martes, 4 de octubre de 2011

Más sobre el castigo...

Según tengo entendido, la pregunta de la Anónima dos en el artículo anterior, es esta: “Cuando un dominante está administrando un castigo a su sumisa por alguna ofensa cometida, ¿es posible que él pueda llevar a cabo la sentencia derivándose algún placer al ejecutarla? Y si es así, ¿debería hacerlo? O ¿no debería castigar, de una manera “judicial”, motivada solamente por su deber principal, centrándose solamente en la lección que él está buscando para impactar a la mujer desobediente?”
Mi propio sentimiento es que si el dominante escoge un medio de castigo que tiene similitudes con las prácticas llevadas a cabo durante la interacción placentera con su sumisa, es casi imposible para él aislarse para no  llegar a excitarse. Si disfruta azotando a su mujer con el cinturón o con una paleta o con una cane o con una fusta, entonces, por mucho que intente hacer el castigo diferente, si también emplea tales medios para corregirla, entonces está limitado para conseguir algo de placer de todo esto. La asociación en su mente de la cane o lo que sea con los placeres de la D/s, con seguridad, anulará cualquier intento de provocar solamente un castigo.
Y me parece que hay un peligro al difuminar la distinción entre el dolor placentero y el dolor disuasivo. Porque si las experiencias del dominante excitan mientras la castiga, ¿no podría  diseñar situaciones en las cuales ella esté casi condenada a cometer una ofensa punible? ¿Puede que él no establezca las tareas en las que sabe que ella va fracasar, negarle cosas que él sabe que ella es incapaz de hacer, solo por tener la oportunidad de tener una buena razón para castigarla? Y, ¿si el dominante no examina sus motivos cuidadosamente bien y se engaña a si mismo sobre sus verdaderas intenciones, entonces, no es él culpable de buena fe?
Otro peligro es que la mujer sumisa llegue a reconocer que a su dominante le produce  placer  aplicarle el dolor como castigo. Las sumisas son muy inteligentes al intuir tales cosas. Puede que no tanto, ya que después de todo, su motivo principal en la relación es agradarle y ella misma, deliberadamente, decide incumplir las órdenes dadas, solo para que pueda tener por si misma el placer de entregarle el placer de azotarla. Y, ¿qué es esto si es una desobediencia u ofensa imperdonable que siempre debe ser vigilada por el dominante de la sumisa? Si ella es sutil, su dominante pudiera no darse cuenta de que le está manipulando, lo cual hace que las cosas empeoren.
Por lo tanto, con estas razones, estoy a favor de una completa separación entre los métodos de castigo y los métodos de impartir el dolor de placer. Mejor elegir las formas de castigo que no se puedan convertir en una experiencia excitante, tanto por el dominante como por la sumisa. Y, sin embargo, la pregunta de Og se produjo en el contexto de una entrada al blog sobre lo que parecía ser un castigo (para algunas ofensas no especificadas) que comparten muchas características del dolor o placer del intercambio de poder dentro de la D/s. ¿No estoy contradiciéndome a mi mismo?
Posiblemente. Yo no pido que sea infalible. Sin embargo, ¿no está claro que la desgraciada sumisa que, está a punto de ser azotada enfáticamente con el cinturón en las zonas más sensibles de su cuerpo, no le dé la bienvenida? De hecho, ella teme y hace lo imposible para evitarlo. Creo que el dominante todavía podría hacer caso, a pesar de todo lo que he dicho anteriormente, de administrarle el castigo de tal manera que no pudiera posiblemente equivocarse por placer, a pesar de las semejanzas superficiales con los escenarios llenos de placer. Si el dominante  ve que es implacable con su determinación, a pesar de las protestas y los ruegos, si está convencido que tiene motivos impecables, si su comportamiento es severo y grave, por encima de cualquier sospecha de que está disfrutando secretamente de los azotes que va a impartir, entonces, quizás, puede dejar escapar la posibilidad de que está motivado por otra cosa diferente a su deber. Y creo que, en este caso en particular, está claro que el castigo puede ser visto para adaptarse a la ofensa, como idealmente debería ser. Es evidente que lo que ella ha hecho está bien, por participar en el “autoabuso”, de una manera contraria a las normas y al establecer castigarla corporalmente en la misma parte de su cuerpo donde el castigo físico se hace más ostensible, el dominante puede ser visto como justo al aplicar una justicia ejemplar. Solamente él puede saber si su conciencia está tranquila.
Si algunas de mis lectoras persisten en ver un mensaje mezclado en mi texto y consiguen humedecerse al leer el castigo tan manifiestamente desinteresado, no es mi problema, ¿vale?

No hay comentarios:

Publicar un comentario