domingo, 25 de noviembre de 2012

Ser observada


Cuando los lectores me escriben preguntándome, si las escenas o sesiones descritas en este blog son descripciones de hechos reales, no doy una respuesta directa porque no sólo hay una respuesta. Todas tienen alguna relación con la realidad. Si todas me han ocurrido tal como son descritas, no es algo que yo quiera afirmar o dejar claro, porque este blog no es bajo ningún sentido una autobiografía (como si todas las autobiografías dijeran siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad). Y, como se dicen en las reseñas de muchas novelas o autobiografías, los escasos nombres que figuran en mi blog, han sido cambiados para proteger la identidad de las protagonistas, aunque ellas saben bien quienes son.

Sin embargo, iré tan lejos como para describir la breve sesión que sigue, la cual no es algo que yo haya protagonizado en la realidad. Es algo que pudiera hacer en el futuro. Y, si la realizo o cuando la haga, bueno, ya la habrás leído aquí primero.

Los encuentro en Internet. Intercambiamos emails, un poco de chat. Él dice que quiere verla con otro hombre. Él no quiere participar, sólo ver cómo es dominada y usada. Pido hablar con ella aparte. Quiero asegurarme de que ella está de acuerdo con esto.

Cuando llegan juntos, a él, lo acomodo en una silla situada en el rincón de la habitación. A ella, la cojo de la mano para que se siente conmigo en el sofá. La beso y pongo mi mano en su falda, de alguna manera, sólo para sentir la suavidad interior de su muslo. Luego, de cara a él, desabrocho su blusa y se la quito. Desengancho su sujetador y también se lo quito. Ella está mirándole, lo mismo que yo. Sus ojos parpadean mirándonos fija y nerviosamente. Acaricio sus pechos, pellizco sus pezones, lo suficientemente fuerte como para cortarle el aliento.

Le digo que se ponga de pie delante de mí. La ordeno que se despoje de su falda. Se la saca por los pies y la pone a un lado. Pongo mi mano entre sus piernas acariciando sus bragas. Ella está de espalda a él y no puede ver apenas nada de donde él está sentado.

“Dile lo que te estoy haciendo,” la digo. “Descríbeselo con exactitud.”

“Me está tocando entre las piernas,” dice ella. “Está tocando la seda de mis bragas.”

“Sigue hablando,” digo.

Ahora ha puesto su mano dentro de mi ropa interior,” dice ella. “Está tocando mi coño. Lo está apretando y tirando un poco de mis labios.”

“¿Ahora, qué?” pregunto.

“Ha puesto su dedo dentro de mí,” dice. “Es algo que está entrando y saliendo de mí.”

“Dile si te gusta,” le digo.

“Sí,” dice ella. “Me gusta muchísimo.”

Saco mis manos. La digo que me desnude. Ella me quita mis ropas y la dobla con cuidado, poniéndolas en el filo del sofá. Le digo que se arrodille a mi lado en el borde del sofá. Que chupe mi polla para que él pueda ver lo que hace. Deslizo sus bragas hacia abajo  para que esté desnuda y acaricio su culo  mientras ella está haciendo esto. Al rato, la pongo de pie y hago que se eche sobre mis piernas para que ambos estemos frente a él.

Pongo mi pene contra ella. Separo sus piernas para que él pueda ver.

“Dile cómo lo notas,” digo

“Me está follando,” dice ella. “Todo su pene está dentro de mí. Me gusta. Realmente, muy bueno. Está grueso y duro, justo como me gusta.”

Dile algo más,” le digo.

No puedo ver la expresión de su cara. Pero, su voz suena ronca.

“Es hermoso,” dice ella. “Quiero seguir así siempre. Mi coño está ávido de su polla.”

La follo algo más, bien y despacio. Él observa con gran atención. Es difícil leer la expresión de su cara. Es una simpleza decir que él lo está disfrutando.

“Ahora, voy a penetrarla por el culo,” digo. “Sé que ella lo desea.”

La lubrico bien. Ella ajusta su posición y mi pene entra en su ano.

“Deseo esto mucho,” le dice ella a él. “Me gusta que estés viendo como estoy siendo enculada. Su polla está muy grande y gruesa. Soy su culo de puta, ¿no te parece?”

Me corro en su culo. Luego, con mi mano, la ayudo a que se corra también. Ella es bastante ruidosa cuando orgasma. Le susurro al oído. Se levanta y su cruza con él. Ella se sienta en su regazo, pone su brazo alrededor de su cuello y lo besa. Ella dice algo que no puedo escuchar y él sonríe. Me pregunto si ella se dejará follar más tarde por él.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Atrevida ella, atrevido yo


Es notable y, de alguna manera sorprendente, cuando se piensa sobre cómo se expresan muchos y únicos atrevimientos desarrollados e, incluso, enseñados y aprendidos en el mundo de la D/s. Sin embargo, para todos los exhibicionismos físicos de las personas interesadas en este mundillo, ya sea a través de eventos, literatura, blogs, sesiones  y otros medios de comunicación, existe una plétora sorprendente de individuos mentalmente ignorantes que carecen de la comprensión y el respeto, cuando se cometen o cometemos locuras que no satisfacen ni a ellos mismos.

Para los que empiezan en la D/s, os doy un ejemplo. Tengo una amiga que es masoquista y tiene la habilidad para inducir a que la sometan con mucha dureza. Esto no significa que, cada vez que tenga una sesión, es lo que tenga que suceder, por el simple hecho de que exista la intensidad y el trasfondo de un posible riesgo, claramente tangible con la mayoría de las cosas que hace.

Hay gente que, no solamente comprenden sus intereses o lo que le gusta, sino también que, por su falta de educación, sienten que es lícito cuestionar su criterio y habilidad para ser responsable, consciente del riesgo del participante. También, algunas de estas personas ofrecen la idea de separar a los Dominantes atrevidos más destacados de lo que es, con frecuencia, comúnmente aceptado y practicado.

¿Quién decide aquí? ¿Quién toma la decisión en cuánto  qué constituye exactamente esa especie de juego de alto riesgo, en el cual debería existir una zona separada y necesaria? Y digo yo, ¿cuál es el momento para permitir que ese tipo de dominante esté dentro de la zona de confort y seguridad bendecida a la que me gustaría llamarla ignorancia? Los dominantes responsables profesamos tener tolerancia, comprensión y aceptación como persona, comunidad o como grupo. Como ella me comenta, “no creo que estemos divididos entre nosotros mismos con las ideas o pensamientos de que “mis locuras están bien, pero las tuyas son malísimas” y sean propicias para el crecimiento o el desarrollo de nuestras íntimas inquietudes.

Como adultos responsables, somos capaces de elegir. Como adultos conscientes, sabemos aceptar y reconocer las decisiones de los demás.

Como personas locas, “jugadoras” y con estilos de vida definidos, respetamos la elección personal como algo inherente a todos los participantes de la D/s y lo hago extensivo a los de la BDSM.

martes, 20 de noviembre de 2012

Anoche toqué un ángel


Anoche toqué un ángel
“Díme,” la dije
“Lo único a lo que temo es a la parálisis,” respondió ella
“Fuérzame, cójame. Necesito un demonio esta noche.”
“Hágame sentir.”
Y lo hice.

Anoche desgarré a un ángel
La atrapé contra la pared
Y el relámpago saltó de mis dedos a su piel
Y le arranqué mechones de su pelo con mi puño
Y ella se sometió generosamente
Con mis besos, le arranqué gemidos de sus labios
Y ella se entregó con mucha avidez
Le arranqué trozos de su carne con mis mordiscos
Y ella gritó con mucha dulzura
Le arranqué lágrimas de emoción de su corazón
Y ella estaba devastadoramente hermosa
Anoche tuve un ángel entre mis brazos

“Tú eres diferente a los demás,” susurró ella
“Lo sé,” la sonreí y le acaricié su cabello

La toqué
Y bebí sus lágrimas
Alcancé su cuerpo
Y su corazón.
En mis manos,
Ella jadeó para mí,
Ella se estremeció para mí,
Ella gritó para mí,
Y ella lloró por él

Anoche toque un ángel
Y ella pertenece a otra parte
Pero, ella nunca olvidará
Al demonio que la tocó
Y cuando ella, necesite sentir de nuevo
Volveré a desgarrar su cuerpo y su corazón
En la noche.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Sumisión contra huida


Sumisión contra huida
Con frecuencia, he oído decir que las sumisas hablan de la “libertad de las cuerdas” o de la “libertad de las cadenas.” Hablan de la pérdida de la responsabilidad cuando están cautivas o inmovilizadas entre las cuerdas y cómo esta inmovilización las permite responder a cualquier estímulo que se les aplique, sin tener que preocuparse por su respuesta, justo en el momento que se está celebrando la sesión.

Pero, ¿es la “libertad de las cuerdas” la verdadera sumisión o es simplemente un deseo de huir de las cuerdas y responsabilidades de nuestra vida diaria? Por lo demás, ¿es la mujer profundamente sumisa fiel a su naturaleza o es que, sólo está buscando un camino que la permita huir de sus estrés y tensiones que son una parte integrante de nuestra existencia? La seducción de que todas las decisiones sean asumidas por otras personas y que solamente tengan que hacer lo que se le dice, obviamente, atrae a un segmento importante de la población femenina. Entonces, ¿cómo decir si una persona es sumisa por naturaleza o está buscando una manera de evitar algunos de los aspectos más estresantes de la vida diaria?

Creo que la diferencia puede estar en la conducta de la persona en cuestión, examinando su conducta tanto dentro como fuera de una relación D/s. La mujer sumisa bien equilibrada será capaz de existir y sobrevivir en cualquier entorno, aunque tendrá una obvia preferencia por estar dentro de una relación D/s. Al contrario de la mujer que busca escapar o huir de sus responsabilidades, la cual será incapaz de vivir en cualquier entorno. Encontrará el estrés de la vida en una relación no D/s, algo de lo que ella quiere huir, pero, al mismo tiempo, encontrará los límites y el marco de trabajo de una relación D/s que son confinantes y amenazantes. De cualquier cosa que motive su necesidad de huir, no encontrará la respuesta en un estilo de vida del tipo de la D/s, aunque ella pueda encontrar un alivio temporal en una sesión puntual.

Para tener éxito, una mujer sumisa debe estar bien equilibrada, segura de sí misma y llena de autoestima. Por supuesto, esto no es fácil. Con mucha frecuencia, los acontecimientos conspirarán para hacerla dudar por sí misma y de su sentido de la dignidad. Para aquellas mujeres sumisas que buscan una pareja y no pueden encontrarla, esa misma duda puede ser un desafío. Sin embargo, en lo más hondo de su corazón, ella reconoce su naturaleza y no solamente la ha aceptado, sino que también las consecuencias de aceptarla. Por último, ella debe darse cuenta que, con pareja o sin pareja, ella perseverará.

La mujer que, simplemente, está buscando o huir, no puede tener esta confianza interior. Todavía no sabe quién es ella y, por eso mismo, no puede encontrar ningún lugar que le convenga más allá de un corto espacio de tiempo. Hasta que ella no pueda confrontar su miedo (cualquiera que sea), será muy difícil para ella seguir adelante. El tratamiento de estos temas, en parte, es lo que algunos dominantes con experiencia hacemos en la mujer sumisa que no ha despertado aún.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El intercambio de poder


Incapaz de volver a dormirse, ella se levantó en silencio para no molestarle. Se dirigió hacia el cuarto de baño y se insertó el plug en su ano. Por propia comodidad, era algo que solía hacer habitualmente. Se fue al ordenador, leyó un poco y chateó otro tanto. Al amanecer, oyó a los pájaros empezar a cantar y sintió una sensación de pesadez. Estaba a punto de empezar otro día y ella debería haber dormido más.

Más que eso, ella era consciente de la falta de autoridad. Su poder se derivaba de su Amo. Pero, este, distraído, preocupado y ocupado en pensamientos de complicadas estrategias, había conseguido dejarla a su propia suerte. Ella no estaba “recargada.”

Ella le comprendía y entendía. No había mucho en juego para tan poca gente – él y ella - y él necesitaba usar todas las riendas de su propio poder para ese fin. En este momento, él no tenía ya nada más para ella, a pesar de que sus exiguas riendas, preocupadamente, estaban reducidas por completo.

Ella volvió a la cama y se acostó a su lado, sin tocarle y sin querer perturbar su sueño. Posiblemente, ella esperaba poder conseguir un poco de poder, de su poder, de su energía. Al menos, al acostarse junto a él, por su cercanía física.

Él extendió la mano y la sintió, la atrajo hacia sí y se acostaron juntos, en silencio durante unos minutos. Él había notado que su piel estaba fría y que la estaba calentando con su cuerpo. Unos pocos “watios” de energía personal e íntima pasaron entre ellos. La energía positiva y negativa sintió la conexión. Al sentir su pene, ella se deslizó hacia abajo entre las sábanas. Su polla se endureció instantáneamente y, con mucho deseo, ella se inclinó y abrió su boca-coño. La acarició y le encantó. A ella, le gustaba experimentar su excitación.

Él la sentía entre sus piernas y sintió el plug que ella tenía introducido en su ano. La ordenó que se desnudara. No necesitaba que se lo dijera dos veces. Le dijo que cogiera una almohada y se pusiera sobre ella y, al instante la penetró desde atrás.

Él sintió cómo su boca-coño emitía gemidos de placer y mientras ella continuaba emitiendo sonidos dulces y suaves, podía sentir cómo él se corría en su vida, tal como un enchufe eléctrico es atacado desde la fuente. Ella se movió con él, deseando sentirlo todo, experimentarlo todo.

Pronto, él quiso verla, para envolverse en sus abrazos. Le dio la vuelta y la rodeó con sus piernas y ella, con sus brazos alrededor de él,  lo envolvió. Ella le besó y él la besó los pezones, las orejas y su boca.

Absorto en el deseo, él ahora, tenía hambre y, con el ansía de verle satisfecho, ella apretaba los músculos de su coño hinchado y sonreía, mientras  instintivamente oía los gemidos brutales en su oído, puesto que él se había corrido intensa y profundamente dentro de ella.

Ambos se quedaron envueltos entre sus mutuos brazos durante unos momentos mientras el reloj marcaba los segundos y el tiempo transcurría.

Fue breve, pero suficiente. Ella había encontrado las energías necesarias dentro de sí misma para ponerle en marcha en la vida y, al hacerlo, ella se había recargado por sí misma. El intercambio de poder había sido tortuoso; ambos habían necesitado una carga positiva y negativa.

Y se hizo la luz. La ilusión y la felicidad, en ese día, para ellos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La primera impresión


Todos los encuentros que he tenido en la vida real con mujeres sumisas han sido precedidos por un período, con frecuencia bastante largo, de contacto online, intercambio de emails y momentos muy prolongados de chats. Por ahí, en el ciber espacio, es un tipo de conversación extraña. Un poco como aquellas novelas epistolares del siglo dieciocho, donde los personales no se encuentran durante años y años y que solamente se comunicaban por carta.

No se han conocido todavía personalmente, pero tiene la ventaja de que el uno al otro se conoce muy bien en ciertos aspectos. No sabes si la otra persona tiene un cuerpo con un olor desagradable o malos modales en la mesa. No estás realmente seguro de cómo son de alto o si son una de esas clases de persona que les gustan tocarte cuando te están hablando. Puedes haber oído su voz, incluso haberlos visto y oído a través de una webcam, posiblemente desnudos y realizando los actos más íntimos. Pero, esto todavía no te ha preparado para el shock del primer encuentro cara a cara. Ese momento, cuando por primera vez, ambos se cruzan la mirada entre sí, es realmente como ningún otro momento. Ustedes habéis estado esperando durante mucho tiempo. ¿Puede estar la experiencia, posiblemente, a la altura de la anticipación? ¿Qué pasa si la otra persona se siente decepcionada? ¿Qué pasa si eres tú? No existe ninguna garantía de  que una relación online con éxito, se llegue a convertir en una relación feliz en la vida real.

Estas primeras impresiones pueden ser importantes y, especialmente, para una relación de la D/s. Las mujeres sumisas son muy dependientes de la conducta del hombre dominante. Tienen que ser lideradas y, por encima de todo, necesitan a alguien a quien someterse. La única cosa que estas mujeres siempre me han insistido, es que la confianza por su parte es esencial. Un dominante puede ser un buen hombre, no es una bestia sádica, puede ser encantador, afable, cortés, considerado. De hecho, se espera que tenga todas estas cualidades. Pero, la única cosa que no puede ser es un hombre tímido.

No solamente tiene que conocer lo que está haciendo, sino que también debe parecer saber lo que está haciendo. No es bueno preguntarle a la sumisa lo que le gustaría hacer. Por supuesto, un dominante sensible leerá su estado de ánimo y durante sus largas conversaciones online, él aprenderá mucho sobre a qué clase de cosas responde ella. No hay dos mujeres sumisas iguales y, a menos, que él haya estado perdiendo el tiempo con ellas, ya sabrá si le gusta el dolor y, por lo tanto, cuánto y dónde le gusta y si le gusta ser humillada o reprendida. Si le gustan las conversaciones groseras y si le gusta ser molestada levantándola la falda con la mano hasta que se esté mojando. Pero, por encima de todo y con cierta esperanza, lo que  él ha aprendido más de todo, es que a ella le gusta someterse. Ella quiere agradar. Quiere sentir que sabe exactamente lo que él quiere y que intenta conseguirlo. Entonces, ella puede realizarse a sí misma entregándose a él. Si el dominante no está seguro de lo que él mismo quiere, no puede trabajarla.

Es muy común, si este es el primer encuentro cara a cara, que sea en un sitio público. Por lo tanto, él no puede esperar que ella se ponga directamente de rodillas. Pero, necesita hablarle de tal manera que ella sepa quién está al frente. Esto no significa dar órdenes, existe una gran diferencia en el mundo entre confianza y arrogancia. Simplemente, significa dirigir la conversación hacia la manera que tú quieres que vaya, incluso pensando de antemano dónde quieres ir.  El dominante deberá ser quién haga las preguntas, llevando la iniciativa. Y es él quien necesita decidir cuándo es el momento para moverse a un sitio privado.

Una vez que estáis ahí y habéis cerrado la puerta detrás de vosotros, de nuevo, es el momento de las primeras impresiones. Ella querrá sentir que está en las manos de alguien que la manejará firmemente, que la pondrá en su sitio. La sumisión es básicamente un estado mental y con el fin de llegar a ese estado, el dominante tiene que afirmar su maestría. No crudeza, pero sí con seguridad.

Mi preferencia es ponerla inmediatamente de rodillas. Sin preliminares, sin ningún intento de persuasión. Solo una mano en la parte posterior de su cuello y una orden: “De rodillas.” Entonces, me gusta modificar su postura, poniéndola en la que yo considero como la posición por defecto para una mujer sumisa: las rodillas ligeramente separadas, las manos extendidas hacia el frente, las palmas hacia abajo, la cara presionada contra el suelo, la espalda arqueada, el trasero levantado. Ando a su alrededor, haciendo un tour de inspección, dejándola que se pregunte lo que va a venir a continuación. Pongo mi pie sobre su cuello y lo presiono, no fuerte, pero sí,  lo suficiente para que ella sienta que yo puedo hacerlo todavía más fuerte, si lo decido. Le pregunto a quién pertenece. Espero una frase completa en su respuesta: “Le pertenezco a usted, Señor.” Luego, me paseo alrededor de ella nuevamente y a su vez presiono con mi pie sus pechos, su trasero, su coño, exigiéndole saber a quién pertenece. Ahora es el momento para que ella se arrastre, mientras vas a sentarte, tenerla cerca y poner su cabeza sobre tus piernas. Bueno, después de todo, depende de lo que te guste hacer más. Pero, creo que conseguirás lo que quieras quitándole el pie. Por así decirlo.

sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Cómo la sumisa refleja la energía del Dominante? - Parte 2


Copio la pregunta que iniciaba la primera parte de estos artículos con el fin de refrescar el motivo de ambos.

“¿Podría explicarme con más detalle lo que usted quiere decir cuando expresa que la sumisa refleja la energía del dominante? ¿Cómo sucede esto, por favor? ¿Cómo puede decir que lo ha hecho? ¿Es algo que uno hace conscientemente? Tengo miedo de caer en el segundo de los tres grupos que usted ha delineado, lo que hace que me confunda. Le agradecería que me lo aclarase, por favor.”

Si en el de la primera parte, no tenía las ideas muy claras, después de algunas reflexiones, creo haber encontrado algunos razonamientos.

Creo que, a estas alturas, he dejado bien claro que para un dominante experimentado, la sumisa reflejará su energía con naturalidad y con facilidad. Esto puede hacerse en persona o vía ciber espacio. El contacto físico no es preciso para que este proceso ocurra. La sumisa bien experimentada no se sorprenderá por sus respuestas. Puesto que ha tenido mucha experiencia interactuando con hombres dominantes, no está preocupada por lo que ella está sintiendo, sino que más bien fluye sin esfuerzo en la interacción. Si ella quiere, puede rechazarlo diplomáticamente en caso de que no lo deseara.  

No hay problema.

Por supuesto que, si el dominante tiene mucha experiencia, controlará la interacción. Y si su sumisa no es consciente del hecho, incluso tendrá hasta el control. De nuevo, no hay ningún problema.

Pero, ¿qué pasa si no tiene experiencia?

He aquí lo que yo creo. La naturaleza llama a la naturaleza. Incluso, cuando ambas partes no son conscientes de su naturaleza, aún así se llamarán el uno al otro. Los errores se cometen a menudo (al principio son más peligrosos), pero aún así, la naturaleza llama a la naturaleza.

El hombre dominante irradia su energía. ¿Qué significa esto? Yo sugeriría que implica su acercamiento a su entorno. Es en la forma que él habla, se mueve y se reafirma a sí mismo. En cada acción sutil que toma, existe un trasfondo de dominación, incluso si él no es consciente de que está haciendo estas cosas. Por ejemplo, una mujer me comentó una vez que yo tenía una manera particular de caminar en una habitación. Creo que sus palabras fueron: “Usted es el dueño de la habitación.” Yo nunca estuve muy seguro de lo que ella estaba hablando, puesto que no había nada que yo estuviera haciendo conscientemente cuando  entré y estaba en la habitación, pero ella, obviamente, observó (y reaccionó) a algo que yo estaba haciendo.

Como no soy el único, yo sugeriría que esta manera de hacerse valer por uno mismo en su propio entorno, se hace por los demás.

Una mujer sumisa no puede dejar de reaccionar a esta clase de energía. Es su naturaleza la que reacciona. ¿Qué forma adquiere esta reacción? Para la sumisa experimentada, su reacción es deliberada y mesurada. ¿Por qué? Porque comprende lo que está pasando. Para la sumisa menos experimentada, (y la sumisa no despertada) la reacción puede variar mucho. Pero, independiente de cómo se haga, ella va a terminar haciendo más o menos lo mismo – espejo de su energía.

¿Cómo refleja ella su energía? ¿Está aquí la raíz de la pregunta? ¿Qué proceso físico ocurre? En otro comentario, he hablado de los actos físicos deliberados que la mujer puede llevar a cabo para atraer la atención del hombre, pero esto apenas es una respuesta a la pregunta.

Después de mucha consideración, no estoy seguro si la tengo. Yo solamente sé que, de alguna manera, ella lo hace. Tal vez, este es el campo de energía que mi interlocutora ha dicho de sentir. Tal vez, sea la experiencia sensorial que va más allá de nuestros cinco sentidos conocidos. Tal vez, tenga algo que ver con el olor. Realmente, no lo sé. Solamente sé que es real, que ocurre y puede ser detectada.

¿Es posible para una sumisa saber que  está reflejando la energía particular de su pareja? No estoy seguro, pero ciertamente, sabe al instante cuando él vuelve a prestarle su atención hacia ella. Esta lo sentirá en su cabeza, su corazón y en su ingle. Ella será consciente que algo está pasando internamente, no solamente a un nivel intelectual y emocional, sino también a un nivel físico. También, ella lo sabrá porque cuando su Dominante le presta su atención estando lejos de ella,  la sentirá al instante, como el sol al esconderse detrás de una nube o una aguja que se levanta de un disco favorito que ha estado tocando.

Si ha sido bien entrenada, ella puede tener alguna forma de control sobre esta experiencia. Pero, esto no quiere que ella lo pueda apagar. Ella es quien es. La naturaleza no puede ser negada.

Lo cual, pienso, es una buena cosa.

martes, 6 de noviembre de 2012

El trueno

“Hoy está lloviendo a mares en mi tierra. El viento es ciclónico. Suele ser el precursor del trueno. Siempre me ha fascinado el trueno. Es el caos encarnado.

El trueno es el  hermano pequeño del viento. Este está bailando, jugando y cantando con la llegada de su otro hermano. Amenaza y advierte a las personas para que se cobijen bajo una cubierta y se agazapen hasta que su hermano haya pronunciado su paz.

He salido para ver la tormenta y estar con mi rostro vuelto hacia la lluvia en comunión con el Universo. De alguna manera, me siento con mucha paz, conectado con ella, en caso de que la tormenta me rodee como una capa. Siento que es mi amiga y compañera y nos comunicamos sin palabras. Rabiosamente, en silencio.”

Esta entrada la escribí hace unos días después de haber presenciado una tormenta acompañada de truenos y relámpagos. Viene esto al hilo porque una sumisa hizo un comentario de que me gustaba el viento y el mar. Es cierto y es posible de que haya expresado estas preferencias mías en algunos de mis artículos. No pensaba publicarla, pero al leer dicho comentario, me he decidido a ello. De estos elementos naturales, me atraen su fuerza y energía. Por su simbolismo con una relación D/s, donde si la entrega, la comunicación, la honestidad y la pasión, impulsados por nuestra fuerza interior no mantienen su llama “viva”, difícilmente, dicha relación se podrá mantener en el día a día.

sábado, 3 de noviembre de 2012

¿Dónde quieres que te azote?


Mientras yo estaba navegando por Internet viendo algunas fotos tomadas por China Hamilton, me encontré con una foto muy interesante en la que se veía a un hombre azotando el pubis de su sumisa. La expresión del rostro de ella era una mezcla de dolor y placer.

En mi descubrimiento de quién era ella y lo que realmente fue, aquella sumisa que conocí había cambiado su opinión sobre muchas cosas en ciento ochenta grados desde que empezó su camino hacia la sumisión. El cambio más importante fue su postura ante el dolor.

Cuando la conocí decía que no le gustaba el dolor ni nada que lo involucrara. Los tiempos cambiaron. Ella no solo descubrió el placer erótico que sentía al recibir dolor, sino que, al final, lo pedía siempre. En este caso, cuando hablo del dolor, me refiero a que el dolor infligido sobre ella se ceñía únicamente al campo de los azotes, el pinzado, el retorcido de los pezones, tirarle de los pelos y cosas similares. No muchos castigos en  la parte superior de su cuerpo. Sin embargo, cada vez que estaba con su Dominante, ella quería más y más y lo necesitaba más fuerte y más intenso.

Le dije que se había convertido en una puta del dolor. Este era tan excitante para ella que se llegaba a sentir perdida sin el mismo. Ella tenía una profunda necesidad de ser controlada y dominada, como semilla, para recibir el dolor que lo sentía como placer o, de lo contrario, no se sentía completamente libre. Sin el dolor, ella sentía que le faltaba  algo.

Volviendo a la foto y, hablando con mi sumisa y su necesidad de una estimulación a través del dolor, ella había descubierto lo mucho que disfrutaba cuando le azotaba y abofeteaba su coño. Cualquier cosa que me gustara hacerle en esa zona, a ella le encantaba.

Algunas veces, era un simple cachete fuerte y sonoro. Otras, una serie de azotes suaves y rápidos. Sin embargo, su coño era azotado porque a ella le gustaba y solo quería más y más. Incluso, ella era capaz de correrse u orgasmar con solo azotar su coño. Hacía que abriera sus piernas lo más que pudiera para poder tener acceso a ella por si se movía demasiado o intentaba cerrarlas. Se trataba de que yo controlara su sexo y le provocara el picor y el calor generado por los azotes sobre su coño que, a ella, tanto le gustaba.

Admitiré que yo lo hacía también para disfrutarlo. Era una de las maneras que a mi, me gustaba usarla y, a su vez, ella se sentía usada de estaba manera que también tanto le agradaba.

Por lo tanto, señoritas y señoras sumisas, ¿cuál es su opinión sobre la práctica en la D/s de azotar el sexo de las sumisas? ¿Se lo han hecho alguna vez? Si no es así, ¿tienen deseo de que se lo hagan?  Solo por curiosidad, ¿Se trata de una práctica habitual para muchas de ustedes o es solo una preferencia personal o, simplemente, una fantasía?

jueves, 1 de noviembre de 2012

Denegación


Este es el quinto día desde que le negué el permiso para correrse. Tiempos atrás y, por muchas otras razones, como enfermedad, cansancio, bajada de su libido, etc., ella ha estado sin orgasmos durante  periodos mucho más largos. Pero, su Dominante le ha dicho que ella no puede pensar en tenerlos porque es incapaz de pensar en otra cosa. Su coño está activo por el deseo. Hoy, ha sido un día particularmente cruel para ella, ha estado atormentándola con palabras y hechos, molestándola sin piedad y provocándola con astucia. Y ahora, con su invitación a que se siente sobre su regazo, de nuevo, va a provocarla. Pero, ella no duda. Si no puede correrse, un abrazo es la siguiente mejor cosa que le podrá pasar. Ella pone sus brazos alrededor del cuello de él y se arrima.

“¿Te has portado bien?” Le pregunta él.

“Por supuesto,” contesta ella. Esta ha tenido oportunidades, no ha estado controlada día y noche, pero, seguramente, él sabe que ella nunca le decepcionará. “Sin embargo, dígame una cosa.”

“Sí.”

“Cuando usted me niega el orgasmo, más o menos, usted también lo sufre. ¿Nunca tiene la necesidad de tener algún alivio? usted me entiende.”

Él le contestó que no solamente le está prohibido correrse, sino que tampoco sería follada, ni incluso una felación en el ínterin. Existe algo extrañamente perverso al autonegarse cosas también a sí mismo, puesto que son cosas de él que también le gustan a ella, como entregarse de todo corazón y el compromiso. E incluso, ¿es un acto de solidaridad al unirse a ella en el ayuno sexual? Sin embargo, todavía hay cosas que él podría hacer si quisiera. Una vez, cuando a ella le había denegado el orgasmo durante una semana, la forzó para que viera como él se masturbaba en frente de ella, eyaculando en la palma de su mano y luego sobre su cara. Fue un acto extraño para ella, incluso repelente, pero perturbadoramente excitante.

“No me gustaría volver a hacerlo por mí mismo, sin tí,” dice él.

“Estoy contenta,” responde ella y se acurruca sobre su hombro.

Él desliza una mano entre sus piernas hasta llegar a su ropa interior. Como era su costumbre, previamente le dijo que sólo debería usar ropa interior de algodón blanco hasta que no le permitiera correrse. Es una elección inteligente. En esos periodos de denegación, ella está humedecida en todo momento y el algodón es más absorbente que la seda o el satín que a ella le gusta usar.

Después de un rato, ella habla de nuevo. “Supongo que estoy destinada a aprender algo, ¿no?”

“Sabes la respuesta a esto,” dice él. “¿Qué es lo que debes aprender?”

“¿Obediencia?”

“Correcto. ¿Y?”

Ella suspira. “¿Paciencia?”

“Sí.”

“Cuándo haya aprendido lo suficiente, ¿me permitirá que me corra?”

“Esto no funciona así,” dice él. “Tú eres obediente y paciente porque eso es lo que yo quiero y tú quieres complacerme, no porque tengas la esperanza de una recompensa.”

Ella es castigada por esto. Entiende la lógica, pero una sensación de casi desesperación recorre su cuerpo al darse cuenta de que no hay nada que pueda hacer para aliviar su necesidad, excepto esperar a que él cambie su estado de ánimo.

Él desliza su dedo dentro de su ropa interior. Ella gruñe como si sintiera que le penetraban su coño. La folla un poco con su dedo, luego lo saca y con el mismo, le presiona su clítoris.

“¡Por Dios!” dice ella en voz baja. Durante un momento, piensa que podría correrse y luego, espontáneamente, ella se las arregla para controlarlo. Cambia de posición en su regazo. Puede sentir su polla dura debajo de ella. Saca su dedo de debajo de su falda y lo pega a su nariz. Instintivamente, ella quiere volver la cabeza hacia atrás, no está acostumbrada a oler su propio olor. Pero todavía, se mantiene quieta, al forzarla para que inhale porque ella sabe qué es lo que él quiere. Luego, pone su dedo en sus labios.

“Lámelo hasta dejarlo limpio,” dice él.

Ella se pregunta si puede seducirle chupándole su dedo y lo chupa en su boca lamiéndolo lascivamente.

“¡Esta pequeña puta!” dice él cariñosamente.

Después de un rato, él saca su dedo. “Es hora de que yo vuelva a trabajar,” dice él. Ella se levanta de su regazo. Conforme él sale de la habitación, no ve su pequeña mueca de decepción. Ella se acerca despacio hacia la mesa y empieza a frotarse contra ella, presionando la esquina dura de madera contra su ingle. Luego, hace una mueca y se aleja.” ¿A esto he sido reducida ahora, a follar los muebles?” piensa ella en su vergüenza.