lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Me arrodillo por obediencia o sumisión?


La sumisión generalmente puede generar poder: al darte cuenta que tienes algo que dar y que eres capaz de dominar tu propia voluntad para entregarte de la manera que tu Amo quiere, en vez de la manera que tú piensas. Ella o él debería quererlo, puede inspirar orgullo: no el falso orgullo de un ego inflado, sino el orgullo verdadero que, como la humildad, procede del conocimiento más profundo que la sumisa tiene de sí  misma.

Creo que la sumisión plena requiere una fe tan ciega como la de un niño. Esto no es una cosa fácil para una mujer que creció forzada a ser completamente independiente y a cargo de todo lo que la rodeaba. Tener que ser una persona adulta antes de que haya crecido, significa aprender a  cuestionarlo todo y poca confianza. Aprender a reprimir los sentimientos y esconder las emociones. Una mujer que crece de esta manera puede ser vista como “madura para su edad,” responsable, inteligente, sensata y, sí, esto puede significar cosas muy buenas en muchas parcelas de su vida. Por ejemplo, puede conseguir el éxito profesional, académico, social, etc. Pero, esa misma chica también puede convertirse en una mujer cabezona, desconfiada, consciente de una imagen recelosa, muy mujer. No es fácil para que esa mujer pueda ser sumisa.

“Ben Alí, mi naturaleza es ser sumisa, pero, aprendí a rechazar esa parte de mí. A veces, mi relación con él ha tenido consecuencias negativas por esta negación de mí misma. Hace un año, tomé la decisión de respetarle, honrarle y someterme a él. Tomé la decisión de estar sexualmente disponible. Tomé la decisión de no aplazarla. Tomé las decisiones de renunciar al control que se extiende a todos los aspectos de mi vida. Renovamos nuestros votos el uno con el otro antes de que la familia y los amigos que se sentaran con una incredulidad silenciosa para oír palabras tales como “obedecer” y “esposas que se someten a sus maridos.” Estoy comprometida con él y con estas promesas, pero la sumisión no es todavía fácil.”

“Es muy difícil someterme cuando no estoy conectada con él emocionalmente. La vida y mi profesión me obligan a estar demasiado tiempo bajo control, dirigida, demasiado perfecta. El ser feliz es para mí muy difícil con esta vida tan agitada que llevo. Los dos estamos muy ocupados. Siempre voy corriendo en busca de aeropuertos y trenes. Al correr hacia donde él está, no me hace sentirme temerosa, sola, miserable o descentrada. No podemos conectar. No puedo encontrar ese sitio donde yo me sienta centrada y capaz en vez de someterme. Necesito que venga a mí y me diga: “¡Basta!” Cuando no puedo encontrar mi sumisión, necesito que me exija obediencia.” Me confiaba ella.

Hay una diferencia entre obediencia y sumisión. Es posible obedecer sin someterse. La obediencia es una acción externa, mientras que la sumisión es una actitud interior. Con otras palabras, él puede instruirte para que te arrodilles delante de él y, entonces,  tú puedes obedientemente caer de rodillas ante él, pero, eso necesariamente no significa que estés de rodillas mentalmente. Te puede decir que te arrodilles y le presentes tus nalgas para que sean azotadas y la mujer, en la habitación puede físicamente hacerlo, pero, en su mente, “su niña interior” todavía puede estar de pie o, incluso, pateando y gritando o tirándose al suelo.

Al exigir obediencia, no significa que no haya ningún valor en él. Mediante la práctica de la obediencia, la mujer que no es sumisa puede aprender sumisión. Contra más obediente sea, con más frecuencia, a su rebelde niña interior se le presenta la oportunidad para sentir la belleza de la sumisión, la calma del cumplimiento, la paz que procede al centrare en las necesidades de él.

Una mujer puede arrodillarse solo por obediencia, pero cuando se arrodilla, se ve obligada a mirar hacia él. Su posición sobre ella es reforzada. Ella siente que sus rodillas presionan sobre el suelo y la hacen consciente de su cuerpo, cómo está posicionada y cómo la mira  él. Es duro para esa niña interior que patalea y grita cuando está arrodillada. La propia posición es un símbolo de humildad, de súplica, de admiración, de deferencia, de aceptación – todo lo que la sumisión requiere.

Al obedecer la orden de que se arrodille para ser azotada, puede superar su insumisión más rápidamente que siendo azotada en cualquier otra postura. Exponer su trasero sobre las manos y rodillas es innegablemente una postura de sumisión. A diferencia de cuando él la pone sobre sus rodillas, arrodillarse para recibir un azote, priva a la desafiante insumisa de la comodidad de estar cerca de él y la seguridad de tener su regazo debajo de ella. También es una postura muy exigente físicamente, es difícil permanecer enojada y agresiva cuando tiene que centrarse en mantener su posición.

“Él me dice que le traiga la paleta de cuero escondida en su cajón de la mesilla de noche y luego, esperar a que se arrodille en nuestra cama, yo con las bragas sobre mis rodillas dobladas. Su dirección me hace sonrojar en la humillación y de dudar un momento, considerando brevemente cómo puedo desafiarle. Pero, he prometido y, aunque no me pueda sentir sumisa, honraré mi promesa y obediencia. Porque me dijo que lo hiciera, lo haré. Cuando llegue el momento, después de que los azotes hayan terminado,  él  con una voz firme y tranquila, al verme sollozar, me hará señas desde la cama. Hará un gesto para que me arrodille ante él, donde sentado en un sillón en el rincón de la habitación, mi resistencia se ha ido, azotada por completo con los golpes duros y picantes de la paleta de cuero, al anochecer, me llevaron hacia él.”

“Arrodillarme ante sus pies, mientras está sentado en su sillón, mi trasero desnudo se cierne justo por encima de mis rodillas – la quemazón de los azotes es todavía demasiado intensa para que haya cualquier contacto. Me siento pequeña, humillada y tranquila, pero también me siento querida y amada. Obedecí cuando dijo que me arrodillara y fuí azotada. Me sentí expuesta e incapaz de esconderme. Él vió todo mi cuerpo, inclusive esas partes íntimas que no puedo desnudar para mirarlas en el espejo, pero él no dejó de amarme. La mujer que no confía fácilmente, que le desafía en todo, le obedeció. Ella optó por confiar, optó por no desafiar. Ella se arrodilló sobre la cama y esperó, porque la dijo que lo hiciera. Ella hizo caso omiso de la mujer que toma sus propias decisiones y controla su propio universo.”

Al arrodillarse, la mujer sumisa encuentra la humildad y la dignidad. Muestra su gracia y feminidad – la sumisión expresa cada una de estas cualidades.

“Sigo manteniendo mi trasero desnudo justo fuera de la alfombra, debajo mis rodillas, mientras me inclino hacia adelante y le muestro la profundidad de la sumisión que he encontrado. Siento sus ojos mirando hacia mí, siento sus dedos enredarse en mi pelo que está todavía húmedo por las lágrimas, siento su cuerpo temblar de placer. Estoy centrada de nuevo, estamos conectados.”

Algunas personas podrían sacudir sus cabezas en señal de desaprobación, decir que es una mujer débil, que está preocupada, decir que su Dominante es un abusador o, por lo menos, muy manipulador si ha podido  convencerla para que le obedezca de esta manera.

Pero ambos, dentro de su relación, Amo y sumisa, piensan de un modo diferente.

“Ben Alí, él es un hombre fuerte, bueno, cariñoso e inteligente. Sólo porque yo me arrodille y espere, no significa que él no reconozca que yo sea su digno igual para estar a su lado. Que él me azote no significa que  no se merezca mi sumisión. La reconoce como un regalo que yo le entrego. La sumisión requiere la confianza y la fuerza que la mera obediencia no tiene. Al exigir obediencia, ha allanado el camino para que yo reclame mi sumisión, pero él no me ha forzado a someterme. He elegido libremente darle este regalo. Al saber que tengo la fuerza para arrodillarme ante él voluntariamente, me hace más confiada y segura. Al saber que es el deseo de mi corazón someterme a este hombre, confirma la pasión y el amor que existe entre nosotros.”

“Gracias por escucharme, leerme y darme sus opiniones.”
Una sumisa desconocida

2 comentarios:

  1. Una sumisa como esta necesita a un dominante que este para ella. Trabajar si, pero recibir recompensa. Trabajar sin recompensa destruye verdad? Al menos eso creo yo.

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  2. Yo también lo creo, Adriana. Para que una relación D/s sea satisfactoria, la entrega mutua debe generar satisfacción - valga recompensa - para ambos. De lo contrario, la parte menos "recompensada" se cansará de dar y no recibir...el fracaso de la relación está a la vuelta de la esquina...

    Ben Alí

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