martes, 31 de julio de 2012

Más sobre el poder de la sumisión


En respuesta a mi anterior artículo, una lectora anónima dejo un comentario en mi correo electrónico. He aquí mi respuesta:

“Usted ha hecho referencia a algunos de los peligros inherentes al anular la naturaleza sumisa, pero, me di cuenta que también muchos problemas surgen, cuando una mujer trata de expresar su naturaleza sumisa sin comprender plenamente la necesidad que hay detrás de ella.”

“Creo que la expresión de la naturaleza de una sumisa es un gran motivador de la toma de decisiones (tanto buenas como malas) y sobre todo de la felicidad.”

Una vez más, estoy de acuerdo. Lamentablemente, es frecuente que muchas mujeres no aceptan e, incluso, ni siquiera comprenden que su naturaleza busca otros caminos de expresión. Con frecuencia, esto puede conducir a problemas. Por ejemplo, ella puede seleccionar el tipo de pareja equivocado, puede comportarse de una forma desadaptativa o participar en actividades que luego se arrepentirá. Su naturaleza la motiva, pero sin comprenderla, existe el riesgo de que quiera controlarla, en lugar de que sea al revés.

“Por ejemplo, yo he tenido mucha necesidad de un hombre dominante en mi vida, pero tratando siempre de someterme a hombres que no eran dominantes, a hombres que no tenían ninguna idea de mi naturaleza o necesidad. Como resultado, yo estaba acostumbrada, tenía ventaja y el corazón más veces roto de lo que podía soportar. Por eso mismo, se suponía que yo tenía que ser mucho más inteligente. En retrospectiva, he actuado estúpidamente porque no comprendía lo que me llevaba a hacer esas cosas. Para mí, comprender la psicología que hay detrás de mi naturaleza, me ha traído la paz y ya no busco relaciones inadecuadas.”

Bien dicho. Para mí, parece tener sentido que cuanto mejor nos comprendamos, mejor será la calidad de las decisiones que nos afecten. Lamentablemente, hay muchas personas que parecen no estar dispuestas o no pueden pasar por este proceso de aprendizaje y que, por ello, están condenadas a toda una vida de malas decisiones e infelicidades.

Me haces muy feliz al saber que has llegado a un lugar de paz interior. Creo que con respecto a la D/s, esa paz no requiere una relación (aunque esto sea lo ideal) pero, es más que una aceptación de sí misma y una apreciación de las mejores maneras de navegar a través de la propia vida.

“Recuerdo la primera noche que estuve en presencia de un hombre que era realmente dominante.

“Parecía como un completo caballero.”

“Al final de aquella noche, ni siquiera reconocí mi cara en el espejo. Estaba literalmente deslumbrante, con los ojos que brillaban más intensamente que las estrellas. ¿Cómo era eso posible?”

Ha sido tu experiencia que, en aquellos momentos, en los cuales eras una mujer profundamente sumisa, permitías que tu propio interior saliera porque ella es realmente hermosa. Las capas de blindaje, los altos muros de defensa y todas las feas fortificaciones se derribaron para mostrar el esplendor luminoso de tu verdadera naturaleza. Como una flor que ha estado mucho tiempo en la oscuridad y es expuesta al sol, los tallos de sumisión, sus pétalos se despliegan para mostrar su esencia interior y ella irradia un aura increíble. Para alguien como yo, que tantas veces he tenido el privilegio de ser el primero en observar esto en muchas mujeres, es una experiencia increíble.

Como sospecho, era por la pareja que estaba contigo aquella noche.

“Creo que fue la primera vez que me di cuenta del verdadero poder de la comunicación, pero también creo que la energía era una reflexión del poder que estaba centrado tan intensamente sobre mí. En otras palabras, no estoy tan segura de que el poder de la sumisa pueda sostenerse solamente con el servicio. Creo que debe haber una fuerza dominante desde la cual la sumisa emana la suficiente energía como para que pueda reflejarse, tanto como la luna refleja la luz del sol.”

Sí, estoy de acuerdo. Mientras la naturaleza de una mujer pueda ser sumisa, el verdadero poder de la misma solamente puede ser realizado con el vínculo adecuado de una personalidad dominante. Por lo tanto, mientras ella pueda vivir en equilibrio aceptando su naturaleza, la verdadera fuerza del poder es la que procede de la reflexión y la radiación.

Muy bien dicho, sumisa anónima

viernes, 27 de julio de 2012

Más entrenamiento


Él había estado trabajando toda la mañana con su ordenador. Le había dicho a ella que estuviera de pie junto a él, en su lado izquierdo. Ella vestía solamente una camiseta, con su pecho desnudo y unos calcetines de algodón blanco. De vez en cuando, mientras él trabajaba, alargaba una mano y casi siempre distraídamente la acariciaba por detrás, mientras él miraba intencionadamente a la pantalla. Ella sabía sin que se lo dijera  que no estaba autorizada a decir una palabra. Algunas veces, él cambiaba las cosas acariciándola por el interior de sus muslos, pero se quedaba muy cerca de su sexo. Luego, después de una hora, él puso su mano entre sus piernas y apretaba suavemente su coño. Ella se movió un poco al abrir sus piernas para él.

“Estáte quieta,” la espetó.

Él apartó su mano y ella permaneció sin moverse, preguntándose cuándo la volvería a acariciar de nuevo. Él sentía cómo sus jugos empezaban a filtrarse fuera de su coño. Ella miraba a la pantalla, leyendo lo que él estaba escribiendo, admirando su facilidad con las palabras. Pero, lo que estaba escribiendo no tenía nada que ver con ella, solo era la parte de un libro que tenía que entregar. Ella no comprendía que no le quisiera hablar. Lo que ansiaba ahora, era sentir su tacto de nuevo.

Él extendió la mano y empezó, una vez más, a acariciar su trasero. Era suave, agradable, incluso estimulante. Pero, ella quería algo más que eso. Después de un rato, mientras él leía la página que acababa de escribir, otra vez, puso su mano entre las piernas de ella. Esta vez, acarició suavemente los labios de su coño antes de introducir un dedo dentro de ella. Esta contuvo la respiración, luego dejó escapar un suspiro mientras su dedo se deslizaba fácilmente hacia dentro y hacia fuera.

De nuevo, empujó su dedo profundamente, luego lo sacó y lubricó su clítoris con su propio flujo. Ella gimió en voz baja.

“¿Qué dices?” preguntó él.

Ella no se movió. Sentía que no había nada que ella pudiera decir que no le provocara.

“Quiero silencio,” dijo él. “Silencio y tranquilidad.”

“¿Por qué estás tan húmeda?” preguntó él.

Ella se sonrojó. Podía sentir cómo estaba de resbaladiza. Incluso podía “oler” lo mucho que ella estaba deseando.

“Maldita putita,” dijo. “Tienes que mojarte cuando yo te diga, no antes.”

“Lo siento, Señor,” dijo susurrando.

Esto parecía solo para incitarle a la acción. Agarrándola, la puso encima de sus rodillas y le retorció un brazo por detrás de ella. Empezó a azotarla con la palma de su mano, fuerte, azotes picantes, primero en un nalga, luego en la otra. Ella quería interponer la mano libre en su trasero, frotarlo para aliviar su picar, pero ella sabía que ese gesto estaba prohibido. Él continuaba azotándola, haciendo un crujiendo sonoramente cada vez que su mano aterrizaba en su tierna carne. Ella podía sentir cómo el calor de su trasero aumentaba. Sabía que este debería estar, a estas alturas del azote, de un color rosa brillante.

Al final, él se detuvo y le soltó su brazo.

“Vete y ponte contra la pared,” dijo él. “Las manos en la cabeza.”

Ella hizo tal como él le había dicho. Él salió de la habitación. Rápidamente, ella se frotó su trasero. El calor del spanking se le había extendido entre sus piernas. Estaba sintiéndose peor que nunca. No se atrevía a poner su mano entre sus piernas por temor de que entrara. Subrepticiamente, apretaba su ingle contra la pared. Sentía frío en su cuerpo caliente, pero era intenso y le gustaba. Se inclinó sobre sus rodillas, tratando de pegar su clítoris contra pared.

Ella no sabía cuánto tiempo él había allí de pié, pero, de repente, sintió que estaba detrás de ella. Esta se giró y gritó levemente.

“¿Qué estás haciendo?”con voz muy serena, preguntó él.

“Nada,” dijo ella. “Realmente, nada.”

La agarró por sus cabellos y la arrastró hasta la mesa que estaba contra la pared. Le inclinó su cara contra la misma. La madera presionaba contra los huesos de su cadera.

“No te muevas,” la espetó. “No te atrevas a moverte ni un centímetro.”

Él salió. Cuando volvió, ella le miraba con el rabillo del ojo. Tenía en su mano una fusta, que agitaba de un lado a otro. Luego, salió nuevamente de la habitación y retornó con un vaso de vino blanco y su teléfono. Se sentó en la silla enfrente de su ordenador y llamó por teléfono. Ella miraba la fusta.

“Hola, Fran,” dijo él.

Fran era su mejor amigo y el único que sabía del aspecto de su relación D/s. Se hizo un silencio mientras él escuchaba un momento. Luego, él volvió a hablar.

“Me estoy tomando una copa. He estado trabajando bastante esta mañana.”

Hubo un prolongado silencio, luego, habló una vez más. “He conseguido que la chica se incline sobre la mesa. Va a ser castigada. Estaba muy necesitada y exigente y tú sabes que eso no lo puedo permitir.

Apoyada sobre la mesa, ella estaba considerando sus palabras. “¿Necesitada?” Sí, sin lugar a dudas que era eso.

Pero, de verdad, ¿ha sido exigente? Ella solo podía recordar un pequeño suspiro, un gemido en voz baja. ¡Ah! claro, sí, al frotarse ella misma contra la pared. No podía negar que se mereciera el castigo.

Él no dejaba de hablar por teléfono, diciendo a Fran que estaba decidido a entrenarla en la obediencia. Fue humillante oírle hablar de ella como si fuera una pequeña colegiala que no hubiera hecho sus deberes. Ella quería que si la iba a castigar que se pusiera mano a la obra. Después de un buen rato, colgó el teléfono, pero no hizo intención de coger la fusta. Su trasero aún se estremecía del azote. Oyó el teclear mientras él escribía de nuevo. Después de varios minutos, se levantó y se puso de pie detrás de ella. Puso su mano entre las piernas de ella, metiéndole el dedo en su interior.

“Sigues mojada,” dijo él. “Pequeña y sucia puta.”

Él cogió la fusta y atacó el centro de su trasero. Ella gritó, tanto de la sorpresa como del dolor. Aunque le dolió, dolía muchísimo.

“Dije que quería silencio,” dijo él.

Él la golpeó de nuevo, exactamente en el mismo sitio. Luego, otra vez. Ella apretó sus dientes. Bajo la fusta y puso su manos entre las piernas de ella. Casualmente, rozó su clítoris varias veces con su dedo. Ella se agarró al borde de la mesa, intentando permanecer quieta.

“Te demostraré quién está a cargo de tu coño,” dijo. Luego, se volvió a sentar ante su ordenador.

Sin duda, esto era sadismo puro. Él debía saber que contra más se portó de esta manera, a veces estimulándola, a veces forzando su control, ignorándola (o pretendiéndolo, ella sabía que su mente estaba sobre ella, incluso si el mostraba indiferencia), se pondría más excitada. Entonces, ¿cómo podía dejar de estar más húmeda entre sus piernas? Pues esto, solo  provocaba más castigo que, a su vez, la dejaba con más deseo. Era un círculo vicioso, al cual ella no veía su final, solamente un trasero cada vez más dolorido y un coño que le cosquilleaba de una manera insoportable.

Ella intentaba mantenerse tranquila y quieta. Pero, entonces, la dijo que se acercara.

“Ponte sobre mis rodillas, boca arriba y con las piernas separadas,” le dijo.

Era torpe y estuvo a punto de caerse antes de ponerse cómoda. Él se arqueó por encima de ella y continuó escribiendo en su ordenador. Ella se preguntaba qué estaba planificando él. Por alguna razón, este la había colocado de esa posición.

Él dejó de teclear y se echó hacia atrás en su silla, mirándola impasiblemente. Ella no podía sospechar lo que él estaba pensando. Este puso su mano entre sus piernas, acariciándola. Luego, sin avisar, abofeteó su coño. Ella dio un grito de asombro.

“Shiii…” dijo él, y la abofeteó de nuevo. Luego sacó su mano y movió un dedo sobre su clítoris. El efecto fue eléctrico. Su cuerpo se apartó.

“No te muevas, qué inquieta,” dijo él.

Él acarició su clítoris un poco más. Ella se mordía los labios tratando de mantenerse quieta. Estaba sentado allí, sin mirarla, observando la pantalla del ordenador, sorbiendo su bebida con una mano y acariciando el pobre clítoris de ella con la otra. Ella sentía que, en cualquier momento, se podría correr de forma espontánea. Pero, ella sabía que el castigo por un orgasmo no regulado era severo. Un brillo de sudor se había formado en su frente. Estaba a punto de pedir clemencia para aliviarse. Salvo que fuera peor,  ¿no estaría bien permanecer en silencio después de tantas órdenes?

“Ve y ponte contra la pared como antes,” dijo él.

Decepcionada, se fue y se puso de pie tocando la pared, sintiendo el frío contra su vientre. Él hizo un par de llamadas a socios comerciales mientras que paseaba por la habitación, mirando por la ventana. Cogió la fusta de la mesa y mientras se acercaba a  ella, la agitó y la azotó a través de sus nalgas. Ella dio un salto. Estaba tan sensible ahora. Ella no sabía mucho de este casual e impredecible tormento que estaba recibiendo. Ella deseaba que acabara de azotarla brutalmente si quería acabar con este tormento de una vez por todas.

Y luego, con suerte la follaría.

Terminó de hablar por teléfono y se puso al lado de ella. Le cogió la barbilla y le giró la cara para que le mirara.

“¿Estoy terminando contigo?” preguntó él.

Ella asintió con la cabeza. Con su otra mano acarició su cara.

“¿Segura?”

“Sí,” dijo ella. “En serio.”

Abofeteó de nuevo su cara. “Así lo espero,” dijo él. Le dio una tercera bofetada en su rostro.

“Esta noche, antes de irte a dormir, voy a azotarte,” dijo. “Asegúrate que has aprendido la lección. Hasta entonces, sé una buena chica para mí. ¿Lo serás?”

“Lo seré, señor,” dijo ella humildemente, bajando su cabeza. “Lo prometo.”

Ella estaba temblando. Puso sus manos alrededor de ella y la abrazó acariciándole su pelo, besando su mejilla.

“Buena mujer,” dijo una y otra vez. “Buena mujer.”

domingo, 22 de julio de 2012

La psicología del poder y la sumisión


En respuesta a mi artículo sobre “Normas y rituales,” he recibido en mi correo electrónico los siguientes comentarios de una sumisa y, con su autorización, transcribo en este blog parte de los mismos y mi respuesta:

“Hoy tuve una conversación con una amiga mía con respecto a las diferencias sobre nuestra aproximación al bondage o atatuduras. La suya es casual, alegre, imprevista y molesta, mientras que yo consigo mucho más beneficio de la formalidad y el aspecto psicológico, pero el resultado final es el mismo para ambas – intensidad y liberación.

En cualquier caso, la conversación me recordó esto…

“Los rituales proporcionan el vocabulario para expresar la devoción y la erotización de lo mundano. Deben ser diseñados con cuidado, bajo la psicología de la sumisión y el poder de la mente y realizados con devoción.”

Sería muy interesante si usted pudiera hablar más sobre la psicología de la sumisión y el poder.”

Como usted sabe, creo que la naturaleza de la mujer sumisa  está en gran medida determinada por la genética. Está codificada en las mismas células de su cuerpo a través de muchos años de evolución. Por supuesto, el condicionamiento social tiene un importante papel en este proceso, diferentes culturas tienden a promover o suprimir estas naturalezas en mayor o menor medida. Sin embargo, creo que la tendencia natural a someterse está conectada desde su nacimiento.

Por eso, para mí, la psicología de la sumisión trata no  de cómo una mujer “se convierte” en sumisa (puesto que no es realmente posible) sino más bien de cómo se puede expresar la naturaleza sumisa de alguien. Se trata de cómo la mente procesa estos impulsos naturales, cómo se llega a un acuerdo con ellos y cómo se muestran. De cómo la mujer mal llevada puede comportarse de formas desadaptativas que se extenderán a todos los aspectos de su vida diaria. Puede encontrarse a sí misma alimentando el estrés, incapaz de hacerle frente, comer demasiado (o no lo suficiente), dormir demasiado (o no lo suficiente), etc. Porque no tiene la manera de expresar su naturaleza interior y el poder asociado con esta naturaleza contra la que tienden a luchar.

La sumisión es también una expresión de poder. Algunas comparan la pérdida de control con la pérdida de poder, pero no estoy de acuerdo. Las sumisas que conozco, a menudo, me han hablado de la enorme energía y poder que sentían cuando les daban la oportunidad de explorar y expresar su naturaleza. En este sentido, el poder puede ser equiparado a la energía. Por lo tanto, a pesar de que ambos están controlados, siguen energetizados. Desde luego, es una curiosa paradoja de que una sumisa  cuando está sirviendo de rodillas, sienta una fuerte ráfaga de energía fluyendo a través de su cuerpo. A menudo, esta energía puede ser un componente erótico, pero que no siempre tiene que ser el caso. La realización de un acto de servicio a otra persona suele ser suficiente para producir estar carga de energía.

Me han dicho que puede ser poderosa.

Así pues, con respecto a la psicología de la sumisión y el poder, yo diría que al llegar a un acuerdo con la propia naturaleza y encontrar un punto de equilibrio desde el cual servir, una mujer puede disfrutar de un mayor nivel de energía (poder) que normalmente no es accesible para ella a través de cualquier medio.

Confío que con esto haya respondido a su pregunta.

sábado, 14 de julio de 2012

Norma y rituales en la D/s.- Parte IV


Temas adicionales a considerar:
1.- Posición. ¿La sumisa deberá estar sentada o de rodilla? Esto puede ser la base de dos rituales separados. Quizás al dominante le gustará que la sumisa se arrodille cuando esté sola en la casa y se siente estando en un lugar público, por ejemplo, un restaurante.

2.-  Las manos. ¿Deben estar las manos cruzadas sobre el regazo, detrás del cuello, en la espalda o apoyadas encima de la mesa? ¿Le estará permitido usar sus manos? Un ritual totalmente diferente puede ser requerido a la sumisa para que coma con una mano, en el caso de las comidas.

3.- Las piernas. Si de rodillas, ¿se permitirá al dominante tocar los muslos o deben permanecer abiertos? Si estando sentada, ¿se permitirá que la sumisa cruce sus piernas o los tobillos? Las piernas no cruzadas son a menudo una señal de apertura y disposición.

4.- Los ojos. Normalmente, los dominantes prefieren los ojos de las sumisas bajos y abatidos. Esto es un ancla psicológica que las mantiene en constante sumisión.

5.- Los labios. Es común exigir que los labios de una sumisa estén ligeramente entre abiertos. Es un gesto erótico y se utiliza también para recordarles su apertura. Deben permanecer separados excepto para mascar chicle y tragar. En general, la sumisa debería aceptar los alimentos en la lengua y cerrar los dientes primeros, luego los labios. Algunas veces, podrían morder en el tenedor y participar con un pequeño tirón jugando con el dominante, un coqueteo suave.

6.- Sonidos. La sumisa puede ser obligada a pedir un mordisco o, alternativamente, puede estar bajo una disciplina de silencio. Pequeños sonidos pueden ser permitidos como expresiones de gratitud. La sumisa debería siempre estar agradecida por las atenciones del dominante.

7.- Expresión facial. Muchas veces, un dominante disfruta cuando una sumisa expresa los sentimientos de satisfacción con el sabor de la comida, su gratitud al ser servida y la excitación con la realización del ritual.

8.- La respiración. Puede ser muy útil permitir que la sumisa sepa cuando inhalar y expulsar si hay alguna restricción de los movimientos.

9.- La intención. Con el fin de que el ritual sea un éxito, la intención y la mentalidad de la sumisa ser articulada y mantenida.

Sea paciente:
Los rituales requieren práctica. Una sumisa es poco probable que realice un ritual nuevo correctamente la primera vez. Con el fin de tener éxito, el dominante debe tener una clara visualización del ritual y corregir a la sumisa hasta que los movimientos sean realizados a la perfección.

Sumario.
Las normas y rituales constituyen una parte importante en una relación Amo/sumisa. Constituyen el marco que sustenta el servicio y las necesidades de la disciplina de la sumisión, así como el cumplimiento del deseo del dominante de expresar el poder y el control. Mientras que la sumisión no siempre puede ser recompensada por su buen desempeño, es importante que las sumisas sean castigadas si las normas no se cumplen.

Los rituales proporcionan el vocabulario para la expresión de la devoción y la erotización de lo mundano. Deben ser diseñados con cuidado, con la psicología de la sumisión y el poder en la mente y llevarlos a cabo con dedicación.

Una relación D/s es una simbiosis de intercambio de poder. Carente de reglas y rituales, una vida es como la música sin pentagramas, caótica y desordenada. Sin embargo, con la estructura prevista por las normas cuidadosamente elaboradas y los rituales cumplidos y reconocidos, una vida D/s es como una sinfonía bella y gratificante.

lunes, 9 de julio de 2012

El cuerpo nunca miente


Este artículo está dirigido más bien a las sumisas noveles que a las ya experimentadas, pero, creo que todas las sumisas en general, se podrían sentir identificadas.

Hace unos días, tuve una conversación con una mujer sobre sus deseos y experiencias en el mundo de la D/s. Bueno, ella no había tenido muchas experiencias, pero las que tuvo, le encantaron. Sólo ha estado implicada en una relación, si usted la quiere llamar así, donde este tipo de juego se hacía fuera del entorno de ella. En realidad, no era una relación D/s, puesto que el hombre con el que ella se citaba, le gustaba solo sexualmente. El problema de ese hombre con ella era que la presionaba demasiado. Así que, rápidamente, tuvo que terminar la relación con él, por temor a su propia seguridad. La felicité por tener la fuerza de voluntad y valentía para defenderse a sí misma y saber qué era lo mejor para ella.

Después de haberme comentado algunos de sus antecedentes y detalles, realmente, no se trataba de esto. Durante nuestra conversación, ella se refirió en varias ocasiones a sentirse temerosa o nerviosa durante las sesiones. No por miedo o inseguridad, sino por el temor a lo desconocido. Al no haber tenido ninguna sesión antes en su vida, consecuentemente, no tenía ninguna experiencia real en este campo, ni tampoco tenía idea qué esperar o cómo desenvolverse mental, emocional o físicamente. Me dijo que lo único que la había impactado con fuerza, era lo húmeda y excitada que se sentía durante las sesiones.

Esto era algo totalmente nuevo para ella. Nunca la había experimentado con tanta intensidad. Sin embargo, no le importaba si había implicación de dolor o placer…la intensidad y anticipación del deseo la hacían ponerse más húmeda de lo que ella nunca había estado antes. Le comenté que, según mi experiencia, eso era una señal de la autenticidad de su sumisión, de ser una sumisa verdadera.

El cuerpo nunca miente. Puedes luchar contra él, puedes no estar segura de lo que haces, puedes decir que no sientes el dolor punzante…, pero cuando tu coño se humedece más que nunca, entonces, subconscientemente, te excitas y emocionas, incluso, sin saber lo que vas a hacer o suceder en una sesión. Tal vez, sea la naturaleza física de la situación, tal vez, sea el estado mental. Pudiera ser la emoción de la excitación, de la sensación de su control sobre tu cuerpo, su dominación sobre tí o tu propia sumisión. De todos modos, el cuerpo nunca miente. Es una respuesta natural que no puedes evitar o controlar. Tu boca puede estar diciendo que no, pero tu coño está gritando que sí, por encima de tus pulmones. Ahora, no me malinterpreten con esta declaración. En absoluto, apoyo o tolero actividades no consensuadas (por ejemplo: la violación o el abuso sexual). Mi intención es señalar que la sumisa puede ser nueva o no tener experiencia real, puede estar nerviosa o, incluso, tener algo de miedo, pero, su cuerpo siempre contará la historia real.

Este estilo de vida no es para todo el mundo. Algunas mujeres nunca se sentirían excitadas por las actividades que tanto nos gustan a los Dominantes y a las sumisas. Esto es así. Pero, para aquellas que les excitan o mejor todavía, para aquellas que se preguntan si son sumisas, el sentirse intensamente excitadas y húmedas antes y durante una sesión pudiera ser su propia prueba. No importa cómo lo sientas, ¿te excita esto? ¿Lo siente entre tus piernas? ¿Te pones más húmeda de lo habitual? Entonces, esto, la D/s, pudiera ser justo lo que necesitas.

Tu cuerpo nunca miente.

viernes, 6 de julio de 2012

Normas y rituales en la D/s.- Parte III


Cómo desarrollar las normas
Pueden no ser fáciles de cumplir, pero deben ser muy sencillas. Algunos ejemplos podrían ser:

“Te levantarás cuando yo entre en la habitación, no comerás hasta que te dé permiso, cerrarás la puerta del garaje cada noche, harás ejercicios cada día durante treinta minutos.”

Como las normas son una expresión de cómo el Dominante desea que la sumisa se comporte, tenderán a ser tan variadas como el Dominante las quiera establecer. Sería imposible desarrollar una lista genérica de normas para ser usadas en el control de todas las sumisas. Sin embargo, podemos facilitar unas pautas generales para su creación y ejecución.
                    
Esté preparado:
El Dominante siempre tendrá sus normas preparadas. No se deben hacer sobre la marcha, aunque se puedan añadir algunas nuevas según sea necesario. Esto puede ser un reto para el nuevo Dominante. Le sugiero que se tome un tiempo para desarrollar un conjunto básico de normas antes de aceptar una sumisa. También, el nuevo Dominante debe ser consciente de que no se debe imponer ninguna norma de otra sumisa. “Una sumisa no puede tener dos Amos.” Se puede prestar servicio a otro Dominante, pero una sumisa solamente puede cederlo a una persona.

Sea consistente:
Puesto que las normas son tan críticas para una sumisa, no se deben cambiar por capricho o sin previo aviso. Las reglas son para ser autorizadas como una forma de “jugar” con una sumisa. Una vez más, el nuevo Dominante puede llegar a ser seducido a dar y hacer cumplir las normas que podrían crear situaciones conflictivas que no podrían ser resueltas. Las sumisas deberán preguntar por estas inconsistencias. (Aunque, cuidadosamente, para estar segura. El nuevo Dominante no puede reaccionar bien teniendo sus reglas cuestionadas.) También sugerimos que las normas deben ser escritas para evitar confusiones y las consecuencias de su incumplimiento deberán conocerse de antemano. Del mismo modo, las sumisas deben evitar intentar “leerlas entre líneas” cuando se refieran las normas. Solamente sumisas bien entrenadas o altamente experimentadas pueden interpretar las reglas con un éxito consistente. En caso de duda, una sumisa debe pedir siempre una aclaración.

Sea consciente:
Tal como se mencionó anteriormente, las normas crean una responsabilidad para el Dominante. Hay que verificar que están siendo seguidas y castigadas cuando son incumplidas, de lo contrario, no significarían nada. Tenga cuidado de no tener demasiadas reglas. Las sumisas, con frecuencia, prueban a sus Dominantes rompiéndolas para ver si les están prestando atención. En tales situaciones, el castigo debe ser muy duro y rápido. De lo contrario, podría ser interpretado como desinterés, no tolerarlo, y dañará a la relación.

Rituales
Existen varias ventajas al establecer y realizar rituales. Refuerzan la relación D/s al permitir que tanto la sumisa como el Dominante afirmen su compromiso e implicación. Cuando los rituales son realizados y conocidos, se facilita el intercambio de poder y se mantiene el equilibrio. Es el equivalente en la D/s al decir “Te amo.”

Dado que los rituales son uno de los conductos del intercambio de poder entre el Dominante y la sumisa, la falta de ritual, por lo tanto, puede actuar como un dique, lo que dificulta la interacción armoniosa entre las personas. La eliminación de una sesión establecida también puede actuar como una poderosa arma de castigo. Una sumisa no se da cuenta de lo importante que es un sencillo ritual hasta que es eliminado.

Si el flujo de poder es el idioma de la sumisión, los rituales se convierten en su vocabulario.

Vamos a considerar un ritual para servir el té. Este ritual podría implicar arrodillarse en el lado derecho del Dominante, sostener la taza de una cierta manera, manteniendo la cabeza con los ojos bajos y sonriendo con los labios entreabiertos antes de retirarse. Mientras que la sumisa se esforzará para realizar el ritual a la perfección, el Dominante puede dar una cierta libertad en su ejecución. Por ejemplo, al separar más los labios y respirar con más profundamente, se da una señal de intensa necesidad que puede ser expresada de esta manera. Al esperar un momento más antes de retirarse, el deseo de hablar puede ser comunicado o quizás, esto pueda hacerse con un ligero toque. Alternativamente, si la sumisa le manifiesta a su Dominante que está particularmente cansada y estresada, el ritual puede ser realizado lo más tranquila posible como una señal de empatía.

Otro ejemplo es el ritual de agradecimiento. Si bien cada Dominante querrá tener su propia variante (muñecas cruzadas, cabeza baja, etc.), el objetivo del ritual será siempre el mismo – un requisito para la sumisa para indicar que ha oído una orden y está de acuerdo en cumplirla. Sin embargo, al variar la velocidad de respuesta y expresión corporal, muchas más cosas pueden ser comunicadas. El lenguaje corporal es forma bien entendida de comunicación y es particularmente importante en el contexto de los rituales de la D/s.

Por supuesto, el Dominante experimentado aprende a controlar la ejecución de los rituales cuidadosamente con el fin de obtener la totalidad de los matices expresados. En las relaciones a largo plazo, se espera que el Dominante sea capaz de leer muchas cosas de estas observaciones, incluyendo la actitud de la sumisa y su estado mental. En algunos casos, las comunicaciones específicas pudieran ser leídas como una necesidad de hablar, una necesidad de partir, llamar la atención de una situación en particular y cosas por el estilo.

Hay otro lado un poco más ligero para la realización de rituales. Pueden tener el delicioso efecto de convertir los trabajos mundanos en expresiones eróticas. Normalmente, las actividades diarias se pueden mejorar con la imposición de un ritual. Buscar una revista se convierte en un acto erótico cuando se presenta de manera específica de rodillas. Beber vino tiene normas de un significado añadido cuando se requiere besar la copa y hacer un guiño ante de beberlo. Cuando el simple acto de comer puede ser elevado a una experiencia erótica si es solamente permitido después de una discreta señal del Dominante. Contra más complejos sean los rituales, más la sumisa debe mantener la concentración en el Dominante, lo que refuerza el estado de sumisión en todo momento. Cuando se ha realizado correctamente un ritual bien diseñado, el efecto puede ser un increíble pico de poder.

Incluso, sin la estimulación erótica física manifiesta, por naturaleza, la sensación de la transferencia de poder es altamente sexual. Esto no es demasiado sorprendente, dado que muchas sumisas tienen deseos sexuales muy fuertes. Los rituales pueden tener el efecto secundario maravilloso de mantener a la sumisa en un estado constante de excitación, algo al que un Dominante igualmente muy sexualizado, no debería ser adverso.

Cómo desarrollar los rituales.
El Dominante experimentado apreciará la necesidad de una cierta flexibilidad, o interpretación, por parte de la sumisa al permitirle cierto margen de maniobra en la ejecución de los rituales. Si bien puede haber una tentación de hacer cumplir la adhesión estricta a un ritual, debe ser comprendido que esto puede ahogar la creatividad natural de la sumisa e impulsividad. Por supuesto, mucho depende de lo que el Dominante desee desarrollar en el carácter de la sumisa. Pero, en general, si el ritual es demasiado rígido, el Dominante no debería ser sorprendido si la sumisa se aburre con su ejecución después de un rato.

Tenga en cuenta que si el ritual ha sido bien diseñado, la sumisa sentirá una sensación personal por conseguirlo y la satisfacción por haberla realizado. Esto es una muestra del éxito del ritual

He aquí algunas pautas para el desarrollo de los rituales.

Sea precavido:
El Dominante responsable es consciente de cuán importante es el ritual para una sumisa. Se llevarán a cabo religiosamente. Por eso, requieren mucha premeditación y debe hacerse con cuidado.

Sea intencionado:
Los rituales pueden se simples o complejos, discretos o demostrativos y probablemente será necesario tener una variedad de rituales para varias ocasiones, situaciones o contextos sociales. Por ejemplo, cuando una sumisa se da cuenta que ha disgustado a su Dominante, necesitará pedir un castigo. (Por favor, diríjase a la sección sobre la petición de un castigo. NB: Estos ensayos no han sido todavía publicados en mi blog). En estos casos, el Dominante puede requerir un ritual diseñado para impresionar con la severidad de las acciones de la sumisa sobre ellas, tales como llorar y arrastrarse mientras llevan una herramienta de castigo entre los dientes. Sin embargo, esto no sería apropiado en un lugar público. Por lo tanto, algún reconocimiento inmediato de la situación sería exigido y un ritual más discreto seguiría permitiendo a la sumisa expresar su remordimiento y la necesidad de reconocimiento del castigo sin molestar al Dominante.

Varios factores deben ser considerados cuando se desarrolla un ritual. Vamos a utilizar un ritual erótico para examinar algunos de los puntos más delicados.

Primero, es importante recordar que los rituales ayudan a formar y orientar la mente de la sumisa, preparar su cuerpo y construir su confianza sirviendo al Dominante. También subrayan la importancia de la relación D/s y sirven como un recordatorio del lugar de la sumisa en la relación con el Dominante. Todos los aspectos del ritual deberán ser diseñados con estas cosas en la mente. El ritual de la alimentación, en particular, genera confianza y hace hincapié en el hecho de que el Dominante cuidará de ella en todas sus formas, incluso con la comida.

domingo, 1 de julio de 2012

Normas y rituales en la D/s.- Parte II


Normas
Para algunas personas, leer relatos eróticos o novelas con temas D/s puede ser una extensión de su exposición a este estilo de vida. Tales historias son excitantes y emocionantes y, en ellas, las sumisas son constantemente requeridas a seguir ciertas reglas diseñadas para mantenerlas con normalidad presionadas eróticamente y recordarles que existen para estar constantemente disponibles para ser usadas sexualmente. Sin embargo, las normas sobre la sexualidad solamente representan un subconjunto de un marco global que toca todos los aspectos de la vida diaria para quienes siguen un estilo de vida de la D/s.

Por lo general, las normas encajan perfectamente en una de las dos categorías. La primera tiene que ver con el placer del dominante, la así llamada norma “hazme.” El propósito de esta clase de norma es sencillo, la gratificación del dominante. Al observarla, la sumisa permanece centrada en el placer del dominante – un componente clave de la interacción de la D/s.

La segunda categoría tiene que ver con el desarrollo de la sumisa. Parte de la responsabilidad en la gestión de una sumisa incluye permitirla superar los retos, mejorando sus capacidades y guiándola en la comprensión y el uso de su poder. Estas normas pueden ser muy variadas y pueden incluir apariencia, desarrollo físico e intelectual, o incluso gestos.

Obviamente, a la mayoría de los dominantes les resulta mucho más fácil crear el primer tipo de norma. La gratificación personal y la capacidad de organizar la casa de uno para la propia satisfacción son prerrogativas fundamentales de un dominante. Ahora bien, el dominante responsable desarrolla una aguda apreciación de los puntos fuertes y débiles de una sumisa en particular, diseñando entonces las normas que mejor se adapten a sus necesidades individuales.

Cabe señalar que el dominante no está obligado a explicar las razones por las que se establecen las normas, aunque pueden optar por hacerlo. La sumisa debe confiar que su dominante está haciendo las cosas correctamente o el acuerdo no funcionará.

¿Cuántas reglas se requieren? Mucho dependerá de los resultados deseados. Más normas darán lugar a un control más estrecho sobre la sumisa y, para el dominante, un mayor sentido de poder. Para aquellos que recientemente han descubierto su naturaleza dominante, esta capacidad de control puede ser una seducción embriagadora. Después de todo, la obediencia es la primera forma de poder entre el dominante y la sumisa. Uno podría sentirse tentado de beber en demasiada de este elixir de poder dando constantemente a la sumisa más normas para obedecer. Sin embargo, nada es gratis y, como con cualquier copa, hay que pagar un precio al consumir demasiado.

En otro artículo sobre la Transferencia de Poder (no publicado todavía), he señalado que con el ejercicio del poder vienen la exigencia de la responsabilidad. En este contexto, contra más normas, se requiere más control. Un dominante que impone normas y luego no monitoriza sus ejecuciones se está comportando de una manera irresponsable y envía señales confusas a la sumisa. Si una normal es lo suficientemente importante para como para establecerla, debería ser también lo suficientemente importante para realizar su seguimiento. Desde la perspectiva de la sumisa, cuando otra conducta no solo sería confusa, sino que sembraría dudas sobre la fiabilidad del dominante.

Recuerda, una sumisa no es una víctima. Ha consensuado entrar en la relación, profundamente motivada por su necesidad de servir y la atracción del poder embriagante. La administración del dominante y la gestión de las normas son un elemento clave para permitirles satisfacer esta necesidad. Dejar de proporcionar un conjunto coherente, razonable y adecuado de normas no es una responsabilidad de la sumisa.

Más allá de la supervisión, más reglas también requerirán más atención a los castigos. Cuando se incumplen las reglas, la acción correctora es necesaria, pero si las normas se rompen “dejándolas ir” o ignorándolas el dominante, la sumisa se sentirá abandonada o rechazada. Un dominante responsable no solamente impondrá reglas, sino que hará valer su cumplimiento. Esto puede ser difícil en una relación D/s basada en el amor porque es duro castigar a la persona amada, pero es necesario y no debe ser descuidado.

En general, se requieren mas normas al principio de la relación que cuando está madura. Establecer muchas normas al principio permite a la sumisa conseguir una apreciación del carácter del dominante, mientras que simultáneamente a este le  proporciona la oportunidad de observar las habilidades de la sumisa. Además, las nuevas relaciones de la D/s son a menudo muy emocionantes. Las normas brindan una oportunidad para que estas emociones se expresen.

Cabe señalar que las sumisas en entrenamiento requieren un régimen muy estricto de normas. Las sumisas nuevas, seguras y muy inseguras, encontrarán consuelo en una estrecha colaboración forzada por el conjunto de las normas. Representan una salida firme para expresar su sumisión. Sin embargo, con el tiempo, como la fuerza y la integridad de las personas se ponen de manifiesto, las normas deberán ser revisadas y, a menudo, podrán reducirse, aunque hay que tener cuidado de no llegar a ser demasiado laxo.

Una sumisa bien entrenada deberá ya estar familiarizada con las normas básicas de conducta y sentirse cómoda con su naturaleza sumisa. Aunque no podrán requerir tantas reglas como una nueva sumisa, todavía se necesitará una evaluación y el desarrollo. Las reglas son una parte importante de ese proceso.