Hace unas semanas, escribí sobre el Año Bisiesto. Una
película en la que una mujer encuentra a un amante para que la someta a una
serie de actos sadomasoquistas que ella ansía. Pensé que la película planteaba
la cuestión de si el gusto por este tipo de sexo se podría tener relación con
algún trauma en la educación de la mujer. Ahora, al ver la película “El asesino
dentro de mí,” sobre un policía psicópata que abusa de las mujeres golpeándolas
sádicamente a patadas.
La película está dirigida por Michael Winterbotton,
un director inglés que he admirado durante algún tiempo. Está basada en una obra
de Jim Thompson, que escribió varias novelas de suspense con bastante éxito en
la década de los 50. Casey Affleck interpreta al policía, que medio mata a una mujer
con sus manos y lo consigue al golpear a otra mujer hasta ocasionarle la
muerte. Una vez más, hay una sugerencia que explica que la sexualidad del
personaje central está basada en una experiencia de la infancia. El padre del
policía acostumbraba a azotar a su madre por placer y, una vez, ella le invitó,
cuando era un niño, a que le azotara su culo (una experiencia que puede influir en
cualquier niño un poco peculiar en su vida posterior, podría uno pensar).
Los dos azotes principales de la película son
llevados a cabo porque el policía necesita y tiene que involucrar a alguien más
en los crímenes. Son salvajes, casi imposibles de ver. Muchos de los
comentarios sobre el film se referían a la cuestión de si la representación de
ese tipo de violencia contra las mujeres pudiera estar alguna vez justificada.
Sin embargo, creo que hay otra cuestión. ¿Trata el film de hacer una conexión
psicológica entre la violencia asesina contra las mujeres y el gusto por los
azotes?
El policía no es un asesino. Él disfruta azotando el
trasero de sus novias y ellas disfrutan con lo que las hace. Estos actos dejan
muy claro que están consensuados. El problema es si su disfrute es visto como
patológico y si existe alguna progresión natural por el placer de azotar a una
chica hasta la muerte. Es una película, no un caso clínico. No se trata de
argumentar nada, solo mostrar las cosas que suceden y, en todo caso, tienes que
trabajar por ti mismo para averiguar
cuál es la conexión entre ellas, si existiera alguna. Pero, a pesar de que se
trata de un trabajo bien hecho, me hizo darle la espalda. Una vez más, se percibe
como si la gente de la D/s estuviésemos siendo demonizadas.
Tal vez, yo sea un paranoico. Aunque las minorías
incomprendidas (y creo que como practicantes de la D/s, nos podemos incluir en
tal categoría) somos muy aptos a sentir que estamos siendo incluidos, porque muy
a menudo, lo somos. No creo que el film ofrezca respuestas claras acerca de lo
que hace que los hombres se muestren interesados en la dominación sexual. Desde
luego, no está diciendo que a todos los hombres que les gustan azotar a las
mujeres sean asesinos potenciales. Al menos, creo que no. Pero, al mismo
tiempo, como hombre que le gusta azotar a las mujeres, me hizo sentirme un poco
a la defensiva.
También me dejó pensando, no por primera vez, por
qué a los hombres les gustan azotar. Cuando escribí sobre el Año Bisiesto, mis
lectoras tuvieron algunas cosas muy interesantes que decir sobre la relación
entre algunas mujeres sumisas con sus madres. Aprendí mucho de los comentarios
que me hicieron en privado. Ahora, estoy intentando pensar sobre estos temas
desde mi propia posición. Desafortunadamente, observar desde mi propia
experiencia, no me ayuda mucho. No puedo encontrar nada en mi infancia que
explique cómo soy sexualmente. Tal vez, un freudiano diría que me estoy
reprimiendo de cosas. Pero si lo estoy, nunca lo sabrás, porque están
reprimidas y no estoy dispuesto a dejar que nadie hurgue en mi cabeza sobre la remota
posibilidad de que haya un asesino en ella. Usted tiene que creer en mi palabra
de que mi educación fue normal. (Aunque, por supuesto, si usted es un freudiano
estricto creerá que lo que pasa por normalidad es bastante raro en sí mismo.
Quiero decir que, el complejo de Edipo no es algo te haga sentirte realmente
cómo con tu papá y mamá, ¿verdad?)
Hace algún tiempo, tuve una larga comida con una
encantadora mujer que tiene su propio blog y, por cierto, con bastante éxito.
Nuestra conversación fue bastante abierta y sincera, pero en cierto momento,
nos hizo afrontar a lo que somos (ella es muy morbosa, aunque no voy a decir
cómo). Me habló de un hombre que había sido abusado, sexual y físicamente, por
su padre. Su madre, que pudiera haberle protegido y defendido, no levantó ni un
dedo en su defensa, siendo ella misma esclava de su padre. El resultado fue,
que cuando creció y se hizo hombre, empezó a tomarse su venganza con las
mujeres, no asesinándolas, sino a través de la búsqueda de mujeres que pudiera
someterlas a un dolor extremo. De esta manera, él podría castigar a su madre
por su fracaso en protegerle.
Creo que esto es un caso histórico bastante
convincente. Se puede ver la lógica. Pero
ni remotamente se acerca a mi propia situación, ni sospecho que a los de
muchos dominantes. Supongo que si yo tuviera que pensar intensamente y llegar a
algún tipo de conclusión sobre mi propio psico-maquillaje sexual, sería algo
como esto. Los que nacimos en años posteriores a la guerra civil nos hicimos
famosos por la represión del sexo y las emociones a la que estuvimos sometidos.
Al menos, cuando yo estaba creciendo, en un mundo muy diferente al de hoy. En mi
casa, no se mencionaba el sexo para nada. Y nadie levantaba la voz. Las
emociones estaban presentes, pero reprimidas. No te expresabas por tí mismo,
estabas abotonado. Mostrar los sentimientos era algo de la gente vulgar, o de
otras nacionalidades. Absorbí esta forma de conducta y llegué a controlar mi
vida sexual (tal como era en aquellos días). Ser amable con las mujeres, aunque
fueras tímido. Los buenos modales eran la máxima virtud. Y, a las chicas jóvenes,
no les gustaba el sexo. Por lo tanto, no podías esperar mucho.
Me llevó años darme cuenta que las mujeres eran volcanes en plena
ebullición de pasión sexual, tal como yo lo era y, aún más, al ver que, tal
como yo deseaba atraer a las mujeres a mi control sexual, habían mujeres que
querían exactamente eso, ser controladas. Creo que mi eventual auto liberación,
cuando me sentí libre para expresar lo que quería y, a su vez, aceptarlo cuando
era ofrecido, fue, en cierto sentido, un proceso de liberarme en aquellos días
de la represión y buenas maneras. Tal vez, no te puedas imaginar lo que en una
liberación eres capaz de decirle a una mujer: “Ven aquí, inclínate, levántate
la falda, etc.” Sin tener que añadir por favor, sin que me preguntaran si era
demasiado echado para adelante, sin modales para entrar en ella. Ocasionalmente,
me pregunto si todos los hombres que se atrevían eran dominantes. Pues, en
esto, probablemente, estoy equivocado.