzas superficiales
con los escenarios llenos de placer. Si el dominante ve que es implacable con su determinación, a
pesar de las protestas y los ruegos, si está convencido que tiene motivos
impecables, si su comportamiento es severo y grave, por encima de cualquier
sospecha de que está disfrutando secretamente de los azotes que va a impartir,
entonces, quizás, puede dejar escapar la posibilidad de que está motivado por
otra cosa diferente a su deber. Y creo que, en este caso en particular, está
claro que el castigo puede ser visto para adaptarse a la ofensa, como
idealmente debería ser. Es evidente que lo que ella ha hecho está bien, por
participar en el “autoabuso”, de una manera contraria a las normas y al
establecer castigarla corporalmente en la misma parte de su cuerpo donde el
castigo físico se hace más ostensible, el dominante puede ser visto como justo
al aplicar una justicia ejemplar. Solamente él puede saber si su conciencia
está tranquila.
Si algunas
de mis lectoras persisten en ver un mensaje mezclado en mi texto y consiguen
humedecerse al leer el castigo tan manifiestamente desinteresado, no es mi
problema, ¿vale?
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