jueves, 10 de abril de 2014

Quiero que me toques

Tócame.

Cualquier tonto de la calle puede agarrar mi cuerpo, sólo tiene que alargar la mano y apoderarse de partes y piezas que encuentre interesantes. Aunque, no siempre quiero eso. No voy a mentirte y decirte que, a veces, no me gusta eso, me gusta. Sin embargo, a veces, lo que quiero, es que me toques.

Quiero que empieces a desnudarme con cuidado, pon una estela de besos de mariposas a lo largo de mi piel, que has desnudado y acaríciala con tus manos.

Me encanta ser tratada con rudeza, seguro, pero cuando llegue el momento de tocarme, quiero que guardes bajo llave al cavernícola presuroso que hay en tí, porque ha llegado el momento de ser amable. Estás tratando de llegar a algo más íntimo que mi cuerpo, estás tratando de centrar mi mente en las sensaciones y las emociones, deteniendo mi capacidad de pensar.

No apresures esto, tómatelo con calma. Podría volverte loco por ir tan despacio, pero imagina lo que esto me produce. Empezaré a temblar con cada caricia, con cada beso. La anticipación hará que me vuelva loca.

Intentaré que te apresures, intentaré ayudarte a desnudarme porque mi cuerpo va a estar en llamas, no me dejes. Usa tus brazos, si es necesario, para retener a los míos. Sigue haciendo lo que estás haciendo, incluso si te ruego que, por favor, vayas más de prisa.

Una vez que esté desnuda, no aceleres repentinamente, porque vas a deshacer todo el trabajo difícil que has hecho. No seas bruto, cuando todo ha sido suave y sensual hasta este punto, se trata ahora de que mantengas este fuego ardiente que has prendido.

Estás detrás de un fuego lento, mejor que ante una explosión.

Tiéndeme, ponme en posición vertical, no me voy a preocupar mientras me sigas tocando, besándome, haciendo que mi cabeza se tambalee del placer que me estás dando.

En este punto, estaré más allá del pensamiento racional. Estaré retorciéndome en tus brazos porque el fuego se está propagando en mí. No te dirijas todavía hacia el punto dulce, eso es muy fácil. Deja que tus dedos se deslicen por los alrededores, como si fueras a tocarlo e, instintivamente, yo arquearé mi cuerpo hacia tu mano. No voy a ser capaz de detenerme.

Aléjate de mí, búrlate de mí, entretente con la promesa de lo que está viniendo, más que dármelo inmediatamente, a pesar de que voy a querer aullar de frustración por culpa de ello.

En ese momento,  no voy a ser más que un charco de lujuria y estar tan necesitada que estaré dispuesta a hacer cualquier cosa, si no te pararas.

Por favor, tócame.

Le decía la sumisa a su Dominante…

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