lunes, 3 de febrero de 2014

El desconocido

Ellos lo han hablado y ella le ha asegurado que está de acuerdo. Es algo que está dispuesta a hacer por él. Ella admite que incluso podría disfrutarlo. Pero ahora, cuando el momento se acerca, ella está nerviosa. Su amante ha encontrado al hombre, lo ha investigado y lo ha declarado adecuado. Ella ha visto su foto. Pero, no es lo mismo que conocerlo.

Su amante la ha ofrecido una copa de vino para animarla y ella ha tomado un sorbo. Suena el timbre de la puerta. Su corazón lo tiene en la boca. Su amante abre la puerta y vuelve con el desconocido. Él es un poco mayor de lo que ella esperaba, no guapo, pero muy presentable. Viste bien y parece educado. Cuando le ofrece un asiento, en silencio, se siente a su lado. Su amante se sienta en el otro lado.

“Así pues, aquí está ella,” dice su amante. “¿Qué piensa usted?”

“Es muy hermosa,” dice el desconocido. Su voz es suave y agradable.

“¿Por qué no la besa?” dice su amante. “Creo que a ella le gustaría”

Ella está absolutamente segura de que es así. Pero, ¿qué opción tiene ella? El hombre se inclina sobre ella y la besa en la boca. Sus labios están calientes y secos y los presiona contra los de ella. Ésta no sabe si abrir su boca. No sabe con exactitud cuál es su papel. ¿Debería sentarse allí o ella suponía que iba a colaborar? Ella desea que discutan ahora un poco más los temas. El hombre contesta a la pregunta por ella, empujando su lengua entre sus labios. Ella lo acepta.

“¿Quiere usted que ella se quite un poco de ropa?” su amante pregunta.

El desconocido se separa de ella. “Eso sería bueno,” responde.

“Quítate la camisa,” le dice a su amante.

Ella la desabrocha despacio, se la saca por sus hombros y la pone a un lado. Ella es consciente de que el hombre está mirando a su pecho.

“Quítate el sujetador también,” dice su amante. “Él quiere ver también tus tetas.”

Sonrojándose un poco, ella desengancha el corchete, se lo quita y lo deja caer sobre su camisa.

“¿Te gustan?” Su amante pregunta al desconocido.

“Mucho.”

“Usted puede tocarlas.”

El desconocido coge con su mano el pecho más cercano a él, apretándolo suavemente. Y, luego, agarra el pezón entre el pulgar y el índice. Ella no puede mirar a ninguno de los hombres.

“Béselos, si lo desea,” su amante dice.

El desconocido se inclina y lame su pezón y luego, lo besa. Lo coge con su boca y lo succiona. Ella cierra sus ojos. Siente que su amante se apodera de su otro pecho. Siente que le pellizca su pezón muy fuerte. A ella, se le corta la respiración.

“¿Le gustaría que ella se quitara algo más?” su amante pregunta al desconocido. Éste saca su boca de su pezón. “Sí,” dice.

Su amante la coge por los hombros y tira de ella hacía él para que se ponga de espalda sobre su regazo.

“Súbete la falda para que el caballero pueda ver tus piernas.”

Ella tira de su falda hasta la mitad de sus muslos.

“Hasta arriba del todo,” dice su amante.

Sonrojándose de nuevo, se sube su falda hasta la cintura. El desconocido mira a sus bragas.

“El caballero ha venido para ver tu coño,” dice su amante. “Por lo tanto, muéstraselo.”

Mirando hacía el techo, sin mirar a nadie, ella se baja sus bragas hasta los tobillos y las echa a un lado.

“Abre las piernas para que él pueda ver bien,” dice su amante.

Ella obedece. Sabe que ahora no puede ocultar nada. El hombre la mira entre sus piernas.

“Tócalas,” le dice su amante.

El desconocido pone una mano y las acaricia, sus dedos jugando con los vellos de su pubis. Luego, introduce un dedo dentro de ella. Por alguna razón, no esperaba esto. Ella contiene el aliento. Es tan intrusivo.

“¿Está mojada?” pregunta su amante.

“Sí, lo está,” dice el hombre.

“De acuerdo,” su amante dice. “Ahora, puede follarla.”

El hombre se pone de rodillas y se baja los pantalones. Ella no mira. Oye el ruido al abrir el estuche de un preservativo. Luego, su amante se acerca y coge sus piernas con sus manos, justo por debajo de las rodillas, tirando de ellas hacia su pecho y abriéndolas de par en par, ofreciéndosela al desconocido. Él le ha dicho más de una vez que es de su propiedad y, ahora, ella siente que es así. Se la está ofreciendo a otro hombre para que haga con ella lo que quiera.

El hombre la penetra. Su amante se inclina sobre la cara de ella y le susurra, mientras el hombre la folla, palabras de aprobación y aliento. Ella se siente tan rara. Por un lado, su cuerpo está siendo usado, por otro, el vínculo con su amante está siendo tensado más fuerte que nunca.

El hombre la penetra, saca y mete su verga.

“Gracias,” dice el desconocido a ella. Es a él a quien debería agradecérselo, piensa ella. Su amante muestra al hombre la puerta y luego, regresa. Ella no se ha movido del sofá. Está intentando reconstruir sus pensamientos. Hay tantos.

Su amante la pone de pie y le coge su mano.


“Vamos, voy a bañarte,” le dice.

5 comentarios:

  1. jajajajja...ya me gustaría entrar en la mente de algunas sumisas...

    Gracias, por seguirme...

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  2. :) a mi en la mente de algún Amo en particular... Lauri

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  3. Son las 7:15 de la noche "esa" mujer piensa que en las 4 horas pasadas ha servido al desconocido de las letras; la ha poseído de muchas formas, parece incluso que la ha leído como libro abierto. ella solo espera que el calendario avance y regrese de nuevo a sus brazos. ÉL desconoce el efecto que le produjo.

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