Este es
el quinto día desde que le negué el permiso para correrse. Tiempos atrás y, por
muchas otras razones, como enfermedad, cansancio, bajada de su libido, etc.,
ella ha estado sin orgasmos durante periodos mucho más largos. Pero, su Dominante
le ha dicho que ella no puede pensar en tenerlos porque es incapaz de pensar en
otra cosa. Su coño está activo por el deseo. Hoy, ha sido un día
particularmente cruel para ella, ha estado atormentándola con palabras y
hechos, molestándola sin piedad y provocándola con astucia. Y ahora, con su
invitación a que se siente sobre su regazo, de nuevo, va a provocarla. Pero,
ella no duda. Si no puede correrse, un abrazo es la siguiente mejor cosa que le
podrá pasar. Ella pone sus brazos alrededor del cuello de él y se arrima.
“¿Te
has portado bien?” Le pregunta él.
“Por
supuesto,” contesta ella. Esta ha tenido oportunidades, no ha estado controlada
día y noche, pero, seguramente, él sabe que ella nunca le decepcionará. “Sin
embargo, dígame una cosa.”
“Sí.”
“Cuando
usted me niega el orgasmo, más o menos, usted también lo sufre. ¿Nunca tiene la
necesidad de tener algún alivio? usted me entiende.”
Él le
contestó que no solamente le está prohibido correrse, sino que tampoco sería
follada, ni incluso una felación en el ínterin. Existe algo extrañamente
perverso al autonegarse cosas también a sí mismo, puesto que son cosas de él que
también le gustan a ella, como entregarse de todo corazón y el compromiso. E
incluso, ¿es un acto de solidaridad al unirse a ella en el ayuno sexual? Sin embargo,
todavía hay cosas que él podría hacer si quisiera. Una vez, cuando a ella le
había denegado el orgasmo durante una semana, la forzó para que viera como él
se masturbaba en frente de ella, eyaculando en la palma de su mano y luego
sobre su cara. Fue un acto extraño para ella, incluso repelente, pero
perturbadoramente excitante.
“No
me gustaría volver a hacerlo por mí mismo, sin tí,” dice él.
“Estoy
contenta,” responde ella y se acurruca sobre su hombro.
Él desliza
una mano entre sus piernas hasta llegar a su ropa interior. Como era su
costumbre, previamente le dijo que sólo debería usar ropa interior de algodón
blanco hasta que no le permitiera correrse. Es una elección inteligente. En esos
periodos de denegación, ella está humedecida en todo momento y el algodón es más
absorbente que la seda o el satín que a ella le gusta usar.
Después
de un rato, ella habla de nuevo. “Supongo que estoy destinada a aprender algo,
¿no?”
“Sabes
la respuesta a esto,” dice él. “¿Qué es lo que debes aprender?”
“¿Obediencia?”
“Correcto.
¿Y?”
Ella
suspira. “¿Paciencia?”
“Sí.”
“Cuándo
haya aprendido lo suficiente, ¿me permitirá que me corra?”
“Esto no funciona así,” dice él. “Tú eres obediente y paciente porque
eso es lo que yo quiero y tú quieres complacerme, no porque tengas la esperanza
de una recompensa.”
Ella es castigada por esto. Entiende la lógica, pero una sensación de
casi desesperación recorre su cuerpo al darse cuenta de que no hay nada que
pueda hacer para aliviar su necesidad, excepto esperar a que él cambie su
estado de ánimo.
Él desliza su dedo dentro de su ropa interior. Ella gruñe como si sintiera
que le penetraban su coño. La folla un poco con su dedo, luego lo saca y con el
mismo, le presiona su clítoris.
“¡Por Dios!” dice ella en voz baja. Durante un momento, piensa que
podría correrse y luego, espontáneamente, ella se las arregla para controlarlo.
Cambia de posición en su regazo. Puede sentir su polla dura debajo de ella.
Saca su dedo de debajo de su falda y lo pega a su nariz. Instintivamente, ella
quiere volver la cabeza hacia atrás, no está acostumbrada a oler su propio
olor. Pero todavía, se mantiene quieta, al forzarla para que inhale porque ella
sabe qué es lo que él quiere. Luego, pone su dedo en sus labios.
“Lámelo hasta dejarlo limpio,” dice él.
Ella se pregunta si puede seducirle chupándole su dedo y lo chupa en
su boca lamiéndolo lascivamente.
“¡Esta pequeña puta!” dice él cariñosamente.
Después de un rato, él saca su dedo. “Es hora de que yo vuelva a
trabajar,” dice él. Ella se levanta de su regazo. Conforme él sale de la
habitación, no ve su pequeña mueca de decepción. Ella se acerca despacio hacia
la mesa y empieza a frotarse contra ella, presionando la esquina dura de madera
contra su ingle. Luego, hace una mueca y se aleja.” ¿A esto he sido reducida
ahora, a follar los muebles?” piensa ella en su vergüenza.
Jo... ¿Cuándo dejará que se corra? Habrá entrada de ese momento?
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