Él se
quita los zapatos de un tirón y se acuesta a lo largo del sofá. Ha estado tonteando
con ella toda la tarde. Algunas veces ella ha estado sentada sobre sus rodillas
recibiendo besos y abrazos, otras veces, echada sobre él con su cabeza sobre su
regazo mientras le acariciaba su nuca, la espalda o sus nalgas. Gradualmente,
sus ropas se las había quitado y ahora ella estaba abajo en bragas. Ambos están
empapados. Él pone sus manos en ella y desliza dos dedos en su coño hasta que
encuentra su punto G. Presiona sobre el mismo, relaja la presión, vuelve a
presionarlo.
“Quiero
su polla,” ella le susurra.
“No,”
dice él.
Ella
pone mala cara. Se supone que no tiene que preguntar eso, por lo tanto, sufre
un brote de desesperación. “¿Estoy siendo castigada?”
“Por
supuesto que no. No has hecho nada malo.”
“¿Entonces,
por qué usted no quiere follarme?”
“Creo
que lo sabes.”
Ella considera
esto. “¿Por qué me lo deniega si le apetece? ¿Porque es una cuestión de poder, le gusta mostrar lo
que puede hacer conmigo?”
“Más
o menos,” dice él.
“Pero,
yo sé que usted quiere hacerlo. No se estará cortando la nariz a pesar de su
cara, ¿verdad?”
“No te
preocupes por mí,” la dice. “Puedo asegurarte que no estaría haciendo esto si
yo no quisiera.”
Por
un momento, ella guarda silencio. La mano de él está todavía dentro de sus
bragas, trabajando.
“¿Usted
cree que se puede morir de frustración sexual?” pregunta ella.
“No.
Recuerda el dicho: ‘Cuando los hombres mueren y los gusanos se los comen, nunca
ha sido por amor.’ En cualquier caso, yo no te denegado que te liberes.”
“¿Entonces,
puedo masturbarme?”
“Bajo
dos condiciones. Una, tengo que verte. Dos, no puedes usar las manos.”
Ella
piensa en esto. “Pero, si me frotara contra usted, entonces, en el último
momento, usted se movería y no me correría.”
“¿Te
apetece frotarte un poco? No sería justo si yo te parara,” dice él.
Ella
piensa algo más. “Usted no es siempre justo,” dice ella.
“Tendrás
una oportunidad.”
“En
vez de hacerlo yo, ¿quiere usted bajarme las bragas?” ella le pregunta. “¿Por
favor? ¿Más por favor?”
Él le
baja las bragas hasta sus tobillos. Ella se agacha y saca uno de los calcetines
de él con los dientes. Él, juntando sus manos detrás de la nuca, avanza su pie
y ella se impala, apretando el dedo gordo del pie de él y un par de los otros
dedos en su coño. Ella empieza a fastidiarle, sin mirarle, mientras él la
observa. “¿No es esto algo más que una humillación por estar tan necesitada?”
Piensa él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario