viernes, 21 de septiembre de 2012

Las necesidades de la masoquista


Esta es una idea que, durante los dos últimos años, ella ha estado intentando definir y comprender, de cómo se la aplica a sí misma como mujer y sumisa.

Como mujer masoquista, más novata que algunas otras y, quizás, mucho más inexperta de lo que la mayoría cree, al principio, ha luchado para llegar a admitir tal necesidad. Era hasta casi vergonzoso, ¿quién, en su sano juicio, puede sentir una satisfacción placentera al recibir algo tan simple como unos azotes con una fusta o un látigo? Sin embargo, ella sentía tal satisfacción. También le parecía de sumo interés cualquier tipo de implemento que fuera diseñado para tal fin e, incluso, algún otro que no lo fuera. En raras ocasiones, se encontraba a sí misa mirando un objeto e imaginando en su mente cómo podría ser utilizado para administrar dolor y la búsqueda de uno o dos momentos para esa indulgencia. Algunos instrumentos que ella había experimentado funcionaron y encontraron su camino en su cajón privado, otros, no y, pronto, fueron descartados.

Sexualmente, sus fantasías estaban llenas de actos de depravación y dolor, se masturbaba furiosamente ante muchas de ellas y luego, mucho más tarde, se cuestionaba su propia salud. Ella era una mujer que no disfrutaba con el dolor o, por lo menos, no estaba dispuesta a admitirlo. Pasados estaban los recuerdos de cómo se sentía cuando, involuntariamente, se cortaba un dedo y veía la sangre burbujeante delante su piel. Pasados estaban los momentos de placer total y absoluto, mientras una oleada de calor intenso recorría su cuerpo e infundía en su mente unos profundos deseos eróticos. Pasados estaban los momentos después, cuando se dió cuenta de que estaba bien saciada. Usted debe entender que la enseñaron que tales tipos de cosas estaban equivocadas y que ella necesitaba una cura. En aquel entonces, ella era una mujer joven y adulta y tenía poca o nula tolerancia y comprensión  hacia alguien fuera como ella.

En esta situación, estaba cuando su primer Dominante le dijo que tenía interiormente una necesidad masoquista muy fuerte. Se rebeló y decidió luchar a la vez. Ella creía, a su propia manera, no solamente de que intentaría luchar por esa misma realización, sino también, iba a intentar presionar lo más posible a su Dominante. Los pensamientos que la asediaban y el deseo que las palabras de su Dominante le estaban provocando, le causaban también miedo y asco a la vez. Sin embargo, a pesar de ello, hubo un movimiento de comprensión dentro de su propio corazón. De cualquier modo, ¿esta nueva inquietud era normal y saludable? ¿No era ella la misma mujer que aceptaba y hablaba de cada persona, independientemente del género y la cultura, de la sociedad o entorno, teniendo intereses únicos y diversos que no fueran menos normales y saludables que los de otras personas? Aunque, pudiera ser que la búsqueda de ciertas expresiones fueran, por cualquier razón, menos aceptadas que otras, no eran de menos importancia para personas que buscan una manera de disfrutar de ellas activamente.

Empezó a darse cuenta que, dentro de ella, estaban el hambre y la sed y que no pueden ser saciadas por una simple interacción sexual. De hecho, el sexo estaba empezando a aburrirla. Era necesario contar con un elemento añadido de dolor y placer, equilibrado y controlado por la mano de un hombre capaz de mantenerlo de esta manera. Su Dominante llegó a ser ese hombre para ella. Ésta le cedió su control para estimular y producir respuestas de ella misma que ya estaban chisporroteando a fuego lento bajo su piel, solamente bloqueadas por las dudas y la incredulidad. A través de sus interacciones, él exploraba y dirigía su mente y su cuerpo para aceptar eso que ella no podía, liberando al animal sensual y cálido de una mujer que se nutre de una mezcla deliciosa y retorcida de un severo  dolor y placer.

La necesidad empezó a crecer y desarrollarse. Muchas veces, ella le rogaba más dolor y, cada vez, encontraba y descubría que ese dulce alivio era mejor para su crecimiento. Sí, existía algo increíblemente seductor en ese dolor puro y erótico. Algo que, incluso, hace que la vagina más seca empiece a humedecerse y filtrar su flujo como una fuente desbordante.

Ella necesitaba encontrar más oportunidades para disfrutar y expresar esta necesidad en las manos de su Dominante. Empezó a leer, informarse y hablar con dominantes sádicos. Al ser una mujer masoquista novata, liberada recientemente, le fue muy fácil mostrar su necesidad interior. Ella era una atracción para que cualquier sádico le hablara, porque, como ya he descrito, había algo dentro de esta masoquista que atraía poderosamente a aquellos que eran su contraparte, los sádicos.

Por mucho que ella empezara a frenar su respuesta sumisa dentro de ella, por la falta de comprensión de su Dominante, descubrió su propia frustración que, aún la unía más profundamente y con más fuerza, a quien y lo que ella era como mujer. Aunque pudiera realizarse con cada hombre, no lo sentiría. No todos los hombres Dominantes son sádicos. ¿Cómo podría ella luchar contra la naturaleza? No podría, no podría luchar más contra su naturaleza de mujer masoquista, no podría ignorar el placer de ser mandada y realizada por un Dominante fuerte, sádico e inteligente.

Su necesidad interior está ahora abiertamente expuesta por ella misma y reconocida o comprendida por aquellos que la atestiguan. Tiene unos deseos muy fuertes e intensos, a los cuales, ella se somete. Y más aún, a los que todavía tiene que someterse. Sin embargo, tiene una cierta responsabilidad en esto. Como mujer masoquista, todavía es responsable y consciente de los riesgos que asume. Demasiados, al usar su juicio y discernimiento para elegir – hipotéticamente – a esos hombres a los que en el transcurso de su participación, inevitablemente, les tenga que entregar su control. Su propia necesidad no puede, por sí misma, permitirse el invadir o controlar su realidad. Deberá y permanecerá consciente de quién es y qué es ella y de los peligros que ha aceptado.

Por una buena y lógica razón, la necesidad no invalida ni niega esa necesidad.

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