Hace un tiempo, una mujer anónima dejó la siguiente pregunta en mi
correo electrónico:
“…Pero, he divagado. La razón por la que estoy escribiendo esto es
para preguntar con respecto a un artículo suyo sobre la mujer masoquista. Usted
habla de una sumisa, sin una tendencia masoquista para soportar el dolor con el
fin de complacer a su dominante. Esto lo puedo entender. Lo que me interesa es
el punto de vista. ¿Cómo siente un dominante el infligir dolor a una sumisa
sabiendo él que ella no lo disfruta? Me imagino que será una sensación
increíble de su entrega y de su conexión.”
“Pero,
vamos a considerar a un dominante con una vena
sádica. ¿Sería él capaz de hacerlo una y otra vez con el tiempo? O, ¿pudiera
ser que se empezara a sentir incómodo, sabiendo que ella no está consiguiendo
ningún placer físico y poner un freno en ello eventualmente? Los dominantes,
después de todo, son humanos.”
Antes de contestar, creo que es importante clarificar la frase “¿Cómo siente un dominante al infligir dolor
a una sumisa sabiendo él que ella no lo disfruta? Como ya he mencionado,
hay sumisas que soportan mucho con tal de agradar a su dominante. Estas aceptan
tratamientos duros puesto que ello agrada a su dominante y al hacerlo así,
satisfacen a su propia naturaleza. Sin embargo, esto sigue siendo una relación
consensuada. Quiero asegurarme de que seamos claros en este asunto.
También, quiero dejar bien claro que el infligir dolor no siempre
es un rasgo del dominante. Ese es el dominio del sádico. Y mientras es verdad
que, muchos dominantes son también sádicos, esto está lejos de ser una verdad
universal. Por lo tanto, sería más apropiado para usted preguntar: “¿Cómo se
siente un sádico haciendo estas cosas?”
En una palabra, se siente muy bien.
Está en la naturaleza del sádico, el excitarse a través de la
imposición del dolor. Mientras la mujer lo acepte, él sádico lo disfrutará
(aunque, por desgracia, es verdad que hay personas que disfrutan al infligir
dolor sin consentimiento, pero esta es otra clase de persona). Es cierto, que
hay un algo muy especial cuando se trata de una masoquista de calidad, pero
también hay un placer único que procede al saber que la mujer está sufriendo
este tratamiento simplemente por su necesidad de servir.
Recuerdo bien la primera vez que azoté a una mujer en el culo
sabiendo que ella no lo disfrutaría y que sería la causa de su sufrimiento. Fue
muy emocionante. Yo la azoté fuertemente y con poca piedad. Después, ella me
dijo que, mientras le hacía daño, también había sido muy estimulante para ella.
No de una manera erótica, sino más bien una forma de satisfacción mental y
emocional al ser utilizada sin tener en cuenta sus propios sentimientos. Ella
estaba encantada solamente con la idea de ser utilizada para el placer de otra
persona.
Esto es algo un poco diferente que usar a una masoquista que se
excita con el dolor. La dinámica de la interacción sadomasoquista es un poco
diferente a la de una sumisa que anhela servir. Ambas tienen lugar ahí. No
tengo ninguna preferencia entre las dos, ya que son muy diferentes en el placer
particular que me dan.
Por lo tanto, como sádico, ¿seguiría haciendo algo a sabiendas de
que sé que ella lo disfruta? Sí, lo haría. Sin embargo, al llevar mi sombrero
de dominante, podría ver como un desafío hacerle cosas a una mujer que sé que
ella no lo disfrutará. El castigo es una cosa que se me viene ahora a la mente
como un ejemplo.
En cuanto al placer (o su ausencia) que se derivaría de la
experiencia de esto, es secundario. Considero que mi propio placer es
prioritario. Una vez que la mujer da su consentimiento, hago cosas para
satisfacer mi placer. Sé que ella será satisfecha siempre y cuando no tenga
ningún compromiso en que la utilice.
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