viernes, 24 de mayo de 2013

La integración de la naturaleza y el fetichismo


Recientemente, me hicieron las siguientes preguntas:

Me estoy preguntando, ¿cómo los sádicos, que son también Dominantes, integran el lado sádico de su personalidad con su lado dominante?

¿Cómo el sádico se preocupa por su sumisa,  en el sentido de que ella necesita experimentar placer, al menos, ocasionalmente? O ¿no es una necesidad para algunos?

Yo pensaba que algunos de mis lectores pudieran estar interesados y, por lo tanto, las respondo públicamente.

Desde mi perspectiva, el sadismo y la dominación no están disociados. La dominación es un rasgo del carácter. Es un rasgo que se centra en el control del entorno de una persona. Si bien puede haber debate sobre cómo se desarrolla (vía genética, a través de la socialización o por medio de una combinación de ambas), sin duda, está claro que algunos individuos en nuestra sociedad, parecen estar motivados para arreglar sus asuntos de la manera que les convenga, más que sacrificando sus propios deseos en servicio de los demás.

Por supuesto, esto no es absoluto. La mayoría de nosotros tenemos algunos aspectos de estos dos rasgos en nuestra constitución, pero, los altamente dominantes tienden a poner su deseo de controlar muy por delante de su deseo de servir.

Por otro lado, el sadismo es una expresión de fetichismo sexual. Es algo que provoca la excitación. Ser sádico es conseguir la estimulación y la satisfacción sexual a través de la aplicación de sensaciones extremas en otra persona. Aunque, obviamente, esto requiere mucho control del entorno (de ahí la razón por la que creo que muchas personas dominantes son también sádicas) aunque no sea en realidad un requisito. De hecho, yo diría que la gran mayoría de los hombres dominantes es probable que sean bastantes vainillas sexualmente. Para la masoquista, el placer dentro de los límites de una sesión, puede ser definido como la que recibe y procesa sensaciones extremas.

Así que no veo ningún problema en integrar estas dos cosas juntas. Es posible que no se complementen, pero, apenas están opuestas. Una trata sobre el control del entorno de una persona para satisfacer los deseos de la otra. La otra, sobre la gratificación sexual.

En cuanto a la segunda pregunta, no está bien expresada. El sádico no se preocupa por la sumisa. El sádico se proyecta sobre la masoquista y en este contexto, tiene la responsabilidad de asegurarse que ella no esté en un peligro manifiesto, sus límites son respetados y por eso ésta, no está en peligro. Los sádicos y las masoquistas tienen sesiones. Durante estas sesiones se dedican a una variedad de actividades que involucran sensaciones extremas. Sin embargo, las sesiones empiezan y terminan. Son de una duración limitada.

El Dominante también tiene una responsabilidad sobre su sumisa. En las relaciones 24/7, no tratan de sesiones de juego, sino, más bien, de desarrollo continuo y la mejora de la sumisa. Es menos de gratificación sexual y más sobre la paz, el equilibrio y la felicidad. Esto no se logra con el látigo, sino más bien con la disciplina, los rituales, los diálogos, etc. Para la sumisa, el placer pudiera ser definido como la alegría que procede de servir a su pareja Dominante.

Por supuesto, esto implica que una sumisa no masoquista, junto con un sádico no Dominante, probablemente, no sea una relación equilibrada. O cualquier otro acoplamiento que no empareje al sádico con la masoquista o al dominante con la sumisa.

sábado, 18 de mayo de 2013

La Historia d'O


He estado releyendo la Historia d’O. Es uno de mis libros favoritos sobre los temas de la D/s. Como en España, este tipo de literatura estaba prohibida, lo compré en mi primer viaje a Londres, editado en inglés. Yo era muy joven y me causó una profunda impresión. La historia es bastante simple. O, una fotógrafa de moda en París, es llevada por su amante René a un castillo en el campo, donde es encarcelada. Con frecuencia,  azotada y forzada a servir las necesidades sexuales de otros hombres, una orden a la cual ella se somete voluntariamente. Al final, René se la presenta a un pariente lejano, Sir Stephen y, luego, se la entrega para su uso. Más tarde, Sir Stephen hace que O le procure una joven modelo, Jacqueline y, eventualmente, ofrece a O a una serie de otros hombres, sin dejar de hacer de ella cualquier uso sexual que a él le agrade, así como, azotarla cruelmente, las marcas dejadas por el látigo, proclamando “para que todo el mundo viera que todo estaba permitido en su relación.”

Me encanta el tono frío, admirablemente reflejado en su traducción inglesa, de cómo los acontecimientos más extremos son narrados detalladamente, de forma muy práctica. Me encantan las detalladas descripciones de las ropas d’O, las faldas, los vestidos, los corsés, todo diseñado para asegurar de que ella está de inmediato, disponible para ser usada sexualmente por los hombres que han tenido acceso a ella. (Esta constante disponibilidad, sobre la que se insiste constantemente en la narración, es una de las maneras, en las cuales la autora ilustra la naturaleza de la sumisión d’O: “O se había dado cuenta de que, cuando ella estaba cerca de él, le gustaba en cualquier momento, incluso cuando él no la deseaba y como si fuera impensable, mecánicamente, para apoderarse de su sexo y tirar de su ropa interior y hurgar con su mano dentro de ella”).

También, me encanta su limitación verbal. Tiene una línea agradable en circunloquios decorosos; hay un personaje cuya preferencia es la sodomía y que es descrito como “…el hombre que le gustaban las mujeres solamente por lo que ellas tenían en común con los hombres.”

Pero, sobre todo, me gusta la dinámica de las tres vías que se establecen en ella, entre la heroína O (cuyo nombre es claramente una referencia a su sexo y su ser como si fuera un espacio en el cual los hombres proyectan sus fantasías, así como las de sus pollas), su amante René y Sir Stephen, el aristócrata inglés con el cual, él la comparte. La dominación de René sobre O toma la forma particular de querer entregarla a los demás. Algunas mujeres sumisas encuentran en esto un concepto difícil de comprender; ¿por qué un hombre que ama a una mujer y luego quiere que otros hombres la tengan? Pues esto es precisamente lo que hace que René esté completamente realizado.

“Contra más la somete, más importante se convierte ella para él. El hecho de que él la entregara a otros hombres, era una prueba evidente, prueba ante sus ojos, que debería ser también una prueba ante los ojos de ella, de que ésta la pertenecía a él. La entregó para tenerla de vuelta en cuanto antes y recuperar su enriquecimiento multiplicado por cien ante sus ojos, ya que es un objeto ordinario que ha servido para algo divino y, por lo tanto, infundida con la santidad. Durante mucho tiempo, él había deseado prostituirla y, con mucho gusto, él descubrió ahora que el placer que él cosechó de ello fue más grande de lo que él se había atrevido a imaginar y aumentó su apego hacia ella como el de  ésta hacia él y que ese apego sería mucho más grande, contra mayor fuera su humillación al prostituirla, ensuciarla y arruinarla.”

Esto es algo apasionante y, quizás, demasiado oscuro y tortuoso para muchas personas, incluso, para aquellas bien versadas en los placeres de la D/s, pero, me parece una descripción muy convincente de otra forma de intercambio de poder.

Está claro que René idolatra a Sir Stephen, que es la vez mayor y tiene una cierta frialdad típica de las clases altas inglesas y que, aunque no tengan atractivo en la vida real, puede ser plausible ponerle aquí al servicio de la narrativa. Hay una frase diciendo que obliga a concretar, con precisión, la naturaleza de la relación: “En Sir Stephen, ha encontrado el maestro severo que él mismo no sabía cómo ser.” El placer de René aumenta no al usar él mismo a O (por ejemplo, él renuncia voluntariamente al placer del ano de ella, reservándolo para el uso exclusivo de Sir Stephen), sino al sentirse orgulloso en el placer que el cuerpo de ella ofrece a Sir Stephen:

“O siente que él la vigila de la misma manera que un domador de animales mantiene su ojo sobre el animal que ha entrenado, vigilante para ver que el animal,  sobre cuya actuación, su honor está en juego, se comporta bien; o más aún, de la misma manera que el guardaespaldas de un príncipe, o un hombre que es la mano derecha de un cabecilla de bandidos vigila a la prostituta que ha ido a buscar a la calle a su Amo…René humilde, admirable e, incluso, agradecidamente estaba endeudado con Sir Stephen, que fue el responsable de crear esa alegría y la felicidad de que Sir Stephen hubiera consentido en recibir el placer de algo que él le había dado.”

¿Y O? ¿Qué consiguió ella de todo esto? No nos queda la menor duda de que ella devotamente abrazó su destino:

“O gemía de felicidad y liberación. Las puntas de sus pechos se endurecieron bajo la mano de Sir Stephen. Él cogió con su otra mano tan bruscamente su vientre que ella pensaba que se podía desmayar. ¿Se atrevería ella a decirle alguna vez que no había placer, ni alegría ni nada que ella se pudiera incluso imaginar que se acercara a la felicidad que sentía antes de que su Amo hiciera uso de ella, antes de la idea de que él sabía que no había precauciones, sin límites que él tenía que observar en la forma en que el buscaba el placer en el cuerpo de ella? Su certeza de que cuando él la tocaba, ya fuera para acariciarla como para azotarla, que cuando él la ordenaba hacer algo, era únicamente porque él quería que ella lo hiciera y solo para el placer de él, la certeza de que él hizo las concesiones para nada, estaba preocupada nada más que por el deseo de él, tan abrumada estaba O que, cada vez que ella tenía pruebas de ello e, incluso con frecuencia, cuando ella sólo pensaba sobre ello, parecía que una faja de color rojo vivo se extendía sobre ella encorsetando su cuerpo desde los hombros hasta las rodillas.”

Está bastante claro. Creo que a ella le gusta, ella no está obligada a nada en contra de su voluntad. De hecho, lo que ella quiere por encima de todo, es saber que él hace lo que hace para su placer, no para el de ella. Sin embargo, la autora es lo suficientemente sutil para sugerir de que existe una cierta resistencia, ya que sin ésta, ¿cómo puede ser el placer de la sumisión? Por lo tanto:

“O nunca había comprendido, pero finalmente había llegado a reconocer como una verdad innegable y muy significativa, la maraña contradictoria y constante de sus sentimientos y las actitudes: a ella, le gustaba la idea de la tortura, cuando la sometieron a la misma, ella había visto subir a la tierra en fuego y humo para escapar de ella, cuando se terminó, ella era feliz  por haberlo sufrido y ser muy feliz por lo cuán cruel y prolongada que había sido.”

De todos modos, no es un libro perfecto para mí. Más bien, se desvanece al final, como si la autora no pudiera pensar en un final y, de hecho, ella ofrece dos, ninguno de los dos, quizás, satisfactorios. Pero, para entonces, ya se nos ha ofrecido una experiencia irresistible, casi alucinante, igualada por muy pocos obras de esta naturaleza. Repito, no creo que esta obra sea un modelo al cual todas las relaciones de la D/s deberían aspirar. Pero, algunos sabrán que me habla muy directamente.

miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Por qué admiro a las putas de la humillación?


Por ahí fuera, hay muchas clases de putas, pero, las que yo más admiro, son las putas de la humillación. Tal vez, esto suene un poco paradójico, por lo tanto, lo voy a explicar.

En el mundo de la D/s, el término puta es usado con frecuencia y, rara vez, en forma despectiva. Pero, en foros y chats de “Putas, Zorras, etc.,” el término se usa con orgullo por muchos de los participantes. Es como si se quisieran auto imponer una especie de medalla de honor. Por supuesto, existen putas y luego, hay putas. Creo que las putas se pueden clasificar en tres grupos: putas del placer, putas del dolor y putas de la humillación.

Las putas del placer, a menudo,  llamadas simplemente putas, son, quizás, el grupo más grande y mejor conocido. Éstas tienden a ser individuas que les gustan el sexo, abrazan el sexo y anhelan el sexo. A la vez  de que esto es algo que, con toda probabilidad, sea verdad para muchos en el mundo vainilla,  establece una diferencia entre las putas del placer con respecto a otras en disposición de mostrar sus necesidades y la aceptación de su naturaleza. Ella sabe quién es ella y a ella le gusta. Y mientras que ella no puede y anhela todas las formas posibles de sexo, lo que hace, lo hace con gusto. Las putas de placer son comunes en el mundo de la D/s, porque son un componente frecuente de sumisión, disciplina y ataduras.

Las putas del dolor son un grupo más pequeño, pero bastante mayor. La puta del dolor es una mujer que anhela las sensaciones extremas, aquellas de una naturaleza y un carácter que otras verían como dolorosas y algo a evitar. Por cualquier razón, las putas del dolor consiguen una rica satisfacción física al ser manejadas por un sádico. Y mientras todas las putas del dolor tienen sus límites (los cuales varían de puta a puta), lo que ellas tienen en común, es un deseo de ser físicamente manejadas de tal manera que evoque una respuesta de dolor que ellas luego procesarán como placer.

Me gustan las putillas del placer y las del dolor, más todavía. Esto no debería sorprender. Me gusta el sexo y soy un sádico. Tiene sentido que encuentre a estas mujeres interesantes y atractivas. Afortunadamente, hay muchas de ellas alrededor de todos nosotros.

Mientras soy respetuoso con las putas del dolor y del placer por tener el coraje de aceptar su naturaleza y mostrar sus necesidades, realmente, a las que admiro y aprecio de una manera especial, es a las putas de la humillación. Estas son personas que anhelan ser tratadas humillante y degradadamente o como, algunas veces, se dice: “puestas debajo.” Para las putas de la humillación, contra más humillante sea el trabajo, más degradante es el lenguaje usado para describirlas, más excitadas y orgullosa se ponen. ¿Por qué no lo he sabido antes? No lo sé. Sin embargo, me he encontrado con bastantes putas de la humillación y me han asegurado de que esta es la forma como ellas están conectadas.

La clase de tratamiento que una puta de la humillación anhela, puede ser de carácter físico, emocional o intelectual. Por ejemplo, podrían ser requeridas a arrastrarse  por la suciedad o hacerle limpiar el suelo con su lengua. Todas las maneras de vulgaridades podrían ser usadas para describirlas. Podrían ser enjauladas o ser usadas como muebles humanos. Y, al mismo tiempo, como una puta del dolor. La mayoría de las putas de la humillación tienen límites (por ejemplo, la escatología o los enemas, etc.) aun así, lo más importante que anhelan, es ser tratadas como objetos o cosas. Lo que las hacen diferentes de las putas del dolor y del placer, es que la “humillación” es principalmente el estado mental de un ataque contra su propia imagen, donde el dolor y el placer son mucho más físicos y no impactan tanto a la mente, sino más bien, al subespacio.

Desde mi pobreza, las putas del placer y el dolor comparten una comunidad en la que lo que ellas más anhelan son las sensaciones físicas. El dolor y el placer que reciben son del cuerpo. De hecho, pueden participar  en el juego del placer o del dolor mientras aún permanecen, más o menos, bajo el control de sus propios estados mentales. Son putas del cuerpo más que de la mente.

He aquí un extracto de un correo electrónico que recibí de una mujer que conozco bastante bien:

“Lo que hace a la humillación tan efectivamente excitante, es que es realmente una entrega total, probablemente más que cualquier otra clase de juego. En el sexo, el juego de las cuerdas o el dolor, es realmente, una entrega física, pero una vez que una se entrega físicamente y todavía mantiene una distancia emocional e intelectual, una desea hacerlo así. En la humillación, cuando está bien hecha, es imposible mantener la distancia y, por lo tanto, existe una entrega emocional e intelectual que corta más profundamente que una simple entrega física. Y no hace falta decir que la entrega física seguirá automáticamente a la entrega emocional e intelectual… por lo tanto, una entrega total. Si has conquistado  la mente de tu sumisa, has conseguido el cuerpo. Teniendo en cuenta que gran parte de la excitación y atracción sexual que existe entre las orejas en muchas, si no en la mayoría de las mujeres, se deduce que, una buena mente folladora tiene el potencial para ser mucho más poderosa (y alucinante) que un cuerpo para follar.”

Una puta de la humillación es, por tanto, un caso especial de la categoría general de las masoquistas. Como he dicho en otros artículos, una masoquista es cualquier persona que se excita a través de sensaciones extremas que otras generalmente clasificarían como dolor. Para la mayoría, esto siempre ha sido clasificado como dolor físico, azotes, marcas, cera, etc. Sin embargo, existen otras formas de dolor, intelectual y emocional. Lo que diferencia a la puta de la humillación, además, es su deseo por estas otras formas de dolor y su habilidad para procesarlo con eficacia.

Debería ser obvio que el proceso eficaz de la humillación es un factor crítico de éxito para las putas de la humillación. Obviamente, existen muchas mujeres fuera de aquí que son menospreciadas y degradadas como parte de su vida cotidiana. Algunas veces, llamamos a estas mujeres víctimas de abusos o de acoso sexual. Pero, las putas de la humillación no entran en estas categorías por dos razones principales:

1.- Lo hacen con su propio consentimiento.

2.- En lugar de sentirse decaídas y depresivas por este tipo de tratamiento, las excitan y le dan poder.

Sin embargo, uno debe maravillarse de la fuerza de carácter, el lecho de roca de la auto estima y la enorme cantidad de mujeres que merecen la pena y que deben mantenerse literalmente lúcidas para sobrellevar el intenso juego de la humillación. Si bien uno puede sentirse impresionado por el número de agujas que una mujer puede ser capaz de tolerar perforando su carne, me permito sugerir que uno debe estar incluso más impresionado por una mujer que pueda limpiar un inodoro con su lengua y salir sintiéndose bien consigo misma por el otro lado de la experiencia. Si bien, uno puede ser sorprendido por la habilidad de una mujer para tener sexo con muchas parejas en una sola noche o su deseo de tragar semen, uno puede sorprenderse mucho más con los orgasmos de orina potable o que pida ser tratada como un perro y sentirse crecida para hacer estas cosas.

De ahí, el motivo por el que admiro a la puta de la humillación. De hecho son una clase especial de masoquistas.

Por favor, observe que no estoy sugiriendo que estas mujeres son de mejor o peor calidad que otras. Ciertamente, he conocido a muchas grandes sumisas que no son putas de la humillación. También, es cierto, no tengo ninguna objeción a una sesión con una mujer que ha reconocido que ella es una puta del dolor, pero que marca un límite en el juego de la humillación. No juzgo a las personas por la naturaleza o intensidad de su “perversión.” Además, no hace falta decir que, una puta puede ser al mismo tiempo del placer,  del dolor y de la humillación. No es ni una cosa ni la otra. Por ejemplo, muchas de las putas del dolor que conozco, son también putas de la humillación, de una clase u otra. El hecho de que  a uno le guste un tipo de tratamiento, no se opone a otro deseo.

Sin embargo, aunque son bastante raras, la puta de la humillación requiere una mención especial. Esta forma de juego es en muchos sentidos la más peligrosa, ya que tiene el potencial de graves daños psicológicos a largo plazo. Hay que ser muy cuidadoso. Y, ciertamente, no para los débiles de corazón. Pero, si uno es el tipo de sádico que busca el placer teniendo a una mujer debajo, sin dudar, es hermoso encontrar a una mujer que desee este tipo de atención. Felizmente, he encontrado a una o dos en el curso de los años.

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Cómo quieres que te acaricie?


Por lo general, no tengo paciencia para tocarme a mí mismo. Soy muy cariñoso y sensible, pero, sobre todo, tiendo a pensar más en términos de hacerlo, de que me lo hagan.

Siempre he pensado que mi control es caprichoso, pero, una mujer inteligente me indicó que tal vez fuera, porque no me gusta ser pasivo para recibir caricias y creo que ella, aquella inteligente y pequeña zorra, pudiera estar en lo cierto.

Por lo cual, he llegado a entender que mis pezones están muy lejos de ser tan sensibles como los de una mujer. También, he conocido pezones de mujer que eran insensibles a cualquier clase de placer. Mis pezones son sensibles, pero, no de una manera buena. En una ocasión, conseguí que me dieran un mordisco de amor en uno y dí un salto. Aquella mujer nunca más intentó nada en mis pezones.

Jugar con los pezones, soplar en los oídos y pasar una pluma por la piel puede estar muy bien, pero, aunque existen maneras de que una mujer pueda tocar a un hombre, no es nada comparado con lo que se puede hacer con ella, usar su feminidad y su cuerpo para hacerlo. Encontrar las maneras de contrastar su cuerpo contra el tuyo,  contra más pequeñas sean sus manos para él, más suave es su piel para él.

También, recuerda que él es un hombre y que piensa y reacciona diferente a ti. Su piel no es tan sensible como la tuya y él puede estar ligeramente más mentalizado para el acto de penetración. Usa eso para su provecho.

En lugar de pasar una pluma por su piel, usa tu cabello. Honestamente, ¿qué crees que le gusta más? Si tu pelo es largo, arrástralo como una cortina desde su pecho hasta sus muslos cruzando la entrepierna. Si su pene está relajado, es una sensación increíble al ser acariciado por la feminidad y si su pene está erecto, sentirá como si estuviera penetrando tu cabello. Puede ser una sensación increíble.

Si sus pezones no le producen placer, pasa tus pezones por el vello de su pecho. Acaricia sus pezones a través de sus labios y frota tus pechos contra sus hombros. Si te gusta, hazle saber de tu placer.

Si te estás deslizando hacia abajo rozando la piel de tu rostro con su entrepierna, ¿por qué no te pones a horcajadas sobre sus piernas y deja que tus pechos se pongan también a horcajadas sobre él? Puedes hacérselos sentir en ambos lados de sus muslos, por ejemplo, y  él se dará cuenta que los pechos son más pesados de lo que parecen.

Si estás a horcajadas sobre él, mientras que, por ejemplo, paseas tus pezones contra el vello de su pecho, en vez de a horcajadas sobre sus caderas, ponte sobre uno de sus muslos y frota tu coño contra el mismo. Si te gusta, es un juego increíble para él.

¿Sabes cuántas mujeres parecen tener una conexión directa entre sus pezones y sus clítoris? Bueno, pues, muchos hombres tienen una conexión similar entre sus dedos y sus pollas. Lame sus dedo mientras le miras fijamente a sus ojos.

No solo te limites a chuparlos, sino dale también la experiencia de una mamada completa, incluyendo una garganta profunda, si puedes. Y si estás frotando tu coño contra su muslo al mismo tiempo, le estás dando una buena experiencia de folleteo. Nunca mejor dicho.

Y si, él se está poniendo nervioso, como si estuviera impaciente por asumir el control y acaba de hacer algo, arréglalo tú misma, de tal manera, que puedas darle algo que hacer. Puede ser tan fácil conseguir que juegue con tu culo o incluso que dibuje tus curvas en general, de modo que él se venga abajo con más ministraciones. Nosotros los hombres podemos estar, a veces, muy poco orientados.

jueves, 9 de mayo de 2013

¿Quién está en el control?


La siguiente cita está sacada del libro “Las Benévolas,” de Jonathan Littell:

“…de repente, al comprender con una claridad aterradora que los hombres no controlan nada, no dominan nada, que solo son niños e incluso con juguetes, puestos ahí para el placer de las mujeres, un placer insaciable tan soberano que los hombres piensan que tienen el control, piensan que dominan a las mujeres, mientras en la realidad, las mujeres los absorben, haciendo naufragar su dominación y disolviendo su control, consiguiendo mucho más de ellos que lo que dan. Los hombres creen con toda honestidad que las mujeres son vulnerable y que, o bien, hay que tomar ventaja de esta vulnerabilidad o protegerla, mientras que las mujeres se ríen con tolerancia, amor o con desprecio, de su infantilismo, de la infinita vulnerabilidad de los hombres, en su fragilidad, de esta debilidad tan cercana a una pérdida aparente del control, de este colapso permanentemente amenazante, de esta vaciedad encarnada en una carne tan fuerte. Es por eso que, sin lugar a dudas, las mujeres raramente matan. Ellas sufren mucho más, pero ellos siempre tienen la última palabra.”

Es una novela brillante, pero no para los pusilánimes. Una novela escrita por un oficial imaginario de la SS, ubicada en los horrores del frente ruso y en los campos de concentración durante la Segunda Guerra mundial y que, como tal, tiene mucho que ver con la D/s, se podría pensar (aunque no estoy tan seguro); pero, de todos modos, es un paso sorprendente. Me hizo pensar acerca de si tales pensamientos pudieran aplicarse, mutantis mutantes a la D/s.

La visión convencional es que en una relación D/s, la sumisa renuncia al control. (Estoy hablando aquí sobre una relación hombre/mujer). Para una mujer/hombre o mujer/mujer puede ser diferente, pero no puedo hablar desde la experiencia). Es el dominante quien prevalece, cuya palabra es ley. En teoría. Sin embargo, está claro que es mucho más complicado que eso. La transferencia de poder del dominante a la sumisa se da libremente. Es una relación consensuada. No estamos hablando sobre la fuerza tal como existe en el mundo exterior, donde el más fuerte explota al débil, donde el rico explota al pobre o un país muy grande oprime a otro más pequeño o, incluso, los hombres abusan de las mujeres o de los niños. Hablamos en la D/s de un intercambio voluntario de poder, libremente concedido y recibido con gratitud. Así, la D/s es exactamente lo opuesto de la tan llamada ley de la jungla, la dominación del fuerte sobre el débil.

Pero, si el consentimiento es dado libremente, ¿cómo puede ser que el dominante esté en el control? ¿No es en realidad el dominante el único que concede o niega el consentimiento? Si le digo a mi sumisa, “voy a azotarte” y ella replica, “como usted quiera,” ¿es una evidencia de que tengo el poder? Se podría argumentar que, debido a que ya me ha dado el permiso para azotarla, ha renunciado voluntariamente a su derecho a decir que no, entonces, ha habido una transferencia real de poder y de que yo estoy realmente en el cargo. Pero, me pregunto si en la práctica nunca funciona de esta manera. Incluso si ella no tiene una palabra de seguridad, sabe que ella puede decir siempre no, si ella lo dice con la suficiente convicción. En una relación sana, en realidad, no puede ceder su derecho de elegir para someterse. Cada vez que ella inclina su rodilla, el contrato entre ella y su dominante se renueva. Implícitamente, está perpetuamente en negociación.

Y, sin embargo…la atracción de esta relación para la sumisa es porque, a su vez, ella ha cedido el poder. Ahí es donde está la emoción para ella. Él tiene el derecho a darle órdenes para que haga cosas, incluso cosas que ella no quiere hacer. Ella ha renunciado a su derecho a decir que no. Si no es así, entonces ¿no es solo un juego sin sentido que ninguno quiere jugar? Ella tiene que sentir que su poder sobre ella es real, no solo una convicción. La emoción que ella recibe al ser ordenada que se arrodille, de ser azotada o utilizada por placer, depende del conocimiento de que cualquier resistencia que ella hubiera podido tener, haya sido ya superado. Ella sólo puede hacer las cosas que le digan.

Claramente, aquí hay una paradoja. Él es libre de hacer con ella lo que quiera y, sin embargo, depende del consentimiento de ella. Voluntariamente, ella está de acuerdo en renunciar a su libertad de elección. ¿Cómo pueden ser ciertas estas aparentes contradicciones ser? Mi sensación es que deberíamos ver la relación D/s como una condición en constante negociación, un cambio en el equilibrio de poder en el cual cada parte está atento a la dinámica de la situación. No hay duda de que, cuando la sumisa se excita, tanto física como mentalmente, el dominante tiene un verdadero poder sobre ella. Él puede hacer que ella haga cosas que ordinariamente no haría, soportar cosas que pensaba insoportables, querer cosas que nunca se había imaginado. Este poder es real, no es algo que ella pretenda darle. En la agonía de la pasión, incluso puede parecer como si este poder fuera ilimitado. Ella puede desearle que la fuerce a lo que parece una capitulación total, donde ella puesto toda la resistencia. Pero, la realidad, en última instancia, se entromete, el flujo y el reflujo del poder volverá al punto de equilibrio de nuevo, al punto donde ella puede negociar libremente los límites que ella imponga.

Algunas personas podrían decir todavía, si este fuera el caso y, entonces, con seguridad, la D/s es un juego. Mi respuesta sería que, en realidad, es un juego, pero con reglas muy estrictas. Si no juegas de acuerdo con los reglas, el juego no tiene sentido. Y es un juego muy serio, como todos los juegos que merecen la pena jugar. O, acaso, ¿podemos decir que es como el estado de la mente que tú adoptas cuando lees una novela?  Usted sabe que la historia no es verdad, pero mientras está leyéndola, se permite creer que lo es, de lo contrario, la historia no se puede mantener bajo su hechizo. Los críticos llaman a esto “la suspensión voluntaria de la incredulidad.” Creo que la D/s puede ser similar. Ella sabe que podría pararle si llegado el caso tuviera que hacerlo, pero su sumisión es lo suficiente real en el ardor del momento. Ella quiere sentir que él puede hacer que ella quiera hacer lo que ella no quiere hacer, hacer que reciba más dolor o humillación de la que ella piensa que puede soportar. Para ella, existe la maravillosa libertad de renunciar al control. Y, para él, una sensación embriagadora de poder al asumirlo.

lunes, 6 de mayo de 2013

Una puta modesta


Ella no es una mojigata, ni mucho menos. Ella ha sido generosa y me ha enviado unas fotos suyas, unas casi desnuda y otras, completamente desnuda. También me envió fotos de su cara. La cara y la desnudez no aparecen en la misma foto. De acuerdo. Lo comprendo y estoy contento. La mayoría de los que integramos la D/s, estamos, al menos en cierta extensión, liderando una doble vida. No se puede ser demasiado cuidadoso.

Las fotos que me envió no son obras de arte. Tienen una cierta torpeza, una especie de impostura instantánea. Algunas veces, están completamente desenfocadas. Me gusta esa cualidad muchísimo. Odio las llamadas fotos glamurosas de estrellas del porno haciendo falsas sonrisas ante las cámaras. Esas fotos no me dicen nada. Su foto es auténtica. Puedo oírla decir algo como: “Esta soy yo ayer por la noche, no tuve mucho tiempo,  pero pensé lo mucho que le gustaría tener una foto mía.”

¿Disfruta ella enseñando sus propias fotos? Ella sabe que es guapa (se lo he dicho con muchísima frecuencia). Sabe que a los hombres le gustan mirarla y a este hombre más que a ninguno. A ella, le gusta agradar. Al mismo tiempo, puedes ver en la misma foto que ella es tímida. No es que sea una tomadura de pelo. Ella es demasiado abierta y honesta para eso. Creo que es muy modesta. Es una chica agradable. Me he enterado que también es una puta desvergonzada. Me ha hecho cosas muy traviesas y estoy seguro de que hay mucho más por venir. Por lo tanto, ¿se puede considerar que es una puta modesta?

De verdad, yo no lo creo. Poco a poco, voy trabajando, a mi manera, más profundamente en su mente y contra más oscuridad recibo, más excitantes son las fantasías que descubro. O provocadoras. Pero, las revelaciones visuales se están moviendo a un ritmo diferente desde lo que ella está dispuesta a poner en palabras. Estoy cómodo con esto. No quiero intimidarla o chantajearla a que me muestre más (“Si realmente quisiera complacerme, me enseñarías esto o aquello…”). Quiero que ella se tome su tiempo.

Es como si estuviera nerviosa la primera noche. Las mujeres sensibles e inteligentes piensan demasiado. Y puede ser que, ella no confíe todavía lo suficiente en mí. Necesitaré trabajar sobre esto. De lo que me he dado cuenta es que para ella, hay una gran diferencia entre enviar fotos estáticas a aparecer viva en su webcam. Ella se siente más vulnerable cuando sabe que la estoy mirando a tiempo real, incluso, si está a miles de kilómetros y con toda seguridad fuera de mi alcance. Parte de lo que ella teme, es a su propia respuesta. Ella es una mujer sumisa y, por lo tanto, altamente sexuada. Pienso que teme dejarse llevar y hacer cosas que no le gustarían después. Y eso conduce al problema del abandono de la sumisa. ¿Qué pasaría si yo consigo que ella haga cosas y luego después no puedo ayudarla a que se sienta bien con ellas? ¿Qué pasaría si yo no le doy la seguridad que ella necesita, que yo realmente quisiera y valorara lo que ella me da? Le he asegurado que el cuidado posterior es algo que yo reconozco por su necesidad. Pero, sospecho que ella no puede estar segura de esto hasta que lleguemos a ese punto.

El punto al que yo quiero llegar, es cuando ella quiera darme todo lo que quiero. No solo reconoce, sino que activamente quiere que yo desee todo lo de ella, esperanzas y deseos que le requeriré, incluso cosas que causan temor, puesto que ella puede dármelas libremente. Vamos a llegar a ellas. Pero, yo no lo quiero todo de una vez. Es mucho más satisfactorio conseguirlo poco a poco, con cuidado, preparando el terreno. Y creo que a la mujer le gusta sentir que haces un esfuerzo para conquistarla. Las mujeres sumisas, como cualquier otra mujer, necesitan sentir que estás lo suficientemente interesado como para tomarte la molestia.

¿Esto va contra el hecho de que yo sea su dominante y pueda hacer que ella haga lo que yo quiera? No lo creo así. Si yo le dijera la próxima vez que esté ante su webcam: “Desnúdate y abre tus piernas.” Si se lo dijera en un tono de voz autoritario, ella lo haría. Pero,  no se sentiría feliz con esto. Y, ni tampoco yo. Justo porque tenga el poder, no significa que deba nuclearla en cualquier momento que yo quiera.

He creado un pequeño juego. Nuestros chats online incluyen imagen y sonido, pero he prometido que no le pediré que se quite las ropas, al menos durante un mes. A su vez, la próxima vez que ella aparezca ante la cámara, llevará solamente una camisa y sin bragas. No le pediré que se levante la falda. De hecho, ni incluso mencionaré estas instrucciones. Hablaremos sobre esto y aquello, como si ella estuviera completamente vestida. Pero, sabré que no lleva nada bajo su falda y ella sabrá que yo lo sé. Y tendrá que confiar en mí, puesto que seré tan bueno como mi palabra y no haré que ella se exhiba. Cada uno de nosotros nos preguntaremos en nuestra propia mente lo que va a pasar, pero no diremos nada.

viernes, 3 de mayo de 2013

Cuando ese último deseo...


Conseguir una erección siempre sienta muy bien. Se pasa de un estado a otro. Cuando ese último latido llena la última parte elástica de la verga, cuando pasa de estar sólo dura a ponerse como una piedra, una sensación de usarla cae sobre tí.

Hay un cambio en tu mente y en tu cuerpo que abre las compuertas a algo primario en tí. Tu mente se concentra, las decisiones se hacen más fáciles porque no están siendo ahogadas por trivialidades y te acomodas en un rol natural, primario y orgánico.

Un rol que está escrito en tu propio ser, que es tan natural y sencillo y se siente muy liberador. Cuando ese último latido llena tu vástago hasta el punto de reventarlo, piensa: “Este soy yo. Estoy destinado a ser esto.”

Y si eres lo suficientemente afortunado para estar ante una mujer dispuesta a recibir esa erección, entonces, a medida que la vas penetrando, hay un sentido de realización, de destino, de volver a casa. Cuando esa erección desaparece en ella, un sentido de calma, de cumplimiento o de un propósito renovado desciende sobre tí.

El desarrollo y el logro de mantener su sumisión se siente de muchas maneras, hasta el punto de lograr una erección. Contra más profundamente ella se desliza en la sumisión, más se abre a su Dominante, su voluntad se desprende más y se restituye con la tuya, siendo su sentido del propósito, del destino, del derecho y de la realización mucho más fuerte.

Cuando el desafío de sus ojos se elimina y ella asiente con la cabeza a tus demandas, es como si se abrieran sus labios para tí, para invitarla y darle la bienvenida a tu casa.

¿Por qué se me retrasa?

Si tardo mucho tiempo para conseguirla, ya lo sabes, en esos momentos es que estoy disfrutando de verdad y que no me aburro. Algunos hombres piensan en  los impuestos, en su equipo favorito u otras cosas aburridas para prolongar su experiencia. Esto no funciona conmigo. Para mí, la desensibilización funciona mejor, sintiéndola más despacio al principio, hasta que me adapto al placer y, luego, tiro hacia arriba.

Sin embargo, usted puede conseguir muchas cosas buenas también. Si me gusta demasiado, si me desensibilizo demasiado tiempo, no me correré ni incluso cuando decida hacerlo. Esto puede ser divertido por sí mismo, porque entonces, me puedo ir a la ciudad (vivo en un pueblo).

Cuando consigo llegar desensibilizado al punto en el cual no puedo correrme, incluso cuando lo intento, normalmente, solo disfruto de la situación actual y hago  el mejor uso que puedo. Y, por lo general, me suelo correr como un torrente la próxima vez que lo intente.

La próxima vez no se trata tanto del tiempo real, como de “resetearme” mentalmente. Puede ser tan simple como permitir que la erección retroceda, bese y apriete, para permitirme jugar con unos hermosos senos, ya que es una buena manera de hacer que me sienta caliente y difuso interiormente y cuando la erección decae, me siento bien para avanzar por la recta final.

Otra cosa graciosa. Cuando estoy un poco aturdido por los excesos de sensaciones y  tratando de correrme, acelerar y acumular más sensaciones, esto no funciona  en mí, pues, poco a poco, ralentizan mi deseo. Si reduzco la velocidad y empiezo a prestar atención a lo bien que la mujer se siente conmigo, en lugar de lo bien que yo me siento dentro de ella, también conseguiré ponerme excitado y difuso y, a su vez, conseguiré correrme siempre.

Hay veces que, simplemente, no tengo ganas de correrme, por lo tanto, no lo intento. Sólo, hasta que ella haya tenido lo suficiente y esté empezando a sentirse dolorida y, en ese momento, me detengo. Créanme, la próxima vez, saldré como si fuera una manguera de apagar fuegos.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Desde la perspectiva del Dominante


Sé que a las mujeres sumisas les gustan saber y leer lo que pasa en la cabeza del dominante. Por lo tanto, voy a tratar y describir algunos de mis sentimientos cuando estoy siendo “cruel.”

A un observador externo, desde mi actitud y tono de voz, podría parecerle que soy un hombre sin emociones. Si le digo a ella que voy a ponerle una pinza en su pezón con tono mesurado de voz, es un hecho material más que expresivo. Cuando le pregunto si le duele, no es una especie de regodeo. Pero, tampoco es solícito. Se trata simplemente de una pregunta informativa. Si le duele un poco, eso dictará una manera de actuar. Si le duele mucho, otra.

Quiero dejarlo claro. No me preocupa lo más mínimo que a ella le duela. Por supuesto, tengo un respeto general por su bienestar. Ella lo sabe. Pero, cuando se retuerce, se queja, lloriquea e, incluso, solicita liberarse, yo no estoy pensando en: “Pobrecita, cómo está sufriendo.” Ni siquiera estoy pensando en todo. ¿No es maravilloso hacer esto por mí? Cuánto la admiro y aprecio por estar dispuesta a hacer esto por mí. Por supuesto, sí creo en esas cosas, las creo con intensidad. Sin embargo, tienden a ser después. Por el momento, existen pensamientos y sentimientos bastantes fuertes en mi cabeza.

No se equivoquen, no soy indiferente a lo que está pasando. Todo lo contrario. ¿Por qué hacerla desnudarse, incluso atarla si va a ser realmente malo y aplicar clavijas y pinzas en sus pezones o, en cualquier otra parte de su cuerpo, si no tengo muchas ganas de hacerlo? Esto es locamente excitante para mí, no te equivoques. Pero es una especie de emoción muy particular. En ese momento, cuando se está llevando a cabo la aplicación de las pinzas, no tengo un deseo muy urgente de follarla. Es una especie de emoción desapasionadamente extraña. Incluso, mi polla pudiera llegar a no ponerse dura, aunque, en algún momento, probablemente se ponga

Así pues, ¿qué clase de excitación es? Como yo digo, no lo siento por ella, incluso aunque gima de dolor. Del modo que yo la veo, ella quiere esto. Es verdad que no lo quiere a un cierto nivel. Ella quiere que sea más. Ella quiere tenerlo hecho, pero no quiere estar haciéndolo. Y, sin embargo, sé que ella lo hace de verdad. Yo no haría estas cosas crueles a menos que  estuviera seguro de que ella las quisiera. Estoy seguro de que está dispuesta a sufrir por mí, pero ella quiere hacerlo activamente. Ella quiere ofrecerme, libremente y con entusiasmo casi todo lo que yo le pida. Ello no es siempre evidente. Algunas veces es demasiado y ella trata de escapar. Pero, en el fondo, sé que no solamente quiere ofrecerme su dolor. Ella espera a que yo se lo pida. Este es el tema al que estoy tratando de llevarla. Este es el objetivo de todo lo hablado y el entrenamiento, para conseguir llevarla al punto donde ella quiere que yo le ordene hacer todas las cosas de modo que se encoja de la humillación, las cosas dolorosas que la hacen temblar y hacen que se humedezca.

Así que, cuando yo pongo una pinza o retuerzo una que está ya colocada y ella hace muecas, me siento tranquilo. No sufro con ella, porque sé que la estoy ayudando a que dé lo que ella quiere darme. Es su mayor placer, agradarme. Por lo tanto, estoy contento viendo su dolor. Le hago preguntas, no porque yo me vaya a detener si ella dice lo mucho que duele, sino porque necesito la información para calibrar cuánto dolor me está ofreciendo y luego calcular cuánto más pienso que puede darme. Yo estoy en el control, ¿no lo ves? Y eso es lo que ella necesita. Ella no quiere un Dominante que la permita liberarse fácilmente, que se compadezca en cuanto aparezcan sus lágrimas. Ella quiere un Dominante que sea tranquilo, meticuloso e implacable, un Dominante que sepa cómo sacar lo mejor de ella.

“Cinco minutos más y luego se las quito.”

“Gracias, señor.”

“Pero, solamente, si eres buena. Si no te quejas.”

“No, señor.”

Y cuando se las quita, se las pone nuevamente después de cinco minutos. Durante el tiempo que yo diga.

Puedo ver que ella está luchando con esto.

“¡Qué buena sumisa eres!” le digo.

“¿Lo ves? No soy inhumano.” Le doy crédito donde es debido.