Sé que a las mujeres sumisas les gustan saber y leer lo que pasa en la
cabeza del dominante. Por lo tanto, voy a tratar y describir algunos de mis
sentimientos cuando estoy siendo “cruel.”
A un observador externo, desde mi actitud y tono de voz, podría
parecerle que soy un hombre sin emociones. Si le digo a ella que voy a ponerle
una pinza en su pezón con tono mesurado de voz, es un hecho material más que
expresivo. Cuando le pregunto si le duele, no es una especie de regodeo. Pero,
tampoco es solícito. Se trata simplemente de una pregunta informativa. Si le
duele un poco, eso dictará una manera de actuar. Si le duele mucho, otra.
Quiero dejarlo claro. No me preocupa lo más mínimo que a ella le
duela. Por supuesto, tengo un respeto general por su bienestar. Ella lo sabe. Pero,
cuando se retuerce, se queja, lloriquea e, incluso, solicita liberarse, yo no
estoy pensando en: “Pobrecita, cómo está sufriendo.” Ni siquiera estoy pensando
en todo. ¿No es maravilloso hacer esto por mí? Cuánto la admiro y aprecio por
estar dispuesta a hacer esto por mí. Por supuesto, sí creo en esas cosas, las
creo con intensidad. Sin embargo, tienden a ser después. Por el momento,
existen pensamientos y sentimientos bastantes fuertes en mi cabeza.
No se equivoquen, no soy indiferente a lo que está pasando. Todo lo
contrario. ¿Por qué hacerla desnudarse, incluso atarla si va a ser realmente
malo y aplicar clavijas y pinzas en sus pezones o, en cualquier otra parte de
su cuerpo, si no tengo muchas ganas de hacerlo? Esto es locamente excitante
para mí, no te equivoques. Pero es una especie de emoción muy particular. En
ese momento, cuando se está llevando a cabo la aplicación de las pinzas, no
tengo un deseo muy urgente de follarla. Es una especie de emoción
desapasionadamente extraña. Incluso, mi polla pudiera llegar a no ponerse dura,
aunque, en algún momento, probablemente se ponga
Así pues, ¿qué clase de excitación es? Como yo digo, no lo siento por
ella, incluso aunque gima de dolor. Del modo que yo la veo, ella quiere esto.
Es verdad que no lo quiere a un cierto nivel. Ella quiere que sea más. Ella
quiere tenerlo hecho, pero no quiere estar haciéndolo. Y, sin embargo, sé que
ella lo hace de verdad. Yo no haría estas cosas crueles a menos que estuviera seguro de que ella las quisiera.
Estoy seguro de que está dispuesta a sufrir por mí, pero ella quiere hacerlo
activamente. Ella quiere ofrecerme, libremente y con entusiasmo casi todo lo
que yo le pida. Ello no es siempre evidente. Algunas veces es demasiado y ella
trata de escapar. Pero, en el fondo, sé que no solamente quiere ofrecerme su
dolor. Ella espera a que yo se lo pida. Este es el tema al que estoy tratando
de llevarla. Este es el objetivo de todo lo hablado y el entrenamiento, para conseguir
llevarla al punto donde ella quiere que yo le ordene hacer todas las cosas de
modo que se encoja de la humillación, las cosas dolorosas que la hacen temblar
y hacen que se humedezca.
Así que, cuando yo pongo una pinza o retuerzo una que está ya colocada
y ella hace muecas, me siento tranquilo. No sufro con ella, porque sé que la
estoy ayudando a que dé lo que ella quiere darme. Es su mayor placer,
agradarme. Por lo tanto, estoy contento viendo su dolor. Le hago preguntas, no
porque yo me vaya a detener si ella dice lo mucho que duele, sino porque
necesito la información para calibrar cuánto dolor me está ofreciendo y luego
calcular cuánto más pienso que puede darme. Yo estoy en el control, ¿no lo ves?
Y eso es lo que ella necesita. Ella no quiere un Dominante que la permita
liberarse fácilmente, que se compadezca en cuanto aparezcan sus lágrimas. Ella
quiere un Dominante que sea tranquilo, meticuloso e implacable, un Dominante
que sepa cómo sacar lo mejor de ella.
“Cinco minutos más y luego se las quito.”
“Gracias, señor.”
“Pero, solamente, si eres buena. Si no te quejas.”
“No, señor.”
Y cuando se las quita, se las pone nuevamente después de cinco
minutos. Durante el tiempo que yo diga.
Puedo ver que ella está luchando con esto.
“¡Qué buena sumisa eres!” le digo.
“¿Lo ves? No soy inhumano.” Le doy crédito donde es debido.
Una manera muy poética y pasional de relatar ese momento, antes de la eclosión. Me quedo con el párrafo: “Y si eres lo suficientemente afortunado para estar ante una mujer dispuesta a recibir esa erección…”
ResponderEliminarSin duda, el momento es mágico.
marita, creo que has tenido un despiste. Tu comentario se refiere a mi anterior post "Cuando ese último latido..."
ResponderEliminarDe todas maneras, gracias por opinar y feliz día...
Ben Alí