lunes, 7 de abril de 2014

La mujer como objeto

Permítanme describir algunas imágenes. En la primera, dos hombres, elegantemente vestidos con trajes, están sentados en un sofá. Frente a ellos, se encuentra de pie una chica desnuda. El punto de vista muestra a la chica desde atrás. Ella tiene un trasero bonito. También muestra las expresiones en las caras de los hombres.  Tienen unas expresiones ligeramente desdeñosas, arrogantes e, incluso, indiferentes. Es  como si no existiera nada inusual al tener en posición de desfile a una mujer desnuda en frente de ellos. Casi, como si fuera su derecho.

Otra imagen. Otra mujer, desnuda. Está tumbada sobre una mesa. Un hombre está de pie junto a su cabeza, sus manos sobre los hombros de ella. El otro hombre, de cara a la cámara, está en el lado opuesto de la mesa, inclinándose sobre ella. Una mano está puesta sobre vientre de ella, como si la mantuviera en posición. Su otra mano está entre sus piernas. No podemos ver si sus dedos están dentro de ella, solo que lo que están haciendo es intrusivo. Cada uno de los hombres está vestido con un smoking. Obviamente, no es un examen médico. Sus expresiones son tranquilas, sin emociones. La mujer parece ligeramente aturdida. Tal vez, ella esté drogada o en el subespacio.

Una tercera imagen. Un hombre vestido con un traje se inclina despreocupadamente contra la repisa de una chimenea, su mirada dirigida hacia la chica que está de pie delante de él. La vemos desde atrás. Su falda es tobillera. Está vestida con un sujetador, medias y ligas negros. Sus bragas son semi transparentes, de un color azul pálido a juego con el color de su falda. No podemos ver su cara, pero su postura sugiere que ella está a punto, como si estuviera lista para una especie de movimiento. Tal vez, esperando que el hombre le ordene que se quite otra prenda de vestir.

En la última imagen, una mujer se arrodilla desnuda sobre el suelo, de espalda a un hombre sentado en una silla. La mujer está atada, sus muñecas atadas a sus tobillos y otra cuerda ata sus muslos firmemente a su cintura, por lo que ella está doblemente doblada. El hombre en la silla, que está completamente vestido, está leyendo un libro, ignorando a la mujer.

Lo que me interesa de todas estas imágenes no es que se vea a una chica guapa desnuda o casi (aunque esto nunca es desagradable). Es el estado de ánimo de indiferencia, de estudiada indiferencia mostrada por los hombres. La mujer está disponible, pero parecen no tener prisa en usarla. En una sola imagen, es que nadie toca a la mujer y esto es una forma de inspección desapasionada. Algo puede salir de ello, pero posiblemente, no.

Encuentro estas imagines de alto contenido erótico. Cualquiera que vea la cara de la chica o, si lo hacemos, en absoluto, expresa emoción. Las fotos comunican la esencia de la objetificación, ese particular modo de dominación que elimina de la ecuación sexual cualquier posibilidad de que la mujer pudiera tener una información de lo pudiera suceder a continuación.

Ella no se avergüenza de reconocer que es una puta, no se la está obligando a confesar su obediencia. Ni siquiera puede estar segura de que los hombres realmente la quieren. Por sus expresiones, simplemente, pudieran estar aburridos. Tal vez, ellos hayan visto demasiadas mujeres hermosas y desnudas. Tal vez, haya otra chica esperando entre los bastidores que ellos pudieran preferir. Tal vez, con el tiempo, intentarían usarla, si les diera la gana.

Por supuesto, esto es la esencia del sexismo, tal como es definido por las feministas, el tratar a la mujer como un mero objeto. Me apresuro a decir que me encantan las feministas. Estoy de acuerdo con ellas. Entonces, ¿por qué me permito disfrutar de estas imágenes? Porque sé que algunas mujeres también se excitan con ellas, incluso, las mujeres que se hacen llamar a sí mismas feministas. En un contexto de la D/s, estas imágenes son aceptables. Si una mujer se excita al ser utilizada como lo son estas mujeres, si en el momento del compromiso sexual, ella quiere ser tratada como un objeto por un hombre que comprenda sus motivos, entonces, la experiencia es liberadora para ella, no opresiva.

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