Esta es una idea que, durante
los dos últimos años, ella ha estado intentando definir y comprender, de cómo
se la aplica a sí misma como mujer y sumisa.
Como mujer masoquista, más
novata que algunas otras y, quizás, mucho más inexperta de lo que la mayoría
cree, al principio, ha luchado para llegar a admitir tal necesidad. Era hasta
casi vergonzoso, ¿quién, en su sano juicio, puede sentir una satisfacción
placentera al recibir algo tan simple como unos azotes con una fusta o un látigo?
Sin embargo, ella sentía tal satisfacción. También le parecía de sumo interés
cualquier tipo de implemento que fuera diseñado para tal fin e, incluso, algún
otro que no lo fuera. En raras ocasiones, se encontraba a sí misa mirando un
objeto e imaginando en su mente cómo podría ser utilizado para administrar
dolor y la búsqueda de uno o dos momentos para esa indulgencia. Algunos
instrumentos que ella había experimentado funcionaron y encontraron su camino
en su cajón privado, otros, no y, pronto, fueron descartados.
Sexualmente, sus fantasías
estaban llenas de actos de depravación y dolor, se masturbaba furiosamente ante
muchas de ellas y luego, mucho más tarde, se cuestionaba su propia salud. Ella
era una mujer que no disfrutaba con el dolor o, por lo menos, no estaba
dispuesta a admitirlo. Pasados estaban los recuerdos de cómo se sentía cuando,
involuntariamente, se cortaba un dedo y veía la sangre burbujeante delante su
piel. Pasados estaban los momentos de placer total y absoluto, mientras una
oleada de calor intenso recorría su cuerpo e infundía en su mente unos
profundos deseos eróticos. Pasados estaban los momentos después, cuando se dió
cuenta de que estaba bien saciada. Usted debe entender que la enseñaron que
tales tipos de cosas estaban equivocadas y que ella necesitaba una cura. En
aquel entonces, ella era una mujer joven y adulta y tenía poca o nula
tolerancia y comprensión hacia alguien fuera
como ella.
En esta situación, estaba
cuando su primer Dominante le dijo que tenía interiormente una necesidad masoquista
muy fuerte. Se rebeló y decidió luchar a la vez. Ella creía, a su propia
manera, no solamente de que intentaría luchar por esa misma realización, sino
también, iba a intentar presionar lo más posible a su Dominante. Los
pensamientos que la asediaban y el deseo que las palabras de su Dominante le
estaban provocando, le causaban también miedo y asco a la vez. Sin embargo, a
pesar de ello, hubo un movimiento de comprensión dentro de su propio corazón.
De cualquier modo, ¿esta nueva inquietud era normal y saludable? ¿No era ella
la misma mujer que aceptaba y hablaba de cada persona, independientemente del
género y la cultura, de la sociedad o entorno, teniendo intereses únicos y
diversos que no fueran menos normales y saludables que los de otras personas?
Aunque, pudiera ser que la búsqueda de ciertas expresiones fueran, por
cualquier razón, menos aceptadas que otras, no eran de menos importancia para
personas que buscan una manera de disfrutar de ellas activamente.
Empezó a darse cuenta que,
dentro de ella, estaban el hambre y la sed y que no pueden ser saciadas por una
simple interacción sexual. De hecho, el sexo estaba empezando a aburrirla. Era
necesario contar con un elemento añadido de dolor y placer, equilibrado y
controlado por la mano de un hombre capaz de mantenerlo de esta manera. Su
Dominante llegó a ser ese hombre para ella. Ésta le cedió su control para
estimular y producir respuestas de ella misma que ya estaban chisporroteando a
fuego lento bajo su piel, solamente bloqueadas por las dudas y la incredulidad.
A través de sus interacciones, él exploraba y dirigía su mente y su cuerpo para
aceptar eso que ella no podía, liberando al animal sensual y cálido de una
mujer que se nutre de una mezcla deliciosa y retorcida de un severo dolor y placer.
La necesidad empezó a crecer y
desarrollarse. Muchas veces, ella le rogaba más dolor y, cada vez, encontraba y
descubría que ese dulce alivio era mejor para su crecimiento. Sí, existía algo
increíblemente seductor en ese dolor puro y erótico. Algo que, incluso, hace
que la vagina más seca empiece a humedecerse y filtrar su flujo como una fuente
desbordante.
Ella necesitaba encontrar más
oportunidades para disfrutar y expresar esta necesidad en las manos de su
Dominante. Empezó a leer, informarse y hablar con dominantes sádicos. Al ser
una mujer masoquista novata, liberada recientemente, le fue muy fácil mostrar
su necesidad interior. Ella era una atracción para que cualquier sádico le
hablara, porque, como ya he descrito, había algo dentro de esta masoquista que
atraía poderosamente a aquellos que eran su contraparte, los sádicos.
Por mucho que ella empezara a
frenar su respuesta sumisa dentro de ella, por la falta de comprensión de su
Dominante, descubrió su propia frustración que, aún la unía más profundamente y
con más fuerza, a quien y lo que ella era como mujer. Aunque pudiera realizarse
con cada hombre, no lo sentiría. No todos los hombres Dominantes son sádicos.
¿Cómo podría ella luchar contra la naturaleza? No podría, no podría luchar más
contra su naturaleza de mujer masoquista, no podría ignorar el placer de ser
mandada y realizada por un Dominante fuerte, sádico e inteligente.
Su necesidad interior está ahora
abiertamente expuesta por ella misma y reconocida o comprendida por aquellos
que la atestiguan. Tiene unos deseos muy fuertes e intensos, a los cuales, ella
se somete. Y más aún, a los que todavía tiene que someterse. Sin embargo, tiene
una cierta responsabilidad en esto. Como mujer masoquista, todavía es
responsable y consciente de los riesgos que asume. Demasiados, al usar su
juicio y discernimiento para elegir – hipotéticamente – a esos hombres a los
que en el transcurso de su participación, inevitablemente, les tenga que
entregar su control. Su propia necesidad no puede, por sí misma, permitirse el
invadir o controlar su realidad. Deberá y permanecerá consciente de quién es y
qué es ella y de los peligros que ha aceptado.
Por una buena y lógica razón,
la necesidad no invalida ni niega esa necesidad.
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